Tuesday, January 13, 2009


■ En su última rueda de prensa como presidente de EU admite “unos cuantos errores”


■ Obama no investigará el espionaje ni el trato a detenidos que denunció durante su campaña

David Brooks (Corresponsal)



Nueva York, 12 de enero. Nadie se atrevió a lanzar un zapato a George W. Bush hoy en su última rueda de prensa de su presidencia, pero él usó el mismo guión de los últimos ocho años para justificar casi todo lo que hizo durante su estancia en la Casa Blanca y buscó consolarse en que la historia, en el largo plazo, lo rescatará del fin de su cuento como el mandatario más reprobado de la historia moderna de Estados Unidos.

Mientras su promesa de promover la paz en Medio Oriente acaba en llamas, su fe casi religiosa en el “libre mercado”, que llevó a la mayor intervención estatal en la economía de la historia (hoy solicitó al Congreso liberar los 350 mil millones de dólares restantes para el rescate financiero del paquete de 700 mil millones aprobados a finales del año pasado), su aprobación del uso de tortura, desapariciones y de espionaje de ciudadanos –denunciados como medidas anticonstitucionales que ameritan juicios criminales contra su administración–, Bush defendió hoy casi todo como parte de su deber de “defender la patria”, y una vez más advirtió sobre la amenaza de más atentados contra Estados Unidos y los estadunidenses.

Aconseja mantener la guerra contra el terrorismo

De hecho, a pesar de las múltiples crisis que dejará a su sucesor, Bush aconsejó a Barack Obama mantener como prioridad la “guerra contra el terrorismo”, ya que “la amenaza más urgente que tendrá que abordar, como también otros presidentes después de él, es un ataque sobre la patria… aún hay un enemigo allá fuera que desea infligir daño sobre América, (los) americanos”, insistió, reafirmando poco después de que ese “enemigo” ahí está y que eso “es la realidad del mundo”.

“Y en términos de las decisiones que he tomado para proteger a la patria, no me preocuparía por la popularidad. De lo que sí me preocuparía es de la Constitución de Estados Unidos, y establecer planes para facilitar la manera de averiguar qué está pensando el enemigo, porque todos estos debates no importarán si hay otro ataque sobre la patria. La pregunta no será, saben, criticabas o no este plan; la pregunta será, ¿por qué no hiciste algo? ¿Ustedes recuerdan cómo estaban las cosas aquí inmediatamente después del 11 de septiembre?”, preguntó Bush, al justificar su serie de medidas de espionaje sobre ciudadanos, las técnicas de interrogación, la detención clandestina de sospechosos y otras prácticas que agrupaciones de derechos humanos, expertos constitucionales, hasta militares (incluso generales y almirantes) y ex funcionarios han denunciado como violaciones de la Constitución y del derecho internacional (incluyendo las Convenciones de Ginebra).

Y el presidente y su equipo podrían escaparse sin rendir cuentas de estas medidas tan controvertidas. Barack Obama indicó ayer en entrevista para un programa de ABC News, que probablemente no ordenará una amplia investigación de estos programas de espionaje y trato a detenidos que tanto denunció durante su campaña electoral, desilusionando a varios políticos y expertos en derechos humanos que han promovido y hasta esperaban algo así.

A la vez, asesores de Obama filtraron hoy a los medios que entre sus primeras órdenes ejecutivas al asumir la presidencia la semana entrante, estará la de clausurar el campo de concentración en Guantánamo.

En cuanto a Medio Oriente, Bush argumentó que su gobierno había “avanzado el proceso” hacia una resolución a largo plazo del objetivo de la creación de dos estados. Pero todo esto se “complica” por el hecho de que hay gente “dispuesta a asesinar para detener el avance de la libertad. Entonces… Hamas, o por la misma razón Al Qaeda, u otros grupos extremistas, están dispuestos a emplear la violencia para evitar que surjan estados libres”.

Respecto de la economía, Bush comentó que “heredé una recesión, y estoy terminando con una recesión”, pero recordó que entre ambas hubo 52 meses de crecimiento como resultado de sus políticas económicas. A la vez, afirmó que “concedo que rápidamente puse a un lado algunos de mis principios de libre mercado cuando fui informado por mis principales asesores económicos de que la situación que enfrentábamos podría ser peor que la Gran Depresión”.

Bush reconoció haber cometido unos cuantos errores. Dijo estar arrepentido de haber derramado su capital político en un intento fallido para reformar el sistema del Seguro Social después de su relección en 2004. En lugar de ello, “debí haber argumentado por la reforma migratoria”, subrayó.

Por otro lado, dijo que sus errores fueron más bien de “retórica” que en los hechos, como emplear la manta de “misión cumplida” después de la primera fase de la invasión de Irak. “Obviamente, alguna de mi retórica fue un error”, indicó. Agregó que había pensado mucho sobre el huracán Katrina, y que decidió no acudir a Nueva Orleáns y otras partes afectadas en el momento del desastre para evitar que se tuvieran que sacar a policías de sus tareas de emergencia para cuidarlo.

Ofreció una lista de lo que calificó de “desilusiones”: “Abu Ghraib obviamente fue una enorme desilusión durante la presidencia. No encontrar armas de destrucción masiva en Irak fue una desilusión significante. No sé si uno quiere llamar a estos errores o no, pero fueron… cosas que no sucedieron acorde al plan, mejor ponerlo así”.

Otras “desilusiones” fueron no obtener la aprobación de tres acuerdos de libre comercio con Colombia, Panamá y Corea del Sur.

“Estoy en fuerte desacuerdo con la evaluación de que nuestra presencia moral ha sido dañada (en el mundo). Podría estar dañada entre algunos de la elite, pero los pueblos aún entienden que América (sic) representa la libertad, que América es un país que ofrece una gran esperanza”, insistió.

Bush declaró que “no hay tal cosa como una historia de corto plazo”, al indicar que tendrá que pasar un buen tiempo para que se logre una evaluación más objetiva de los errores y las decisiones que se tomaron bajo su presidencia. Y comentó: “sí, voy a continuar para defender (mi historial) porque pienso que es un historial bueno y fuerte”.





El inolvidable Bush
El saliente presidente de Estados Unidos, George W. Bush, dijo estar convencido de que su administración de ocho años será vindicada por la historia, particularmente su política exterior. Sea como sea, su desempeño como mandatario será largamente recordado.

Washington. En la pasada primavera boreal, cerca de dos tercios de los 109 historiadores profesionales consultados por la Red de Noticias de Historia consideraron a Bush el peor presidente que ha tenido la nación, en tanto 35 por ciento dijeron que estaba entre los 10 peores de los 42 que lo precedieron.

Y esta encuesta fue realizada seis meses antes de la crisis financiera a mediados de septiembre, que la mayoría de los economistas coinciden es la peor desde la Gran Depresión de los años 30.

Bush, que comenzó su primer mandato en 2001 y lo renovó en 2005, abandonará la Casa Blanca el próximo martes 20 con los más bajos índices de aprobación de cualquier presidente moderno. Asumirá en su lugar el primer jefe de Estado negro del país, Barack Obama.

Con la excepción de los neoconservadores de línea dura y otros "halcones" (ala más belicista) que dominaron el primer periodo de gobierno de Bush, el abrumador consenso de analistas es que la "guerra contra el terrorismo", por lo cual será más recordado, infligió un daño sin precedentes y posiblemente permanente sobre la imagen de Washington en el exterior.

Pero esto último no parece ser un problema para aquellos que, como el vicepresidente Dick Cheney y los neoconservadores, han desdeñado la diplomacia y otras formas de "poder blando".

Las inesperadas dificultades que afrontaron las fuerzas militares en Afganistán y en Iraq, así como el claro fracaso de su estrategia de "poder duro" para tener el efecto deseado en los principales escenarios de la "guerra contra el terrorismo", como Somalia y Pakistán (o Líbano, en el caso de Israel), han expuesto los límites del "mundo unipolar" dominado por Estados Unidos y la capacidad de las fuerzas armadas de este país para imponer sus deseos.

"La verdad elemental que parece eludir a los expertos una y otra vez, en la guerra del Golfo, en Afganistán y en la próxima guerra, es que el poder es su propia recompensa", escribió Charles Krauthammer, columnista del periódico neoconservador The Washington Post y campeón de la "unipolaridad", luego de que las fuerzas estadunidenses expulsaran al movimiento islamista Talibán y a la red extremista Al Qaeda de Afganistán a fines de 2001.

Además, hizo una declaración concisa y ahora paradójica sobre la imagen mundial y el intento estratégico de la primera administración de Bush: "La psicología en la región (de Medio Oriente) ahora es de temor y de profundo respeto ante el poder estadunidense".

Particularmente destructivas de la imagen de Washington, por supuesto, fueron la invasión a Irak en 2003 y el uso de "técnicas agresivas de interrogatorio", un eufemismo para referirse a las torturas aplicadas a prisioneros en la base militar de Guantánamo, Cuba, en la prisión iraquí de Abu Ghraib y en las cárceles secretas controladas por Estados Unidos alrededor del mundo.

También fue perjudicial su incondicional apoyo a Israel, incluso cuando este país lanzó severas campañas militares, la última de ellas en Gaza, mostrando poco interés en la seguridad de la población civil.

"La administración de Bush ha dejado un legado vergonzoso y una postura imprudente ante el derramamiento de sangre y las masacres de inocentes en Gaza", declaró el ex embajador y jefe de inteligencia de Arabia Saudita Turki Al Faisal, en un discurso la semana pasada que causó sensación entre analistas de este país.

"Ni Israel ni Estados Unidos pueden beneficiarse de una guerra que produce esta reacción de una de las más sabias y moderadas voces en el mundo árabe", dijo la semana pasada Anthony Cordesman, especialista en Medio Oriente del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, quien en una ocasión señaló que la intención de Bush de "democratizar" el mundo árabe y de invadir Irak era "cruzar la línea entre ser neoconservador y ‘neo-loco’".

Pero el unilateralismo y el militarismo que dominaron la mayor parte del primer periodo de Bush —cuando Cheney, el entonces jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, y sus asesores neoconservadores mantenían el control— amainaron considerablemente en el segundo.

Este "ablandamiento" se debió tanto al descrédito de los argumentos usados para invadir Irak como a la creciente influencia de los "realistas", liderados por la secretaria de Estado (canciller), Condoleezza Rice y, tras la renuncia de Rumsfeld en noviembre de 2006, de su sucesor Robert Gates.

Mientras los halcones se oponen firmemente a cualquier acercamiento con Corea del Norte e Irak, sobrevivientes de lo que llamaban el "eje del mal" junto a Irak, los realistas exitosamente persuadieron a Bush de que presionar, aislar y amenazar militarmente demostraron ser tácticas contraproducentes a los intereses de Estados Unidos.

Los realistas también lo convencieron de que la participación diplomática tendría el beneficio de demostrarle al resto del mundo de que Washington está preparado para agotar al menos algunas vías pacíficas antes de recurrir a la guerra.

De hecho, el segundo periodo de Bush mostró un claro "ablandamiento" –los halcones dirían "contemporización"— en la postura de Washington sobre varios temas, incluyendo una limitada cooperación con la antes despreciada Corte Penal Internacional, un discurso más abierto sobre el cambio climático y hasta deferencia hacia los aliados europeos al tratar con Rusia, especialmente durante el conflicto en Georgia de agosto.

Tras el estancamiento militar en Afganistán e Irak, el multilateralismo y la diplomacia dejaron de ser malas palabras.

Mientras Bush intentó en su segundo periodo reconstruir lazos con lo que Rumsfeld llamó despectivamente una vez la "vieja Europa", se alejó del mundo árabe y hasta cierto punto de América Latina, donde resurgieron resentimientos contra Washington por su apoyo, si no complicidad, con un fallado intento de golpe de Estado contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en 2002.

Expertos coinciden en que Bush tuvo mejor desempeño en Asia, donde, a pesar de Rumsfeld y Cheney, y sobre la base de los progresos logrados por su padre George Bush (1989-1993) y por Bill Clinton (1993-2001), profundizó las relaciones con China sin alienar a su más estrecho aliado en la región: Japón.

Además, su cortejo a India, en especial gracias a un polémico acuerdo de energía nuclear ratificado por el Congreso legislativo el pasado verano boreal, es considerado por muchos analistas su mayor logro en política exterior.

Su iniciativa contra el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) por 15 mil millones de dólares y a cinco años, lanzada en parte para mostrar su "conservadurismo compasivo" en vísperas de la invasión a Irak, ayuda a explicar la apreciable popularidad que goza en África subsahariana (aunque 15 mil millones de dólares es actualmente lo que gasta su gobierno cada mes en las operaciones militares en Afganistán e Iraq).

También se le dio crédito por su papel en poner fin a la larga guerra civil entre Jartum y la insurgencia en el sur de Sudán, aunque ese frágil éxito diplomático queda eclipsado por la terrible crisis humanitaria en la occidental región sudanesa de Darfur, así como en la República Democrática del Congo y en Somalia.

(*El blog de Jim Lobe sobre política exterior, y particularmente sobre la influencia neoconservadora en la administración de Bush, puede leerse en http://www.ips.org/blog/jimlobe/).





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