Tuesday, January 26, 2010


México SA

Ya pasó lo peor, dice el Ángel de la dependencia

No habrá final feliz

Carlos Fernández-Vega

Habilitado como uno de los locutores del Club de los Optimistas, José Angel Gurría anuncia, urbi et orbi, que en México ya pasó lo peor y que en 2010 la economía nacional se recuperará, aunque de forma modesta, pues no es un crecimiento que yo llamaría de crucero, o lo que es lo mismo poco, pero sustancioso. Dada la ínfima credibilidad que tienen los merolicos oficiales, el ex secretario de Hacienda en tiempos zedillistas y hoy secretario general de la OCDE decidió empujar la endeble versión de que en México ya todo está bien, que se ha superado la crisis externa y que, en fin, el paraíso se mantiene incólume.

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José Ángel Gurria, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, en imagen de archivo
Foto Jesús Villaseca

Gracias por el ánimo y los buenos deseos, mister Gurría, pero sería espléndido y pedagógico que, más allá de los alegres videntes de micrófono, él y los demás integrantes del Club de los Optimistas definieran qué entienden por crisis, que explicaran su concepto de crisis, porque todo indica que no existe sintonía entre lo que supone el grupo en el poder y lo que padece el grueso de los mexicanos. De hecho, en la perspectiva no existen elementos para sostener que ya pasó lo peor, a menos que para la agrupación superar la crisis sea sinónimo de retornar a la normalidad, es decir, regresar al raquítico 2-3 por ciento de crecimiento anual (en el mejor de los casos), a la escuálida generación de empleo formal, al paraíso fiscal, al usufructo político-electoral de la pobreza y tantas otras gracias normales en el país.

Por ejemplo, el alegre tamaulipeco ¿podría asegurar que en México no hay crisis y que ya pasó lo peor, a pesar de que más de la mitad de su población sobrevive en la pobreza y la miseria, sin visos de superarlas? Todo indica que no, porque más allá de la cultura gubernamental de los espots y los discursos, que son muchos y sumarán más, hasta ahora se desconoce una estrategia medianamente armada para que esos mexicanos (y los que cotidianamente se suman) superen tal condición en un plazo perentorio, dejen de ser carne electoral de los partidos y se sumen a un esfuerzo productivo nacional que los libere del asistencialismo.

En igual tenor, ¿firmaría su aseveración de que ya pasó lo peor cuando la generación de empleo formal es raquítica, como raquíticos son los salarios, la informalidad crece a pasos agigantados, al igual que la emigración, y el desempleo abierto afecta a casi 3 millones de mexicanos, según cifras oficiales? Parece que no, porque más allá del fatuo eslogan del presidente del empleo nada apuntala la versión de que ahora sí va en serio y habrá de donde escoger. Y es sencillo: antes de la crisis ya había crisis, y en este contexto México lleva décadas sin crecimiento ni generación de empleo suficientes, amén del raquitismo salarial que ha provocado que 75 por ciento de los ocupados obtengan un ingreso de menos uno a cinco salarios mínimo, o lo que es lo mismo, diez veces menos (en el rango superior) que el salario mínimo estadunidense.

Gurría y socios en el citado club son felices cuando anuncian que la economía mexicana retoma la senda del crecimiento. Entonces, tendrían que definir qué es crecimiento (nunca utilizan desarrollo), porque para el caso mexicano el promedio anual de las últimas tres administraciones es de 2 por ciento, una proporción que no alcanza ni para las propinas. Y el rango ha ido de mal en peor según se suceden los inquilinos en Los Pinos, por mucho que cada uno prometa más que el predecesor (en los hechos ha sido menos, e inexistente si nos concentramos en el calderonato). Para 2010 el secretario general de la OCDE pronostica que México va a tener un crecimiento positivo, pero modesto. Pues resulta que en este renglón también había crisis antes de la crisis y nada garantiza un final feliz para los mexicanos en el gobierno de la continuidad, muchos menos el 5 por ciento anual prometido en campaña por ya saben quién.

Para dar una idea, en el salinato la tasa anual promedio de crecimiento económico fue de 3.9 por ciento; con Zedillo se redujo a 3.5 por ciento; con el de la lengua larga y las ideas cortas, el mismísimo Chente Fox, cayó a 2.3 por ciento, y en la primera mitad del actual inquilino de Los Pinos se desplomó a menos uno por ciento. Entonces, si Gurría pronostica un crecimiento modesto para la economía mexicana y para contextualizar el augurio se consideran los resultados que se citan (todos ellos oficiales), bien haría el secretario general de la OCDE en definir qué entiende por modesto.

El emblemático Ángel de la dependencia ¿podrá afirmar sin sonrojarse que ya pasó lo peor, cuando según la propia OCDE (y se supone que debe conocer esta información) México ocupa el último lugar en bienestar infantil entre los países integrantes de ese organismo, 22 por ciento de los niños mexicanos crece en condiciones de pobreza y el gasto público para la infancia es inferior al promedio de los otros países miembros? Todo apunta a la negativa, pero Gurría y socios aseguran que todo marcha viento en popa en un país donde la mayoría de los niños y de los jóvenes tienen las puertas cerradas.

El pensionista de lujo también dijo estar en espera de las cifras definitivas del último trimestre del año. Vamos a confirmar que ya estamos en periodo de crecimiento, en referencia al comportamiento económico mexicano durante 2009. Bien, ¿qué cifras espera? ¿Aquellas que confirman que la economía nacional se desplomó 8 o 7 por ciento? ¿Tal vez otras que aseguren que el desplome no fue de 7 sino de 6.8 por ciento? Con qué poco se conforma el secretario general de la OCDE, el mismo que difundió la buena nueva: México crecerá en 2010, pero el porcentaje va a depender mucho de cómo les vaya a los clientes más importantes y en particular a Estados Unidos. Antes de la crisis el país ya estaba en crisis de dependencia con el vecino del norte, de tal suerte que ya pasó lo peor tampoco es cuestión de lo que internamente suceda, si es que sucede.

Pero bueno, al mal tiempo buena cara y ¡felicidades!, mexicanos incrédulos: ya pasó lo peor.

Las rebanadas del pastel

El pragmatismo es la norma en la familia presidencial, sus parientes y los panistas que la acompañan, pues rápidamente modificaron el tan elaborado lema de campaña electoral. Así es: ya sentados en Los Pinos, en lugar de las manos limpias ahora pregonan las manos llenas, como los Gómez del Campo Gurza lo certifican y lo documenta el reportaje de ayer de Karina Avilés en La Jornada.

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