LA LUPA POLÍTICA |
POR ALFREDO JALIFE-RAHME |
En el Primer Foro de Información y Debate sobre la Reforma Energética, convocado por el Frente Amplio Progresista (FAP), celebrado recientemente en Monterrey -la capital neoliberal de México, a juicio de algunos fundamentalistas librecambistas de Latinoamérica-, la nutrida asistencia deseaba saber cuáles serían los escenarios pertinentes de cara a la aprobación ó rechazo de la entreguista reforma de la pareja gubernamental Calderón-Mouriño, presuntamente aliada a la tripleta priísta Beltrones-Gamboa-Labastida.
En otras ocasiones hemos aludido al desenlace del escenario entreguista con el que México cesaría de ser un país "libre, soberano e independiente", para convertirse en una vulgar franquicia texana y, todavía peor, gallega. Sin embargo, no habría que desechar perentoriamente otro redentor escenario, diametralmente opuesto, cuando el impresionante rechazo ciudadano ha penetrado en las conciencias democráticas, pese a la interesada y sesgada propaganda orwelliana de los multimedia controlados por la reinante plutocracia local y global.
Con todo nuestro debido respeto a la hazaña de la nacionalización del petróleo de 1938, la primera del mundo en su género, hoy, 70 años más tarde, a nuestro humilde entender, la defensa ciudadana del petróleo es de mayor envergadura y alcances, pese a los obstáculos que parecieran insuperables a simple vista. Hace 70 años fue el gobierno directamente del general Lázaro Cárdenas del Río quien emprendió la nacionalización de los hidrocarburos, con el apoyo del ejército mexicano (en ese entonces el "cuarto sector" del PRI) y en plena conjunción con el sentir mayoritario de la ciudadanía.
El gobierno y sus ciudadanos, incluyendo a las fuerzas armadas de dónde provenía el general Cárdenas, se fundieron en una sola entidad nacionalista que pudo enfrentar a la todavía gran potencia de Gran Bretaña y sus omnipotentes petroleras, aunque en su ocaso imperial. Incluso, nos atreveríamos a sentenciar que la gloriosa nacionalización petrolera de hace 70 años se gestó gracias al tácito apoyo del gran presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, quien desde el punto de vista geopolítico buscaba en última instancia la estadounización del continente americano y la deseuropeización colonial -un tanto cuanto en aplicación de la Doctrina Monroe-, lo cual permitió la expulsión de las transnacionales británicas con el fin de asegurar el abastecimiento más directo de petróleo para EU en vísperas de su entrada salvadora a la Segunda Guerra Mundial.
En aquel entonces se gestó una conjunción feliz de voluntades nacionales -el gobierno, las fuerzas armadas y los ciudadanos- y
regionales: la convergencia de la geopolítica estadounidense y sus intereses petroleros que preferían un PEMEX independiente al control británico de los yacimientos de hidrocarburos mexicanos. Hoy, 70 años más tarde, el "viejo régimen" ("l'ancien régime"), es decir, el gobierno calderonista, la mayoría neoliberal coaligada del PAN y el PRI del Congreso y, sobre todo, los orwellianos y sovietizados multimedia locales, pretenden desnacionalizar los hidrocarburos de México para beneficio último de las trasnacionales texanas y gallegas.
Desconocemos cual sea la postura verdadera, que aún no ha sido expuesta públicamente, de las fuerzas armadas mexicanas, aunque intuimos que, como hace 70 años, en su aplastante mayoría no se encontrarán alejadas de los conceptos fundacionales y primordiales del "interés nacional y estratégico" que rigen la soberanía de cualquier país digno de respeto y que desea su supervivencia para no pasar a la clandestinidad de la Historia como una vulgar franquicia de las trasnacionales petroleras privadas, las competidoras de facto de PEMEX.
Sea lo que fuere, las fuerzas armadas se enfrentan a un trilema
insalvable: pronunciarse categóricamente por el "interés nacional y estratégico" de México; permanecer neutrales; o someterse a los dictados unilaterales de Calderón bajo la consigna anacrónica y disfuncional de la "lealtad al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas", el presidente en turno, lo que en este caso específico del desnacionalizador de los hidrocarburos mexicanos, constituye un verdadero sofisma ya que no se puede ser leal a tanta deslealtad, no se diga una afrenta a la memoria inmarcescible del general Cárdenas.
En realidad, los ciudadanos quienes rechazan la privatización en "lo oscurito" de PEMEX, es decir, el "nuevo régimen"("le nouveau régime"), se encuentran totalmente solos en esta ocasión y enfrentan a las pretendidas fuerzas legales y fácticas de México que conforman el omnipotente núcleo cupular de la plutocracia neoliberal que mal gobierna a México desde hace más de un cuarto de siglo (que hemos denominado la "clepto-kakistocracia": el gobierno del hurto y de los peores.)
Pese a la orfandad legal y fáctica de la aplastante mayoría ciudadana de México, llama poderosamente la atención que el tema de la privatización tangencial de los hidrocarburos esté provocando un feliz despertar democrático que está trastocando la correlación de fuerzas en favor del insurgente y emergente "Poder Ciudadano". En este sentido, podemos aducir que la hazaña del "Poder Ciudadano" mexicano; es decir, el "nuevo régimen", supera, 70 años mas tarde, a la gloriosa nacionalización cardenista.
Más aún: no solamente el "Poder Ciudadano" contemporáneo, la
quintaesencia y motor del "nuevo régimen", se enfrenta a los anacrónicos y disfuncionales poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial y, quizá, el más pernicioso de todos, el poder orwelliano y sovietizado de los multimedia, sino que, además, confronta el
expansionismo militar unilateral del régimen torturador bushiano, quien no oculta su apetito por los hidrocarburos mexicanos, someros o profundos, como delatan los acuerdos secretos del ASPAN, la militarización del territorio nacional mediante su Caballo de Troya, el "Plan México" (Iniciativa Mérida), y próximamente su incorporación al NORAD (Comando Aeroespacial de Defensa de Norte América.)
Los desafíos que enfrenta el "Poder Ciudadano", la punta de lanza del ó" nuevo régimen", son gigantescos al interior como al exterior y, pesea ello, está ganando la batalla democrática de la defensa patrimonial de los hidrocarburos. Sería un grave error de juicio alucinar que la gran hazaña ciudadana se detendrá el "día después", ya que sus horizontes y sus alcances son más profundos de lo que se vislumbra en la superficie, debido a que representa el genuino catalizador del feliz despertar democrático de México. Sea cual fuere el epílogo de la batalla democrática por la preservación del patrimonio de los hidrocarburos, México habrá cesado de ser el mismo el "día después", para bien (si se gana) o para mal (si se pierde).
Si se pierde, México se habrá convertido en una vulgar franquicia de las trasnacionales texanas y gallegas; si se gana, México no solamente habrá conservado su patrimonio de los hidrocarburos que servirán como puntal del desarrollo sino, mejor aún, habrá conseguido su feliz despertar democrático gracias a la hazaña del "Poder Ciudadano", el lubricador del "nuevo régimen".
La democracia es dinámica, no es estática. México no se detuvo el aciago 2 de julio del 2006. El "Poder Ciudadano" está transfigurando la Historia, la democracia, la libertad y la alegría de vivir del "nuevo México". Y este nuevo patrimonio filosófico-político es mucho mayor que los mismos hidrocarburos, pero sin los cuales nunca se hubiera podido, si no alcanzar, por lo menos soñar con su realización.
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