De intelectuales, sicarios mediáticos y revoluciones
Gilberto López y Rivas
La Jornada
Durante los pasados 28 y 29 de mayo tuvieron lugar en Caracas, Venezuela, variadas reuniones de intelectuales de signos ideológicos antagónicos, en el contexto y con las peculiaridades venezolanas de una exacerbada confrontación política entre dos perspectivas del mundo en pugna desde hace más de un siglo y medio: capitalismo versus socialismo. El fin de la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética trastocaron la naturaleza de esa confrontación, pero la disyuntiva expresada por Rosa Luxemburgo está más vigente que nunca: ¿socialismo o barbarie?
El Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para Libertad (Cedice), caracterizado por analistas como la entidad que mejor representa los intereses estadunidenses en Venezuela y ha llevado a cabo la mayoría de las campañas mediáticas de la oposición contra las políticas del gobierno bolivariano (Rebelión, 21/5/09), organizó el Encuentro Internacional Libertad y Democracia: el Desafío Latinoamericano, que presidieron, entre otros, Mario Vargas Llosa, Enrique Krauze y Jorge Castañeda, conocidos defensores del liberalismo y los gobiernos represivos apoyados por Estados Unidos, como los de México, Perú y Colombia y, en consecuencia, enemigos activos del presidente Hugo Chávez y la revolución por él encabezada.
Por su parte, el Ministerio del Poder Popular para la Cultura congregó a trabajadores de la cultura –principalmente venezolanos y latinoamericanos– a la mesa redonda: Los intelectuales frente a la crisis capitalista a partir de una agenda de debates que cubría los temas: cultura y revolución, medios de comunicación y contrarrevolución, y el fenómeno del consumismo en el capitalismo, todo ello desde la perspectiva del pensamiento crítico y el compromiso social que identifica a este tipo de intelectuales.
Una tercera reunión se desarrolló en paralelo con mayor discreción, pero no por ello menos importante: la de los ministros de cultura de los países de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), que discutieron los programas y afinaron los planes de trabajo nacionales y colectivos a poner en práctica durante los próximos años, tomando en cuenta a la cultura como un poderoso instrumento de transformación social. Los ministros asistieron en varios momentos a la mesa redonda en torno a la crisis del capitalismo e incluso varios de ellos participaron en las exposiciones, discusiones y en el impresionante reparto de 14 millones de bienes culturales en las plazas públicas de todo el país.
Maestro del contragolpe, el presidente Chávez celebró coincidentemente los 10 años de su programa Alo, Presidente, el cual ha jugado un trascendente papel en el proceso de toma de conciencia de los sectores populares desde una perspectiva de clase, como un pedagógico instrumento de conducción política y de denuncia de las estrategias contrarrevolucionarias. El programa concita la atención de los venezolanos en favor y en contra de la revolución (muy a su pesar), y en estas fechas fue el eje de la articulación que respondía con argumentos, entrevistas, no pocas bromas y participaciones múltiples, a las acusaciones que desde los medios de comunicación hacían Vargas Llosa y sus asociados, pretendiendo pasar como víctimas del totalitarismo chavista y de los ataques a la libertad de expresión y manipulando una supuesta invitación del presidente para un debate mano a mano con los intelectuales de la derecha internacional.
Lo novedoso del caso es que a diferencia de hace unos años en que la oligarquía venezolana detentaba el monopolio de los medios de comunicación, actualmente a través de los espacios de radio-televisión gubernamentales, alternativos y comunitarios abiertos por el gobierno de Chávez, se dejó sentir de manera notable la participación de la intelectualidad de izquierdas. También, el proceso bolivariano se ha profundizado de tal forma en los trabajadores del campo y de la ciudad que las campañas mediáticas, que hace poco tiempo impactaban en esa población, ahora son resistidas activamente por hombres y mujeres que tienen un papel de conducción y participación en la fábrica, el aula, la empresa recuperada, los barrios donde se llevan a cabo los programas o misiones gubernamentales y de construcción del poder popular. El programa Alo, Presidente mostró –en representativos enlaces con obreras de la fábrica de alimentos La Gaviota, programas como los de Barrio Adentro, o clínicas populares, entre otros muchos— la amplia participación de las mujeres, los cambios generacionales (madre e hija estudiando juntas), los valores que trata de imponer el capitalismo en los procesos de producción y distribución, la lucha contra la burocracia, las inercias sistémicas y la necesidad de edificar nuevas mentalidades.
Este cambio sutil, abierto, profundo y contradictorio de las conciencias; esta crisis de la hegemonía de la burguesía venezolana en la forja de una nación-pueblo de nuevo tipo, cuya conducción es asumida por el bloque nacional-popular; estas derrotas tácticas y estratégicas en el terreno de la democracia representativa y sobre todo en la participativa; los fracasos en la guerra clandestina y la conspiración, en el golpe de Estado, en la atracción de militares dispuestos a traicionar al pueblo, capaces de atentados y violencias contra el presidente y la revolución, son las causas de la desesperación de las clases otrora dominantes, de la necesidad de asesores de la dudosa calidad de los Vargas Llosa y asociados, del uso sistemático y grosero de la manipulación mediática. Los procesos se miden por la amplitud y profundidad de la reacción de las clases dominantes: no hay duda, ¡la revolución bolivariana va!
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