Solo en esa Edad Oscura de la Razón que fue la Edad Media, signada por la férrea omnipresencia de la ortodoxia, el fanatismo católico y las piadosas torturas y quemazones masivas de la Inquisición, se pudo imponer a la mayoría de los hombres la idea de que existen, por derecho divino, instituciones y textos intocables y eternos. Sobre esta visión del mundo quietista y represiva, intolerante e inhumana, se logró filtrar en los espíritus la sumisión a las leyes de las monarquías y de la propia Iglesia. Hasta que llegó el Renacimiento, y de su mano un redescubrimiento del hombre y la fugacidad del tiempo, un respeto renovado a los frutos de la creación y la creatividad propias, y en consecuencia, un nuevo compromiso con la razón y sus frutos y un retorno de la confianza en las ciencias, antes tan combatidas.
De esta primavera del hombre y su inteligencia, del arte y las ciencias, de las nuevas ideas y los nuevos tiempos, se avanzó hasta las revoluciones burguesas. Y estas parieron textos e instituciones nuevas, entre ellas constituciones, formas y normas de gobiernos más democráticos, Estados laicos, derechos humanos y del ciudadano, nuevos códigos y leyes. Fue, sin duda, un enorme paso de avance de la Humanidad, un salto hacia la luz, testimonio de su negativa a seguir dando tumbos en las tinieblas. Por eso el Siglo de las Luces. Por eso la gloriosa Revolución Francesa.
Luego, esas mismas burguesías, que en su día fueron revolucionarias al encarnar los anhelos progresistas de millones, se tornaron reaccionarias al alejarse de sus ideales primigenios o interpretarlos de manera lesiva para los desposeídos. Y ante su evidente anquilosamiento, se inició la etapa de las revoluciones proletarias o socialistas, y de un poderoso movimiento anticolonialista y antiimperialista que cambió la faz del Siglo XX.
Pero para sorpresa de cualquier lector desprejuiciado que por estas días lea el artículo que acaba de publicar en Townhall.com un señor llamado Marío Díaz, Director de Políticas Legales de una organización de mujeres conservadoras llamada “Concerned Women for America”, aprenderá que la Edad Media no ha terminado. Y que hoy, en pleno Siglo XXI y tras la estela de las organizaciones conservadoras y neoconservadoras, se pretende atar de nuevo el pensamiento y la práctica social humana a los viejos límites de lo irracional, lo fanático, lo inconmovible y lo eterno. Como en tiempos en que tales artículos de fe eran celosamente custodiados, para obligatoria observancia general, por las perversas maquinarias de tormento y expiación de pecados del seráfico Tomás de Torquemada.
En el fondo, hoy como ayer, se envuelve en frases religiosas y preocupaciones morales lo que no pasan de ser intereses egoístas de clases explotadoras. La supuesta intocabilidad de las instituciones y los textos “divinos” es el resultado de la aviesa divinización de los textos que fundamentan y consagran, y de los mecanismos que garantizan el poder temporal de dichas clases. Así, cuando un colérico Mario Díaz clama por la noción de que si bien todos los hombres creados por Dios nacen iguales, las ideas que estos defienden, especialmente en política, ya no deben ser consideradas de la misma forma. En consecuencia, es perfectamente lógico, desde este punto de vista, que se rechace airadamente toda interpretación de las leyes fundacionales del país, especialmente la Constitución, y que se le declare atemporal e intangible, o sea, eterna por la gracia divina. Tampoco es casual que este piadoso ataque de fe tenga lugar en momentos en que aún no se han acallado los ecos de la aprobación en el Congreso, por estrecho voto, de la Reforma Sanitaria propuesta por Obama y que se lleve cabo una encarnizada lucha alrededor de la propuesta demanda de reforma financiera y de Wall Street.
La Historia lo demuestra con ejemplos reiterados: cuando los hombres pretenden transformar las leyes, aún cuando tal intención no sea radical, siempre aparecen iluminados y guardianes de las creencias y la fe que llaman a cerrar filas contra la impiedad y el desatino. Es, precisamente, el sentido del artículo del Sr. Díaz, y su reconocimiento, en pleno Siglo XXI, de que “no todos somos iguales".
Pero su llamado a retornar a los viejos tiempos medievales tiene un valor agregado: nos ha permitido ver de cerca el milagro de una organización como “Concerned Women for América”, que es también un fósil medieval incrustado, parasitariamente, en la justa lucha de las mujeres del mundo por sus derechos. Y de paso, nos ha mostrado cómo se construye ese estrecho tejido neoconservador que penetra toda la vida social estadounidense y, también, de fuera de sus fronteras.
La CWA dice tener medio millón de afilados y más de 500 capítulos en todo el país. “Somos la mayor organización de mujeres de los Estados Unidos- se afirma en su página web- Tenemos una historia de más de treinta años. Llevamos los principios bíblicos a nivel de las políticas públicas”.
Entre los seis temas centrales en los que CWA se enfoca están la familia (”Defendemos el matrimonio heterosexual, fiel al mandato bíblico”), la educación (”Abogamos por la devolución de la autoridad a los padres”) y la soberanía nacional (”Ni la ONU, ni ninguna organización internacional deberá tener autoridad, en ninguna área, por encima de los Estados Unidos”).
La misión de CWA es “promover y proteger los valores bíblicos entre los ciudadanos, en primer lugar, mediante la oración; luego a través de la educación, y finalmente, influyendo en la sociedad para revertir el declive de los valores morales de la nación”.
Pero donde se resume la filosofía tomista de CWA es en sus preocupaciones y ocupaciones con respecto a lo que llama “soberanía nacional”. Es aquí, en este campo nada etéreo y sí muy terrenal, donde se evidencian los estrechos nexos entre este feminismo medieval con el pensamiento y la práctica política más conservadora del país:
“Estamos sufriendo una pérdida de nuestra soberanía ante las organizaciones internacionales (ONU, UNICEF, OMS, etc)… Falta seguridad en nuestras fronteras para protegernos de terroristas e inmigrantes ilegales… Y nos preocupan, especialmente, la seguridad nacional y las crecientes presiones para debilitarla…”
Para conjurar tales peligros, CWA propone medidas que no parecen pensadas por piadosas damas en oración perpetua, sino por halcones neoconservadores al estilo de John Bolton o Dick Cheney:
“Hay que reafirmar la independencia de los Estados Unidos y no reconocer legalmente a ninguna organización foránea ni las interpretaciones de nuestra Constitución… Lograr que los Estados Unidos desplieguen el más fuerte sistema de defensa del mundo, para contener las agresiones extranjeras”
La liebre ha saltado: bajo el manto de oraciones y rogativas brota la oreja peluda de la sempiterna obsesión neoconservadora por la seguridad nacional, y humean las calderas del miedo exacerbado constantemente. También, entre bambalinas, adivinamos al Complejo Militar-Industrial, que es la mano que mece la cuna, asintiendo con orgullo.
No es CWA, precisamente, un club de beatas. En su Web ha publicado, por ejemplo, el listado de los 11 legisladores texanos que votaron a favor de la Reforma Sanitaria, el pasado 21 de marzo, llamando a que “es el momento de acudir en socorro de la nación y de actuar”. Wendy Wright, su Presidenta, junto a Beverly LaHaye, viajó como observadora electoral a Honduras para santificar y lavar la imagen de un golpe de Estado brutal y anticristiano, causante de decenas de asesinatos, violaciones y apaleamientos de mujeres y otros ciudadanos. Allí se encontraron con observadores “respetables”, como el fullero Armando Valladares, falso inválido y más falso poeta aún, al que calificaron “como preso político en Cuba por negarse a aceptar las reglas del comunismo”.
Y para cerrar con broche de oro esta kerméss medieval, la Sra. Wright nos regala en su remembranzas como freedom fighter otro detalle que parece salido de los siglos oscuros:
“Quizás Dios haya sonreído a este pobre país (Honduras). Cuando un grupo de pastores evangélicos y católicos conocieron el intento de Zelaya de llevar a acabo un referéndum, convocaron a una semana de oraciones… Pocos días después fue depuesto”
No debe asombrarnos que por estos días, en que Wall Street puede perder unas migajas de su inmenso poder corrupto y corruptor ante las propuestas de Obama, las piadosas Damas de Blanco de CWA estén de rogativas y vigilias permanentemente.
Para los monarcas y poderes terrenales trabaja la Iglesia medieval. Nada ha cambiado en nuestros días.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=105107
No comments:
Post a Comment