Alberto Brunat
En vísperas de los Juegos Olímpicos, China utiliza el poder de su economía para acallar las críticas de la comunidad internacional sobre temas como derechos humanos o el Tíbet. Un ejemplo: con anuencia de sus autoridades, millones de chinos piden boicotear empresas extranjeras a las que relacionan con esas críticas. Estas compañías se deslindan y hasta piden disculpas, pues temen quedar fuera del mercado más atractivo del mundo.
BEIJING.- En China la expresión “perder la cara” significa que una persona ve dañado su orgullo, que su amor propio ha sido agredido por las palabras o acciones de otro. Tal fue el sentimiento que experimentaron millones de chinos cuando en abril pasado vieron las imágenes de la antorcha olímpica atacada por activistas protibetanos y defensores de los derechos humanos en París, Londres y San Francisco. Para ellos, Occidente echaba por tierra parte del evento que China quiere convertir en una fiesta mundial.
Las reacciones fueron inmediatas. En cuestión de horas millones de internautas chinos expresaron su furia en blogs y páginas de internet, mientras el gobierno pedía a la comunidad internacional que no mezclara los Juegos Olímpicos con la política.
El país más afectado por estos ataques fue Francia, en cuya capital se registraron los mayores incidentes durante el recorrido de la antorcha olímpica. “Juana de Arco prostituta” y “Napoleón pervertido” fueron algunas de las frases que se leían en pancartas que miles de chinos sacaron a la calle durante varias manifestaciones públicas realizadas a finales de abril.
Al mismo tiempo, decenas de miles de mensajes por teléfono celular y por correo electrónico empezaron a circular por todo el territorio chino llamando a boicotear los intereses económicos de las empresas de Francia, que hasta la fecha es uno de los mayores aliados del dragón asiático.
La empresa Carrefour, gigante mundial en la distribución de productos de consumo básico, fue el centro de los ataques. “Vaciando de gente a Carrefour al menos un día podremos enviar este mensaje al mundo occidental: ¡El pueblo chino no debe ser humillado ni insultado!”, indicaba un mensaje de teléfono celular enviado el 1 de mayo, fecha en que los internautas convocaron a un boicot general contra los 112 establecimientos de Carrefour en todo el país.
China –el segundo país exportador del planeta, tercer importador y segundo consumidor del mundo, con un mercado potencial de mil 300 millones de personas– exhibió su músculo como potencia económica.
“La confianza de China en sí misma crece aún más rápido que su Producto Interno Bruto (PIB)”, comentó el pasado 21 de abril a medios de prensa occidentales Eberhard Sandschneider, del Consejo Alemán de Relaciones Internacionales.
“Hemos entrado en una nueva fase de las relaciones entre Occidente y China. Los chinos están empezando a utilizar su poder económico como método de presión”, aseguró.
Cerca de 900 empresas francesas están instaladas en China. Sus transacciones comerciales ascienden a 20 mil millones de dólares –equivalentes a 5% del comercio de China con el mundo– y dan empleo a unas 250 mil personas, según datos oficiales de 2006.
Los ejecutivos de Carrefour, empresa que tiene 2 millones de clientes chinos y obtuvo en 2007 ingresos brutos por casi 4 mil 200 millones de dólares– se esforzaron en condenar repetidamente lo sucedido en París, por temor a poner en peligro sus negocios en China.
Tíbet, el tabú
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, que había amenazado con no asistir a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos si Beijing no avanzaba en materia de derechos humanos y se negaba al diálogo con el Dalai Lama, decidió entonces tomar medidas.
En abril pasado envió a una delegación de alto rango, encabezada por el exprimer ministro Jean Pierre Raffarin, con el objetivo de devolver las aguas a su cauce y recordar al Partido Comunista de China que París es su mayor aliado en Europa.
Finalmente, el miércoles 9 el Palacio del Elíseo anunció en un comunicado que Sarkozy estará presente en la ceremonia de inauguración.
Pero las autoridades de Beijing –conscientes de que nadie quiere perder el tren del mercado chino– mantuvieron la presión sobre el gobierno francés. El miércoles 9, el embajador de China en Francia, Kong Quan, advirtió abiertamente que si Sarkozy recibe al Dalai Lama durante la visita que éste realizará a Francia del 12 al 23 de agosto, habrá consecuencias económicas importantes.
En declaraciones a medios de prensa franceses, fuentes diplomáticas chinas en París amenazaron con la posible cancelación de los contratos para adquirir en Francia aviones Airbus por un monto de 19 mil millones de dólares.
Los medios de comunicación chinos, sometidos a una estricta censura, describieron las peticiones de boicot a empresas extranjeras como una reacción espontánea de la población ante las protestas que sufrió la antorcha olímpica durante su paso por Londres, París y San Francisco. El hecho llamó la atención, pues el régimen de Beijing prohíbe las manifestaciones independientes. Algunos especialistas apuntan que el gobierno chino ha decidido sacar a sus jóvenes nacionalistas a la calle para contrarrestar lo que considera una ofensiva para desacreditar los Juegos Olímpicos.
“Las reacciones a las críticas internacionales por la cuestión del Tíbet demuestran que la facción más dura (del Partido Comunista) domina las cuestiones de la propaganda y el control ideológico”, dice a Proceso Jean François Huchet, director del Centro de Estudios Franceses sobre China Contemporánea, con sede en Hong Kong.
“El régimen es profundamente nacionalista y controla mucho este sentimiento desde internet”, explica por su parte Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China (Casa Asia-IGADI).
Dai Qing, una conocida disidente ecologista, coincidió con esta opinión. En declaraciones publicadas el 16 de junio por el diario español El Mundo, Dai consideró que el gobierno ha logrado manipular el sentimiento nacionalista de las nuevas generaciones para ponerlo al servicio de sus intereses. La clave, aseguró Dai, está en una formación escolar programada y manipulada desde la infancia. “Los jóvenes saben mucho de computadoras y de internet, pero la historia que se les enseña es la misma de siempre”, aseguró la activista.
Las autoridades también han fomentado, sin reconocerlo públicamente, este tipo de boicot. El gobierno local de Beijing ordenó en mayo pasado a las agencias de viajes que dejaran de proponer visitas colectivas a Francia, primer destino turístico mundial. Consultado por Proceso, el Comité Francia-China señaló que en mayo los viajes descendieron en forma dramática, lo que preocupa muchísimo al gobierno de Francia porque cada año 700 mil chinos visitan ese país y gastan ahí sus ahorros en productos de lujo.
Repudio a Sharon Stone
La actriz estadunidense Sharon Stone también provocó una campaña de repudio.
El pasado 22 de mayo, durante el Festival de Cannes, la actriz declaró al periodista Bear Kuang, de Cable TV de Hong Kong: “No estoy contenta por cómo los chinos están tratando a los tibetanos (…) Me preocupaba cómo debíamos manejar el tema de las olimpiadas, porque no están siendo agradables con el Dalai Lama, que es un muy buen amigo mío. Pero luego pasó este terremoto (en la provincia de Sichuán)... y todas estas cosas. Y pensé, ¿será el karma que, cuando no eres agradable, las cosas malas te pasan a ti?”.
Para los chinos las declaraciones de Stone daban a entender que la peor tragedia del país en los últimos 30 años, en la que murieron más de 80 mil personas, era una especie de castigo del cielo que merecían.
La marca francesa Christian Dior, cuya publicidad utiliza la imagen de Stone, reaccionó inmediatamente: retiró todos los carteles y anuncios de publicidad en China y explicó que no compartía la opinión de la actriz de Pennsylvania. “Lamentamos mucho lo que dijo Sharon Stone y no estamos de acuerdo en absoluto con sus palabras, que fueron dichas en forma impulsiva. No apoyamos las declaraciones que dañan los sentimientos de los chinos”, señaló la firma en un comunicado fechado el 28 de mayo.
De nada sirvió. Las protestas continuaron y la compañía se vio obligada a abrir tres líneas telefónicas para atender las quejas de decenas de miles de chinos.
“¡No aceptaremos tus disculpas! ¡No te queremos en China!”, “Lo único que sabes hacer es abrir las piernas” o “¡Sharon Stone, eres una descerebrada! ¡Vete a la mierda!”, eran algunos comentarios que se podían leer en internet.
Incluso se creó una página web –http:ent.qq.com/zt/btSharon– para pedir un boicot contra todo lo relacionado con la actriz. Hasta la semana pasada tal solicitud había obtenido más de 1 millón 700 mil firmas de apoyo. Stone se convirtió así en persona non grata en China y su imagen fue expulsada de cines, escaparates y marquesinas del país anfitrión de los próximos Juegos Olímpicos.
El Festival Internacional de Cine de Shanghai, el más importante del país, fue más allá y borró de por vida a la actriz de su lista de invitados. “Stone y sus películas no aparecerán en el Festival de Shanghai, y nunca jamás lo harán”, aseguró Tang Lijun, subsecretario general del evento, según publicó el pasado 4 de julio la agencia Xinhua.
Fue una amenaza que dejó bien claro que en China la crítica y los negocios no son buenos aliados.
Otra artista que ha sido vetada de China es la cantante islandesa Björk. Las autoridades chinas anunciaron que la estrella no volverá a cantar en el país asiático debido a que en un concierto celebrado el 2 de marzo en Shanghai, arengó: “¡Tíbet, Tíbet! Levanta tu bandera”.
Luego, el gobierno chino decidió suspender el Midi, uno de los festivales de rock más importantes del país, por temor a nuevas acciones de protesta.
“Debido a la creciente tensión generada por el mundo occidental sobre cierto tema interno de China” y “para prevenir cualquier acción inapropiada contra las olimpiadas, el gobierno de Shanghai ha decidido restringir todos los actos al aire libre previos y durante el período olímpico”, indicó un comunicado emitido por 30 de abril por la dirección del Midi.
Las llamadas al boicot también se han extendido a los medios de comunicación occidentales, sobre todo los estadunidenses, a los que los chinos atribuyen una campaña de manipulación sobre los hechos del pasado 14 de marzo en el Tíbet. La cadena CNN fue la más criticada. Incluso se creó el sitio de internet www-anti-cnn.com para denunciar sus “mentiras”.
“Algunos medios occidentales, en nombre de la libertad de prensa, han denigrado implacablemente a los países en desarrollo para conseguir sus oscuros objetivos. Han llegado al extremo de mezclar el bien con el mal, lo blanco con lo negro, y han fabricado rumores”, se lee en mandarín en esa página.
“La nación china, amante de la paz, refinada y cultivada, toleró por mucho tiempo insultos y humillación. No se puede seguir guardando silencio”, exclama un ciudadano de nombre Feng.
El Club de Periodistas Extranjeros de China indicó que el corresponsal de la cadena CNN en Beijing, John Vause, ha recibido amenazas de muerte a través de varias llamadas telefónicas.
Proceso
21/07/2008
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