De narcos a terroristas
En Monterrey, la violencia del narcotráfico y la delincuencia organizada ha dañado profundamente el tejido social y el terror hizo de la educación su presa / También, en esta parte del país, se extienden las amenazas a través de las redes sociales y los celulares, encontrando entre la ciudadanía un ambiente propicio para el pánico
MONTERREY, Nuevo León, 30 de abril (REPORTE INDIGO-Hugo Gutiérrez).- Un telefonema, la mañana del viernes 23 de abril, marcó una nueva modalidad del crimen organizado en Nuevo León.
Una voz agitada al otro lado del teléfono advirtió a planteles educativos en Santiago de que habían encontrado a un alumno de secundaria asesinado.
Según aquella voz, el cuerpo tenía ensartada una cartulina con un puñal.
Y la leyenda decía: “Un niño por cada Zeta que muera”.
Padres de familia de escuelas de diversos niveles, entre ellas la Preparatoria 20 y el Conalep, iniciaron una cadena de llamadas entre sí.
Hubo pánico entre cientos de familias que se apresuraban por tener a sus hijos a salvo.
Incluso, llamaron al Ejército para solicitar que acudiera a prestar auxilio a las escuelas.
En planteles del centro de Santiago, en El Cercado y en otras comunidades, los padres se presentaron a recoger a sus hijos. Se suspendieron las clases.
El terror hizo de la educación su presa.
Y a unos 20 kilómetros de ahí, en la colonia Sierra Ventana, hay familias que tratan de sacar a sus hijos de la secundaria porque son amenazados.
Compañeros de sus hijos que se promueven como amigos de Los Zetas dicen que van a “levantar” estudiantes en esa escuela.
Y hay maestros que temen a esos alumnos por su supuesta amistad con Los Zetas.
Entonces, los padres de los jóvenes amenazados prefieren buscar otras alternativas para que sus hijos acudan tranquilos a la escuela, porque en estos días no pueden concentrarse por el miedo.
Lejos de ahí, a unos mil kilómetros, en Ciudad Valles San Luis Potosí, un autobús de transporte de personal salió hacia Tamaulipas con unos 20 jornaleros.
Se trataba de un vehículo de la empresa Pirasol, que fue contratado para trasladar a los campesinos hacia Miguel Alemán.
Pero nunca llegaron a su destino.
Nadie sabe dónde está el autobús, el operador y los jornaleros.
Cuando estaban a unos 80 kilómetros al norte de Monterrey, a la altura de China, Nuevo León, fue la última noticia que recibieron de ellos.
Hace 100 años en la Revolución, los jornaleros eran obligados a tomar las armas e irse con “la bola”.
Ir a la lucha armada contra “los pelones” del Ejército.
Hoy podrían ser forzados a convertirse en delincuentes al servicio del narcotráfico.
A ir a pelear nuevamente contra los militares, pero ahora sin una ideología, sino contra la ley.
De mal en peor.
Y las procuradurías de Nuevo León, y de los demás estados del país, apenas están a la expectativa.
Están presenciando cómo los militares de Defensa y de Marina pelean contra narcotraficantes en esta nueva guerra de redistribución de cárteles.
Todo empezó como un rumor.
MONTERREY, Nuevo León, 30 de abril (REPORTE INDIGO-Angel Plascencia).- Un asesinato de uno o más alumnos de secundaria o preparatoria por parte del crimen organizado.
Y antes del mediodía del viernes 23 de abril, todo el municipio de Santiago había vaciado sus escuelas.
Por la mañana, los celulares empezaron a sonar.
Alumnos de la preparatoria 20 de la Universidad Autónoma de Nuevo León advirtieron de un incidente.
La información no era clara, pero algunas versiones coincidían en que había sido encontrado un cadáver de un menor con un mensaje clavado en el pecho.
Los niños empezaron a inquietarse. Los padres llegaron a las escuelas por sus hijos.
En el plantel “Don Carlos Maldonado Elizondo” del Conalep en Santiago, solamente quedaron los prefectos o encargados de unos 300 alumnos de entre 15 y 17 años.
Uviselio Crespo Linares, encargado de escolares de esta unidad de Conalep, dijo que en medio de todo este terror, nunca hubo tal asesinato.
Los militares llegaron a las instalaciones de la institución educativa a las 11:00 horas con la misma versión que se esparció por el municipio en cuestión de minutos.
Pero no encontraron nada.
Crespo Linares manifestó su alivio de que solo hubiera sido pánico y no un asesinato.
Lamentó la fragilidad de la sociedad ante una estrategia del crimen organizado para aterrorizarla.
Con una sola llamada, el crimen puede detener la actividad escolar de un municipio y desviar la atención del Ejército.
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