¿Ha funcionado “la oleada” de tropas en Irak?
En 2006, las cosas parecían ir muy mal para los esfuerzos militares estadunidenses en Irak. La guerra en ese país se tornó un asunto de máxima importancia en las elecciones parlamentarias de 2006 en Estados Unidos. Generalmente se concuerda en que los republicanos se desempeñaron pobremente en dichas elecciones, sobre todo porque el electorado se había desilusionado con la viabilidad y por tanto con la pertinencia de la invasión estadunidense.
El 11 de diciembre de 2006, un estelar comité bipartidista de figuras del establishement (encabezadas por James A. Baker y Lee Hamilton) publicó un informe llamando a una retirada escalonada de las tropas estadunidenses, y a emprender discusiones directas con Irán y Siria acerca de todos los puntos relevantes relacionados con el Medio Oriente.
Pese al muy amplio respaldo que obtuvieron las recomendaciones Baker-Hamilton, el presidente Bush decidió responder de manera muy diferente a la fallida situación militar, una respuesta que se ha dado en llamar “la oleada”. Básicamente, la estrategia de “la oleada” no fue retirar tropas, sino aumentarlas, y buscar de varios modos reducir radicalmente la violencia contra las tropas estadunidenses y los iraquíes.
Ahora, unos 18 meses después, el régimen de Bush y el candidato republicano John MacCain alardean del éxito de “la oleada”. Es cierto que los ataques contra soldados estadunidenses se redujeron radicalmente del nivel que tenían hace 18 meses. Es también cierto que la violencia contra los iraquíes es, de algún modo selectivo, menor. Como resultado, ha habido un cambio en la opinión pública estadunidense. Las encuestas muestran que el número de personas que piensan que la guerra fue un “error” es más o menos la misma, y sigue favoreciendo una retirada por fases. Lo que cambió es el grado de angustia o urgencia que siente el público estadunidense. Irak ya no es su preocupación número uno. La atención viró radicalmente hacia el deterioro de la economía-mundo y particularmente la economía estadunidense. El resultado neto en la política electoral es que McCain no está atrayendo a los votantes indecisos sobre la base del éxito de “la oleada” ni Obama jala a los muchos votantes indecisos con la promesa de retirar las tropas.
Eso deja abierta una pregunta: ¿realmente funcionó “la oleada”? Yo supongo que si se observan exclusivamente las cifras de bajas en Irak a corto plazo, se podría argumentar que sí funcionó. Funcionaría todavía mucho mejor si Estados Unidos enviara otros 200 mil efectivos. Pero no cuenta con otros 200 mil soldados para enviar. Y sus colaboradores son países que están retirando tropas, no enviando más. Por supuesto, si se chantajea a todos los jeques sunitas, estarán del lado estadunidense, por ahora. Y si se institucionalizan las expulsiones étnicas, como en Bagdad, habrá menos espacio para algunos tipos de violencia interiraquí que han ocurrido con anterioridad. Y si Muqtada Sadr piensa que es más sabio esperar su oportunidad, habrá una reducción temporal del tipo de violencia que ha ocurrido antes.
Pero miren lo que ocurre en el resto de Medio Oriente debido a “la oleada”. En noviembre de 2006, Estados Unidos y la OTAN se congratulaban del éxito de sus esfuerzos en Afganistán. Pero desde entonces, dos cosas ocurrieron. El número de bajas estadunidenses se disparó, sobrepasando al de Irak. Y también se disparó la violencia contra los afganos. Repentinamente los talibanes están de regreso, en grande. Y por primera vez desde 2001, los expertos hablan de la posibilidad de que Estados Unidos pierda la guerra en Afganistán además de la de Irak.
Y miren Pakistán. Desde noviembre de 2006, el país ha tenido unas elecciones relativamente democráticas que pusieron en el poder una legislatura hostil hacia el presidente Musharraf, todavía la persona en quien el régimen de Bush confía para proseguir con una política favorable a los intereses de Estados Unidos. En consecuencia, Musharraf ha tenido que batallar para mantener la cabeza fuera del agua. Uno de los modos de hacer esto fue pactar un acuerdo tácito con las fuerzas islamitas en la región de la frontera noroeste, que favorecen y brindan refugio a Al Qaeda y a los talibanes. Recientemente estas fuerzas casi ocuparon el mayor centro urbano de la región. En todo caso son muy fuertes y ayudan, activamente, a los talibanes de Afganistán.
Miren también a Irán: bufa y resopla. Y así está Israel respecto de Irán. También Dick Cheney. Sin embargo, el hecho es que Irán es más fuerte que nunca. Y se ha venido fortaleciendo en cada una de las guerras, por sus vínculos con los dos grupos en Irak sobre los que Estados Unidos basa sus esperanzas: el gobierno de Maliki y los kurdos. De hecho, Irán comparte muchos intereses con Estados Unidos en Afganistán. Pero Estados Unidos es incapaz de sacar ventaja de esta alianza geopolítica por su insistencia en ver a Irán como el demonio malvado en Medio Oriente.
Ahora miremos de nuevo a Irak. Estados Unidos había confiado en que siendo “la oleada” algo tan exitoso, podría hacer que Irak firmara este año lo que se conoce como un acuerdo de estatus de fuerzas, que fijaría la situación para el estacionamiento de tropas y bases estadunidenses en Irak para las décadas venideras. En cambio, Maliki ha puesto muy en claro que no sólo Irak no firmará más que un breve acuerdo transitorio, sino que no lo hará a menos que Estados Unidos se comprometa a fijar un calendario para su retirada, lo que es anatema tanto para Bush como para McCain.
Podría seguir acerca de Líbano, Israel/Palestina y los estados del golfo. El hecho es que Estados Unidos es claramente más débil en todo el Medio Oriente transcurridos los 18 meses de que comenzó “la oleada”. ¿No será en parte, tal vez en gran medida, precisamente por “la oleada”? Medio Oriente hoy es como un enorme globo geopolítico. Si lo estruja uno en un sitio, el aire simplemente se desplaza a otro. Y el globo se vuelve más frágil todo el tiempo. Está a punto de reventar.
© Immanuel Wallerstein
Traducción: Ramón Vera Herrera
Commentary No. 237, July 15, 2008
In 2006, things seemed to be going badly for the U.S. military efforts in Iraq. The Iraq war became a top issue in the 2006 Congressional elections in the United States. It is generally agreed that the Republicans did poorly in those elections, largely because the U.S. electorate had become disillusioned with the viability and therefore the worthwhileness of the U.S. invasion.
On December 11, 2006, a stellar bi-partisan committee of Establishment figures headed by James A. Baker and Lee Hamilton issued a report calling for a phased withdrawal of U.S. troops and direct discussions with Iran and Syria about all outstanding issues in the Middle East.
Despite very wide political support for the Baker-Hamilton recommendations, President Bush decided on a quite different response to the faltering military situation, a response that has come to be called the "surge." Basically, the surge strategy was not to withdraw troops but to increase troops, and to seek in various ways to reduce radically the violence both against U.S. troops and against Iraqis.
Now, some eighteen months later, the Bush regime and Republican candidate John McCain are hailing the success of the surge. It is true that attacks on U.S. military are radically down from where they were eighteen months ago. It is also true that violence against Iraqis is somewhat, and selectively, down. As a result, there has been a change in U.S. public opinion. The polls show that the number of people who think that the war was a "mistake" is about the same, and they still favor a phased withdrawal. What has changed is the degree of anxiety or urgency the U.S. public feels. Iraq is no longer their number one concern. Attention has shifted radically to the poor state of the world-economy and particularly of the U.S. economy. The net result in U.S. electoral politics is that McCain is not attracting undecided voters on the basis of the success of the surge but neither is Obama any longer drawing many undecided voters on the basis of his promise to withdraw troops.
That still leaves the question: Has the surge really worked? I suppose if one looks exclusively at short-run casualty figures in Iraq, one could argue it did. It would work even better if the United States could send in another 200,000 troops. But the United States does not have another 200,000 troops to send in. And its collaborating countries have been withdrawing their troops, not sending more in. Of course, if you bribe a whole lot of Sunni sheiks, they will be on the U.S. side for the time being. And if you institutionalize ethnic expulsions, as in Baghdad, there is less room for some of the kinds of inter-Iraqi violence that had been previously occurring. And if Moktada al-Sadr thinks it is wiser to bide his time, there will be a temporary reduction in the kind of violence that had been occurring before.
But look at what has happened elsewhere in the Middle East because of the surge. In November of 2006, the United States and NATO had been congratulating themselves on the success of their efforts in Afghanistan. But since then, two things have happened. The number of U.S. casualties has soared, passing now those in Iraq. So has violence against Afghans. Suddenly the Taliban are back in a big way. And now, for the first time since 2001, the pundits are talking about the possibility of the U.S. losing the war in Afghanistan as well as Iraq.
And look at Pakistan. Since November 2006, the country has had relatively democratic elections, which brought to power a legislature hostile to President Musharraf, still the person on whom the Bush regime is relying to pursue a policy favorable to U.S. interests. Musharraf, as a consequence, has been struggling to keep his head above water. One of the ways in which he has done this is to make a tacit deal with the Islamist forces in the northwest frontier region that favor and harbor both al-Qaeda and the Taliban. Recently, these forces almost occupied the largest urban center in the region. They are in any case very strong, and are actively helping the Taliban in Afghanistan.
Then look at Iran. Iran is huffing and puffing. So is Israel about Iran. So is Dick Cheney. The fact is, however, that Iran is stronger than ever. And they have been strengthening in every way their links with the two groups in Iraq upon which U.S. hopes are based - the al-Maliki government and the Kurds. Iran actually shares many interests with the United States in Afghanistan. But the United States is unable to take advantage of this geopolitical alliance because it insists on seeing Iran as the evil demon in the Middle East.
Now look again at Iraq. The United States had hoped that, with the surge so "successful," they could get Iraq to sign this year a status-of-forces agreement, which would lock in the stationing of U.S. troops and U.S. bases in Iraq for decades to come. Instead, al-Maliki has made it clear that not only won't Iraq sign more than a brief interim agreement but that it won't do even that unless the United States commits to a timetable for withdrawal, something anathema to both Bush and McCain.
I could go on - about Lebanon, Israel/Palestine, the Gulf states. The fact is that the United States is decidedly weaker everywhere in the Middle East in the eighteen months since the surge began. Has it not been in part, maybe in large part, precisely because of the surge? The Middle East today is like a large geopolitical balloon. If you squeeze it at one point, the air will simply displace itself to another point. And the balloon is getting more fragile all the time. It is on the verge of bursting.
by Immanuel Wallerstein
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