Monday, May 04, 2009


Tres tristes terminators de la banca de desarrollo

Fusionar para tapar créditos no pagados

Carlos Fernández-Vega

No se sabe si fue producto de la emergencia sanitaria o de alguna neurona colectiva que mágicamente circuló a plenitud en la casona de Xicoténcatl, pero el hecho es que el Senado de la República acordó no autorizar, por el momento, la fusión del Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext) a Nacional Financiera (Nafin), según propuesta del inquilino de Los Pinos, quien insiste, como Fox y Zedillo, en aniquilar, de la forma más grotesca, a una de las principales instituciones de la banca del Estado.

Ninguno de esos tres tristes terminators neoliberales logró acabar con Bancomext, aunque sí debilitarlo al extremo, dado su enfermizo rechazo a la existencia de una banca propiedad de la nación (la cual, en los hechos, pasó a ser la rescatadora oficial de las grandes empresas privadas, a capricho del inquilino de Los Pinos en turno). Una tras otra, las intentonas de esa trinca lo único que provocaron fue que el Legislativo dejara para mejor ocasión la referida fusión, y por mucho que el gobierno federal cedió el manejo de dicha institución a personeros de los intereses de la banca privada (concretamente los del BBVA-Bancomer y los cachorros del Grupo Monterrey) la institución pública fundada en 1937, en el sexenio cardenista, junto a Galileo Galilei puede presumir que y sin embargo, se mueve.

Con la oposición panista, días atrás las Comisiones Unidas de Hacienda y de Estudios Legislativos del Senado de la República acordaron dejar sin efecto la propuesta calderonista sobre Bancomext y Nafin, y heredar la decisión definitiva a la próxima Legislatura (la resultante de las próximas elecciones del 5 de julio), para que sea ella la que determine el camino que deberá seguir la banca de desarrollo, especialmente las instituciones que eventualmente se fusionarían, tras realizar el adecuado análisis de la forma en que debe darse la misma y tras un cambio estructural profundo, y como parte del estudio e iniciativa a presentarse en el siguiente periodo legislativo. Se trata, pues, de crear una banca de desarrollo más fuerte y consolidada, y no el capricho exterminador del inquilino de Los Pinos.

Fusionar por fusionar, o hacerlo para tapar algunos créditos no pagados por ciertas empresas de gran proporción o de mediocres empresarios metidos a peores políticos, con los resultados por todos conocidos y padecidos (algunos malosos del sector financiero gubernamental aseguran que el clan Fox oportunamente obtuvo algunos préstamos de Bancomext que jamás reintegró, y de allí el enfermizo interés de sepultar a la institución) no parece ser la mejor forma de consolidar a la banca de desarrollo.

Por el contrario, las citadas comisiones consideran necesario distribuir de manera clara y precisa las competencias de los órganos involucrados en la supervisión y vigilancia de las instituciones de banca de desarrollo, atendiendo a las sanas prácticas bancarias y las responsabilidades y capacidades de las instancias supervisoras. Lo anterior, porque actualmente la banca de desarrollo (propiedad de la nación) está sujeta a un esquema de supervisión más oneroso y complejo que el que aplica (el gobierno federal) a la banca múltiple (privada), lo cual inhibe una operación eficiente de esas instituciones. Este esquema ha ocasionado duplicidad de funciones, una excesiva regulación, conflictos entre el órgano interno de control y la administración del banco y la consecuente inhibición en la toma de riesgos, actividad propia de las instituciones de crédito.

Así, las Comisiones Unidas de Hacienda y de Estudios Legislativos dejaron para mejor momento la eventual fusión de Bancomext a Nafin, y decidieron que es innecesario modificar la Ley Orgánica de Nacional Financiera, toda vez que por tercera ocasión no aprobaron la intentona del inquilino de Los Pinos (en turno). Será para la próxima, tal vez, pero como van las cosas es previsible que la 61 Legislatura no sea precisamente de mayoría panista, de tal suerte que las bancadas que recientemente (al igual que las dos anteriores) se pronunciaron en contra de la citada fusión (la priísta y la perredista) sean, en ese orden, las que lleven las voz cantante a partir del primer día del próximo septiembre, cuando podría darse una reconfiguración de la banca de desarrollo con objetivos nacionales y no pro empresariales, como hasta ahora se ha pretendido.

En este contexto, algunos senadores tricolores la tienen muy clara: “la banca de desarrollo se ha desvirtuado en sus funciones… El desmantelamiento ha llegado al extremo de transferir las funciones y recursos para la promoción de comercio exterior del Bancomext al fideicomiso Proméxico… Se han experimentado irregularidades legales tan flagrantes como el que una persona funja como director general de dos instituciones, tal es el caso de Nacional Financiera y Banco Nacional de Comercio Exterior, o llegado a la ejecución de despropósitos, como el de que, ante el desmantelamiento de la banca de desarrollo, una secretaría de Estado, como la de Economía, ejerza funciones de banco de fomento”.

Entonces, tal vez se dé un mejor momento para la banca de desarrollo.

Las rebanadas del pastel

De los lectores y la emergencia sanitaria: “una de las cosas que ha puesto en evidencia la actual epidemia es que tenemos memoria de corto plazo, porque muchos olvidaron que desde hace poco más de 30 años –el mismo lapso de los gobiernos neoliberales– se ha venido desmantelando el aparato científico y tecnológico de nuestro país; sector al cual, por cierto, cada año se le reducen y regatean los recursos para la preparación y formación de nuestros científicos. Pero ese sólo es un aspecto. Lo mismo se ha hecho con el sector alimentario, por no hablar del de comunicaciones y financiero, que ha quedado al arbitrio de intereses extranjeros, es decir, se ha venido destruyendo paulatinamente a las instituciones que le daban fortaleza al Estado mexicano. Ahora tenemos una gran fragilidad como país, y lo ha demostrado la presente crisis económica, la cual puede incidir a corto plazo en el mantenimiento de la gobernabilidad y en nuestra supervivencia en el contexto globalizado. El actual modelo que tenemos de país tiene tantos hoyos que nos hace muy frágiles y susceptibles a las contingencias, como la actual, lo que obstaculizará nuestro restablecimiento económico. En fin, esta cuestión es un asunto de seguridad nacional; pero, ¿qué van a saber de ello estos pobres diablos del gobierno actual?” (Ricardo García Ortega, chispolito@prodigy.net.mx).


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