Iván Restrepo
Las últimas semanas el presidente Barak Obama, la secretaria de Estado Hillary Clinton y los líderes del Congreso de Estados Unidos se han referido al papel que ese país espera cumplir en dos temas claves para el futuro del planeta: el cambio climático y una agenda verde para la potencia más derrochadora de recursos, la que más contribuye a la generación de los gases de efecto invernadero. Sin mencionar por su nombre al ex presidente George W. Bush, han dicho que Estados Unidos no se marginará ya de las grandes causas ambientales internacionales. Y que el propósito es retomar el liderazgo en la materia comenzando por casa, con una agenda ecológica que vaya a la raíz de los problemas.
Que son temas prioritarios de la nueva administración lo muestra el que, una semana después de asumir su cargo, Obama anunció medidas para reducir la dependencia que su país tiene del petróleo, impulsar las fuentes alternas de energía, así como políticas destinadas a combatir la generación de gases contaminantes. La dependencia que se encarga de los asuntos del ambiente (EPA, por sus siglas en ingles) varió radicalmente su actitud complaciente en estos asuntos y prometió controlar la generación de seis gases que ocasionan serios daños a la salud. Precisamente los que figuran en la lista negra mundial por contribuir al cambio climático.
Obama y su equipo de trabajo tienen prisa por cumplir sus promesas de campaña. Así, también dejaron sin piso diversos acuerdos de su antecesor que alentaban la perforación y posterior explotación de hidrocarburos en el mar territorial. Con Bush y el vicepresidente Dick Cheney como portavoces de los intereses de las petroleras, esa iniciativa tuvo vía libre, como también los proyectos para explotar los grandes yacimientos de Alaska, uno de los santuarios naturales más importantes del mundo.
El liderazgo se sustentará en varias vertientes, comenzando con el paquete de estímulos económicos para promover la producción y el uso de la energía limpia proveniente del Sol, el viento y la geotermia. Menos peso tendrán los biocombustibles, pues crece la lista de inconvenientes que acompañan su producción. Y, al contrario de lo que algunos calificaron de inviable en tiempos de crisis, el paquete de estímulos fue bien recibido, porque incidirá en el crecimiento de la economía, hará más eficiente el uso de la energía y alentará entre la población estilos de vida menos derrochadores.
Otra vertiente se refiere al apoyo a la investigación científica y tecnológica; a la educación, asuntos en los cuales nuestro socio y vecino perdió puntos en el panorama global. Obama ha repetido que el liderazgo de su país pasa por mayor y mejor ciencia y tecnología, por la educación de calidad. Y eso se obtiene con dinero y apoyo político, con la mejor gente, no con la burocracia y los amigos.
Así como la derecha fundamentalista estadunidense ha sufrido derrotas en temas como el aborto y la experimentación con células madres, también las tienen las grandes compañías trasnacionales que no quieren límites a su tarea depredadora a través de la contaminación y de procesos industriales obsoletos. Es el caso de las poderosas ramas del petróleo y el gas y de la producción de automóviles. La quiebra de compañías emblemas (Chrysler, Ford) fue tanto por la crisis global como por su atraso tecnológico. Hoy parecen haber renunciado a su cruzada ideológica para hacer creer, con científicos comprados, que el cambio climático es algo natural y no fruto del mal uso de los recursos. Les queda un profeta: José María Aznar, ex presidente del gobierno español, compañero de pacotilla de Bush y Tony Blair –ex premier británico– en su sangrienta aventura en Irak.
Pero la nueva política ambiental y energética tiene opositores poderosos: los intereses que se mueven y benefician con el viejo modelo. Están en el Congreso y en los estados donde sus complejos industriales son muy importantes.
Mientras, en México la ciencia y la tecnología sufren enormes carencias, se apuesta a la educación privada, donde se genera poco conocimiento básico. Pero se encarga de preparar (mal si nos atenemos a los resultados) a los directivos de las empresas de las grandes familias y los funcionarios del gobierno del cambio... y la crisis.
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