Vicente y Andrés Manuel
México es sin duda algo más grande y complejo que el pensamiento de Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador, ambos grandes creadores de la polarización basada en el resentimiento de los ricos y los pobres. No es lucha de clases, sino de intereses entre la corrupción desde el poder y la defensa del clientelismo. No es lucha ideológica, sino de terquedades y obsesiones. Ambos reinaron como reinan los mediocres: con una guillotina bajo el brazo, sometiendo al país a su visión maniquea.
Si la derecha sigue representada políticamente por Vicente Fox, allá ellos. ¿La izquierda es López Obrador? ¿Es su táctica y estrategia el camino o, más bien, el único camino? ¿Hay que hacer reformas, o todo o nada?
Según López Obrador y el lopezobradorismo anidado en la izquierda, todo avance distinto al cálculo del líder, todo aquello que surja de la política y no le rinda a él agradecimiento, sea una despensa o una reforma, es parte de una traición a la patria.
Entre ambos, Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador se protegen y acrecientan. Son dos actores que consideran que el escenario nacional sólo les pertenece a ellos y arrastran a sus formaciones políticas, marcando el nivel del debate nacional. Por eso, cuando hay acuerdo en algo el primer instinto de los dos busca romper y hacer que la realidad se asemeje a ellos.
Vicente lucha desde sus foros para contradecir y competir con las opiniones de Felipe Calderón, tratando de mantener a flote su protagonismo. Andrés Manuel prefiere mantener su liderazgo refugiándose en el atraso y el fanatismo, donde sus estructuras políticas han sido creadas desde la base del verticalismo y la imposición de personajes cuya principal virtud es que le son incondicionales.
En esta etapa, la táctica y la estrategia lopezobradorista no consideró que lo avanzado de la reforma, deteniendo la privatización de Pemex, cerrando el camino a las empresas privadas para compartir los beneficios del petróleo, fue también gracias a la crisis capitalista-neoliberal mundial, donde los tiempos de la privatización de empresas son ahora sustituidos por la necesidad del intervencionismo estatal mediante las finanzas públicas y el presupuesto, y por lo tanto Felipe Calderón y el PAN se tuvieron que tragar el sentido de la reforma originalmente propuesta.
En cuanto a la reforma, son los privatizadores los principales derrotados, pero es imposible reconocerlo para el liderazgo de López Obrador porque esto significa dejarlo sin banderas, aunque lo justifique con la idea de que la reforma va “contra sus convicciones”.
Si Calderón no pudo cantar victoria con la reforma de Pemex, recibió a cambio el regalo de la postura de López Obrador cuestionando el resultado y llamando traidores a los representantes del FAP y a quienes debatieron en defensa del petróleo contra la privatización: significó dejar sembrada la sospecha de que en el fondo Calderón no fue tan derrotado y había engañado (o comprado) a todos los diputados y expertos. Ese ánimo lo llevó a la plaza y puso a votación lo que a muchos expertos, técnicos, economistas, les llevó meses construir. Fue Galileo frente a la Inquisición votando que la Tierra no era redonda, y por ello el lopezobradoismo se acerca más a las formas de manipulación del fascismo que a los objetivos de reforma y aspiración democrática de la izquierda.
Lo único a favor de López Obrador en estos días han sido las declaraciones de Vicente Fox pidiendo “darle cuello”. En el fondo es la lucha entre guillotinas provincianas y el país tratando de zafarse de esos seis años en que lograron someter al país a su nivel de confrontación de insultos y sin perspectivas. La pregunta es: sabiendo que en una negociación difícilmente se puede ganar el ciento por ciento, la reforma a Pemex, ¿es un vaso medio lleno o medio vacío? La percepción general (en este mundo en que las percepciones son la realidad) es que, con base en lo que se pretendía defender –el petróleo contra la privatización– la reforma es un vaso bastante lleno.
Los privatizadores sólo tienen como triunfo anímico la postura de López Obrador, quien insiste en que fue una traición y una derrota, y de la misma manera que él se alimenta de la lengua de Vicente Fox, los privatizadores lo hacen de la boca de López Obrador.
Hoy martes, el cerco contra el recinto de San Lázaro será un enfrentamiento entre López Obrador y la policía del Distrito Federal, anunciando el inicio formal del rompimiento con Marcelo Ebrard, urgido por desprenderse de lo que lo lanzó y que ahora es un lastre para sus propósitos.
Después de que se aprueben los dictámenes resultados del debate y la discusión, donde no se incluirán las “12 palabras” porque eso significaría regresar el dictamen al Senado, el país entrará de lleno en la perspectiva de la recesión, para lo cual se requiere un nivel distinto de debate al establecido como ley por Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador y sus largas lenguas.
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