Bajo la Lupa
Guerra financiera: ¿aniquilar al euro para que sobreviva el dólar?
De París a Berlín, altos funcionarios y la prensa han expuesto la malignidad letal de los especuladores asentados, para no decir cobijados, en Londres y Wall Street –donde destacan los operadores diabólicos del sionismo financiero global–, quienes han vapuleado al euro y tienen arrinconado a lo que la prensa británica en forma despectiva denomina PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España).
Cuando no se vislumbra todavía una salida a la crisis griega, susceptible de generar un efecto dominó en el sur mediterráneo y que ha colocado al euro contra la pared, la canciller alemana, Angela Merkel, fustigó (estérilmente, a nuestro juicio) a los especuladores y exigió “controlar el mercado de los derivados financieros que fueron usados para lucrar con el estrés económico griego” (The Times, 6/3/10).
Tras una reunión, sin resultados tangibles, con el atribulado primer ministro griego, Georgios Papandreou, Merkel declaró que discutirá la “regulación” de los tóxicos CDS (credit default swaps) con EU: “debemos tener éxito en frenar el juego de los especuladores contra los estados soberanos”.
Merkel consideró, en forma coloquial, que los CDS “consisten en asegurar la casa del vecino para destruirla y ganar dinero de la operación”, por lo que se había convertido en “un tema global” que requería tomar medidas con EU. ¿Para qué sirve entonces el G-20?
El asunto de los derivados financieros no es recientemente “global”: lo venimos tratando desde la década de los noventa (antes de la aparición teratológica de los CDS) y, a escala europea, hasta el entonces primer ministro gaullista Jacques Chirac, en una cumbre del G-7, los había calificado de “sida financiero”.
Tampoco Merkel puede deslindarse de los juegos especulativos de la banca alemana, en particular de Deutsche Bank, uno de los principales apostadores globales de los derivados.
¿Estará enterada Merkel de que en EU Obama reina mientras Goldman Sachs gobierna? ¿Con quién se coordinará entonces?
Suena increíble, para quienes no somos adictos a la “contabilidad creativa” y a las “innovaciones financieras”, que un puñado de especuladores, aparentemente apátridas (su organigrama genealógico lleva en forma “sorprendente”, en gran medida, al Minotauro del sionismo financiero global cómodamente asentado en Wall Street y la City), pueda destruir a países enteros, lo cual viene sucediendo desde el efecto tequila en México hasta el efecto dragón en Indonesia.
Los CDS son unos ingeniosos instrumentos especulativos del mercado de los derivados –que navegan como “seguros” sin disponer la capitalización de las aseguradoras– con los que se apuesta (literal) sobre la viabilidad (su quiebra: default) de la deuda soberana de los países.
En realidad, los CDS son unos vulgares swaps apalancados: es decir, altamente endeudados con créditos fáciles y baratos proveídos por la banca de inversiones israelí-anglosajona.
Los letales CDS se encontraron detrás de la quiebra de Lehman Brothers, el indeleble 15 de septiembre de 2008, que gestó en EU la crisis financiera global que se convirtió luego en una crisis multidimensional.
Como se trata de derivados financieros desregulados que gozan de los privilegios de la “contabilidad invisible” (off-balance-sheet) que inundan los paraísos fiscales (off-shore) –la piratería financiera anglosajona posmoderna– se calcula que su monto es equivalente al PIB global: 60 millones de millones (trillones en anglosajón) de dólares.
Su monto pudiera ser mucho mayor cuando voces conocedoras del mercado de los derivados financieros, que incluyen a los ominosos hedge funds (fondos de cobertura de riesgos) y sus prolíficas nuevas variedades “innovadoras” (como los CDS y otros engendros similares), pudieran ascender a la escalofriante cifra de un cuatrillón (en anglosajón: mil millones de millones: 10 a la decimoquinta potencia), es decir, mil billones en castizo.
El problema no son tanto los CDS sino el mercado entero de los derivados financieros que le han conferido su inconmensurable poder a la banca israelí-anglosajona que domina las plazas de Wall Street y la City y a sus gobiernos respectivos, como quedó refrendado en el reciente rescate bancario.
Ha quedado asentado el papel pernicioso que jugó Goldman Sachs, el verdadero poder tras el trono en EU, para “asesorar” al gobierno griego en sus trampas contables (mediante ingeniosos swaps de derivados, al estilo de Banxico para abultar sus inexistentes reservas de divisas) con el fin de ingresar a la eurozona.
Un artículo de Susan Pulliam, Kate Nelly y Carric Mollenkamp en la edición europea del The Wall Street Journal, “Los hedge funds se coaligan para debilitar al euro” (26/2/10), detalla la exclusiva (sic) “cena de ideas (¡supersic!)” en Manhattan a principios de febrero donde los pesos pesados de los hedge funds acordaron golpear al euro y llevarlo hasta la paridad de “uno a uno” con el dólar.
Entre los magnos especuladores, para no decir hienas globales, se encontraron Soros Fund Management LLC (propiedad del conocido depredador global George Soros, un instrumento de los banqueros esclavistas Rothschild, que navega con máscara de “filántropo”) y SAC Capital Avisors LP (propiedad del controvertido Steven A. Cohen: su ex esposa Patricia no lo baja de hampón), el polémico jugador profesional de póker (no es broma) David Einhorn, presidente de Greenlight Capital Inc, y Donald Morgan, mandamás de Brigade Capital Management LLC.
Karl West, del The Daily Mail (27/2/10), acusa a Soros de encontrarse detrás del “complot (¡extrasupersic!) de los hedge funds para lucrar con la caída del euro”.
Hans Hufschmid, anterior ejecutivo de Salomon Brothers (adquirido por el insolvente Citigroup donde laborará Zedillo en gratificación a sus felonías con el Fobaproa/IPAB), hoy a cargo de GlobeOp Financial Services SA que administra hedge funds en Londres y Nueva York, declaró que “es una oportunidad de hacer mucho dinero”.
Entre quienes han apostado CDS contra Grecia se encuentran Goldman Sachs (¡extrasupersic!), JP Morgan Chase & Co, Bank of America/Merrill Lynch, Barclays PLC y Paulson & Co Inc: es decir, la crema y nata del poder financiero de EU y Gran Bretaña.
Goldman Sachs usó hasta el cansancio a los griegos y hoy los desecha al basurero financiero global: una tragedia que nunca imaginaron sus geniales dramaturgos Eurípides, Sófocles y Esquilo juntos.
El peor error de juicio consiste en creer que tales entidades financieras israelí-anglosajonas frescamente rescatadas por los gobiernos de EU y Gran Bretaña se mueven en forma autónoma y descoordinada, y sin la tácita anuencia de sus pusilánimes gobernantes, a quienes sus banqueros controlan en última instancia.
En medio de la sequía crediticia global y de la quiebra inocultable del modelo anglosajón, ¿asistimos a una guerra financiera que no se atreve a decir su nombre entre el dólar y el euro en la lucha sin cuartel para atraer los capitales flotantes?
Sus implicaciones geopolíticas son ya colosales y tienen en la mira balcanizar y vulcanizar la eurozona y la Unión Europea.
Cuando no se vislumbra todavía una salida a la crisis griega, susceptible de generar un efecto dominó en el sur mediterráneo y que ha colocado al euro contra la pared, la canciller alemana, Angela Merkel, fustigó (estérilmente, a nuestro juicio) a los especuladores y exigió “controlar el mercado de los derivados financieros que fueron usados para lucrar con el estrés económico griego” (The Times, 6/3/10).
Tras una reunión, sin resultados tangibles, con el atribulado primer ministro griego, Georgios Papandreou, Merkel declaró que discutirá la “regulación” de los tóxicos CDS (credit default swaps) con EU: “debemos tener éxito en frenar el juego de los especuladores contra los estados soberanos”.
Merkel consideró, en forma coloquial, que los CDS “consisten en asegurar la casa del vecino para destruirla y ganar dinero de la operación”, por lo que se había convertido en “un tema global” que requería tomar medidas con EU. ¿Para qué sirve entonces el G-20?
El asunto de los derivados financieros no es recientemente “global”: lo venimos tratando desde la década de los noventa (antes de la aparición teratológica de los CDS) y, a escala europea, hasta el entonces primer ministro gaullista Jacques Chirac, en una cumbre del G-7, los había calificado de “sida financiero”.
Tampoco Merkel puede deslindarse de los juegos especulativos de la banca alemana, en particular de Deutsche Bank, uno de los principales apostadores globales de los derivados.
¿Estará enterada Merkel de que en EU Obama reina mientras Goldman Sachs gobierna? ¿Con quién se coordinará entonces?
Suena increíble, para quienes no somos adictos a la “contabilidad creativa” y a las “innovaciones financieras”, que un puñado de especuladores, aparentemente apátridas (su organigrama genealógico lleva en forma “sorprendente”, en gran medida, al Minotauro del sionismo financiero global cómodamente asentado en Wall Street y la City), pueda destruir a países enteros, lo cual viene sucediendo desde el efecto tequila en México hasta el efecto dragón en Indonesia.
Los CDS son unos ingeniosos instrumentos especulativos del mercado de los derivados –que navegan como “seguros” sin disponer la capitalización de las aseguradoras– con los que se apuesta (literal) sobre la viabilidad (su quiebra: default) de la deuda soberana de los países.
En realidad, los CDS son unos vulgares swaps apalancados: es decir, altamente endeudados con créditos fáciles y baratos proveídos por la banca de inversiones israelí-anglosajona.
Los letales CDS se encontraron detrás de la quiebra de Lehman Brothers, el indeleble 15 de septiembre de 2008, que gestó en EU la crisis financiera global que se convirtió luego en una crisis multidimensional.
Como se trata de derivados financieros desregulados que gozan de los privilegios de la “contabilidad invisible” (off-balance-sheet) que inundan los paraísos fiscales (off-shore) –la piratería financiera anglosajona posmoderna– se calcula que su monto es equivalente al PIB global: 60 millones de millones (trillones en anglosajón) de dólares.
Su monto pudiera ser mucho mayor cuando voces conocedoras del mercado de los derivados financieros, que incluyen a los ominosos hedge funds (fondos de cobertura de riesgos) y sus prolíficas nuevas variedades “innovadoras” (como los CDS y otros engendros similares), pudieran ascender a la escalofriante cifra de un cuatrillón (en anglosajón: mil millones de millones: 10 a la decimoquinta potencia), es decir, mil billones en castizo.
El problema no son tanto los CDS sino el mercado entero de los derivados financieros que le han conferido su inconmensurable poder a la banca israelí-anglosajona que domina las plazas de Wall Street y la City y a sus gobiernos respectivos, como quedó refrendado en el reciente rescate bancario.
Ha quedado asentado el papel pernicioso que jugó Goldman Sachs, el verdadero poder tras el trono en EU, para “asesorar” al gobierno griego en sus trampas contables (mediante ingeniosos swaps de derivados, al estilo de Banxico para abultar sus inexistentes reservas de divisas) con el fin de ingresar a la eurozona.
Un artículo de Susan Pulliam, Kate Nelly y Carric Mollenkamp en la edición europea del The Wall Street Journal, “Los hedge funds se coaligan para debilitar al euro” (26/2/10), detalla la exclusiva (sic) “cena de ideas (¡supersic!)” en Manhattan a principios de febrero donde los pesos pesados de los hedge funds acordaron golpear al euro y llevarlo hasta la paridad de “uno a uno” con el dólar.
Entre los magnos especuladores, para no decir hienas globales, se encontraron Soros Fund Management LLC (propiedad del conocido depredador global George Soros, un instrumento de los banqueros esclavistas Rothschild, que navega con máscara de “filántropo”) y SAC Capital Avisors LP (propiedad del controvertido Steven A. Cohen: su ex esposa Patricia no lo baja de hampón), el polémico jugador profesional de póker (no es broma) David Einhorn, presidente de Greenlight Capital Inc, y Donald Morgan, mandamás de Brigade Capital Management LLC.
Karl West, del The Daily Mail (27/2/10), acusa a Soros de encontrarse detrás del “complot (¡extrasupersic!) de los hedge funds para lucrar con la caída del euro”.
Hans Hufschmid, anterior ejecutivo de Salomon Brothers (adquirido por el insolvente Citigroup donde laborará Zedillo en gratificación a sus felonías con el Fobaproa/IPAB), hoy a cargo de GlobeOp Financial Services SA que administra hedge funds en Londres y Nueva York, declaró que “es una oportunidad de hacer mucho dinero”.
Entre quienes han apostado CDS contra Grecia se encuentran Goldman Sachs (¡extrasupersic!), JP Morgan Chase & Co, Bank of America/Merrill Lynch, Barclays PLC y Paulson & Co Inc: es decir, la crema y nata del poder financiero de EU y Gran Bretaña.
Goldman Sachs usó hasta el cansancio a los griegos y hoy los desecha al basurero financiero global: una tragedia que nunca imaginaron sus geniales dramaturgos Eurípides, Sófocles y Esquilo juntos.
El peor error de juicio consiste en creer que tales entidades financieras israelí-anglosajonas frescamente rescatadas por los gobiernos de EU y Gran Bretaña se mueven en forma autónoma y descoordinada, y sin la tácita anuencia de sus pusilánimes gobernantes, a quienes sus banqueros controlan en última instancia.
En medio de la sequía crediticia global y de la quiebra inocultable del modelo anglosajón, ¿asistimos a una guerra financiera que no se atreve a decir su nombre entre el dólar y el euro en la lucha sin cuartel para atraer los capitales flotantes?
Sus implicaciones geopolíticas son ya colosales y tienen en la mira balcanizar y vulcanizar la eurozona y la Unión Europea.
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