Thursday, March 19, 2009


Paul Krugman / The New York Times

19 de marzo de 2009

MADRID.— La situación en Europa me preocupa incluso más que la situación en Estados Unidos.
Para ser claro, no estoy a punto de repetir la típica queja estadounidense de que los impuestos europeos son demasiado altos y sus beneficios sociales demasiado generosos. Los grandes estados benefactores no son la causa de la crisis actual. De hecho, como lo explicaré en breve, son en realidad un factor que la mitiga.

El peligro evidente que corre Europa en este momento surge de una dirección distinta: la incapacidad del continente para responder en forma efectiva a la crisis financiera.

Europa se ha quedado a la zaga en términos de política fiscal y monetaria; enfrenta una depresión al menos tan grave como la de Estados Unidos y sin embargo está haciendo mucho menos para combatir el declive.

En el ámbito fiscal, la comparación con Estados Unidos es impactante. Muchos economistas, yo incluido, han sostenido que el plan de estímulo de la administración Obama es demasiado pequeño, considerando la profundidad de la crisis. Pero las acciones estadounidenses empequeñecen cualquier medida que estén tomando los europeos.

La diferencia en política monetaria es igualmente asombrosa. El Banco Central Europeo ha sido mucho menos proactivo que la Reserva Federal; ha sido lento en recortar las tasas de interés (de hecho las elevó en julio pasado), y se ha abstenido de implementar medidas firmes para descongelar los mercados de crédito.

El único factor que trabaja a favor de Europa es el mismo por el cual ha sido más criticada: el tamaño y la generosidad de sus sistemas de protección social, que están amortiguando el impacto de la depresión económica.

No es un asunto pequeño. Un seguro médico garantizado y generosos beneficios de desempleo han permitido, al menos hasta ahora, que la gente en Europa no sufra tanto como en Estados Unidos. Y estos programas también ayudarán a que el gasto se mantenga durante el declive.

Pero estos “estabilizadores automáticos” no son un sustituto de las acciones positivas.

¿Por qué se está rezagando Europa? Un pobre liderazgo es parte de la historia. Los funcionarios bancarios europeos, que fallaron completamente en advertir la profundidad de la crisis, siguen pareciendo extrañamente complacientes. Y para oír en Estados Unidos algo parecido a las desorientadas diatribas del ministro de Finanzas de Alemania, se tendría que escuchar, bueno, a los republicanos.

Pero hay un problema más profundo: la integración económica y monetaria europea se ha adelantado demasiado en comparación con sus instituciones políticas. Las economías de muchos países de Europa están ligadas casi tan estrechamente como las de muchos estados estadounidenses, y la mayor parte del continente comparte una moneda común. Pero a diferencia de Estados Unidos, Europa no dispone de la clase de instituciones de alcance continental necesarias para enfrentar una crisis continental.

Esta es una de las principales causas de la inacción en materia fiscal: no existe un gobierno en posición de asumir la responsabilidad por la economía europea en su conjunto. Lo que Europa tiene, en cambio, son gobiernos nacionales, cada uno de los cuales está renuente a asumir grandes cantidades de deuda para financiar un estímulo que generará muchos, si no es que la mayoría de sus beneficios en otros países.

Uno podría esperar que la política monetaria fuese más estricta. Después de todo, si bien no existe un gobierno central europeo, sí hay un Banco Central Europeo. Pero el BCE no es como la Fed, que puede darse el lujo de ser arriesgada porque es respaldada por un gobierno nacional unitario, que ya ha tomado medidas para compartir los riesgos del atrevimiento de la Fed y seguramente cubrirá sus pérdidas si sus esfuerzos por descongelar los mercados financieros son infructuosos. El BCE, que debe responder a 16 gobiernos que con frecuencia entran en conflicto, no puede contar con el mismo nivel de apoyo.

Europa, en otras palabras, está resultando ser estructuralmente débil en una época de crisis.

La principal interrogante es qué pasará con aquellas economías europeas que florecieron en el entorno de dinero fácil que se vivía hace algunos años, España en particular.

Durante gran parte de la década pasada España fue la Florida de Europa, con una economía impulsada por un enorme auge especulativo de los bienes raíces. Como en Florida, el auge se convirtió en depresión. España necesita ahora encontrar nuevas fuentes de ingreso y de empleos para sustituir los trabajos perdidos en el sector de la construcción.

En el pasado, España habría buscado mejorar su competitividad mediante la devaluación de su moneda. Pero ahora utiliza el euro, y el único camino hacia adelante parece ser un demoledor proceso de recortes salariales. Esto habría sido difícil aun en el mejor de los momentos; será casi inconcebiblemente doloroso si, como parece muy probable, la economía europea en su conjunto se mantiene deprimida y con tendencia a la deflación en los próximos años.

¿Significa todo esto que Europa se equivocó al permitir una integración tan estrecha? ¿Significa, en particular, que la creación del euro fue un error? Podría ser.

Pero Europa aún puede demostrar a los escépticos que se equivocaron, si sus políticos empiezan a mostrar un mayor liderazgo. ¿Lo harán? (Traducción: Gregorio Narváez)

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