El número de personas asesinadas en ese campo de exterminio nazi, conocido como la fábrica de cadáveres, podría llegar a un millón 400 mil
Sábado 30 de enero de 2010, p. 32
Según el diccionario latino-español de Agustín Blánquez Fraile, Sacer significa sagrado, consagrado, sacro
, aunque también maldito, execrable, abominable, detestable
. Giorgio Agamben, el filósofo italiano, encontró el concepto y lo puso en circulación –hace una decena de años– en su libro Homo Sacer: el poder soberano y la nuda vida. El protagonista central de este libro es la vida nuda y vínculada
, escribe Agamben, es decir, “la vida del homo sacer que se puede quitar y sacrificar”. Se trata de una sospechosa figura del derecho romano arcaico, Sacer que incluye la vida humana en el orden jurídico sólo en forma de exclusión, es decir, en la posibilidad de darle muerte sin sanción.
Ningún ejemplo más radical del concepto del homo sacer que el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau –cuyos prisioneros vivieron su liberación hace 65 años. Un millón de muertos en el campo son demasiada gente, un universo concentracionario irrepetible, la fábrica de cadáveres del horror y la muerte. Por esa misma razón, Agamben escribió muchos años después Lo que queda de Auschwitz: el archivo y el testigo (2000).
Desde la perspectiva del historiador, conocemos, hasta en los detalles mínimos, lo que sucedía en Auschwitz durante la fase final de su exterminio
, los deportados eran conducidos a las cámaras de gas por una escuadra integrada por sus propios compañeros judíos, los llamados Sonderkommando, que se ocupaba de sacar de allí los cadáveres, de lavarlos, de recuperar los dientes de oro y el cabello de los cuerpos antes de ponerlos en los hornos crematorios.
Quizá no hay nadie que haya expuesto con mayor inmediatez esa divergencia y ese desasosiego, como Salmen Lewental
, un integrante de los Sonderkommando, que escribió sus testimonios en unas hojillas enterradas muy cerca del crematorio III, que salieron a la luz 17 años después de la liberación de Auschwitz: “Ningún ser humano puede imaginarse los acontecimientos tan exactamente como se produjeron, y de hecho es inimaginable que nuestras experiencias puedan ser restituidas tan exactamente como se produjeron (…) nosotros, un pequeño grupo de gente oscura que no dará demasiado que hacer a los historiadores”. Salmen Lewental se equivocó radicalmente.
El campo de Treblinka empezó a trabajar cuando, el 24 de julio de 1942, se inició la deportación de judíos: “De acuerdo al informe de las SS Brigadenführer Jürgen Stroop”, un total de 310 mil judíos fueron llevados en trenes de carga desde el gueto de Varsovia a Treblinka durante el periodo comprendido entre el 22 de julio y el 3 de octubre de 1942.
La vía del tren se extendía desde la estación ferroviaria de Treblinka hasta dentro del campo. Había dos barracas cerca de las vías del tren que eran utilizadas para almacenar las pertenencias de los prisioneros. Una estaba disfrazada para parecer una estación de tren. Había otros dos edificios a 100 metros de las vías. Contenían las ropas y pertenencias de los prisioneros. Una era utilizada como un cuarto para que las mujeres se desvistieran, en donde de la misma manera recibían un corte de cabello.
Había un oficial de caja, quien recolectaba el dinero y las joyas para guardarlas en un lugar seguro
, una enfermería, donde incluso, viejos o ya fallecidos eran llevados, y una pequeña barraca con el símbolo de la Cruz Roja. Ahí, los prisioneros eran llevados a la orilla de una hoguera para ser quemados. Tenían que hacer este viaje desnudos antes de que les dispararan en la nuca.
Desde su entrevista con el SS Unterschaführer Franz Suchomel, Claude Lanzmann nos cuenta en su espléndido documental, Shoah, sobre los primeros días de Treblinka en agosto de 1942:
“Cuando llegué, Treblinka estaba trabajando a toda su capacidad. El gueto de Varsovia estaba siendo evacuado por ese entonces. Tres o cuatro trenes llegaron en dos días, cada uno con tres, cuatro, cinco mil personas a bordo, todas de Varsovia (...) Así que llegaron tres o cuatro trenes, y desde que la ofensiva contra Stalingrado estaba en su culminación, los convoyes de judíos los abandonaban a un lado de la estación de tren. Lo que es más, los vagones eran franceses, hechos de acero. Así que mientras cinco mil judíos llegaban a Treblinka, tres mil morían en los vagones. Habían intentado suicidarse cortándose las venas. Los ju-díos que bajaban del tren, la mitad estaban muertos y la otra mitad dementes. En los otros trenes que venían de Kielce y otras partes, al menos la mitad estaba muerta. Los amontonábamos en el andén. Miles de personas amontonadas una encima de la otra en la rampa. Amontonadas como madera. Además de esto, otros judíos, que aún estaban vivos, esperaban ahí durante dos días: las pequeñas cámaras de gas no podían darse abasto. Las cámaras funcionaron día y noche durante aquel periodo. Cuando comenzaron los bombardeos aliados, el grito de los guardias: Krematorium ausmachen! (¡Apagad los hornos crematorios!)”
El trabajo lo hacían cuadrillas especiales, los Sonderkommandos, prisioneros judíos dispuestos a todo por sobrevivir. La cuadrilla azul era responsable de descargar el tren, cargar el equipaje y limpiar los vagones. La cuadrilla azul tenía la tarea además de desvestir a los pasajeros y llevar sus ropas al área de almacenamiento.
Los goldjuden –judíos de oro– se encargaban de administrar el dinero, oro, acciones y joyería. Efectuaban una búsqueda minuciosa en los prisioneros antes de enviarlos a las cámaras de gas. La dentista abría las bocas de los muertos y sacaba el oro de los dientes. Uno de los oficiales de la SS más crueles y responsables de crímenes contra la humanidad en el campo de Treblinka fue el SS Untersturmführer Kurt Franz.
El campo de Treblinka se cerró ante el temor de los nazis de que el centro de exterminio fuese descubierto por los ejércitos soviéticos. En 1965, después de un informe del doctor Helmut Kraunsnick, director del Instituto para la Historia Contemporánea en Munich, la Corte de Casación en Düsseldorf concluyó que el número de personas asesinadas en Treblinka ascendía al menos a 700 mil. En 1969, la misma corte, después de tener nuevas evidencias reveladas en un informe por el demógrafo experto doctor Sheffler, elevó el número a 900 mil. De acuerdo con los guardias alemanes y ucranianos que estaban estacionados en Treblinka, se cree que el número de víctimas fatales fue entre un millón y un millón 400 mil. Entre los que perecieron estuvo Lidia Zamenhof, hija del iniciador del esperanto, L. L. Zamenhof.
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