La historia que nos quieren robar
En América Latina y el Caribe, somos tanto más que iberoamericanos, latinoafricanos, indoamericanos, hijos de mezclas maravillosas de hombres y mujeres venidos también de otras regiones europeas, del Asia y Oceanía, de los más recónditos y hermosos parajes de la Tierra, no pocos llegados a la región antes que el famoso Almirante Cristóbal Colón pisara la tierra caribeña. Pero no cabe duda de que con España y sus pueblos tenemos una relación especial. Allí están los abuelos “blancos” de la caballería alucinante y heroica de Don Quijote, que nos ratifican su africanía de moros sensuales y peleadores, multiplicada en estas tierras con el aporte del indígena levantisco y el negro insumiso.
De la Europa ibérica no solo llegaron los genocidas que masacraron y robaron a los pueblos originarios, y la plaga de comerciantes, jerarcas eclesiásticos, funcionarios y burócratas ladrones que se enriquecieron con las relaciones colonialistas de explotación, también arribaron sujetos portadores de todo lo progresivo y laborioso que latía en los pueblos del Viejo Continente: intelectuales, maestros y artistas, hombres y mujeres de bien —no pocos sacerdotes y religiosas que dieron su aporte de entrega humanista y sabiduría—, campesinos y artesanos humildes, que hicieron de estas tierras su nuevo hogar, y con ello las convirtieron en el escenario de sus amores, pasiones, resistencias y luchas.
En la relación profunda de la España culta, antifeudal, trabajadora y popular con el nuevo mundo, en el encuentro de los fundadores de familias y villas —de sus hijos y nietos— con las civilizaciones, culturas y naturaleza americanas, con los negros esclavos y demás migrantes, en la mezcla de las cosmovisiones, en la solución de problemas y retos comunes, y también en sus diferencias; creció el etnos que, aún en construcción, estallaría en vocación y necesidad de emancipación. Con esa raíz que se reconoce como Hispanoamérica o más genéricamente Iberoamérica, nos sentimos íntimamente vinculados. Esta historia, sin embargo, no es la primera vez que nos la quieren contar de otra manera, y la presentan esterilizada, con reacomodos inaceptables.
El 12 de octubre
Al conmemorarse el IV Centenario del llamado descubrimiento de América, un Real Decreto firmado en el monasterio de la Rábida el 12 de octubre de 1892 —bajo la regencia de doña María Cristina de Habsburgo—, expresó el claro propósito de la monarquía española de instituir como fiesta nacional, el aniversario del día en que las carabelas capitaneadas por Colón llegaron a las Antillas. En 1913, Faustino Rodríguez-San Pedro, presidente de la Unión iberoamericana, rescató el propósito de la regente María Cristina, y pensó en una celebración que uniese a los españoles de ambas regiones y a sus descendientes, eligiendo para ello el mencionado día de octubre. Su propuesta generalizada después por los gobiernos, fue la de celebrar el Día de la Raza[1] , y condujo a fijar en el calendario la llamada “Fiesta de la raza”, para exaltar a España, y “agradecer” al aventurero capitalista que “nos descubrió” en 1492.
El Día de la Raza nació como hijo natural del conservadurismo predominante en la Unión Iberoamericana. Se trataba de un concepto de “raza española”, que se anteponía a la que consideraban agresiva “raza anglosajona”, y era profundamente racista frente a las razas “negra”, “mestiza” e “indígena”. Contra este engendro reaccionario batió lanzas tempranamente el joven comunista Julio Antonio Mella: “Necesario es —afirmaba Mella en 1928— contrarrestar toda esta teoría que no tiene más fin que hacerse propaganda los interesados en vivir del resto del Imperio español… A España no le debemos. Ella es la que está en deuda con nosotros. Véase cualquier historia y se comprenderá…”[2].
La plataforma del hispanismo racista sobrevivió en América como parte de la propuesta hegemónica de los poderes oligárquicos. En vísperas de la celebración del V Centenario o Medio Milenio del “descubrimiento”, los intereses políticos y económicos del estado y las transnacionales hispanas volvieron a la carga. Por entonces el servilismo de algunos gobiernos del área, llegó al punto de acompañar a la “Madre Patria” en la propuesta a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de declarar 1992 como “Año Internacional del Descubrimiento de América”.
Los preparativos oficiales desataron discusiones y resistencias en la intelectualidad progresista, y sobre todo las protestas de los pueblos y movimientos indígenas. El plan del “Año del Descubrimiento”, fue refutado con la justa demanda de un “Año Internacional de los Pueblos Indígenas”. Las posiciones encontradas aconsejaron a los personeros de la ONU, que no fuera en ese momento ni lo uno ni lo otro, lo que significó de hecho la paralización del empeño colonialista. El álgido debate que se dio obligó, además, a los organizadores peninsulares y sus socios del continente, a cambiar la idea del "descubrimiento" de América, por el de "encuentro de dos mundos", al que se le sumó también el criterio del “encuentro de culturas”.
Una visión distinta
Bajo el manto aséptico” del “encuentro”, con los millones de pesetas y dólares que el Reino Español y Portugal, destinaron para dirigir y condicionar actos, publicaciones, premios, becas e investigaciones, lo que realmente fue un “encontronazo” de represiones, muerte y saqueos, de genocidio y etnocidio, terminó metamorfoseado, publicitado, y alabado como un hecho feliz y “civilizatorio”.
En aquellos días escribí: “Se puede aceptar que la llegada de los europeos a América técnicamente constituyó un progreso que contribuiría a forjar la universalidad del mundo moderno y propicio el encuentro de culturas diversas, (pero)…nada había que justificara la rudeza y la crueldad con que actuaron no solo los ejércitos de ocupación sino los gobernantes y dignatarios a quienes servían. De modo brutal las huestes de hombres sedientos de riquezas interrumpieron el desarrollo de los pueblos aborígenes y, a sangre y fuego, destruyeron sus sociedades y culturas forjadas a lo largo de miles de años.
Si tras la derrota del fascismo, los pueblos del mundo condenaron en Nuremberg los crímenes horrendos de ese engendro reaccionario, ¡qué gran condena pueden recibir los colonialistas que arrasaron América! La conquista de México costó la vida a más de diez millones de seres y la del pueblo inca, cerca de diecisiete millones; de los indígenas de América del Norte, solo quedaron aproximadamente nueve mil. El balance es brutal: de veinte a treinta millones de muertos!”[3].
Desafortunadamente insubordinaciones intelectuales como la del libro que cito, quedaron sepultadas por la avalancha de publicaciones y conmemoraciones iberoamericanas, agradables y festivas. Hay que reconocer que la nueva denominación del “encuentro” en lugar del insostenible concepto de “descubrimiento”, “más suave”, con un reconocimiento implícito a la existencia y protagonismo de “los descubiertos”, surtió efecto.
Pero más allá del debate intelectual, lo definitivo en las jornadas de 1992, fue el protagonismo de los pueblos originarios, en momentos en que los sectores sociales, las organizaciones y movimientos de izquierda, aún no se habían recuperado del doble trauma de la derrota del socialismo soviético y la agresiva avalancha ideológica y política del neoliberalismo, por entonces en plena euforia triunfalista.
El día 12 de octubre de 1992, en San Cristóbal de las Casas, cabecera municipal de la mexicana Chiapas, vestidos con taparrabos, pintados sus cuerpos con los colores beligerantes de cinco siglos de resistencia, y armados con arcos y flechas, unos diez mil indígenas “tomaron” la ciudad real y derribaron la estatua del conquistador Diego Mazariegos, símbolo de la opresión en la región. Aquella acción fue la primera aparición pública del movimiento que ya se forjaba. Por eso, dos años después, en su Primera Declaración de la Selva Lacandona, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional fundamentó su alzamiento, apelando a la resistencia indígena como señal de identidad: "Somos producto de 500 años de luchas"[4]. Era por demás, el estallido de un nuevo y propositivo nacionalismo indígena, que pronto se extendería por toda la región, y hoy se ha constituido en una de las más importantes fuerzas motrices de la Revolución continental, del nuevo curso del socialismo en el siglo XXI latinoamericano y caribeño.
El protagonismo de los pueblos originarios que por sí y para sí mismos, fue reclamado en el acto reivindicatorio de San Cristóbal de las Casas, cuestionó severamente la hegemonía del pensamiento oficial y fracturó su colosal barrera mediática. Implicó desde la praxis de rebeldía de los pueblos invadidos y masacrados, el surgimiento de una versión histórica con una visión distinta que comenzó a ser masivamente conocida.
En 12 de octubre de 1992 con la caída de la estatua del capitán español Mazariegos, se dio un golpe demoledor a la tradición conservadora del Día de la Raza. Desde entonces se reivindicó y ratificó ese día del décimo mes del año como Día de la Resistencia, Dignidad, Rebeldía y Lucha de los oprimidos y excluidos, de nuestros pueblos originarios, contra el colonialismo, que pervive enquistado en las actuales relaciones de explotación y exclusión capitalistas, que aflora en las mentalidades de los grupos de poder y en sus círculos intelectuales.
La nueva operación del Reino español
La referencia al V Centenario no es un asunto del pasado. La operación de propaganda y relaciones políticas internacionales que el Reino español logró orquestar en aquella ocasión, vuelve a organizarse. Asistimos hoy a una propuesta similar en la arrancada del ciclo de conmemoraciones que recuerdan con la independencia de Haití el 1ro. de enero de 1804, el Bicentenario del inicio de la primera ola independentista de América Latina y el Caribe en el siglo XIX.
A partir de 2008, España debía enfrentar la conmemoración de acontecimientos importantes de su historia nacional: los 200 años de la invasión de Napoleón a la península y por tanto la guerra de independencia contra Francia, que duró de 1808 a 1813; los 200 años de la sublevación y posterior pérdida de la mayoría de sus colonias en América, y los 200 años de la Constitución de Cádiz de 1812. Para asumir la política de acción sobre estas efemérides, a mediados de 2007 el Consejo de Ministros de España creó la Comisión Nacional para la Conmemoración de los Bicentenarios[5], encargada de proponer e implementar un amplio programa de actividades.
Desde el primer momento del lanzamiento de la española Comisión Nacional para la Conmemoración de los Bicentenarios, se pudo constatar el interés del Reino en insertarse y manipular las celebraciones latinoamericanas. Para los ideólogos y estrategas del estado español, los bicentenarios ibéricos eran “perfectamente congruentes” con el bicentenario de la independencia americana, y justifican una conmemoración única y colectiva. En tal amalgama la Revolución de los negros esclavos de Haití y en tanto el primer gran bicentenario, constituía a lo sumo un indeseado “accidente” histórico, y como tal fue excluido y silenciado. Así con el apoyo de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), se comenzó a fabricar una gran conmemoración conjunta, que contra toda realidad histórica, impuso una lógica reduccionista que partía de 2008 a 2013.
Tan descabellada operación —al decir de Luis Javier Caicedo [6]— ponía en un mismo nivel a vencedores y vencidos, y fue presentada como una loable ampliación geográfica y temporal de las efemérides, afirmando que rescataba una supuesta esencia común de los procesos, con un eje en la lucha contra el despotismo, el liberalismo y la inauguración del constitucionalismo. Tal plataforma, según sus promotores, debía fortalecer hacia el futuro la comunidad iberoamericana de naciones.
Para reafirmar el interés ibérico, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero proclamó: “su profunda convicción” de que la conmemoración en España de la libertad de los países latinoamericanos y sus democracias, los “momentos de gloria” y los “momentos duros” de la historia en común, representaban “un acto de humildad”. Pero lejos de la humildad pregonada, el presidente socialdemócrata fijó la posición ideológica y política de su propuesta: "España —afirmó Zapatero— quiere compartir con las naciones del otro lado del Atlántico la definitiva consolidación del constitucionalismo y la democracia, así como profundizar en la construcción progresiva de la comunidad iberoamericana, en todas sus vertientes de cooperación política, económica, social y cultural" . Era evidente que el tema de la independencia, de la liberación nacional del yugo colonialista no estaba en la agenda del país europeo.
En busca de sus objetivos, el estado español puso en acción todos sus mecanismos de presión diplomática, influencia política y persuasión económica. El ex presidente Felipe González, fue nombrado embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Reino para la Conmemoración. El gobierno puso en función de su operación bicentenaria a sus secretarías de gobierno, la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), y al mecanismo de las Cumbres Iberoamericanas, la SEGIB, la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, Ciencia y Cultura (OEI) —los instrumentos de política exterior que precisamente habían creado al calor del V Centenario—, así como otros mecanismos de las relaciones multilaterales y la cooperación internacional estatal, privada y no gubernamental.
El asalto del Bicentenario latinoamericano
La ofensiva de la diplomacia española no logró insertar la plataforma “común” de “los bicentenarios” en la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno (Santiago de Chile, 10 de noviembre de 2007), pues la declaración afirmó en singular: “Impulsar, a partir del año 2009, la conmemoración de los bicentenarios de la Independencia de varias naciones iberoamericanas”. No obstante los gobiernos latinoamericanos concedieron la aberración histórica de “la conmemoración en el año 2008, del bicentenario de la llegada de la Corte portuguesa a Brasil”, torpemente argumentada como hecho que contribuía “a la proyección de la Comunidad Iberoamericana”[7] .
La voluntad de hacer una conmemoración solo latinoamericana quedó ratificada en el Programa de Acción de la misma XVII Cumbre: “Instruir a la SEGIB para que desarrolle, en coordinación con los países, la conmemoración del bicentenario y estudie la propuesta de crear una Comisión Regional del Bicentenario, de participación abierta y voluntaria, que enfatice los procesos de construcción de nuestros países y su proyección futura con vistas a identificar e instrumentar programas de cooperación conjunta o entre grupos de países[8].
En cumplimiento de la Declaración y Programa de la XVII Cumbre, siete países latinoamericanos que conmemoraban sus Bicentenarios entre 2009 y 2011 (ocho con la posterior incorporación de Colombia), fundaron el Grupo Bicentenario en diciembre de 2007 en Santiago, Chile[9]. La proyección colectiva de este Grupo, dejaba bastante que desear por su limitada visión histórico-política, pero en tanto espacio de concertación multilateral latinoamericana, creado con el objetivo de promover y organizar la conmemoración conjunta, se constituyó en un objetivo de la política española.
Como elemento de presión España, a través de la SEGIB, insistió en discutir la creación de la Comisión Regional tal como estaba en la letra de la XVII Cumbre. En la II Reunión del Grupo Bicentenario del pasado año (Sucre, 25 de mayo de 2008), los gobiernos latinoamericanos insistieron en que existiendo ya un “Grupo Bicentenario”, no quedaba claro el sentido de crear una Comisión Regional. A lo cual el delegado de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), Álvaro Durántez, argumentó ya de manera muy nítida el interés del Reino de romper el concepto de área continental, y sustituirlo por la plataforma de los bicentenarios iberoamericanos: “Se busca —afirmó el representante de los intereses de España— crear una Comisión que agrupe, en amplio sentido, a todos los países iberoamericanos, no solo a los que, en estos tiempos, han iniciado las conmemoraciones de sus bicentenarios de independencia”[10].
A pesar de las presiones españolas, el Grupo Bicentenario el pasado año y hasta la última y reciente V Reunión del 2009 (Guanajuato, 29 de septiembre), se empeñó en la letra de una celebración de contenido latinoamericano, organizada por los latinoamericanos. En estas reuniones la Comisión Española para la Conmemoración del Bicentenario solo figura como invitada, como también lo son la OEI y la SEGIB. No obstante, con España objetivamente “dentro” del Grupo Bicentenario, la inclusión de la propuesta de los bicentenarios ibéricos, ha ido avanzando sostenidamente, con la segura retaguardia de un “aseguramiento” económico sustantivo.
Se hace evidente que el financista principal de los proyectos multilaterales del Grupo Bicentenario es la SEGIB, a lo que España suma un sustantivo menú de propuestas bilaterales para sus más seguros socios. Corren generosos los euros de la monarquía y volvemos a tener frente a nosotros el esquema de medidas e influencias que ya conocimos cuando el V Centenario. No ha faltado, a fin de participar en un programa de “figuras ilustres”, la invitación a los ejecutivos de las Comisiones nacionales de la región, para que visiten la España de hoteles de cinco estrellas.
Si de hablar en serio se trata
Todas las potencias europeas de la época acreditan similar recuento de barbarie y rapiña, pero si España desea integrarse a la conmemoración bicentenaria, no bastaba hacerlo como acto de humildad. Si se trata de hablar en serio sobre el colonialismo español en América, la buena voluntad del presidente Zapatero, resulta insuficiente tanto histórica, como éticamente.
España nos debe desde las conmemoraciones del V Centenario el reconocimiento tácito y honesto de su deuda humana, moral y económica para con los pueblos originarios que fueron robados y masacrados por los conquistadores; y de su reconocimiento del ejercicio infame de la trata de esclavos, y en tanto su deuda humana, moral y económica con la América indígena y el África negra. No puede sentarse España a la mesa del convite bicentenario sin expresar una postura de seria de evaluación histórica sobre más de tres siglos de explotación colonial de nuestros recursos, caracterizada además, por el predominio de un férreo, tiránico y criminal poder político.
La España del gobierno socialdemócrata de Zapatero, olvida a los patriotas independentistas asesinados en la horca y el garrote vil, los fusilados, los desterrados y condenados a trabajos forzados e inhumanas condiciones carcelarias, los 800 mil muertos que nos costaron las campañas emancipadoras, entre 1811 y 1825[11], cifra que sobrepasa el millón de víctimas, solo con los costos humanos de los campos de concentración creados por la política de terror y reconcentración de Valeriano Weyler[12], cuando ya a finales del siglo XIX, la España colonialista se empeñó en mantener bajo su dominio a la Cuba insurgente.
La plataforma española en definitiva conduce a que América Latina renuncie a su propia resignificación universal, en aras de una nostálgica conmemoración transcontinental de las desgracias de España y Portugal colonialistas y de sus familias reales. Tal planteamiento nos despoja hasta de lo que nos enorgullece y une con el pueblo español: ¿Cómo significar en una Cumbre Iberoamericana la bochornosa huida de los monarcas portugueses en 1807, la renuncia a resistir a los invasores franceses y su llegada a Brasil en 1808 (22 de enero), y silenciar la epopeya del pueblo español, solo unos meses después (2 de mayo), frente a los mismos agresores? No hay duda. Para la España borbónica de hoy, la “salvación” de los Braganza, es mucho más representativa que los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío. Por suerte más allá de manipulaciones, el heroísmo de los patriotas independentistas españoles, quedó inmortalizado para todos los tiempos en los lienzos maravillosos de Francisco de Goya.
Realmente la plataforma “iberoamericana” trata de lograr que la celebración del Bicentenario se desplace del escenario americano hacia el imaginario de la España colonialista en la defensa de los intereses muy concretos de la actual geopolítica de la monarquía. No se puede soslayar que las actuales relaciones hispanoamericanas pasan por la preservación de importantes intereses financieros, y una notable presencia en inversiones directas, por parte de los principales consorcios con casa matriz en el país peninsular. Y esta es una razón de última instancia de la que no se habla, pero que acusa su inobjetable presencia.
De hecho, Felipe González, como Embajador plenipotenciario e itinerante, no podía ser más oportuno para los grandes intereses de la política y economía del Reino. González se ha dedicado a facilitar las inversiones de las transnacionales españolas en América Latina, a impartir sus “buenos” consejos en giras bien pagadas por los neoliberales del Club de Emprendedores o el Foro Iberoamérica, y a asesorar, entre otros, al magnate mexicano de las telecomunicaciones Carlos Slim. A su vez como ya lo hizo antes contra Cuba, se esfuerza en recomendar para Venezuela y Bolivia, la renuncia a sus posiciones revolucionarias, y realiza constantes apelaciones públicas contra las posiciones independientes y soberanas de los gobiernos del área, satanizadas todas por el ex Presidente bajo el calificativo de “populistas”[13].
La perspectiva del otro bicentenario
A pesar de los esfuerzos mediáticos y los recursos que ya comienzan a fluir en la dirección que interesa a quienes pretenden despojarnos de la historia y la memoria, en casi todos los países surgen proyectos e iniciativas que se proponen enjuiciar, de una manera crítica, popular y revolucionaria, la idea de celebración del Bicentenario, que de un modo falaz y encubridor pretende imponer los las elites burguesas y oligárquicas, siempre serviles frente a los poderes de las metrópolis transnacionales
Los activistas del Bicentenario de los pueblos, defienden el criterio de que la construcción de la historia es una tarea que reclama el rescate reflexivo y la valoración de la multiplicidad de experiencias que siguen inspirando la tenaz resistencia cultural y social de los sectores populares. Sobre la base de evaluar que nuestro continente, está marcado por la irrupción del capitalismo genocida y saqueador de la tierra a partir de 1492, las iniciativas en curso ponen la mirada en los profundos movimientos revolucionarios, libertarios y populares de los pueblos originarios, africanos esclavizados y americanos oprimidos. Pretende recuperar ese patrimonio de saberes y rebeldías, de historias y culturas silenciadas y menospreciadas en el marco de un proyecto que intenta completar sus tareas inconclusas.
El Bicentenario de los pueblos se propone, a través del análisis crítico de las concepciones racistas, elitistas y autoritarias que siguen dominando la vida social, los medios masivos de comunicación y la educación formal; contribuir a recuperar, valorizar y hacer visibles las experiencias populares; las formas de organización y de lucha, los valores éticos, pedagógicos y creativos que configuran el proceso de construcción de nuestro pueblo trabajador, indígena y campesino, como sujeto histórico y protagonista del cambio social en nuestros territorios. Se trata de juntos pensar ideas y acciones no solo frente a los festejos y manipulaciones oficiales, sino en la construcción de protagonistas colectivos de las transformaciones pendientes[14].
A diferencia de la coyuntura del V Centenario, la América Latina de hoy se caracteriza por la llegada al gobierno en varias naciones, de movimientos y fuerzas comprometidas con los intereses nacionales populares. Desde Bolivia y Ecuador, privilegiados por celebrar en el 2009 los primeros estallidos independentistas sudamericanos, se dio un alto a la tendencia “conmemorativa” de discursos y banquetes burgueses.
El representante de Ecuador[15]realizó en la IV Reunión oficial del Grupo Bicentenario de este año (Buenos Aires, 28 y 29 de abril de 2009), las imprescindibles precisiones históricas acerca del rol jugado por Haití durante los procesos de independencia de América[16].
Venezuela ha puesto en marcha un programa basado en tres postulados: la continuidad del proceso de independencia, la participación del pueblo y el protagonismo del Libertador Simón Bolívar. Para los revolucionarios venezolanos, el protagonismo del pueblo debe expresarse en todas y cada una de las actividades del Bicentenario, incluidas aquellas consideradas tradicionalmente como reservadas a la academia y a los sabios. Las investigaciones deben superar los paradigmas hegemónicos y dar paso al protagonismo de los saberes, las prácticas y la memoria popular.
La Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) creó el 25 de junio pasado, durante la celebración de su IV Cumbre Extraordinaria, una comisión para la celebración del bicentenario de la independencia de los países miembros. La comisión será monitoreada e impulsada por el Consejo Político de ministros del ALBA. Ello garantiza que los países del ALBA puedan construir su propia plataforma y programa de trabajo para actuar y opinar como bloque conjunto dentro de los eventos del Grupo Bicentenario.
La España NUESTRA
Hace 200 años, los patriotas independentistas latinoamericanos y caribeños acompañaron a sus hermanos y hermanas ibéricos en el enfrentamiento a los ejércitos invasores del Napoleón, en la construcción del constitucionalismo y la resistencia tras la vuelta del reaccionario monarca Fernando VII.
En el campo insurrecto americano, junto con Bolívar, San Martin, O´Higgins, Hidalgo y Morazán, pelearon no pocos republicanos e internacionalistas españoles. Entre estos, se destacó el joven Xavier Mina quien en abril de 1817, al mando de la División Auxiliar de la República Mexicana, desembarca en tierra mexicana para combatir a las órdenes de Morelos: “Americanos: he aquí los principios que me han decidido unirme a vosotros —exponía Mina—… Permitidme participar de vuestras gloriosas tareas, aceptad la cooperación de mis pequeños esfuerzos a favor de vuestra noble empresa… Contadme entre vuestros compatriotas… Entonces, decid, a lo menos, a vuestros hijos en recompensa: esta tierra feliz fue dos veces inundada en sangre: por españoles serviles, esclavos abyectos de un rey; pero hubo también españoles amigos de la libertad, que sacrificaron su reposo y su vida por nuestro bien…”[17]. Mina tenía al morir por la causa de la independencia americana 28 años.
La conmemoración de la guerra de liberación española (1808), y del proceso que desemboca en la Constitución de Cádiz (1812), la evaluación de la apertura ideológica y política que representaron aquellos acontecimientos, así como el reconocimiento de su aporte histórico, resultan genuinas tareas de rescate y fundamentación histórica para una España que aún no ha resuelto el fin de la monarquía. A ese Bicentenario del pueblo español nos unimos con genuino orgullo y compromiso.
Hoy en tiempos de Bicentenario, desde el Reino nos proponen a una parte de los nietos “nacionalizarnos”, iniciativa bonita, para pensarla como reencuentro de raíces y cariños si estuviéramos en igualdad, pero que resulta excluyente y manipuladora, en las circunstancias de la actual problemática migratoria, económica y política peninsular. Miles de africanos, asiáticos y latinoamericanos son empujados a emigrar a Europa por las terribles condiciones en que viven en sus países, allí son criminalizados, cazados y maltratados por los servicios policiales para incorporarse, los que logran escapar de la represión migratoria, a la vida de trabajadores ilegales o ciudadanos de segunda. En tal escenario la apertura “nacionalizadora” española para una ínfima parte de los caribeños y latinoamericanos resulta una exhortación a la individualista fórmula de “sálvese el que pueda”.
Pero no todos nos deslumbramos con las ventajas de lentejas —hoy trastocadas en “seguros” de desempleo, y pasaporte europeo—. Estamos también los que volvemos la vista a esa historia compartida, y con papeles de ciudadanía o sin ellos, nos convocamos atentos a incorporarnos a la nueva lucha que ya vibra desde la hondura de la España popular y revolucionaria: ahí nos tienen para la batalla por la conquista definitiva de la nueva república española. Quizá para dar nuestro voto a la España republicana, aceptemos ser por breve tiempo súbditos insubordinados de la monarquía borbónica.
Conferencia para el Primer Taller de la Cátedra Bicentenario de la Primera Independencia de América Latina y el Caribe. Unión Nacional de Historiadores de Cuba.
Notas:
[1] Julio Antonio Mella: Mella: “La fiesta de la raza”, en Documentos y Artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p 459.
[2] César Morales Oyarvide: Liberalismo, guerrilla y patriotismo: Xavier Mina y la Independencia de México, Especial CEINPOL México 2010,http://www.centrodeinteligenciapolitica.com/2009/09/liberalismo-guerrilla-y-patriotismo.html.
[3] Felipe de J. Pérez Cruz: Los primeros rebeldes de América, Editorial Gente Nueva, La Habana, 1988, p 100.
[4] Primera Declaración de la Selva Lacandona : Documentos Básicos del FZLN
http://www.social-movements.org/es/filestore/download/251
[5] REAL DECRETO 595/2007, de 4 de mayo, por el que se crea la Comisión Nacional para la Conmemoración de los Bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas Iberoamericanas", Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (BOE n. 113 de 11/5/2007). Accesible en http://www.boe.es/boe/dias/2007/05/11/pdfs/A20314-20316.pdf
[6] Luis Javier Caicedo: Disputas por la historia en los bicentenarios de Colombia y Latinoamérica, Medellín, 2009, http://www.bicentenario.com.mx/modules.php?name=Paginas&file=articulo&art_id=940
[7]R. Zapatero: España desea compartir con “humildad” el bicentenario independencia, http://terranoticias.terra.es/nacional /articulo/rzapatero_espana_desea_compartir_humildad_1716953.htm.
[8] Declaración de Santiago. XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno. Chile, 8, 9 y 10 de noviembre de 2007, www.oei.es/ xviicumbre dec.htm.
[9] Programas de acción. Conforme con los objetivos fijados en la Declaración de la XVII Cumbre Iberoamericana, celebrada en Santiago, Chile, www.oei.es/ xviicumbre pro.htm.
[10]Acta de la IV Reunión del Grupo Bicentenario, Santiago de Chile, 4 y 5 de diciembre de 2007.
[11] España y SEGIB proponen Comisión Iberoamericana para los bicentenarios de América Latina y de la Península, http://www.albicentenario.com/index_archivos/Page5287.htm.
[12] Arístides Medina: Bicentenario y el Socialismo Bolivariano consolidan la verdadera Independencia de Venezuela, 1ro. de junio de 2009, http://www.minci.gob.ve/entrevistas/3/189428/bicentenario_y_el.html.
[13]Sobre los efectos de la reconcentración, Francisco Pérez Guzmán: Herida profunda, La Habana, Ediciones Unión, 1998.
[14] Felipe González advierte contra el populismo de los gobiernos iberoamericanos, Infolatam/Efe , Cartagena (Colombia), 12 julio 2007, http://www.infolatam.com/entrada/felipe_gonzalez_advierte_contra_el_popul4495.html.
[15] Juan Paz y Miño, secretario del Comité Ejecutivo Presidencial del Bicentenario.
[16] Felipe de J. Pérez Cruz: Los primeros rebeldes de América, Editorial Gente Nueva, La Habana, 1988, p 100.
[17]Acta de la IV Reunión del Grupo Bicentenario: Reunión oficial del Grupo Bicentenario, Buenos Aires, 28 y 29 de abril de 2009.
[18]César Morales Oyarvide: Liberalismo, guerrilla y patriotismo: Xavier Mina y la Independencia de México, Especial CEINPOL México 2010, http://www.centrodeinteligenciapolitica.com/2009/09/liberalismo-guerrilla-y-patriotismo.html.
http://www.lajiribilla.co.cu/2010/n455_01/455_06.html
De la Europa ibérica no solo llegaron los genocidas que masacraron y robaron a los pueblos originarios, y la plaga de comerciantes, jerarcas eclesiásticos, funcionarios y burócratas ladrones que se enriquecieron con las relaciones colonialistas de explotación, también arribaron sujetos portadores de todo lo progresivo y laborioso que latía en los pueblos del Viejo Continente: intelectuales, maestros y artistas, hombres y mujeres de bien —no pocos sacerdotes y religiosas que dieron su aporte de entrega humanista y sabiduría—, campesinos y artesanos humildes, que hicieron de estas tierras su nuevo hogar, y con ello las convirtieron en el escenario de sus amores, pasiones, resistencias y luchas.
En la relación profunda de la España culta, antifeudal, trabajadora y popular con el nuevo mundo, en el encuentro de los fundadores de familias y villas —de sus hijos y nietos— con las civilizaciones, culturas y naturaleza americanas, con los negros esclavos y demás migrantes, en la mezcla de las cosmovisiones, en la solución de problemas y retos comunes, y también en sus diferencias; creció el etnos que, aún en construcción, estallaría en vocación y necesidad de emancipación. Con esa raíz que se reconoce como Hispanoamérica o más genéricamente Iberoamérica, nos sentimos íntimamente vinculados. Esta historia, sin embargo, no es la primera vez que nos la quieren contar de otra manera, y la presentan esterilizada, con reacomodos inaceptables.
El 12 de octubre
Al conmemorarse el IV Centenario del llamado descubrimiento de América, un Real Decreto firmado en el monasterio de la Rábida el 12 de octubre de 1892 —bajo la regencia de doña María Cristina de Habsburgo—, expresó el claro propósito de la monarquía española de instituir como fiesta nacional, el aniversario del día en que las carabelas capitaneadas por Colón llegaron a las Antillas. En 1913, Faustino Rodríguez-San Pedro, presidente de la Unión iberoamericana, rescató el propósito de la regente María Cristina, y pensó en una celebración que uniese a los españoles de ambas regiones y a sus descendientes, eligiendo para ello el mencionado día de octubre. Su propuesta generalizada después por los gobiernos, fue la de celebrar el Día de la Raza[1] , y condujo a fijar en el calendario la llamada “Fiesta de la raza”, para exaltar a España, y “agradecer” al aventurero capitalista que “nos descubrió” en 1492.
El Día de la Raza nació como hijo natural del conservadurismo predominante en la Unión Iberoamericana. Se trataba de un concepto de “raza española”, que se anteponía a la que consideraban agresiva “raza anglosajona”, y era profundamente racista frente a las razas “negra”, “mestiza” e “indígena”. Contra este engendro reaccionario batió lanzas tempranamente el joven comunista Julio Antonio Mella: “Necesario es —afirmaba Mella en 1928— contrarrestar toda esta teoría que no tiene más fin que hacerse propaganda los interesados en vivir del resto del Imperio español… A España no le debemos. Ella es la que está en deuda con nosotros. Véase cualquier historia y se comprenderá…”[2].
La plataforma del hispanismo racista sobrevivió en América como parte de la propuesta hegemónica de los poderes oligárquicos. En vísperas de la celebración del V Centenario o Medio Milenio del “descubrimiento”, los intereses políticos y económicos del estado y las transnacionales hispanas volvieron a la carga. Por entonces el servilismo de algunos gobiernos del área, llegó al punto de acompañar a la “Madre Patria” en la propuesta a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de declarar 1992 como “Año Internacional del Descubrimiento de América”.
Los preparativos oficiales desataron discusiones y resistencias en la intelectualidad progresista, y sobre todo las protestas de los pueblos y movimientos indígenas. El plan del “Año del Descubrimiento”, fue refutado con la justa demanda de un “Año Internacional de los Pueblos Indígenas”. Las posiciones encontradas aconsejaron a los personeros de la ONU, que no fuera en ese momento ni lo uno ni lo otro, lo que significó de hecho la paralización del empeño colonialista. El álgido debate que se dio obligó, además, a los organizadores peninsulares y sus socios del continente, a cambiar la idea del "descubrimiento" de América, por el de "encuentro de dos mundos", al que se le sumó también el criterio del “encuentro de culturas”.
Una visión distinta
Bajo el manto aséptico” del “encuentro”, con los millones de pesetas y dólares que el Reino Español y Portugal, destinaron para dirigir y condicionar actos, publicaciones, premios, becas e investigaciones, lo que realmente fue un “encontronazo” de represiones, muerte y saqueos, de genocidio y etnocidio, terminó metamorfoseado, publicitado, y alabado como un hecho feliz y “civilizatorio”.
En aquellos días escribí: “Se puede aceptar que la llegada de los europeos a América técnicamente constituyó un progreso que contribuiría a forjar la universalidad del mundo moderno y propicio el encuentro de culturas diversas, (pero)…nada había que justificara la rudeza y la crueldad con que actuaron no solo los ejércitos de ocupación sino los gobernantes y dignatarios a quienes servían. De modo brutal las huestes de hombres sedientos de riquezas interrumpieron el desarrollo de los pueblos aborígenes y, a sangre y fuego, destruyeron sus sociedades y culturas forjadas a lo largo de miles de años.
Si tras la derrota del fascismo, los pueblos del mundo condenaron en Nuremberg los crímenes horrendos de ese engendro reaccionario, ¡qué gran condena pueden recibir los colonialistas que arrasaron América! La conquista de México costó la vida a más de diez millones de seres y la del pueblo inca, cerca de diecisiete millones; de los indígenas de América del Norte, solo quedaron aproximadamente nueve mil. El balance es brutal: de veinte a treinta millones de muertos!”[3].
Desafortunadamente insubordinaciones intelectuales como la del libro que cito, quedaron sepultadas por la avalancha de publicaciones y conmemoraciones iberoamericanas, agradables y festivas. Hay que reconocer que la nueva denominación del “encuentro” en lugar del insostenible concepto de “descubrimiento”, “más suave”, con un reconocimiento implícito a la existencia y protagonismo de “los descubiertos”, surtió efecto.
Pero más allá del debate intelectual, lo definitivo en las jornadas de 1992, fue el protagonismo de los pueblos originarios, en momentos en que los sectores sociales, las organizaciones y movimientos de izquierda, aún no se habían recuperado del doble trauma de la derrota del socialismo soviético y la agresiva avalancha ideológica y política del neoliberalismo, por entonces en plena euforia triunfalista.
El día 12 de octubre de 1992, en San Cristóbal de las Casas, cabecera municipal de la mexicana Chiapas, vestidos con taparrabos, pintados sus cuerpos con los colores beligerantes de cinco siglos de resistencia, y armados con arcos y flechas, unos diez mil indígenas “tomaron” la ciudad real y derribaron la estatua del conquistador Diego Mazariegos, símbolo de la opresión en la región. Aquella acción fue la primera aparición pública del movimiento que ya se forjaba. Por eso, dos años después, en su Primera Declaración de la Selva Lacandona, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional fundamentó su alzamiento, apelando a la resistencia indígena como señal de identidad: "Somos producto de 500 años de luchas"[4]. Era por demás, el estallido de un nuevo y propositivo nacionalismo indígena, que pronto se extendería por toda la región, y hoy se ha constituido en una de las más importantes fuerzas motrices de la Revolución continental, del nuevo curso del socialismo en el siglo XXI latinoamericano y caribeño.
El protagonismo de los pueblos originarios que por sí y para sí mismos, fue reclamado en el acto reivindicatorio de San Cristóbal de las Casas, cuestionó severamente la hegemonía del pensamiento oficial y fracturó su colosal barrera mediática. Implicó desde la praxis de rebeldía de los pueblos invadidos y masacrados, el surgimiento de una versión histórica con una visión distinta que comenzó a ser masivamente conocida.
En 12 de octubre de 1992 con la caída de la estatua del capitán español Mazariegos, se dio un golpe demoledor a la tradición conservadora del Día de la Raza. Desde entonces se reivindicó y ratificó ese día del décimo mes del año como Día de la Resistencia, Dignidad, Rebeldía y Lucha de los oprimidos y excluidos, de nuestros pueblos originarios, contra el colonialismo, que pervive enquistado en las actuales relaciones de explotación y exclusión capitalistas, que aflora en las mentalidades de los grupos de poder y en sus círculos intelectuales.
La nueva operación del Reino español
La referencia al V Centenario no es un asunto del pasado. La operación de propaganda y relaciones políticas internacionales que el Reino español logró orquestar en aquella ocasión, vuelve a organizarse. Asistimos hoy a una propuesta similar en la arrancada del ciclo de conmemoraciones que recuerdan con la independencia de Haití el 1ro. de enero de 1804, el Bicentenario del inicio de la primera ola independentista de América Latina y el Caribe en el siglo XIX.
A partir de 2008, España debía enfrentar la conmemoración de acontecimientos importantes de su historia nacional: los 200 años de la invasión de Napoleón a la península y por tanto la guerra de independencia contra Francia, que duró de 1808 a 1813; los 200 años de la sublevación y posterior pérdida de la mayoría de sus colonias en América, y los 200 años de la Constitución de Cádiz de 1812. Para asumir la política de acción sobre estas efemérides, a mediados de 2007 el Consejo de Ministros de España creó la Comisión Nacional para la Conmemoración de los Bicentenarios[5], encargada de proponer e implementar un amplio programa de actividades.
Desde el primer momento del lanzamiento de la española Comisión Nacional para la Conmemoración de los Bicentenarios, se pudo constatar el interés del Reino en insertarse y manipular las celebraciones latinoamericanas. Para los ideólogos y estrategas del estado español, los bicentenarios ibéricos eran “perfectamente congruentes” con el bicentenario de la independencia americana, y justifican una conmemoración única y colectiva. En tal amalgama la Revolución de los negros esclavos de Haití y en tanto el primer gran bicentenario, constituía a lo sumo un indeseado “accidente” histórico, y como tal fue excluido y silenciado. Así con el apoyo de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), se comenzó a fabricar una gran conmemoración conjunta, que contra toda realidad histórica, impuso una lógica reduccionista que partía de 2008 a 2013.
Tan descabellada operación —al decir de Luis Javier Caicedo [6]— ponía en un mismo nivel a vencedores y vencidos, y fue presentada como una loable ampliación geográfica y temporal de las efemérides, afirmando que rescataba una supuesta esencia común de los procesos, con un eje en la lucha contra el despotismo, el liberalismo y la inauguración del constitucionalismo. Tal plataforma, según sus promotores, debía fortalecer hacia el futuro la comunidad iberoamericana de naciones.
Para reafirmar el interés ibérico, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero proclamó: “su profunda convicción” de que la conmemoración en España de la libertad de los países latinoamericanos y sus democracias, los “momentos de gloria” y los “momentos duros” de la historia en común, representaban “un acto de humildad”. Pero lejos de la humildad pregonada, el presidente socialdemócrata fijó la posición ideológica y política de su propuesta: "España —afirmó Zapatero— quiere compartir con las naciones del otro lado del Atlántico la definitiva consolidación del constitucionalismo y la democracia, así como profundizar en la construcción progresiva de la comunidad iberoamericana, en todas sus vertientes de cooperación política, económica, social y cultural" . Era evidente que el tema de la independencia, de la liberación nacional del yugo colonialista no estaba en la agenda del país europeo.
En busca de sus objetivos, el estado español puso en acción todos sus mecanismos de presión diplomática, influencia política y persuasión económica. El ex presidente Felipe González, fue nombrado embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Reino para la Conmemoración. El gobierno puso en función de su operación bicentenaria a sus secretarías de gobierno, la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), y al mecanismo de las Cumbres Iberoamericanas, la SEGIB, la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, Ciencia y Cultura (OEI) —los instrumentos de política exterior que precisamente habían creado al calor del V Centenario—, así como otros mecanismos de las relaciones multilaterales y la cooperación internacional estatal, privada y no gubernamental.
El asalto del Bicentenario latinoamericano
La ofensiva de la diplomacia española no logró insertar la plataforma “común” de “los bicentenarios” en la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno (Santiago de Chile, 10 de noviembre de 2007), pues la declaración afirmó en singular: “Impulsar, a partir del año 2009, la conmemoración de los bicentenarios de la Independencia de varias naciones iberoamericanas”. No obstante los gobiernos latinoamericanos concedieron la aberración histórica de “la conmemoración en el año 2008, del bicentenario de la llegada de la Corte portuguesa a Brasil”, torpemente argumentada como hecho que contribuía “a la proyección de la Comunidad Iberoamericana”[7] .
La voluntad de hacer una conmemoración solo latinoamericana quedó ratificada en el Programa de Acción de la misma XVII Cumbre: “Instruir a la SEGIB para que desarrolle, en coordinación con los países, la conmemoración del bicentenario y estudie la propuesta de crear una Comisión Regional del Bicentenario, de participación abierta y voluntaria, que enfatice los procesos de construcción de nuestros países y su proyección futura con vistas a identificar e instrumentar programas de cooperación conjunta o entre grupos de países[8].
En cumplimiento de la Declaración y Programa de la XVII Cumbre, siete países latinoamericanos que conmemoraban sus Bicentenarios entre 2009 y 2011 (ocho con la posterior incorporación de Colombia), fundaron el Grupo Bicentenario en diciembre de 2007 en Santiago, Chile[9]. La proyección colectiva de este Grupo, dejaba bastante que desear por su limitada visión histórico-política, pero en tanto espacio de concertación multilateral latinoamericana, creado con el objetivo de promover y organizar la conmemoración conjunta, se constituyó en un objetivo de la política española.
Como elemento de presión España, a través de la SEGIB, insistió en discutir la creación de la Comisión Regional tal como estaba en la letra de la XVII Cumbre. En la II Reunión del Grupo Bicentenario del pasado año (Sucre, 25 de mayo de 2008), los gobiernos latinoamericanos insistieron en que existiendo ya un “Grupo Bicentenario”, no quedaba claro el sentido de crear una Comisión Regional. A lo cual el delegado de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), Álvaro Durántez, argumentó ya de manera muy nítida el interés del Reino de romper el concepto de área continental, y sustituirlo por la plataforma de los bicentenarios iberoamericanos: “Se busca —afirmó el representante de los intereses de España— crear una Comisión que agrupe, en amplio sentido, a todos los países iberoamericanos, no solo a los que, en estos tiempos, han iniciado las conmemoraciones de sus bicentenarios de independencia”[10].
A pesar de las presiones españolas, el Grupo Bicentenario el pasado año y hasta la última y reciente V Reunión del 2009 (Guanajuato, 29 de septiembre), se empeñó en la letra de una celebración de contenido latinoamericano, organizada por los latinoamericanos. En estas reuniones la Comisión Española para la Conmemoración del Bicentenario solo figura como invitada, como también lo son la OEI y la SEGIB. No obstante, con España objetivamente “dentro” del Grupo Bicentenario, la inclusión de la propuesta de los bicentenarios ibéricos, ha ido avanzando sostenidamente, con la segura retaguardia de un “aseguramiento” económico sustantivo.
Se hace evidente que el financista principal de los proyectos multilaterales del Grupo Bicentenario es la SEGIB, a lo que España suma un sustantivo menú de propuestas bilaterales para sus más seguros socios. Corren generosos los euros de la monarquía y volvemos a tener frente a nosotros el esquema de medidas e influencias que ya conocimos cuando el V Centenario. No ha faltado, a fin de participar en un programa de “figuras ilustres”, la invitación a los ejecutivos de las Comisiones nacionales de la región, para que visiten la España de hoteles de cinco estrellas.
Si de hablar en serio se trata
Todas las potencias europeas de la época acreditan similar recuento de barbarie y rapiña, pero si España desea integrarse a la conmemoración bicentenaria, no bastaba hacerlo como acto de humildad. Si se trata de hablar en serio sobre el colonialismo español en América, la buena voluntad del presidente Zapatero, resulta insuficiente tanto histórica, como éticamente.
España nos debe desde las conmemoraciones del V Centenario el reconocimiento tácito y honesto de su deuda humana, moral y económica para con los pueblos originarios que fueron robados y masacrados por los conquistadores; y de su reconocimiento del ejercicio infame de la trata de esclavos, y en tanto su deuda humana, moral y económica con la América indígena y el África negra. No puede sentarse España a la mesa del convite bicentenario sin expresar una postura de seria de evaluación histórica sobre más de tres siglos de explotación colonial de nuestros recursos, caracterizada además, por el predominio de un férreo, tiránico y criminal poder político.
La España del gobierno socialdemócrata de Zapatero, olvida a los patriotas independentistas asesinados en la horca y el garrote vil, los fusilados, los desterrados y condenados a trabajos forzados e inhumanas condiciones carcelarias, los 800 mil muertos que nos costaron las campañas emancipadoras, entre 1811 y 1825[11], cifra que sobrepasa el millón de víctimas, solo con los costos humanos de los campos de concentración creados por la política de terror y reconcentración de Valeriano Weyler[12], cuando ya a finales del siglo XIX, la España colonialista se empeñó en mantener bajo su dominio a la Cuba insurgente.
La plataforma española en definitiva conduce a que América Latina renuncie a su propia resignificación universal, en aras de una nostálgica conmemoración transcontinental de las desgracias de España y Portugal colonialistas y de sus familias reales. Tal planteamiento nos despoja hasta de lo que nos enorgullece y une con el pueblo español: ¿Cómo significar en una Cumbre Iberoamericana la bochornosa huida de los monarcas portugueses en 1807, la renuncia a resistir a los invasores franceses y su llegada a Brasil en 1808 (22 de enero), y silenciar la epopeya del pueblo español, solo unos meses después (2 de mayo), frente a los mismos agresores? No hay duda. Para la España borbónica de hoy, la “salvación” de los Braganza, es mucho más representativa que los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío. Por suerte más allá de manipulaciones, el heroísmo de los patriotas independentistas españoles, quedó inmortalizado para todos los tiempos en los lienzos maravillosos de Francisco de Goya.
Realmente la plataforma “iberoamericana” trata de lograr que la celebración del Bicentenario se desplace del escenario americano hacia el imaginario de la España colonialista en la defensa de los intereses muy concretos de la actual geopolítica de la monarquía. No se puede soslayar que las actuales relaciones hispanoamericanas pasan por la preservación de importantes intereses financieros, y una notable presencia en inversiones directas, por parte de los principales consorcios con casa matriz en el país peninsular. Y esta es una razón de última instancia de la que no se habla, pero que acusa su inobjetable presencia.
De hecho, Felipe González, como Embajador plenipotenciario e itinerante, no podía ser más oportuno para los grandes intereses de la política y economía del Reino. González se ha dedicado a facilitar las inversiones de las transnacionales españolas en América Latina, a impartir sus “buenos” consejos en giras bien pagadas por los neoliberales del Club de Emprendedores o el Foro Iberoamérica, y a asesorar, entre otros, al magnate mexicano de las telecomunicaciones Carlos Slim. A su vez como ya lo hizo antes contra Cuba, se esfuerza en recomendar para Venezuela y Bolivia, la renuncia a sus posiciones revolucionarias, y realiza constantes apelaciones públicas contra las posiciones independientes y soberanas de los gobiernos del área, satanizadas todas por el ex Presidente bajo el calificativo de “populistas”[13].
La perspectiva del otro bicentenario
A pesar de los esfuerzos mediáticos y los recursos que ya comienzan a fluir en la dirección que interesa a quienes pretenden despojarnos de la historia y la memoria, en casi todos los países surgen proyectos e iniciativas que se proponen enjuiciar, de una manera crítica, popular y revolucionaria, la idea de celebración del Bicentenario, que de un modo falaz y encubridor pretende imponer los las elites burguesas y oligárquicas, siempre serviles frente a los poderes de las metrópolis transnacionales
Los activistas del Bicentenario de los pueblos, defienden el criterio de que la construcción de la historia es una tarea que reclama el rescate reflexivo y la valoración de la multiplicidad de experiencias que siguen inspirando la tenaz resistencia cultural y social de los sectores populares. Sobre la base de evaluar que nuestro continente, está marcado por la irrupción del capitalismo genocida y saqueador de la tierra a partir de 1492, las iniciativas en curso ponen la mirada en los profundos movimientos revolucionarios, libertarios y populares de los pueblos originarios, africanos esclavizados y americanos oprimidos. Pretende recuperar ese patrimonio de saberes y rebeldías, de historias y culturas silenciadas y menospreciadas en el marco de un proyecto que intenta completar sus tareas inconclusas.
El Bicentenario de los pueblos se propone, a través del análisis crítico de las concepciones racistas, elitistas y autoritarias que siguen dominando la vida social, los medios masivos de comunicación y la educación formal; contribuir a recuperar, valorizar y hacer visibles las experiencias populares; las formas de organización y de lucha, los valores éticos, pedagógicos y creativos que configuran el proceso de construcción de nuestro pueblo trabajador, indígena y campesino, como sujeto histórico y protagonista del cambio social en nuestros territorios. Se trata de juntos pensar ideas y acciones no solo frente a los festejos y manipulaciones oficiales, sino en la construcción de protagonistas colectivos de las transformaciones pendientes[14].
A diferencia de la coyuntura del V Centenario, la América Latina de hoy se caracteriza por la llegada al gobierno en varias naciones, de movimientos y fuerzas comprometidas con los intereses nacionales populares. Desde Bolivia y Ecuador, privilegiados por celebrar en el 2009 los primeros estallidos independentistas sudamericanos, se dio un alto a la tendencia “conmemorativa” de discursos y banquetes burgueses.
El representante de Ecuador[15]realizó en la IV Reunión oficial del Grupo Bicentenario de este año (Buenos Aires, 28 y 29 de abril de 2009), las imprescindibles precisiones históricas acerca del rol jugado por Haití durante los procesos de independencia de América[16].
Venezuela ha puesto en marcha un programa basado en tres postulados: la continuidad del proceso de independencia, la participación del pueblo y el protagonismo del Libertador Simón Bolívar. Para los revolucionarios venezolanos, el protagonismo del pueblo debe expresarse en todas y cada una de las actividades del Bicentenario, incluidas aquellas consideradas tradicionalmente como reservadas a la academia y a los sabios. Las investigaciones deben superar los paradigmas hegemónicos y dar paso al protagonismo de los saberes, las prácticas y la memoria popular.
La Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) creó el 25 de junio pasado, durante la celebración de su IV Cumbre Extraordinaria, una comisión para la celebración del bicentenario de la independencia de los países miembros. La comisión será monitoreada e impulsada por el Consejo Político de ministros del ALBA. Ello garantiza que los países del ALBA puedan construir su propia plataforma y programa de trabajo para actuar y opinar como bloque conjunto dentro de los eventos del Grupo Bicentenario.
La España NUESTRA
Hace 200 años, los patriotas independentistas latinoamericanos y caribeños acompañaron a sus hermanos y hermanas ibéricos en el enfrentamiento a los ejércitos invasores del Napoleón, en la construcción del constitucionalismo y la resistencia tras la vuelta del reaccionario monarca Fernando VII.
En el campo insurrecto americano, junto con Bolívar, San Martin, O´Higgins, Hidalgo y Morazán, pelearon no pocos republicanos e internacionalistas españoles. Entre estos, se destacó el joven Xavier Mina quien en abril de 1817, al mando de la División Auxiliar de la República Mexicana, desembarca en tierra mexicana para combatir a las órdenes de Morelos: “Americanos: he aquí los principios que me han decidido unirme a vosotros —exponía Mina—… Permitidme participar de vuestras gloriosas tareas, aceptad la cooperación de mis pequeños esfuerzos a favor de vuestra noble empresa… Contadme entre vuestros compatriotas… Entonces, decid, a lo menos, a vuestros hijos en recompensa: esta tierra feliz fue dos veces inundada en sangre: por españoles serviles, esclavos abyectos de un rey; pero hubo también españoles amigos de la libertad, que sacrificaron su reposo y su vida por nuestro bien…”[17]. Mina tenía al morir por la causa de la independencia americana 28 años.
La conmemoración de la guerra de liberación española (1808), y del proceso que desemboca en la Constitución de Cádiz (1812), la evaluación de la apertura ideológica y política que representaron aquellos acontecimientos, así como el reconocimiento de su aporte histórico, resultan genuinas tareas de rescate y fundamentación histórica para una España que aún no ha resuelto el fin de la monarquía. A ese Bicentenario del pueblo español nos unimos con genuino orgullo y compromiso.
Hoy en tiempos de Bicentenario, desde el Reino nos proponen a una parte de los nietos “nacionalizarnos”, iniciativa bonita, para pensarla como reencuentro de raíces y cariños si estuviéramos en igualdad, pero que resulta excluyente y manipuladora, en las circunstancias de la actual problemática migratoria, económica y política peninsular. Miles de africanos, asiáticos y latinoamericanos son empujados a emigrar a Europa por las terribles condiciones en que viven en sus países, allí son criminalizados, cazados y maltratados por los servicios policiales para incorporarse, los que logran escapar de la represión migratoria, a la vida de trabajadores ilegales o ciudadanos de segunda. En tal escenario la apertura “nacionalizadora” española para una ínfima parte de los caribeños y latinoamericanos resulta una exhortación a la individualista fórmula de “sálvese el que pueda”.
Pero no todos nos deslumbramos con las ventajas de lentejas —hoy trastocadas en “seguros” de desempleo, y pasaporte europeo—. Estamos también los que volvemos la vista a esa historia compartida, y con papeles de ciudadanía o sin ellos, nos convocamos atentos a incorporarnos a la nueva lucha que ya vibra desde la hondura de la España popular y revolucionaria: ahí nos tienen para la batalla por la conquista definitiva de la nueva república española. Quizá para dar nuestro voto a la España republicana, aceptemos ser por breve tiempo súbditos insubordinados de la monarquía borbónica.
Conferencia para el Primer Taller de la Cátedra Bicentenario de la Primera Independencia de América Latina y el Caribe. Unión Nacional de Historiadores de Cuba.
Notas:
[1] Julio Antonio Mella: Mella: “La fiesta de la raza”, en Documentos y Artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p 459.
[2] César Morales Oyarvide: Liberalismo, guerrilla y patriotismo: Xavier Mina y la Independencia de México, Especial CEINPOL México 2010,http://www.centrodeinteligenciapolitica.com/2009/09/liberalismo-guerrilla-y-patriotismo.html.
[3] Felipe de J. Pérez Cruz: Los primeros rebeldes de América, Editorial Gente Nueva, La Habana, 1988, p 100.
[4] Primera Declaración de la Selva Lacandona : Documentos Básicos del FZLN
http://www.social-movements.org/es/filestore/download/251
[5] REAL DECRETO 595/2007, de 4 de mayo, por el que se crea la Comisión Nacional para la Conmemoración de los Bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas Iberoamericanas", Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (BOE n. 113 de 11/5/2007). Accesible en http://www.boe.es/boe/dias/2007/05/11/pdfs/A20314-20316.pdf
[6] Luis Javier Caicedo: Disputas por la historia en los bicentenarios de Colombia y Latinoamérica, Medellín, 2009, http://www.bicentenario.com.mx/modules.php?name=Paginas&file=articulo&art_id=940
[7]R. Zapatero: España desea compartir con “humildad” el bicentenario independencia, http://terranoticias.terra.es/nacional /articulo/rzapatero_espana_desea_compartir_humildad_1716953.htm.
[8] Declaración de Santiago. XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno. Chile, 8, 9 y 10 de noviembre de 2007, www.oei.es/ xviicumbre dec.htm.
[9] Programas de acción. Conforme con los objetivos fijados en la Declaración de la XVII Cumbre Iberoamericana, celebrada en Santiago, Chile, www.oei.es/ xviicumbre pro.htm.
[10]Acta de la IV Reunión del Grupo Bicentenario, Santiago de Chile, 4 y 5 de diciembre de 2007.
[11] España y SEGIB proponen Comisión Iberoamericana para los bicentenarios de América Latina y de la Península, http://www.albicentenario.com/index_archivos/Page5287.htm.
[12] Arístides Medina: Bicentenario y el Socialismo Bolivariano consolidan la verdadera Independencia de Venezuela, 1ro. de junio de 2009, http://www.minci.gob.ve/entrevistas/3/189428/bicentenario_y_el.html.
[13]Sobre los efectos de la reconcentración, Francisco Pérez Guzmán: Herida profunda, La Habana, Ediciones Unión, 1998.
[14] Felipe González advierte contra el populismo de los gobiernos iberoamericanos, Infolatam/Efe , Cartagena (Colombia), 12 julio 2007, http://www.infolatam.com/entrada/felipe_gonzalez_advierte_contra_el_popul4495.html.
[15] Juan Paz y Miño, secretario del Comité Ejecutivo Presidencial del Bicentenario.
[16] Felipe de J. Pérez Cruz: Los primeros rebeldes de América, Editorial Gente Nueva, La Habana, 1988, p 100.
[17]Acta de la IV Reunión del Grupo Bicentenario: Reunión oficial del Grupo Bicentenario, Buenos Aires, 28 y 29 de abril de 2009.
[18]César Morales Oyarvide: Liberalismo, guerrilla y patriotismo: Xavier Mina y la Independencia de México, Especial CEINPOL México 2010, http://www.centrodeinteligenciapolitica.com/2009/09/liberalismo-guerrilla-y-patriotismo.html.
http://www.lajiribilla.co.cu/2010/n455_01/455_06.html
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