Tuesday, March 23, 2010


Vivir de la maquila” un reto monumental

José Manuel Meza / Reynosa, Tamaulipas


Durante una semana José Manuel Meza, reportero de Hora Cero y Contralínea, experimentó las adversas condiciones que padecen miles de trabajadores en las maquiladoras de Reynosa. Al ser contratado como obrero de producción por LG Electronics descubrió que, hastiados de miseria y explotación, los asalariados son ignorados por sus grupos sindicales.


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El sol cae sobre el noreste mexicano y con él la esperanza de miles de operadores de producción por tener una jornada laboral digna en las más de 300 maquiladoras que posee Reynosa, conocida como “La metrópoli industrial de Tamaulipas”.
Pese a ser la mayor generadora de empleo en la entidad (con alrededor del 65 por ciento), esta ciudad adolece de un severo sistema laboral que -a decir de la falta de oportunidades en otras regiones del país- basa su crecimiento en el oportunismo y la explotación del fenómeno migratorio.
Para comprobar las pésimas condiciones sufridas por los empleados de ese sector José Manuel Meza, reportero de Hora Cero y Contralínea, logró contratarse como obrero de producción durante una semana en la empresa LG Electronics. Su sorpresa fue encontrar dramáticas historias de miseria, atropellos y vejaciones.
Aspectos que, lejos de mejorar el nivel de vida de la clase trabajadora, reivindican el caciquismo de los conglomerados empresariales instalados donde les cueste menos elaborar sus productos, siendo Reynosa una de sus plazas favoritas.
Aquí, donde el polvo y los arroyos abundan, los sindicatos parecen trastornar el fin con que fueron creados al ejercer una labor al vapor y sin arropar a fondo los problemas de sus agremiados.

Mi experiencia en la maquila

Cuando Héctor Hugo Jiménez, mi director editorial, me pidió que desarrollara este reportaje sentí un torrente de nervios al imaginar que conviviría con gente que ni idea tenía de quién era yo y qué buscaba.
Sin embargo, supe que ésta era una gran oportunidad para relatar los sufrimientos que padecen muchos hombres y mujeres, quienes apenas ven a sus familias debido a los prolongados períodos que permanecen en las fábricas para ganar sólo 700 pesos a la semana (incluidas horas extras). ¡Es un milagro salir adelante con ese sueldo!
Así que tras solicitar informes en varias plantas, el 3 de mayo de 2007 tuve una entrevista en la empresa LG Electronics de Reynosa (Life´s Good, por sus siglas en inglés), dedicada a la fabricación de aparatos electrodomésticos y de comunicaciones.
Mi primera impresión fue la férrea disciplina que allí les inyectan a sus empleados: tras pedirme agrestemente que alistara la documentación requerida (acta de nacimiento, certificado de secundaria, comprobante de domicilio, identificación y número de seguro social), un guardia me dirigió hacia una oficina compartida por dos compañías responsables de contratar personal para la multinacional que tiene su base en Corea.
Una de ellas es Aspe y la segunda Servicios de Administración Trueba S. A. de C. V., con domicilio fiscal en H. Deándar, número 104-8, colonia Doctores, y cuyo director es un empresario de nombre Sang Young Yup, de origen coreano.
Luego de llenar una solicitud de empleo junto a unas ocho personas, Lety Rocha -la joven encargada de recibir aspirantes para los puestos de producción- me informó que de ser apto debía firmar un convenio laboral de cuatro meses con Trueba. Si en ese lapso mantenía los estándares de rendimiento requeridos, entonces LG me subcontrataría por tiempo indefinido.
Enseguida la aperlada empleada nos practicó un cuestionario por escrito cuyo fin es verificar las capacidades mentales de los solicitantes. El ejercicio constó de cinco páginas con oraciones como: “Lo contrario de blanco es…”, “¿qué número falta en la serie de 1,3,4,5?” y “de un carpintero, herrero, doctor y zapatero, ¿cuál oficio es de diferente género?”, entre otras.
Cuando le pregunté alrededor de cuánto ganaría me respondió que unos 700 pesos semanales y agregó (en tono de recomendación), que para incrementar esa cantidad podía cumplir horas extras, pero luego se retrajo y enfatizó que éstas no eran opcionales sino obligatorias.
Posteriormente, una enfermera elaboró un historial médico de los que ahí estábamos, en su mayoría originarios de los Estados de Veracruz y San Luis Potosí; preguntó si teníamos tatuajes, alguna clase de enfermedad o bien, si existían impedimentos para desempeñar cierta labor.
Poco después del mediodía fuimos conducidos hacia un consultorio donde nos hicieron exámenes de la vista, los oídos y movimientos musculares. Para burlar el hambre, los aspirantes conversaban sobre otras factorías en las que ya habían trabajado.
De estos nueve, ocho fuimos contratados y citados a las seis de la mañana del día siguiente para ingresar a un curso de inducción (donde se explica el giro de la empresa y desde luego la función a desempeñar).

Inducción

Antolín Rodríguez, jefe de reclutamiento en LG, fue quien se encargó de esta labor. Cabe hacer mención que su exposición fue muy profesional pese a carecer de materiales didácticos como los desgastados plumones que, se nota, le racionan.
Ahí nos explicó la historia de la compañía oriental cuyo nombre en activo surgió en 1995, tras la fusión de las firmas Goldstar y Lucky, quiénes son sus clientes, la distribución de sus instalaciones y las expectativas que pretende alcanzar como uno de los tres principales proveedores de televisores en el orbe, sólo por detrás de los gigantes del entretenimiento Sony y Panasonic.
Luego citó las ventajas que LG ofrece a su gente (de las cuales sobresale un apoyo financiero en caso de morir un familiar directo), los reglamentos internos de conducta y las medidas de seguridad.
Pese a no ser considerada una empresa con alto nivel de peligrosidad, las historias de terror aquí no son ajenas:
Uno de los casos más sonados es el de una mujer, quien por no recoger su larga cabellera, se quedó sin la piel de su cara, pues una máquina se la arrancó con todo y cabello en cuestión de segundos.
Otros se han mutilado sus manos, dedos y, en el mejor de los casos, quebrado sus piernas cuando se integran a áreas para ellos desconocidas, según relató Rodríguez.
Este hombre nativo de la capital mexicana habló del saludo que a casi diario los empleados hacen a órdenes de su presidente nacional Be Sung, quien al mencionar la frase: “Global top three”, todos unánimes alzan su brazo y gritan ¡go! (uno de los tres mejores, ¡vamos!).
Tras ser invitados a comer, efectuamos un recorrido por la planta donde se manufacturan las pantallas de plasma, caracterizadas por su aspecto plano. La idea que en lo personal tenía de una fábrica quedó corta, pues la tecnología robotizada de LG me dejó perplejo.
Es como observar una de esas películas futuristas donde los elementos son ensamblados por brazos mecánicos, sin ayuda humana, llevados sobre unas bandas que funcionan con sensores de rayos láser y colocados en hornos de luz ultravioleta para darles un toque final.
Los hispanos somos quienes debemos operar esa compleja maquinaria mientras los coreanos observan como gendarmes cada uno de nuestros movimientos.
Todavía no experimentaba fatiga hasta que fui asignado al tercer turno (de las 21:15 a 6:15 horas), y se me dio la orden de quedarme al amanecer. Por fortuna, uno de los supervisores dejó que me marchara al comunicarle que llevaba ahí desde las seis de la mañana (unas 11 horas).
Por coincidencia, antes de salir del complejo empresarial, escuché a dos empleados quejarse de los conflictos familiares que la maquiladora les ha ocasionado:
“No tengo vida, casi ni veo a mis hijos”, dijo uno de ellos. Otro comentó que sólo dormía cinco horas al día porque la mujer lo había dejado y tenía que atender a su hijo.
Para colmo, cuando llegué a mi auto encontré que tenía estampada una calcomanía con la leyenda: “Yo amo LG”.

El ansiado día

Entre los objetos que recibí para comenzar a laborar estaban una identificación electrónica con fotografía, el número de seguro social y un código de barras para verificar la puntualidad. También se me entregó un traje especial que evita la transmisión de energía estática hacia los componentes.
Así, el lunes 13 de mayo de 2007, a las 21:00 horas, inicié mis labores como operador de producción. La recepción que me dio César Trejo, el supervisor en turno, fue cálida.
El espigado ingeniero, originario de Ciudad Victoria, me mostró el proceso en que los paneles de plasma -con medidas de 42 y 50 pulgadas-, son elaborados con rigurosas pruebas de calidad.
éstos deben trasladarse con estricta cautela para prevenir averías, dado que cada cristal roto le significa a LG una pérdida de al menos 300 dólares (unos tres mil 300 pesos mexicanos) y más de mil (alrededor de 11 mil pesos) en etapa de refinamiento.
Al preguntarle qué expectativas tenía como trabajador, Trejo me respondió que en base a paciencia y esfuerzo podía aspirar a una jefatura de grupo y evadir los bajos salarios que perciben todos obreros de menor rango. Mencionó que el turno de noche es el más peleado porque en el día la jornada laboral es de 14 horas como mínimo.
Finalmente se me designó como almacenista de paneles y observador de “TPC´S,”, que son unas delgadas membranas por las cuales se transmite la electricidad a las pantallas.
Ahí debía aguardar a que una máquina llenara un carrito con capacidad para 20 piezas, colocar uno vacío, reactivar el procedimiento mediante una caja de controles y verificar minuciosamente cada parte ensamblada.
En caso de registrarse errores en la manufactura, de inmediato tenía que comunicarlo para detener la línea de producción y corregir el problema. Una labor simple, exceptuando las casi nueve horas que debía permanecer de pie junto a unos 10 compañeros.
Luego trasportaba varios paneles hacia una consola para levantar un muestreo de calidad, tras conectar un “frame” (cuya estructura de lámina contiene una serie de chips, bulbos y demás componentes electrónicos), encendía el aparato. Si no aparecían franjas o alguna otra anomalía en la pantalla, quería decir que el procedimiento marchaba satisfactoriamente.
Esta tarea corría al mando de mi jefe de grupo, Armando Nieto Valderrama, quien me ayudaba a familiarizarme.
Ahí se me habló del programa “un punto de innovación”, con el cual se incentiva económicamente a los empleados que aportan ideas de mejoramiento para sus áreas de trabajo; no obstante, para algunos compañeros éste es un fraude, dado que los coreanos “nada tontos” se encargan de patentar cuanta ocurrencia e ingenio de los mexicanos pueden, por los cuales reciben jugosas regalías en el extranjero.
Cada dato relevante lo escribía en pequeños papeles sin que nadie se diera cuenta y, con los nervios que implicaba, sacaba mi teléfono celular para retratar aspectos generales del inmueble.
Pude percibir las peripecias de algunos obreros para desarrollar su labor cuando uno de ellos catalogó de mezquinos a los directivos asiáticos, ya que mencionó: suele comprar guantes y otros accesorios de uso personal que escasean en la planta de plasma.
La charla más amena la tuve con Armando, quien además de los “fantasmas” que dijo observar en las instalaciones de LG, disfrutaba platicar de las extravagantes comidas de sus jefes orientales -elaboradas con ratas y perros de todas las razas- y que conoció durante un viaje de entrenamiento a Corea del Sur.

Un refrigerio para llorar

En Reynosa, los alimentos que esta empresa le brinda a sus trabajadores no son más agradables (a los acostumbrados en el país asiático).

A las 2:30 horas se permite ingresar a la cafetería y, a decir de los coreanos, media hora es suficiente para cumplir dicha actividad. Quien no esté de acuerdo queda sujeto a recibir sanciones económicas o en el peor de los casos el despido, según testimonios de los compañeros.
Durante mi estancia en esta compañía (del 7 al 13 de mayo de 2007), probé variados menús; sin embargo, admito que el mejor de éstos era un par de galletas sabor a chocolate que dan de postre.

Los guisados de res, que en realidad tenían huesos con pellejos, puré de papa hecho a base de harina, frijoles, sandwiches de atún y hasta blanquillos revueltos con chorizo, acompañados con tortillas de maíz frías, eran algunas de las dietas por las cuales los operadores de producción renegaban arrojándolas incluso a la basura.
“¡Esto es puro mugrero, no sirve! ¡Mejor que nos den el dinero para traernos lonche! ¡O que nos compren dientes de fierro para masticar esos huesos!”, dijo irónicamente el obrero Jorge Pérez, mientras otros se reían.

Por su lado, un joven originario de Veracruz llamado por sus compañeros “verraco”, era el más optimista, aunque manifestó que ya pensaba regresar a su tierra, pues con dos meses radicando en la frontera se dio cuenta de que aquí el trabajo no es como se lo “pintaron”.
En la planta de plasma, el viernes es el único día en que no hay cocinero y por lo tanto alimentos, pero el consuelo radica en que uno no se pierde de mucho.

Así, las historias que rodean a los obreros de maquiladoras son casi las mismas, sin que éstos encuentren solución alguna.

Mientras unos refutan los abusivos salarios y pertinaces jornadas, otros lo hacen por las vejaciones a las que se exponen cuando rompen uno de los paneles de plasma.
Los coreanos -quienes saludan sólo si tienen ganas-, gritan, se burlan y hasta mueven los parámetros de las máquinas para que surjan errores y culpar a los empleados mexicanos (eso yo lo vi).

Paradójicamente, mi última jornada en esta empresa
-que de acuerdo a su portal de Internet cuenta con 64 mil empleados alrededor del mundo- fue la más intensa en cuanto a críticas se refiere. Ante estos comentarios, los jefes inmediatos (hispanos) ni siquiera se inmutaban, como si esto fuera de lo más normal.
Así, el momento de partir llegó y la mañana del sábado, le comenté al supervisor César Trejo que abandonaría el trabajo, quien sólo me deseó buena suerte.

Posteriormente acudí a poner mi renuncia a las oficinas generales de Trueba S. A. De C. V., donde me extendieron un recibo de nómina por la cantidad de 819.60 pesos (casi 80 dólares).

No obstante, el importe concerniente al sueldo fue de 512.40 pesos, con una gratificación de 120 pesos, más 65 pesos de despensa y 85.40 pesos correspondientes al “séptimo día”. El monto incluyó una deducción de 36.80 pesos.
Al considerar los gastos que habitualmente tiene una familia de cuatro personas, un sueldo de esta talla es una burla para comprar alimentos, útiles escolares y hacer pagos domésticos.
Aunque logré bajar dos kilogramos a causa de los desvelos y las horas que pasé de pie, si me ofrecen trabajar en alguna maquiladora seguramente mi respuesta será un ¡no! rotundo. Admiro a quienes se ganan el pan de esta manera y les deseo que su situación pronto mejore.

Presentan programa Guadalupe Triple A

Organizaciones ciudadanas, representantes de padres de familia, líderes de empresas y autoridades estatales, todos encabezados por el municipio, firmaron recientemente un Convenio de Participación Ciudadana para la instalación del programa Guadalupe Triple A.
Con este acuerdo, los convocados institucionalizaron el nuevo esquema del gobierno encabezado por la alcaldesa, Cristina Díaz, cuyo objetivo es generar un completo y profundo cambio de actitudes y mentalidad en la ciudad.
“Eso es Guadalupe Triple A: un programa ciudadanizado desde su origen, para impulsar el desarrollo integral de las personas, sosteniblemente y en base a mecanismos que permitan medir la obtención de resultados reales”, explicó la alcaldesa.
Guadalupe Triple A se basa en tres ejes rectores:
Guadalupe Pesa, o Programa Educativo de Salud y Alimentación, que busca cambiar hábitos de consumo y coadyuvar a satisfacer las necesidades básicas de la población.
Guadalupe Florece, que pretende llevar el deporte y cultura a todos los rincones de la ciudad.
Guadalupe Nuevas Realidades, diseñado para integrar alternativas que estimulen la estabilidad y crecimiento económicos de la ciudadanía.
De fondo, la meta de Guadalupe Triple A es unir los esfuerzos de sociedad civil, iniciativa privada y autoridades, y presentar integradamente mecanismos de oportunidades de crecimiento material y personal a todos los ciudadanos.
“Por parte del Gobierno de Guadalupe, uno de los fundamentos de este programa, es la certeza que debemos empezar a erradicar la figura de la autoridad meramente asistencial”, abundó la alcaldesa.

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