Monday, October 20, 2008


Plaza Pública


Miguel Ángel Granados Chapa

Con motivo de la entrega del premio “María Moors Cabot”, recibido por Carmen Aristegui (junto con el periodista argentino Gustavo Sierra y los norteamericanos Sam Quiñones y Michael Smith), la Universidad de Columbia, cuya prestigiada escuela de periodismo confiere esa distinción, organizó un panel sobre los peligros del periodismo mexicano ante el narcotráfico.

La justamente galardonada periodista mexicana (que realiza entrevistas diariamente en CNN en español y escribe para los diarios del Grupo Reforma, en espera de volver al aire en una emisión equivalente a la que dirigió hasta el 4 de enero pasado, en que la censura pretendió silenciarla), equiparó la amenaza de la delincuencia organizada contra los medios de comunicación a la estructura de la radio y la televisión como factores contrarios a las libertades de expresión y de información. Denise Dresser coincidió vivamente con Carmen al afirmar que “hoy los periodistas que cubren drogas y corrupción se encuentran amordazados por el miedo, pero en otros casos son amordazados por la fuerza, y el más claro ejemplo está sentada aquí hoy”, señalando a la ex conductora de la emisión en que ella participaba también con Lorenzo Meyer y José Antonio Crespo.

El presidente y director general del Grupo Reforma, Alejandro Junco, al concluir el almuerzo que siguió al foro, abundó en el tema y en esa perspectiva cuando dijo que los periodistas mexicanos viven bajo amenaza, proveniente ahora “de los capos del narcotráfico y de los criminales, y mientras más exponemos sus actividades con más fuerza responden”. Aludió a la impunidad como causa de que la delincuencia prospere, pues mientras los negocios lícitos fracasan en tasas tan altas que el 75% de las empresas cierra en sus primeros dos años de operación, “el riesgo de fracasar como criminal, más allá de la muerte, es bastante bajo... sólo un muy desafortunado criminal de cada 100 va a prisión”. Pero, esperanzado, proclamó que “no hay una sola comunidad en el mundo que no pueda estar mejor protegida por un buen periódico que se atreve a hablar... no hay ni un solo criminal que pueda asustarnos para silenciarnos”.

A fin de asegurar el ejercicio de esa convicción en los periódicos que dirige, Junco ha tomado una decisión que significa un alto costo vital para él y su familia. La comunicó a sus colaboradores cercanos y a otras personas en Monterrey, donde nació el Grupo que encabeza. Entre los destinatarios de la carta en que habló del tema —como lo hizo también en la reunión de la Universidad de Columbia, anteayer— se encuentra el gobernador Natividad González Parás. La conmovedora comunicación que le fue dirigida dice así: “Estimado Nati: Sé que te enteraste de que mi familia y yo nos hemos cambiado de residencia a Texas. Estaba en un dilema. Comprometer nuestra integridad editorial o cambiar a la familia a un lugar seguro. Los problemas de inseguridad a eso nos orillaron. Perdimos la fe. Y eso cuenta mucho en un país donde millones la han perdido y han emigrado. Yo aprendí de mi abuela lo que era perder la fe.

“Ella vio a su pueblo natal, Ciudad Guerrero, ser inundado por un enorme cuerpo de agua para el cual el gobierno había construido una gran presa, la Falcón. Me platicó cómo la parte más dolorosa de esa experiencia no había sido ver la inundación de su casa o de su iglesia o su relocalización a Río Bravo. Lo más doloroso había sido vivir la agonía de su pueblo natal durante los años previos a la construcción de la presa. Cuando la noticia primera cundió, toda mejora, toda reparación se dejó de hacer. ¿Para qué pintar una casa que iba a estar cubierta con agua? ¿Para que reparar un edificio cuando toda la villa iba a ser destruida? ¿Para qué preocuparse de los baches o la basura o arreglar el jardín y la puerta que rechina? Semana tras semana, mes tras mes, con la pérdida de la fe el pueblo se convirtió en la profecía que se autocumple: algo inhabitable.

“Ahora que estoy en calidad de 'refugiado' y se me acerca gente para preguntarme si ellos también deben hacer lo mismo, que me piden consejo o un 'raid' para ir a ver casas para su familia, he pensado en lo mucho que significa perder la fe.

“No te escribo esta carta para reclamarte o para compartirte las incomodidades o vicisitudes de hacer lo que estamos haciendo, o el dolor de ver nuestras casas deshabitadas o a la abuela sola. Te escribo para pedirte que evites que a nuestro Monterrey se le inunde su espíritu y se convierta en otra Ciudad Guerrero. A muchas familias les ahorrarías mucho dolor. Con sinceridad y aprecio. Alejandro Junco de la Vega”.

No están pudiendo el gobernador González Parás ni el gobierno federal evitar el clima borrascoso que provoca la inundación que repudia el presidente del Grupo Reforma. El asalto al consulado norteamericano y la balacera en sus inmediaciones muestran que el desafío ha subido de nivel ante la impasibilidad gubernamental y aun ante la respuesta del gobierno de los Estados Unidos.

En la víspera de que hablara Junco de la Vega en Nueva York, un camión repartidor de ejemplares de “Reforma” en la zona conurbada de Toluca fue tiroteado con armas poderosas. Pudo ser un incidente fortuito o pudo tener una intención, si se piensa que ocurrió en territorio mexiquense, crecientemente invadido por bandas delincuenciales. Como quiera que sea, conforme al profundo dilema que Junco se planteó, nos corresponde acompañarlo en su decisión de no comprometer la integridad editorial de sus diarios. No nos callarán.— México, D.F.

karina.morales@librossobrelibros.com

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