“El sistema funcionó”
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El sistema funcionó. Después de una campaña electoral de 2000, agobiantemente estrecha y vacía, George W. Bush hijo se robó la presidencia de EE.UU., aunque no consiguió la mayoría de los votos. La campaña pareció concentrarse en temas vitales como los amaneramientos en los debates del vicepresidente Al Gore y del tinte naranja de su maquillaje. Los embustes de la elección, las mentiras de las falsas noticias, y el gamberrismo en Florida fueron aprobados por una decisión de 5 contra 4 particularmente falta de principios de la Corte Suprema de EE.UU. Sabíamos que tendría nefastas consecuencias. Como corderos en camino al matadero, no sabíamos hasta qué punto. Bush y su maligno titiritero Dick Cheney comenzaron a actuar como si realmente hubieran ganado la elección y tuvieran un mandato. Se abstuvieron de toda moderación o compromiso, a favor del extremismo ideológico y de recortes de impuestos para los ricos. Comenzamos a deslizarnos hacia una década de pesadilla. El sistema ratificó los abusos de un poder ilegítimo.
El sistema funcionó. Después de ocho meses de gobierno de Cheney y Bush, once hombres con corta cartones, entrenamiento de pilotos y un plan audaz secuestraron nuestro futuro y nuestra libertad. EE.UU. reaccionó torpemente, lanzando el mundo a la guerra, primero en Afganistán y dos años después, inexplicablemente, en Iraq. Pero esas agresiones basadas en mentiras, en las que no podía vencer, continúan actualmente, siete años después, llevando al país a la bancarrota, menguando su democracia y (como una buena noticia poco común) debilitando el imperio de EE.UU. Las familiares de militares estadounidenses sufren las monstruosas consecuencias humanas de múltiples envíos a ocupaciones ilegales de tierras extranjeras. El que se hagan repetidamente las mismas cosas básicas que antes en Corea y Vietnam, a la espera de que de alguna manera esta vez las cosas terminen de un modo diferente, es una demostración de enajenación sistemática. El sistema entregó el poder a los belicistas, y enriqueció a los especuladores con la guerra.
El sistema funcionó. El colapso de Enron en 2001 provocó una guerra de clases en continua intensificación, que culminó en billones de dólares del contribuyente para apoyar a los mismos banqueros que llevaron al crash de la economía. Gente sin vivienda y casas embargadas, vacías, proliferan en nuestras ciudades, y la pobreza invadió incluso los sagrados suburbios de la clase media. Gigantescas compañías automotoras estadounidenses fueron rescatadas, y sus trabajadores despedidos, mientras languidecían los esfuerzos por salvar el planeta mediante la conversión de la producción industrial a la economía verde del futuro. Una serie continua de escándalos corporativos, saca a la luz la podredumbre ética y legal que forma el núcleo de la economía. El sistema recompensó espléndidamente a los estafadores financieros, y aplastó salvajemente los sueños de la gente trabajadora.
El sistema funcionó. Cumplió una tarea asombrosa después de la tormenta tropical y el fracaso de la sociedad en Katrina de 2005, [1] sacando a la luz gráficamente las consecuencias de la masiva desigualdad, racismo, y de la orientación hacia el lucro de las políticas de “seguridad”, después de un desastre natural pronosticado desde hace tiempo. El sistema dejó que se ahogaran los pobres de la Costa del Golfo, y luego recompensó generosamente a los contratistas de la “recuperación” capitalista para que llegaran después a apoderarse de sus tierras.
El sistema funcionó. Un hombre negro y una mujer blanca se presentaron como los principales candidatos seleccionados por las corporaciones para el gran espectáculo de la elección cuadrienal de 2008, que ocurrió en medio de una profunda e intensa crisis social. La victoria final de Obama reafirmó la dominación del así llamado Consejo de Liderazgo Demócrata. Clinton, Gates, Summers, Geithner & Cía. fueron nombrados como expertos seguros para las mismas políticas imperiales, militares y económicas que provocaron el colapso para comenzar. El sistema funcionó para perpetuar su propio poder y sus injusticias, y para destruir las esperanzas de cambio.
El sistema funcionó. En nuestra mejor esperanza para impedir la catástrofe climática/ecológica que amenaza toda la base y la red de la vida en la Tierra en Copenhague 2009, nuestros así llamados dirigentes (corporativos del Estado) consideraron directamente las terribles consecuencias, escucharon claramente lo que hay que hacer para impedirlas – o por lo menos mitigarlas – y decidieron no hacerlo. El sistema demostró que era insostenible, injusto y suicida.
El sistema funcionó. Con rapidez deslumbrante y tonterías estruendosas sobre “paneles de la muerte” y “socialismo” convirtió la reforma de la atención sanitaria en beneficios corporativos para las compañías aseguradoras y farmacéuticas. Opciones a la atención de la salud a disposición de todos – todos – en otros países industrializados – todos los demás países industrializados – alternativas exóticas como la de poderse permitir ver a un médico, seguirán estando indisponibles para decenas de millones en EE.UU., en una recesión económica épica, mientras se nos obliga legalmente a comprar pólizas de seguro inferiores, todo bajo la guisa de la “reforma”. El sistema está aparentemente a punto de destruir nuestra salud física, económica, social y emocional, a fin de aumentar los beneficios de las corporaciones.
El sistema funcionó. Cada vez que la gente denunciaba las estafas del Estado corporativo, Wall Street, y sus títeres políticos, o incluso trataba de educarse sobre el mundo real en lugar de la cámara de eco corporativa, la reacción contra esos movimientos sociales de principios y militantes – a menudo incluso entre autoproclamados “liberales” – afirmaban ferozmente “NO HAY ALTERNATIVA,” como un horrendo zombi de una Margaret Thatcher con esteroides. El sistema excluía todas las alternativas reales, y derrotó todas las soluciones significativas para la gente trabajadora.
En una sociedad democrática, lo que es “el sistema”, cómo funciona”, y lo que es más importante a quién beneficia y a quién afecta, serían temas de debates políticos públicos abiertos, contundentes, informados y efectivos. Nuestro debate público es más constreñido. Tendríamos el ingenio y la sabiduría de Joe el fontanero, y la amenaza de la presidenta Caribou Barbie si no hubiésemos votado por Obama. Tambaleándonos bajo el peso de los complejos militar-y prisión industrial, elegimos entre el intento de cortar a través de las diez mil toneladas de porquería que asfixian nuestras vidas y comunidades, o de postrarnos en la última basura de entretenimiento corporativo en un intento de evitar el enfrentamiento con esas realidades abrumadoras.
Vale la pena considerar por un momento por qué una política tan experta como Janet Napolitano hizo una declaración tan obviamente falsa – por cierto, fue casi increíblemente estúpido dadas las circunstancias. La explicación es bastante simple. Un alto burócrata del gobierno como la secretaria de “Seguridad Interior” tiene que creer, o por lo menos afirmar, que “el sistema funcionó” no importa cuáles sean los hechos. Una implicación de esto es que nos mienten rutinariamente, todo el tiempo. Este hecho ampliamente aceptado deja bien en claro el verdadero significado de la frase “el sistema funcionó.” Funciona como sigue: las instituciones y poderes dominantes de nuestra sociedad, es decir “el sistema,” perpetúan su propio poder y riqueza, y o nos engañan o nos coaccionan para que no nos opongamos o cambiemos las cosas para mejorar nuestra condición, es decir, “funcionan”. Simple, en realidad. Letal, pero efectivo.
Las consecuencias de esta dinámica institucional después de los últimos diez años someten a demasiada tensión el entendimiento y la capacidad de recuperación de toda vida. El escritor de artículos de opinión del New York Times Frank Rich señaló recientemente que “los dirigentes en todos los sectores de la vida estadounidense, nos engañan una y otra vez. Una década que comenzó con el furor de la televisión de “realidad” ejemplificada por
“American Idol” y “Survivor” – ambas venturosamente libres de toda realidad – se disparó hacia una huída generalizada de la verdad… después de una década en la cual dos verdaderas catástrofes nacionales, una guerra despilfarradora y un colapso financiero casi ruinoso, fueron en parte productos derivados de la facilidad con la que nuestros dirigentes nos embaucaron, no podemos seguir adelante con facilidad”. [2]
De la misma manera, el profesor de politología de la Universidad Hofstra, David Michael Green estudió los últimos diez años y concluyó que:
“Con la excepción de los años sesenta del Siglo XIX o los treinta del siglo pasado, fue posiblemente la década más desastrosa en la historia de EE.UU, y merece una maldita etiqueta para celebrar ese excelente logro… Si hubo un punto estimulante fue el aparente reconocimiento por el público estadounidense de que la gloria plena de la política retrógrada era una perspectiva bastante horripilante, una vez despojada por una dosis suficiente de inmersión en la realidad para revelar la verdad tras las consignas de mercadeo. Los estadounidenses parecieron entrar un poco en razón, y decidir que, después de todo, era mejor dejar el Siglo XIII en los libros de historia.
Pero entonces llegó Barack Obama para suministrar el fin adecuado a todo eso. Aplastando todo sentido de una posible recuperación o redención (e incluso su propia presidencia) en el altar de la obediencia perpetua a la depredación corporativa, ha completado la década de todas las maneras posibles. No sólo ha abandonado toda solución significativa para las múltiples crisis que heredó, ha absuelto mediante el silencio a los que produjeron esas catástrofes. No, borre eso. Ha hecho más que absolverlos, los ha vivificado.
Si hay algún punto estimulante en todo el asunto, es que las condiciones son fértiles para un cambio potencialmente grande en este país. Pero, claro, esto es EE.UU., un lugar donde blandengues como Harry Reid definen a la supuesta izquierda, y es considerado como una especie de revolucionario bolchevique. O peor todavía, diría que es un imperio EE.UU. cada vez más desesperado, que colapsa, en el que las probabilidades de un cambio tan grande podrían ser verdaderamente desagradables son mucho mayores que no.” [3]
Estamos entre la espada y la pared. A pesar de los riesgos, es hora de cambiar – cambiar por completo y tirar – un sistema que funciona para los ricachones y los que manejan el poder, mientras abusa de ti y de mí y de miles de millones de gente de a pie. Mientras tanto, gracias a la Sra. Napolitano por dar oportuna y públicamente a la horrenda década 2000-2009 un mote adecuado: “La década en la que el sistema funcionó.”
…………
Tom Stephens es abogado en Detroit. Para contactos: jail4banksters@yahoo.com
Notas.
[1] Paul Street acuñó la frase.
[2] “Tiger Woods, Person of the Year” 20/12/09
[3] “Well, That Sure Sucked: Good Riddance to the Devil’s Decade”
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