Los proxenetas y la "psicología del amor"
MIGUEL CABILDO
MEXICO, D. F., 24 de marzo (apro).- Mediante la llamada "psicología del amor", decenas de niñas y mujeres son reclutadas por proxenetas rurales en distintas regiones del país, denunció hoy el investigador Oscar Montiel, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS)
Al participar en la Primera Reunión Regional de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC por sus siglas en inglés), que se lleva a cabo en esta ciudad, el especialista sostuvo que está demostrado que el uso de la psicología ligada al amor es la práctica más frecuente que utilizan los proxenetas rurales para reclutar a las mujeres, con el fin de adentrarlas en el comercio sexual.
Para el investigador del CIESAS, ésta psicología es una variante de la esclavitud y de la forma clásica de prostitución.
En la práctica, dijo, el proxeneta se torna en una especie de padre que muestra a las víctimas el único amor masculino existente.
Montiel sostuvo que los proxenetas son los únicos hombres que después de una larga jornada de trabajo sexual, en la cual las mujeres prostituidas llegan a tener hasta 20 clientes, les brindan a las víctimas atención y cariño.
Por lo regular, explicó, las mujeres son interceptadas en plazas y jardines en las comunidades rurales. Así, mediante engaños y mucha palabrería, finalmente son convencidas para que accedan a sostener relaciones sexuales con ellos.
Consumado el acto, prosiguió, llega el sentido de culpa y sin vacilar aceptan la promesa de matrimonio de quien las sedujo.
Es así, dijo, como se convierten en sus protectores.
El investigador explicó, así mismo, que, con la promesa de matrimonio, las mujeres son llevadas a su nuevo hogar donde, dijo, invariablemente, hay otra mujer que suele ser prostituta, reclutada de la misma manera, que se hace pasar por madre, hermana o tía del proxeneta, que finge apoyar la nueva relación de su supuesto pariente.
Mencionó que lo que sigue es el proceso de chantaje emocional, para hacerle ver que se encuentra en una situación económica crítica. Conforme pasan los días, le insiste en que la situación cada día se torna más grave. Hasta que le inventa que a un amigo le va muy bien, que está ganando mucho dinero porque su mujer le entró de prostituta.
Dijo que las protestas no se hacen esperar, pero que al final el proxeneta convence a la víctima que le entre al negocio.
Así, sostuvo Oscar Montiel, las mujeres que son prostituidas no conciben dicha labor como un abuso y una explotación por parte de su pareja, sino como un trabajo como cualquier otro que les remunera y les permite estar cerca de la persona amada.
En el mismo sentido, aclaró, que la seducción del poder dentro de su comunidad es la que guía al hombre rural a convertirse en proxeneta.
El investigador del Ciesas consideró que la distancia guarda por los proxenetas entre las labores de las víctimas y ellos es fundamental para cumplir con el objetivo; pues al no mirar, escuchar y sentir de cerca los abusos a los que son sometidas, les permite deshumanizarlas y quitarles su seguridad sin golpes, sino a través de un pseudoamor.
Al participar en la Primera Reunión Regional de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC por sus siglas en inglés), que se lleva a cabo en esta ciudad, el especialista sostuvo que está demostrado que el uso de la psicología ligada al amor es la práctica más frecuente que utilizan los proxenetas rurales para reclutar a las mujeres, con el fin de adentrarlas en el comercio sexual.
Para el investigador del CIESAS, ésta psicología es una variante de la esclavitud y de la forma clásica de prostitución.
En la práctica, dijo, el proxeneta se torna en una especie de padre que muestra a las víctimas el único amor masculino existente.
Montiel sostuvo que los proxenetas son los únicos hombres que después de una larga jornada de trabajo sexual, en la cual las mujeres prostituidas llegan a tener hasta 20 clientes, les brindan a las víctimas atención y cariño.
Por lo regular, explicó, las mujeres son interceptadas en plazas y jardines en las comunidades rurales. Así, mediante engaños y mucha palabrería, finalmente son convencidas para que accedan a sostener relaciones sexuales con ellos.
Consumado el acto, prosiguió, llega el sentido de culpa y sin vacilar aceptan la promesa de matrimonio de quien las sedujo.
Es así, dijo, como se convierten en sus protectores.
El investigador explicó, así mismo, que, con la promesa de matrimonio, las mujeres son llevadas a su nuevo hogar donde, dijo, invariablemente, hay otra mujer que suele ser prostituta, reclutada de la misma manera, que se hace pasar por madre, hermana o tía del proxeneta, que finge apoyar la nueva relación de su supuesto pariente.
Mencionó que lo que sigue es el proceso de chantaje emocional, para hacerle ver que se encuentra en una situación económica crítica. Conforme pasan los días, le insiste en que la situación cada día se torna más grave. Hasta que le inventa que a un amigo le va muy bien, que está ganando mucho dinero porque su mujer le entró de prostituta.
Dijo que las protestas no se hacen esperar, pero que al final el proxeneta convence a la víctima que le entre al negocio.
Así, sostuvo Oscar Montiel, las mujeres que son prostituidas no conciben dicha labor como un abuso y una explotación por parte de su pareja, sino como un trabajo como cualquier otro que les remunera y les permite estar cerca de la persona amada.
En el mismo sentido, aclaró, que la seducción del poder dentro de su comunidad es la que guía al hombre rural a convertirse en proxeneta.
El investigador del Ciesas consideró que la distancia guarda por los proxenetas entre las labores de las víctimas y ellos es fundamental para cumplir con el objetivo; pues al no mirar, escuchar y sentir de cerca los abusos a los que son sometidas, les permite deshumanizarlas y quitarles su seguridad sin golpes, sino a través de un pseudoamor.
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