Saturday, January 05, 2008

Juan Domingo Argüelles

La utopía de la lectura

Libro, tú no has podido
empapelarme,
no me llenaste
de tipografía,
de impresiones celestes,
no pudiste
encuadernar mis ojos,
salgo de ti a poblar lar arboledas
con la ronca familia de mi canto,
a trabajar metales encendidos
o a comer carne asada
junto al fuego en los montes.

Pablo Neruda

Debido a que la mayor parte de los seres humanos nos sentimos inseguros, y no queremos correr riesgos que impliquen la posibilidad de equivocarnos, a menudo confiamos nuestra seguridad en las recetas.

Esto adquiere mucho sentido si pensamos, por ejemplo, en un tratamiento médico especializado del cual dependa nuestra vida, pero resulta por lo menos un exceso si lo remitimos al aprendizaje de vivir, el cual exige, querámoslo o no, el riesgo y aun la necesidad de equivocarnos.

Entre todo lo que aprendemos, lo que ya no olvidamos jamás es fruto sobre todo de nuestros errores. En el proceso de todo buen aprendizaje el principio de intento seguido por error es del todo natural y decisivo. Por eso resulta absurdo fundamentar nuestra existencia en recetas, y no dar absolutamente ningún paso si antes no nos lo autoriza un manual.

Al recibir en 1971 el Premio Nobel de Literatura, en su discurso el gran poeta chileno Pablo Neruda expresó: “Yo no aprendí en los libros ninguna receta para la composición de un poema, y no dejaré impreso a mi vez ni siquiera un consejo, modo o estilo para que los nuevos poetas reciban de mí alguna gota de supuesta sabiduría.”

Blas Pascal advertía: “No nos contentamos con la vida que tenemos en nosotros y en nuestro propio ser: queremos vivir en la idea de los demás, una vida imaginaria, y por ello cultivamos con afán la apariencia. Trabajamos incesantemente en embellecer y conservar nuestro ser imaginario y descuidamos el verdadero.”

Por su parte, el escritor húngaro Stephen Vizinczey diría que no estamos dispuestos a saltar al vacío si antes no se nos garantiza que caeremos de pie. Con bastante frecuencia, incluso en tratamientos médicos, lo que funciona para unos no funciona para otros, o causa tales efectos colaterales dañinos que más valía no confiar en la receta.

Como “no sabemos vivir”, queremos que alguien nos diga cómo hacerlo. Por eso tienen tanto éxito los libros de superación personal, escritos por autores (algunos de ellos bastante mercenarios) cuya mayor virtud es saber ofrecer en recetas, y en cápsulas, su conocimiento sobre la vida. Ese éxito sería seguramente mucho menor si llegáramos a saber (o siquiera a sospechar) que esos autores pueden tener tantos problemas irresueltos como cualquiera de nosotros, y que, al igual que cualquiera de nosotros, pueden no sólo equivocarse sino también contradecirse gravemente.

Filósofos que reflexionan brillantemente sobre la justicia, la libertad y la verdad pueden, en un arranque de imbecilidad o de locura, asesinar a su esposa. Escritores que creen “sinceramente” en el bien y en la tolerancia (y que escriben lúcida y apasionadamente sobre estos tópicos), pueden ser dictadorzuelos y energúmenos en sus hogares, con su familia y en el radio más cercano de su influencia intelectual. Poetas que escriben sobre la belleza, la alegría y la elevación de espíritu, pueden perfectamente vivir en la inmundicia, enfurecidos y resentidos todo el tiempo, hoscos y sin elevación de espíritu. La incongruencia es a veces tan grande que podríamos llegar a imaginar el siguiente absurdo: que los mejores chef del mundo, encargados de crear y preparar los más exquisitos platillos, se alimenten a su vez, de manera cotidiana, con los peores guisos, las más repulsivas mezclas culinarias y las combinaciones menos gastronómicas; en el mejor de los casos, ahítos de hamburguesas y de todo tipo de comida rápida.


Ilustraciones de Pablo Pérez

Y pueden darse, por supuesto, contradicciones mucho más graves y alarmantes que nos indican que el libro y la lectura no tienen por sí mismos el poder de salvar a nadie de la barbarie, la perversidad y la infamia. La historia del hombre tiene documentados múltiples episodios al respecto. Por eso, con entera razón, Alberto Manguel ha dicho: “No es que ser lector convierta automáticamente a un personaje en un ser noble y ejemplar. Al contrario. Sabemos demasiado bien que la historia abunda en ejemplos de lectores empedernidos que luego, como si nada hubiesen leído, han sido tiranos, torturadores, criminales. El libro no es un instrumento moral. El libro no educa, no juzga, no alienta a tener un buen o mal comportamiento.” En todo caso, el único consuelo que nos queda, a pesar de esta verdad, es que el libro puede servir para reforzar nuestros mejores sentimientos, ahí donde por supuesto los hay, es decir en el espíritu mismo del que lee. Como instrumento, el libro tiene el uso que el lector le dé.

En este sentido, el gran poeta y pensador Octavio Paz tampoco se equivocaba cuando mostraba su pesimismo respecto de las utopías. Que el libro, por sí mismo como objeto, transforma y mejora a todo el mundo es una de las grandes utopías culturales que, como toda utopía, también está teñida de algo de ceguera y de mucha obstinada ingenuidad. Al pensar en todas las empresas utópicas, siempre desembocando en el mal, Paz decía: “¿ La Nada es creadora? ¿La negación es hacedora? La crítica, que limpia las mentes de telarañas y que es guía de la vida recta, ¿no es la hija de la negación? Es difícil responder a estas preguntas. No lo es decir que la sombra del mal mancha y anula todas las construcciones utópicas. El mal no es únicamente una noción metafísica o religiosa: es una realidad sensible, biológica, psicológica e histórica. El mal se toca, el mal duele.”

Por eso hay que tener mucho cuidado en el momento de estar tentados a afirmar que los libros siempre nos mejoran en lo intelectual y en lo moral. Más sensato sería concluir, con el escritor británico Somerset Maugham, que la lectura no da sabiduría al hombre, sino tan sólo conocimientos, y que éstos son utilizados de acuerdo con la inteligencia, la moral y la sensibilidad de quien lee. Es por eso que no debe sorprendernos la gran incongruencia de que ciertos pensadores, a quienes se les llena la boca y la página con discursos perfectamente articulados y coherentes contra la vanidad, la soberbia, el abuso del poder, el afán mercenario y la falta de pulcritud ética, pueden ser perfectamente unos en el texto y otros muy contrarios en su comportamiento real; autores de libros, espiritualmente elevados, pueden ser, en la realidad, todo lo contrario de sus libros; escritores buenos, malísimas personas. Y así por el estilo, podríamos seguir poniendo ejemplos, sin olvidarnos desde luego de nosotros mismos, porque las fallas y contradicciones no sólo tendríamos que buscarlas en los demás sino también en nosotros. Las posibilidades del ser humano son infinitas, lo mismo para el bien que para el mal; y el libro, no debemos olvidarlo nunca, es uno más de los instrumentos del hombre.

SAN LIBRO

Hay quienes llegan incluso a afirmar que los libros son mejores que la vida, aunque esta afirmación no pueda ser más tonta, pues sin la vida no hay libro que valga. Henry Miller se preguntaba, con entera razón: “¿De qué sirven los libros si no nos hacen volver a la vida; si no consiguen hacernos beber en ella con más avidez?” Y Pablo Neruda, en su primera e intensa “Oda al libro” es lo suficientemente inteligente para saber y decir esta gran verdad: “He aprendido la vida/ de la vida.” El principio que nos debería llevar a abrir un libro es el dinamizar nuestra existencia; de modo que, al cerrarlo, tengamos mayores y mejores razones para vivir, pero no para vivir exclusivamente con el fin de leer libros, sino con el propósito de que, en nuestra vida, haya libros que nos hagan más feliz el hecho de vivir.

Hay creencias místicas sobre la influencia del libro, con un misticismo extrañamente laico, que se torna casi en esquizofrenia, pues parece fuera de toda lógica y relativismo inteligente. El libro como abstracción (“todo libro es bueno”) forma parte de un dogma religioso del que la sociedad letrada no ha podido desembarazarse en cinco siglos y medio de imprenta y racionalismo, quizá, en parte, porque el primer libro que salió de la imprenta de Gutenberg fue la Biblia , impresa entre 1452 y 1455.

Lo que Gabriel Zaid ha denominado, atinadamente, las hipótesis beatas sobre el libro (“no hay libro malo que no contenga algo bueno”, “leer amplía el horizonte”, “leer ennoblece siempre”, “leer eleva el espíritu y santifica al hombre”, “no hay nada como plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”, etcétera) sigue permeando de modo muy marcado en una sociedad que suele enorgullecerse de su reputación científica y aun escéptica. Mas cuando se trata del libro, todo el mundo tiene una visión abstracta, edificante teñida de sacralidad, y todo ello a despecho de la incongruencia de un sistema educativo obsesionado por elevar el nivel de escolarización independientemente de que se alcance o no el equilibrio emocional o la satisfacción y el bienestar íntimos de los altamente escolarizados.

Hasta los políticos, que no suelen leer mucho, o que simplemente no leen, no pierden una oportunidad de afirmar que el libro es sagrado. Este dogma culto, esta convicción mística, refuerza lo políticamente correcto. Nadie espera por supuesto que sean tan torpes o tan brutos o tan malos políticos para decir lo contrario, aunque nadie, tampoco, espera razonablemente que los que afirman que el libro ennoblece siempre den pruebas, siquiera mínimas, en su propia persona, de lo que están afirmando. Esto es lo malo: que las creencias místicas sobre la cultura nos vuelven cínicos, pues relevan todo examen, anulan todo análisis, desechan toda exigencia de prueba, hasta dejarnos únicamente con la creencia. Tal es la religiosidad del libro que nos impide el debate y nos deja únicamente con los enunciados de buena intención. Con ironía, Carlos Monsiváis ha dicho: “Algo se sabe de la trama de Don Quijote , ¿pero quién lo lee? No ciertamente muchísimos funcionarios que presiden los homenajes a Cervantes.”

ESCRIBIR COMO SE VIVE

Si la contradicción es mala, la incongruencia es peor. No hay sabiduría en las teorías que jamás encuentran su constatación en la práctica, ni hay beneficio alguno en los que se asumen como sabios, por el hecho de desgranar todo el tiempo cientos de teorías que nunca han sido capaces de llevar a los hechos, entre otras cosas, porque no son otra cosa que puro humo. Hay gente que se la pasa hilando bellos y etéreos discursos, sin haber experimentado jamás, en su propia vida, los efectos prácticos de sus teorías. Desde luego, con el solo hecho de teorizar en el vacío sienten que mejoran al género humano. Es gente que cree y que quiere enseñar a los demás a ser mejores y a alcanzar la felicidad y la satisfacción a través de los consejos, cuando, irónicamente, ella misma vive infeliz e insatisfecha porque nada hay en su vida cotidiana que se parezca a la alegría de un logro práctico así sea pequeño o insignificante.

Y si las teorías no sirven para vivir mejor, entonces, razonablemente, no sirven para nada. Si los discursos positivos, que pronunciamos con fervor, no rigen nuestra propia existencia, la enfermedad se llama esquizofrenia: decir algo y hacer lo contrario, sin percatarnos del todo; en el mejor de los casos, engañarse con las propias mentiras, no darse cuenta de que la virtud y la sabiduría no residen en las palabras sino en las acciones. Por eso no hay sabios mentecatos y, esencialmente, descontentos e iracundos con la existencia, pues, como dijo Heine, “el que en su propia vida fue necio, jamás fue sabio”, lo cual coincide con la luminosa sentencia que Baltasar Gracián estampa en la reflexión número dieciséis de su Oráculo manual y arte de prudencia: “Ciencia sin seso, locura doble.”

No deja de ser desalentador, es cierto, el hecho de que algunas verdades sobre la influencia de los libros puedan perfectamente equipararse con el cinismo, como cuando, por ejemplo, autores y lectores asumen que de lo que se trata es de ser buenos autores, buenos lectores (lo que esto signifique, técnicamente), al margen de su moral y de sus costumbres. Por lo menos, es absurdo, pues si leer no sirve en realidad más que para mejorarnos técnicamente, entonces no sirve para mucho, y las razones para querer generalizar en los seres humanos la lectura de libros acaban siendo muy pocas y muy poco convincentes. Al menos, una cosa es casi segura: ningún libro es mejor que su autor, porque todo libro refleja las ideas y los sentimientos de quien lo escribió. Asimismo, por lo general, en cuestión de lectura, los lectores frecuentan aquellos libros con los que están de acuerdo y que, de alguna forma, también los reflejan.

Y como la doble moral y las incongruencias éticas y políticas son y siempre han sido abundantes, no se crea que los que dan consejos enaltecedores siguen los suyos propios con entero celo y absoluta convicción. El principio de honradez intelectual y moral nos indicaría que no podemos dar consejos a los demás si nosotros mismos no los podemos seguir, pero, con cínica esquizofrenia o con pulcra hipocresía, hasta los corruptos pueden hilar perfectos discursos sobre la probidad y la honradez, y tener seguidores y admiradores. No tendríamos entonces por qué sorprendernos de que algunos especialistas del libro y la lectura no lean o lean tan poco que sea casi como no leer, y que sin embargo tengan todo el tiempo del mundo para echar rollos tremebundos sobre la necesidad y la urgencia de leer. Hay gente que está tan ocupada en el tema de los libros que ya no tiene tiempo para leer nada que no sea acerca del tema de los libros. En casos peores, los políticos hablan todo el tiempo de la necesidad de la lectura, sin ellos realmente ser lectores y sin que les importen en verdad los libros sino únicamente como tema oportunista de sus discursos. Acerca de la nobleza del libro y la lectura hay millones de frases y pensamientos enaltecedores, muchos de ellos acuñados por simples oportunistas a quienes los libros les importan sólo para su medro o su negocio.

Asimismo, las recetas para la promoción y fomento de la lectura son abundantes, y algunas han ayudado a no pocos lectores, pero otras en cambio son puro rollo de gente que se dice “profesional” y “experta” en algo nada más porque se expresa en una jerga que muy pocos entienden y que muchos están dispuestos a tomar en serio precisamente porque al no entender creen de veras, con absoluta sinceridad, que aquello es tan elevado que sólo puede ser entendido por entendidos. Como la gente necesita recetas, no pocos charlatanes prosperan. En el tema de la lectura no tendría por qué ser diferente.

Cuando estamos ante un público, en no pocas ocasiones la gente confiada se acerca y nos dice:

–Yo deseo leer. Pero no sé cómo comenzar. Me encantaría que usted me pudiese recomendar una lista de lo que debe leerse para empezar. Algo que sea fácil e interesante.

Mal cuento. La gente recomienda lo que le place o lo que le conviene, y lo que le place o le conviene a uno no necesariamente le tiene que placer o convenir a otro.

En el fondo, el comportamiento general de la gente respecto de su desorientación en el mundo del libro, le viene de todas esas falsas ideas y esas abundantes propagandas que sostienen que, para leer, son imprescindibles los intermediarios. En realidad no es así. Los intermediarios entre el libro y los lectores pueden ser sin duda útiles, pero no son imprescindibles.

A FUERZAS NI EL PRÓLOGO

En su Historia del lápiz, el poeta y novelista alemán Peter Handke ha expresado: “Lo que uno puede encontrar en la lectura, eso es la lectura.” Por ello, cuando una persona tiene la capacidad de descodificar un texto y está en pleno uso de sus facultades puede intentar leer cualquier libro, y en ese intento obtener un gran goce o, en su defecto, aburrirse mortalmente.

En el segundo caso, no hay que angustiarse demasiado ni reprocharse ni acusarse. Aburrirse con un libro puede ser lo más natural si ese libro no está entre nuestro interés, y hay millones de libros que no han sido escritos para nosotros, y eso no es culpa nuestra. No tenemos por qué autoflagelarnos. Abandonemos el susodicho libro y, si así lo deseamos, intentémoslo con otro. Es bastante probable que tengamos éxito. Pero una cosa importante es saber que no tenemos ninguna obligación de sufrir la lectura de ningún libro, aunque la disciplina así nos lo exija. La disciplina puede ser una virtud, pero también puede constituirse en un grave defecto cuando linda con el afán dogmático. Hay gente que hace cosas con absoluto desplacer nada más porque fue enseñado a no abandonar la disciplina. Dejemos eso para los militares, a quienes quizá en la disciplina les vaya la vida, pero no los imitemos tratándose de libros.

Los lectores disciplinados a ultranza son, por lo general, lectores enfurecidos; que muchas veces leen cosas insípidas y tediosas, entre imprecaciones y maldiciones, y que al término de su lectura se quejan amargamente de haber perdido su tiempo, y detestan al autor que les causó ese daño, pero nunca fueron capaces de arrojar el dicho libro al cesto de la basura y pasar a otra cosa. Los lectores disciplinados a ultranza son, por lo general, lectores resentidos, no pocos de ellos pedantes y hoscos. Se les vuelve un problema de digestión: quién los manda a comer cosas indigestas; quién los obliga a terminarse un platillo que, a cada página, es decir a cada bocado, está lleno de insatisfacción y de asco.

En cuestiones de lectura, como en cualquier otro asunto, hay que cuidar que el término necesidad no pierda su propósito cordialmente asertivo y que, con obcecada obstinación y un par de letras menos (una sílaba), se convierta en necedad. El que es sincero en su placer y en su repugnancia no tendrá jamás este problema. Se acercará a las cosas por gusto, y las disfrutará si las encuentra gratas, y se alejará de ellas si le resultan desagradables. Lo mismo pasa con los lectores respecto de los libros. Y no hay que dejarse impresionar ni avasallar por los prestigios ni por los cánones. Que al gran lector que es Harold Bloom le encanten los libros que dice que le encantan, no quiere decir que todos nos tengamos que parecer a Harold Bloom y emularlo en sus gustos y satisfacciones. No nos sintamos cretinos o estúpidos porque un libro o un autor que llenan de éxtasis al señor Bloom, a nosotros nos dejen fríos, o bien, por el contrario, porque un libro o un autor que están fuera del canon nos entusiasmen.

Vivimos una época de amenazas, represiones e imposiciones. No sumemos la lectura (cuya esencia es la libertad y el placer, independientemente del conocimiento que con ella se adquiere) a esos apremios intimidantes. Se habla mucho de la necesidad de generalizar en la población, nacional y mundial, la lectura de calidad (con toda la subjetividad y el obvio relativismo que este término contiene según sea quien lo dice), pero casi siempre con un afán de coerción que busca imponer un deber en vez de trabajar en mecanismos imaginativos vinculados al gusto y la libre elección, para despertar una necesidad placentera. Si hacemos de la lectura un fundamentalismo, transformamos un placer en una obligación insatisfactoria, dándole un signo falsamente moral a una abstracción (la lectura) que se torna hostigamiento y urgencia de religiosidad y catecismo. De tolerantes y alegres promotores de la lectura nos convertimos en extraños talibanes de signo contrario: en militantes de la imposición de leer, no porque sea precisamente un acto feliz (que por supuesto puede serlo), sino porque lo consideramos un acto “bueno”, una práctica “conveniente”, una costumbre “recta” y todo lo que suene a cumplimiento y observancia de mandato profético.

NI MODA NI DEBER

Hoy, en el mundo occidental al menos, el tema de la lectura ha desembocado, lamentablemente, en su vertiente programática del deber ser, en una especie de “fundamentalismo democrático”, para decirlo con la más que afortunada frase que utiliza Juan Luis Cebrián al referirse al “carácter contradictorio, y hasta perverso, de algunos fenómenos de la democracia moderna”; fenómenos, agregaríamos, que, aunque aleguen laicismo, están íntimamente vinculados a la religión y, en no menor grado, al mesianismo, al populismo, al autoritarismo políticos, es decir al poder intelectual e ideológico que confiere la ascendencia y aun la fuerza de la ilustración sobre la barbarie, en ese punto donde se hace más que consciente –evidente e imperativo– que el poder intelectual (por algo lo es) debe asumir una misión transformadora, abiertamente afirmativa y positivista, para imponer los beneficios de esa acción a la sociedad aun en contra de lo que puedan pensar, querer o desear los potenciales beneficiarios. Salvarlos de su “falta de razón” es una de las acciones más decididas de esta misión apostólica que no puede verse a sí misma sino como benigna.

Como bien lo ha señalado Hans Magnus Enzensberger, vivimos también una época de modas y modelos que se han convertido en dogmas casi sagrados; un tiempo en el que los charlatanes apocalípticos y los profetas mesiánicos de la salvación (incluidos los evangelistas de la nueva ciencia y las teotecnologías) ya no son capaces siquiera de distinguir sus propias contradicciones; ésas que, con cada visión del futuro, nos prometen inminentes catástrofes si no adoptamos ciertos modelos, pero que siguen tan campantes, y despreocupados, mientras puedan vender el humo de sus cabezas. Pero ya el escritor y sociólogo italiano Franco Ferrarotti nos ha advertido, lúcidamente, que “dar prioridad al discurso tecnológico, como es tan frecuente hoy desde los poderes político, social, económico, educativo y cultural, carece de sentido favorable para el mejor desarrollo humano y al mismo tiempo está lleno de peligros, pues transforma los valores instrumentales en valores finales y hace convivir progreso material con barbarie interior”.

Esto mismo está sucediendo, en muchos aspectos, con el fenómeno del libro y de la lectura. Por ello, deberíamos hacer un poco de caso al sabio consejo del ensayista y promotor español Juan Mata: “Debes mantenerte a salvo de la burocracia de numerosos profesionales del libro (permanentemente quejosos, incansablemente irritados), del prosaísmo de tantos expertos en las claves de la lectura (a los que, sin embargo, resulta difícil descubrirles una palabra de emoción, un suspiro, una pizca de júbilo), de la algarabía de los animosos apologistas de la lectura que recorren las escuelas, los institutos y las bibliotecas (cuya liviandad e irreflexión hacen que la lectura parezca un pueril pasatiempo) y de la desgana de demasiados pedagogos (que han hecho de los libros una materia hosca y extenuante)”. En otras palabras, tener cuidado con todos aquellos que han hecho del libro y de la lectura no su alegría sino su “tema”, su “patrimonio intelectual” (para dar clases aburridas y escribir otros libros, igualmente aburridos y soporíferos) o su derecho de marca, puesto que son expertos y especialistas en asuntos que, según dejan saber, sólo ellos verdaderamente comprenden.

Copiar e imitar modelos sin conocer nuestra propia realidad es una de las mayores insensateces en cualquier terreno, pero muy especialmente en los ámbitos de la cultura, incluido el que tiene que ver con el libro, por más que, en sus Aforismos sobre el arte de saber vivir, Arthur Schopenhauer nos haya dicho la siguiente meridiana verdad: “No debe tomarse a nadie como modelo de lo que uno hace o deja de hacer, pues la situación, las circunstancias, las relaciones, no son nunca las mismas para todos, y también porque la diferencia de los caracteres otorga a las cosas rasgos muy diferentes; de ahí que Duo cum faciunt idem, non est idem.” O, dicho en buen cristiano: “cuando dos hacen lo mismo, nunca es lo mismo”.

GOZO X OBLIGACIÓN = HASTÍO

Para quienes viven este mundo con una mentalidad tecnocrática y autosatisfecha hay un desdén absoluto por lo que no conocen, y no creen en nada que no tenga que ver con sus manuales teoréticos; no les importa saber cómo es la realidad; su utopía es que la realidad, sea cual fuere, se adapte y se acomode a sus teorías. Pero quien ignora la realidad, lo ignora todo, por mucho que frecuente las hipótesis. No basta con leer en los libros; hay que leer en la realidad. Y, como dijera Fernando Savater, el verdadero afán liberador de la lectura es leer para reflexionar y entender mejor lo que somos, no quedarnos en la superficie de la letra impresa que es letra muerta mientras no integremos la experiencia de leer al mundo que nos circunda, siempre imperfecto, siempre sorpresivo y cambiante, pleno de espontaneidad y voluntad, resistente a la coacción y a la infalibilidad, como la vida misma.

La lectura de libros como un hábito, como una costumbre cotidiana y saludable para todos, en todo el mundo, es una noble utopía o un generoso equívoco producto del optimismo. Como toda utopía, transita por un camino de buena intención empedrado de no pocos equívocos. Es como la utopía de que todos seamos ricos, buenos, sensibles, inteligentes, sensatos, solidarios, probos, etcétera, en una búsqueda del bien absoluto, de lo positivo social, económico, filosófico y moral. Pero leer libros –lo hemos dicho también en otras páginas– aun en el caso de que siempre fuese una costumbre positiva, no le interesa a todo el mundo, y es esto lo que no se atreven a decir y a reconocer las instancias que masifican, con misticismo laico, las campañas y programas de lectura que, a cada momento, abonan esa utopía que de ser ecuménica se torna política.

La equidad no debería tender a que todos seamos iguales (en una uniformidad imposible que se supone benéfica y que, por lo mismo, tiende a la imposición), sino a que todos tengamos las mismas oportunidades y que luego cada quien decida qué es lo que más desea hacer: incluso no leer, o bien no leer de acuerdo con los cánones y los índices (también canónicos) que tanto nos atormentan. Los gobiernos de todo signo ideológico prometen cualquier tipo de utopía aun a sabiendas de que, por definición, las utopías son irrealizables. Las “mayorías”, el “pueblo”, la “masa” y todas esas abstracciones que justifican los discursos de los políticos, fluyen y ascienden, indefectiblemente, en la cima de las estadísticas. Por eso no le faltaba razón a Jean Baudrillard, cuando en su libro A la sombra de las mayorías silenciosas, expresa que “todo el montón confuso de lo social gira en torno a ese referente esponjoso, a esa realidad opaca y translúcida a la vez, a esa nada: las masas”, y que “esa bola de cristal de las estadísticas, está ‘atravesada por corrientes y flujos', a imagen de la materia y de los elementos naturales y es así al menos como nos las representan”. Monsiváis añadiría: “Ahora, y no sólo entre políticos, las frases que dan relieve a discursos y conversaciones ya no provienen de la intención metafórica sino de las encuestas y las estadísticas. [...] Los números no son poéticos pero su retórica se impone al ser objetos de la religiosidad contemporánea.”

Los discursos sobre la lectura de libros y la lectura en general deberían excluir, sensatamente, esta declaración utópica e ideológica que está estrechamente vinculada no sólo al valor positivo de la formación clásica, sino también, hoy al menos, al sesgo demagógico del poder político. Leer no es una religión, por más que lo parezca cuando el hecho de repartir libros tenga la apariencia de distribuir hostias en una suerte de eucaristía extrañamente “laica”. Casi nadie plantea que todos seamos afectos consuetudinarios al futbol y, sin embargo, el futbol, sin campañas similares a las de la lectura, es casi una religión planetaria.

Por lo demás, las libertades del lector y las del no lector deben estar fuera de toda duda. Son irrenunciables, democráticamente, humanamente, más allá de ideales ilustrados asumidos como dogmas. Enzensberger vuelve a tener razón cuando advierte que nadie puede arrebatar al lector la libertad de darle a un libro el uso que, soberanamente, le venga en gana, incluida por supuesto la facultad de deshacerse de él si así le place.

Leer, sin imperativos, debe plantearse con sensatez y con realismo y no con esas veleidades coercitivas y desaforadas que quieren hacer del placer de leer una funesta obligación universal. Leer atados al potro del deber es una de las estrategias más disparatadas que se puedan imaginar para promover y fomentar la lectura; en otras palabras, transformar un gozo en una obligación a lo único que nos puede conducir es al hastío y, muy probablemente, a la frigidez. Desafortunadamente, casi todos los discursos modernos y contemporáneos sobre la lectura, en sus vertientes programáticas gubernamentales, en casi todo el mundo, tienden a lo mismo, con el agravante institucional de la obvia e indispensable necesidad (y necedad) de establecer y medir indicadores equívocos, pues, para justificar la inversión y los presupuestos económicos en cultura, hacen cuantitativo lo cualitativo y convierten los índices de lectura en una superstición científica. Resulta obvio que cuando se trata de hacer, a toda costa, palpable lo intangible, alguna que otra aberración se puede cometer.

http://www.corriere.it/economia/08_gennaio_05/record_gasolio_a672b3c4-bb98-11dc-b478-0003ba99c667.shtml

la «verde» sfiora la soglia degli 1,4 euro

Nuovo record per il gasolio

Ha toccato gli 1,327 euro: 8 centesimi più rispetto al precedente massimo storico


ROMA - Nuovo record per il prezzo del gasolio. Quello consigliato ai gestori nei distributori Api-Ip è arrivato a 1,327 euro al litro, infrangendo il precedente massimo di 1,319 toccato a novembre. Gli effetti del caro petrolio si fanno sentire anche sulla benzina che si avvicina ai massimi storici, sfiorando la soglia di 1,4 euro al litro. Le stesse Api e Ip, secondo fonti di settore, hanno infatti rivisto al rialzo anche i prezzi consigliati per la verde, arrivata nei distributori dei due marchi a 1,397 euro al litro.


05 gennaio 2008

http://www.jornada.unam.mx/2008/01/05/index.php?section=opinion&article=004o1pol

Desfiladero

Jaime Avilés
jamast@gmail.com

Agenda 2008

Carestía: Slim aumenta su cuota 40 por ciento

Derrotar la Ley Gestapo, misión urgentísima

Pemex, el campo, la Corte, WC, Chiapas: ¡uf!



Todos los cajeros automáticos del país cobran una comisión de 7 pesos con 20 centavos por cada extracción de dinero, pero los de Inbursa, de Carlos Slim, piden un pago adicional obligatorio (cuando los billetes ya están a punto de llegar a nuestras manos), y si uno se niega a cubrirlo, porque es un abuso que nadie explica ni justifica, la máquina cancela la operación y escupe nuestra tarjeta de plástico poco menos que indignada.

Hasta el 31 de diciembre pasado, la cuota extra de Inbursa era de 5 pesos, pero desde el primero de enero subió a 7: al hombre más rico del mundo le pareció adecuado aumentar el servicio 40 por ciento. ¿Por qué? ¿Avaricia patológica, predicción financiera, lectura ominosa del futuro que esta medianoche se convertirá en presente cuando la incompetencia de Felipe Calderón dispare los precios de todas las gasolinas?

Durante diciembre, productos como pan de caja, atún enlatado, aceite, arroz, carne de vaca, pollo y cerdo, huevos y leche registraron alzas de entre 2 y 16 por ciento, pero anteayer el bolillo dio un salto de 20 por ciento, y los ganaderos estiman que el precio del kilo de carne de res tendrá un incremento de 30 por ciento, mientras los molineros calculan que el de la tortilla se elevará otro 15 por ciento.

La derecha golpista que se robó la Presidencia dizque para impedir que el “populismo mesiánico” desatara la carestía en perjuicio de los más pobres, decidió, en alianza con sus empresarios, que lo mejor para mantener la salud de las finanzas públicas era aumentar el salario mínimo en dos pesos. Y los demagogos de la vela perpetua que juraron que, con ellos en el poder, en México “nunca más” habría una crisis económica, han creado las condiciones para que todos vivamos peor, mucho peor desde ahora.

Cada vez que los neoliberales pronostican las calamidades que azotarían al país si la izquierda ganara las elecciones, en realidad lo que hacen es recitar el programa económico que pondrán en marcha. ¿No provocó Ernesto Zedillo todo lo que dijo que iba a suceder si triunfaba Cuauhtémoc Cárdenas? ¿No está ocasionando Calderón todo lo que según él iba a causar Andrés Manuel López Obrador?

Éste es el suelo sobre el que estamos parados al inicio de 2008: una mezcla de arena y agua en la que lentamente se nos hunden los pies. Pero las amenazas que acechan por todas partes nos obligan a tomar decisiones acerca del tipo de año que estamos dispuestos a vivir: con la cabeza baja, absorbiendo los golpes en silencio, o poniendo el corazón por delante y saliendo a la calle, con todas y todos, a luchar y a vencer.

Hay cosas que simplemente no podemos permitir que se consumen, de ninguna manera. Una de ellas es la Ley Gestapo que, desde el mes entrante, facultará a cualquier policía a entrar a la casa de cualquiera de nosotros, a cualquier hora del día o de la noche y con cualquier pretexto, para robarse lo que se le antoje, sembrarnos armas, drogas, balas, cadáveres o lo que se le ocurra con tal de “incriminarnos”, y, si también se le antoja, llevarnos a una cárcel clandestina y mantenernos incomunicados y sin duda torturados hasta por 40 días antes de soltarnos o presentarnos a un juez.

Esta columna hace un llamado urgente a todos sus lectores en el extranjero para que comprueben la veracidad de este peligro y se organicen en comités y promuevan alianzas con todos los grupos inconformes al respecto y desplieguen una campaña internacional, denunciando que el Congreso de la Unión está a punto de abolir algunas de las garantías inviduales más preciadas, en un claro espaldarazo al proyecto de George WC –y de sus perros falderos locales–, para establecer una dictadura de “rostro democrático” en México.

Si no salimos ahora a echar abajo esta aberración, cuando nos percatemos de sus efectos y querramos protestar contra ella, la aberración será la que nos eche abajo a nosotros. La pregunta clave es qué podemos hacer. Desde luego, presionar a los partidos confabulados en la maniobra, a saber el PAN, su alma gemela el PRI y la porción lamentable y vergonzosamente empanizada del PRD. ¿Instalar campamentos ciudadanos para recabar firmas de repudio a la Ley Gestapo frente a las sedes de esos partidos? Sí, pero desde luego, por ya.

¿Tratar de formar un comité de defensa de las garantías individuales, integrado por los mejores constitucionalistas del país, para que pongan sus conocimientos y todos los recursos legales que hay al servicio de esta causa? Sí, sí y sí, pero por supuesto. Ahora bien, ¿cuál es la instancia que debe hacerse cargo de esta tarea? Y la respuesta es obvia: el gobierno legítimo de López Obrador debe asumir su responsabilidad, emplear sus recursos humanos, su capacidad de convocatoria y su liderazgo para impulsarla de inmediato, pero al mismo tiempo establecer vínculos con todas las luchas sociales para presentar, también en este frente de batalla, una fuerza común.

El próximo miércoles a las seis de la tarde, en el Centro Cultural Indianilla (calle doctor Bernard número 111, casi esquina con Niños Héroes, colonia de los Doctores), López Obrador apadrinará el nacimiento de una nueva organización llamada Movimiento Nacional de Defensa del Petróleo, que estará encabezada por Ifigenia Martínez, Claudia Sheinbaum, Jesusa Rodríguez, Layda Sansores, Rosalinda López Hernández, Berta Chaneca Maldonado y Alfredo Jalife Rahme.

Ése será el núcleo en torno del cual se promoverá la resistencia civil pacífica en contra de la privatización de Pemex, que Calderón ya pactó en secreto con varios consorcios petroleros mundiales que pertenecen a países como Estados Unidos, Holanda, España y Brasil. Tenemos petróleo por lo menos para 60 años más, y no podemos dejar que nos lo arrebaten con el cinismo con que ya nos quitaron todo.

Sin embargo, a pesar de la gravedad que el asunto reviste, la defensa de Pemex no tiene un plazo tan corto como el de la Ley Gestapo. A ésta, repito, la aprobarán el mes próximo. Aglutinar a las ciudadanos en su contra, desde ya, con la urgencia que el peligro inminente reclama, ensanchará las bases del movimiento contra la venta de nuestra industria nacional, al que habrán de sumarse los campesinos que demandan la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Con todo y lo agobiante que luce, la agenda 2008 no se agota en estos temas, ojalá así fuera. Hay que lograr la dimisión de los ministros corruptos de la Suprema Corte, liberar a todos los presos políticos, renovar la solidaridad con las comunidades indígenas de Chiapas, proteger al obispo de Saltillo, Raúl Vera López, bloquear la Iniciativa Mérida para evitar la llegada de los marines y comenzar a discutir muy seriamente qué haremos ante las elecciones legislativas de 2009, en que el salinismo, como en 1991, intentará quedarse con todas las sillas del Congreso.

Mientras tanto, el blog www.adioscaradetrapo.blogspot.com prosigue su campaña para romper el aislamiento que rodea la lucha de los mayas del sureste. Consúltenlo: contiene una novela que pueden leer sin costo alguno, gracias a una iniciativa de verdad anticapitalista. Y Desfiladero saluda con el corazón en la mano a Carmen Aristegui, cuya expulsión de Televisa Radio confirma que el miedo de la derecha golpista a la verdad sigue y sigue y sigue creciendo.

Friday, January 04, 2008

(Des)propósitos de Año Nuevo

http://books.guardian.co.uk/booksoftheyear2007/story/0,,2232911,00.html

The year ahead: history


Welcome to the China syndrome



Foreign relations lead the way into the new year, says Ian Pindar

Saturday December 29, 2007
The Guardian

Soon after 9/11, Martin Amis wrote a piece for this newspaper, beginning: "It was the advent of the second plane, sharking in low over the Statue of Liberty: that was the defining moment." In January The Second Plane (Jonathan Cape) will gather all of his pronouncements on 9/11 and Islamism to date, and will no doubt reignite debate about his alleged racism. In February Hassan Butt will tell Shiv Malik what it was like to be a jihadist recruiter in Britain in Leaving Al-Qaeda (Constable), while in April two award-winning Middle East correspondents report back to the bookshops: Robert Fisk's The Age of the Warrior (Fourth Estate) is a selection of his recent journalism, while Patrick Cockburn's Muqtada al-Sadr and the Fall of Iraq (Faber) will predict that the cleric-cum-militia leader will assume total power in the Shia areas.











¡Brrr! No tengan frío. Así que se acerca la recesión y un norte (you haven’t seen them all, yet) nos está partiendo el queso, y pa’ acabarla tembló en el Sur. ¡Ah, caón! Pero si apenas es 2008, ¿no?





En la gran tragicomedia de principios de siglo, los principalísimos actores financieros se encuentran taaan catatónicos que la recesión ha tenido que tomar el papel protagónico. Las cloacas de los movimientos bursátiles comienzan a derramar; apenas y podemos asomarnos a la punta de la madeja. It’s official: Sequía crediticia everywhere, sector inmobiliario apanicado, bolsas de valores en caída libre, mercados de divisas fuera de control, and this is only the beginning, mates.




Interesante observación: sin excepción alguna, todos aquellos que no han atendido al canto de las sirenas (cuyo brazo armado se encuentra aún atascado en el Golfo Pérsico), continuan su imparable crecimiento económico. Según algunas serias previsiones para este año, en el teatro económico, China tomará los créditos como tercer estelar. Por supuesto, no falta quien afirme que su sistema de gobierno es una amenaza para la convivencia civilizada, y que su sistema financiero está en pañales, …mmm.




El precio del barril de petróleo ha superado el tope esquizofrénico, perdón, sicológico, de los 100 doláres. Oops!

Mientras tanto, en la terra “nostra” este primero de Enero han sido eliminadas de tajo las restricciones arancelarias de varios alimentos entre ellos maíz y frijol. No os preocupeis comp@s, la Sagarpa tiene todo bajo control, …sí, ajá. Ya saben que en los últimos 25 años siempre hemos ido a la vanguardia del crecimiento económico. ¡Qué desconfiados, caray!






En los estrados políticos de la todavía primer potencia de nuestro planeta, un morenito acaba de tomar ventaja en las elecciones primarias, rumbo a la candidatura demócrata a la grande. Al otro lado del globo, elecciones “postergadas” en Pakistán, mientras un chamaco y su “impoluto” padre toman el control del partido de la candidata “asesinada”. En Kenia terminan por aceptar ciertos “desperfectos” en el telón de la presentación electoral, en tal contexto decenas de personas son ultimadas, el país está pendiendo de un hilo. En Sudamérica, parece a cierto crédulo al mando del país con mayores tasas de crecimiento en el continente, le han preparado una tanda de teatro fantástico a cambio de la función programada de “liberación” de fin de año. ¡Lástima, Margarito! En México seguimos de puente, ni se diga el IFE, que es el verdadero productor de toda esta pieza teatral de equívocos. En tanto el Gober de Veracrú se saca el “premio” gordo, a nostros comp@s nos va a tocar la época de vacas flacas.






Resistencia de diferente naturaleza a la nuestra en diversas partes del perro mundo. En Pakistán, aunque ya no gana las primeras planas de los periódicos, prevalece la inestabilidad. En forma “silenciosa” pero con mano firme las protestas son apagadas en Kenia. En la Francia de Sarkozy se mantiene latente el descontento por la “inevitable” aplicación de medidas económicas para favorecer a “la mayoría”. ¿Qué realmente se ha conseguido protestando de esta manera? Feedback, mis estimados.






Aunque no era ese el objetivo, el pasado Lunes recibo “involuntarias” retroalimentaciones. Habíamos preparado una cena tranquila entre los que habitamos nuestro pisito. Cuando llega un paisa y nos invita a una celebración más en grande cerca de nuestra casa. Sin pensárnoslo dos veces, la otra mexicanita de mi “flat” y yo decimos… ¡vaaa, que vaaa! Chida la organización hay de tocho a morir, seguramente es porque estuvo “orgianizada” por Japonesistos. En esas estamos platicando por aquí y allá, cuando conozco a un Griego que estudia la parte social del cambio climático, se ve medio decepcionado el bato. Quesque es puro jarabe de pico, nadie hace en realidad nada. Me dice: “nomas hay que ver lo que pasó en Bali”. Esteee, le intentó aplicar la misma dosis de la organización celular para ir convenciendo poco a poco primero a nuestro entorno inmediato, y luego ya tirarle a lo grande. Se me queda viendo como si fuera de ExtraTerrestre, y me dice que ya estoy PERSA. ¡Uchales! Ni modos, hay que guardar el sermón pa’ después. A la Poblana la vaciló más tarde, le preguntó qué tanto le decía a un Brit con el que platicaba, me contesta que Believe it or not, le hablaba de la polaca, que este Inglesito cree que los EUA no están aún preparados para que los gobierne alguien de color más serio o unas faldas bien puestas. Mmm, ¿apoco el Baby Bush ganó en buena lid?, me preguntó yo. Pero la que deveras me deja pensativo es una Coreanilla, a la que le digo que si está contenta con el Bulldozer, y me dice que le va a dar “el beneficio de la duda” (eso mesmo dije yo en 2000 cuando también estaba fuera del país y me preguntaron qué pensaba de la elección del “estadista” de San Cristobal, alos). Me CONFIESA que le preocupa en realidad más ver a su país en el espejo Mexicano. Me dice: ¿Pues qué no México estaba creciendo chidos hasta que comenzaron “los tratados de libre comercio”? Mmm.






Año nuevo. Hasta hoy llevamos contados 2008 desde el nacimiento del Nazareno en una región de Palestina. 2008, cuarenta años han pasado desde aquel turbulento 1968. El mismo de la matanza de Tlatelolco, parteaguas en la historia nacional, pero que no hemos logrado “cuajar”. Para atraer la buena suerte, ¿no podremos vestir de “rojillo” nuestros sueños, igual que hacemos con la ropa interior en la última noche del año VIEJO?






¿Cuáles son entonces nuestros propósitos? Yo más bien los voy a “bautizar” como despropósitos comp@s. Dejénme y les explico para que no se me mal interprete.






Montones de lecciones obtuvimos de la matanza de “La Plaza de las Tres Culturas” pero, ¿cuánto en realidad hemos avanzado en nuestras tácticas? El primero de mis propósitos es entonces, mantenernos “no violentos” en toda circunstancia. Me temo que las provocaciones van a aumentar poco a poco de intensidad cuando se los usurpadores vayan quedándose solos, Pinochet dixit.






Ahora, los Master of the Universe siguen insistiendo en mantener en cartelera una obra que ya está requetechoteada. Entiendan carajo, no CREEMOS más en sus evangelios infalibles: se acabó, it’s over, finito, c’est fini. ‘Tonz, hay que hacer del anticapitalismo un estilo de vida. Miren ustedes, aterricemos un ejemplo. Ya se está viendo que les vale un PEPINO nuestras protestas y organización pacífica. ¡No se va a negociar el TLC! Así de fácil. Alright, vaaa. ¿Cómo van entonces a contraarrestar nuestras redes de Solidaridad Económica? Ustedes ya lo probaron en el plantón de Reforma, ¿qué no? ¿Qué tal que le bajan a la escala económica? A nada le temen más esos LOCOS que levantarse un día, y encontrar que redujeron sus ganancias trimestrales. ¿Y si empiezan por consumir lo que se produce localmente? Oigan, ya no supe que pasó con la ñora que vendía el pan de caja. Avísenme qué ondas con ella, no sean gachos.






Hoy me entero que le dan gas a la Carmencita. Ora pues, ¿apoco creen que no me dí cuello de que le bajaron al gasto en publicidad en medios escritos? Vaaa. De nueX tenemos que contraatacar comp@s, no hay de oXtra. El mantenerse informados en esta coyuntura es una condición indispensable para avanzar, mmm. ¿Cómo le hacemos, pues? No sé cómo le estén haciendo, pero si tienen puntos de reunión, hay que compartir lo que leemos, aunque nos duela ahí mero como a mi perder su hemeroteca personal, sobre todo aquella que tenemos en forma escrita, ya sea que regalemos o fotocopiemos los originales; otra sería instalar puntos de lectura en nuestros lugares de reunión. Eso ustedes lo saben mejor que yo, pero hay que movernos again, o nos llevan al baile.






Recesión económica, mazazos climáticos en tándem. ¿No les dije que iban a venir aparejados como si jueran cuates de toda la vida? Pa’ acabarla ya hasta comienzan a manifestarse los temblores. ¡Ay, wey! Como dice uno de mis maestros, ojalá Dios no me agarre confesa’o por el Cepeda. ¡Cízcale, Diablo panzón! Con eso no juegues. El siguiente propósito, establecido lo anterior, es que no repitamos lo de La Revolucioncita Mexicana. Al final, quedaron algunos de los mesmos. ¿Qué nooo? ¿No anda por ahí un sicario, que se hace llamar escritor que lleva por segundo apellido Díaz? A ver. Miren, batos. Este es el tipo de condiciones socioeconómicas que aprovechan los vivales para amasar grandes fortunas. Es nuestro deber tratar de cambiar el presente sistema de explotación, aunque al final no podamos hacerlo de tajo o en forma perfeita. El chiste es que no sea la misma gata pero revolcada. Tenemos que acotarlos pero de a Wilbur, si no lo hacemos ahora, capaz se reproducen y a comenzar de cero.






Recuerden que el máximo propósito de este año es derrocar de forma no violenta al gobierno que nos es ajeno. Así de fácil. ¿Qué no se puede? ¡Ah, cómo caraXos no! Me canso que se puede. This time is for real!!! Los productores de RIQUEZA son todos ustedes, los que venden su “juerza” de trabajo. Sin ustedes, son enanos esos mismos que “cocinaron” el fraude de 2006. Así que nuestro despropósito es aceptar que ellos tienen el poder. Ni MAIZ, paloma. Güeno, si cumplimos los despropósitos vamos a lograr una revolución pacífica en este ciclo centenario, ya merito llegamos. AL TIEMPO.






M@rcentenario;

Norwich, U(n) K(eso OAXACA);

04/01/08






... para que la JAIBA apriete ha de ser del mismo PUERTO.






P.D.LEGAL. “…You say: LOVE is a temple/LOVE is a higher LAW/LOVE is a temple/LOVE is the higher LAW…” – ONE (U2).






P.D.MOURIÑA. “Te quieres VENDER/Cualquier OFERTA es buena/…entre DOS tierras/y no aire que respirar…” – Entres DOS TIERRAS (Heroes del SILENCIO).






P.D.NO_VIOLENTA. “.. Mama put my guns in the ground/I can't shoot them any-more …”– Knockin’ on HEAVEN’s door (BOB DYLAN).






PREGUNTAS SIN RESPUESTA.

¿Quién los va a rescatar cuando EL IMPERIO tenga que administrar “inteligentemente” todos sus recursos, con tal de mantenerse entre los grandes?






ENCORE “MAICIADO”.





Correction Appended

LILONGWE, Malawi — Malawi hovered for years at the brink of famine. After a disastrous corn harvest in 2005, almost five million of its 13 million people needed emergency food aid.

But this year, a nation that has perennially extended a begging bowl to the world is instead feeding its hungry neighbors. It is selling more corn to the World Food Program of the United Nations than any other country in southern Africa and is exporting hundreds of thousands of tons of corn to Zimbabwe.

In Malawi itself, the prevalence of acute child hunger has fallen sharply. In October, the United Nations Children’s Fund sent three tons of powdered milk, stockpiled here to treat severely malnourished children, to Uganda instead. “We will not be able to use it!” Juan Ortiz-Iruri, Unicef’s deputy representative in Malawi, said jubilantly.

Farmers explain Malawi’s extraordinary turnaround — one with broad implications for hunger-fighting methods across Africa — with one word: fertilizer.

Over the past 20 years, the World Bank and some rich nations Malawi depends on for aid have periodically pressed this small, landlocked country to adhere to free market policies and cut back or eliminate fertilizer subsidies, even as the United States and Europe extensively subsidized their own farmers. But after the 2005 harvest, the worst in a decade, Bingu wa Mutharika, Malawi’s newly elected president, decided to follow what the West practiced, not what it preached.

Stung by the humiliation of pleading for charity, he led the way to reinstating and deepening fertilizer subsidies despite a skeptical reception from the United States and Britain. Malawi’s soil, like that across sub-Saharan Africa, is gravely depleted, and many, if not most, of its farmers are too poor to afford fertilizer at market prices.

“As long as I’m president, I don’t want to be going to other capitals begging for food,” Mr. Mutharika declared. Patrick Kabambe, the senior civil servant in the Agriculture Ministry, said the president told his advisers, “Our people are poor because they lack the resources to use the soil and the water we have.”

The country’s successful use of subsidies is contributing to a broader reappraisal of the crucial role of agriculture in alleviating poverty in Africa and the pivotal importance of public investments in the basics of a farm economy: fertilizer, improved seed, farmer education, credit and agricultural research.

Malawi, an overwhelmingly rural nation about the size of Pennsylvania, is an extreme example of what happens when those things are missing. As its population has grown and inherited landholdings have shrunk, impoverished farmers have planted every inch of ground. Desperate to feed their families, they could not afford to let their land lie fallow or to fertilize it. Over time, their depleted plots yielded less food and the farmers fell deeper into poverty.

Malawi’s leaders have long favored fertilizer subsidies, but they reluctantly acceded to donor prescriptions, often shaped by foreign-aid fashions in Washington, that featured a faith in private markets and an antipathy to government intervention.

In the 1980s and again in the 1990s, the World Bank pushed Malawi to eliminate fertilizer subsidies entirely. Its theory both times was that Malawi’s farmers should shift to growing cash crops for export and use the foreign exchange earnings to import food, according to Jane Harrigan, an economist at the University of London.

In a withering evaluation of the World Bank’s record on African agriculture, the bank’s own internal watchdog concluded in October not only that the removal of subsidies had led to exorbitant fertilizer prices in African countries, but that the bank itself had often failed to recognize that improving Africa’s declining soil quality was essential to lifting food production.

“The donors took away the role of the government and the disasters mounted,” said Jeffrey Sachs, a Columbia University economist who lobbied Britain and the World Bank on behalf of Malawi’s fertilizer program and who has championed the idea that wealthy countries should invest in fertilizer and seed for Africa’s farmers.

Here in Malawi, deep fertilizer subsidies and lesser ones for seed, abetted by good rains, helped farmers produce record-breaking corn harvests in 2006 and 2007, according to government crop estimates. Corn production leapt to 2.7 million metric tons in 2006 and 3.4 million in 2007 from 1.2 million in 2005, the government reported.

“The rest of the world is fed because of the use of good seed and inorganic fertilizer, full stop,” said Stephen Carr, who has lived in Malawi since 1989, when he retired as the World Bank’s principal agriculturalist in sub-Saharan Africa. “This technology has not been used in most of Africa. The only way you can help farmers gain access to it is to give it away free or subsidize it heavily.”

Correction: December 7, 2007

A chart on Sunday about improvements in Malawi’s agricultural production, using erroneous information from a study by researchers at Imperial College London and Michigan State University, misstated the size of recent corn harvests. (Because of an editing error, the article also included the wrong figures.) The increase in production was in millions of metric tons, not billions. (Estimates show that corn production rose to 2.7 million metric tons in 2006 and 3.4 million in 2007 from 1.2 million in 2005.)

Correction Appended

(Page 2 of 2)

“The government has taken the bull by the horns and done what farmers wanted,” he said. Some economists have questioned whether Malawi’s 2007 bumper harvest should be credited to good rains or subsidies, but an independent evaluation, financed by the United States and Britain, found that the subsidy program accounted for a large share of this year’s increase in corn production.

The harvest also helped the poor by lowering food prices and increasing wages for farm workers. Researchers at Imperial College London and Michigan State University concluded in their preliminary report that a well-run subsidy program in a sensibly managed economy “has the potential to drive growth forward out of the poverty trap in which many Malawians and the Malawian economy are currently caught.”

Farmers interviewed recently in Malawi’s southern and central regions said fertilizer had greatly improved their ability to fill their bellies with nsima, the thick, cornmeal porridge that is Malawi’s staff of life.

In the hamlet of Mthungu, Enelesi Chakhaza, an elderly widow whose husband died of hunger five years ago, boasted that she got two ox-cart-loads of corn this year from her small plot instead of half a cart.

Last year, roughly half the country’s farming families received coupons that entitled them to buy two 110-pound bags of fertilizer, enough to nourish an acre of land, for around $15 — about a third the market price. The government also gave them coupons for enough seed to plant less than half an acre.

Malawians are still haunted by the hungry season of 2001-02. That season, an already shrunken program to give poor farmers enough fertilizer and seed to plant a meager quarter acre of land had been reduced again. Regional flooding further lowered the harvest. Corn prices surged. And under the government then in power, the country’s entire grain reserve was sold as a result of mismanagement and corruption.

Mrs. Chakhaza watched her husband starve to death that season. His strength ebbed away as they tried to subsist on pumpkin leaves. He was one of many who succumbed that year, said K. B. Kakunga, the local Agriculture Ministry official. He recalled mothers and children begging for food at his door.

“I had a little something, but I could not afford to help each and every one,” he said. “It was very pathetic, very pathetic indeed.”

But Mr. Kakunga brightened as he talked about the impact of the subsidies, which he said had more than doubled corn production in his jurisdiction since 2005.

“It’s quite marvelous!” he exclaimed.

Malawi’s determination to heavily subsidize fertilizer and the payoff in increased production are beginning to change the attitudes of donors, say economists who have studied Malawi’s experience.

The Department for International Development in Britain contributed $8 million to the subsidy program last year. Bernabé Sánchez, an economist with the agency in Malawi, estimated the extra corn produced because of the $74 million subsidy was worth $120 million to $140 million.

“It was really a good economic investment,” he said.

The United States, which has shipped $147 million worth of American food to Malawi as emergency relief since 2002, but only $53 million to help Malawi grow its own food, has not provided any financial support for the subsidy program, except for helping pay for the evaluation of it. Over the years, the United States Agency for International Development has focused on promoting the role of the private sector in delivering fertilizer and seed, and saw subsidies as undermining that effort.

But Alan Eastham, the American ambassador to Malawi, said in a recent interview that the subsidy program had worked “pretty well,” though it displaced some commercial fertilizer sales.

“The plain fact is that Malawi got lucky last year,” he said. “They got fertilizer out while it was needed. The lucky part was that they got the rains.”

And the World Bank now sometimes supports the temporary use of subsidies aimed at the poor and carried out in a way that fosters private markets.

Here in Malawi, bank officials say they generally support Malawi’s policy, though they criticize the government for not having a strategy to eventually end the subsidies, question whether its 2007 corn production estimates are inflated and say there is still a lot of room for improvement in how the subsidy is carried out.

“The issue is, let’s do a better job of it,” said David Rohrbach, a senior agricultural economist at the bank.

Though the donors are sometimes ambivalent, Malawi’s farmers have embraced the subsidies. And the government moved this year to give its people a more direct hand in their distribution.

Villagers in Chembe gathered one recent morning under the spreading arms of a kachere tree to decide who most needed fertilizer coupons as the planting season loomed. They had only enough for 19 of the village’s 53 families.

“Ladies and gentlemen, should we start with the elderly or the orphans?” asked Samuel Dama, a representative of the Chembe clan.

Men led the assembly, but women sitting on the ground at their feet called out almost all the names of the neediest, gesturing to families rearing children orphaned by AIDS or caring for toothless elders.

There were more poor families than there were coupons, so grumbling began among those who knew they would have to watch over the coming year as their neighbors’ fertilized corn fields turned deep green.

Sensing the rising resentment, the village chief, Zaudeni Mapila, rose. Barefoot and dressed in dusty jeans and a royal blue jacket, he acted out a silly pantomime of husbands stuffing their pants with corn to sell on the sly for money to get drunk at the beer hall. The women howled with laughter. The tension fled.

He closed with a reminder he hoped would dampen any jealousy.

“I don’t want anyone to complain,” he said. “It’s not me who chose. It’s you.”

The women sang back to him in a chorus of acknowledgment, then dispersed to their homes and fields.
Il giovane regista atar ofek sbeffeggia i terroristi palestinesi e i soldati israeliani


A Tel Aviv successo di pubblico per «Bomba che ticchetta». La pellicola esclusa dai festival locali

TEL AVIV - Non ha provocato panico, ma al contrario esplosioni di ilarità, la presenza alla Cinemateca di Tel Aviv di una "Bomba che ticchetta". Dopo un anno senza più attentati suicidi palestinesi, Israele si prende il lusso di esorcizzare con qualche risata quello che per anni è stato un pericolo mortale. "Bomba che ticchetta" - questo il titolo del film del giovane regista Atar Ofek, che sbeffeggia sia i terroristi palestinesi sia i soldati israeliani - potrebbe essere l'inizio di una nuova tendenza.

LA TRAMA - Nell'idioma ebraico 'Pzazzà metakteket' (Bomba che ticchetta) è sinonimo di ragazza molto appariscente. Un duplice riferimento alla protagonista del filmato (30 minuti a ritmo serrato): la palestinese Rauda che lascia la Cisgiordania per far esplodere un autobus israeliano. Ma oltre i posti di blocco presidiati da militari ottusi fino alla cecità c'è in agguato un Cupido che farà cadere la terrorista col corpetto esplosivo nelle braccia di un giovane ebreo, perdutamente invaghitosi di lei.

■ Guarda il trailer del film

PROBLEMI - Ofek ha spiegato all'Ansa che costrizioni di carattere economico e remore politiche hanno causato una severa selezione fra i candidati alle parti principali del film. Rauda - la palestinese votata al martirio che si impappina di fronte alla telecamera che la riprende prima di partire in missione e manda su tutte le furie i mandanti dell'attentato - è in realtà una israeliana di origine yemenita, Hadar Razon. Il marito - un palestinese affamato di sesso per i prolungati coprifuoco a cui è costretto, che si scambia per telefono messaggi allusivi con una pacifista israeliana pure assetata di distensione - è in realtà un druso.
Oltre il tono caricaturistico, il film ha dosi di autenticità: ad esempio quando la telecamera indugia sulle pareti della casa di Rauda dove soldati israeliani, durante una perquisizione, hanno tracciato con lo spray slogan inneggianti alla loro brigata. Per produrre il film, Ofek ha ricevuto il sostegno di enti pubblici. Ad opera completata sono però iniziati i problemi. Accampando ragioni diverse, i festival del cinema di Gerusalemme e di Haifa non lo hanno voluto. La televisione commerciale "Canale 2" non esclude di mandarlo in onda in futuro.

SUCCESSO - Intanto il film passa di mano in mano. Martedì, quando si è sparsa voce della proiezione, la Cinemateca di Tel Aviv si è riempita. Poi gli spettatori hanno sgomitato per acquistare copie del film, da regalare agli amici. Ofek dice che "Bomba che ticchetta" è stato ben accolto da spettatori di vario genere: ebrei e arabi, nazionalisti e pacifisti, tutti contagiati dal tono bonario. E i sopravvissuti agli attentati, gli è stato chiesto, come reagiranno? «Le gag del film - nota - sberleffano i terroristi e i soldati, non le vittime degli attentati. Non vedo perché questi ultimi dovrebbero offendersi».

(Aldo Baquis - Ansa)
02 gennaio 2008(ultima modifica: 03 gennaio 2008)


de la redacción

MEXICO, D.F., 2 de enero (apro).- Con 86 periodistas muertos, la mayoría de ellos en Irak, Somalia y Paquistán, 2007 fue el año más sangriento para la prensa desde 1994, según reveló hoy en París, Francia, la organización Reporteros sin Fronteras (RSF).

En su balance anual, el organismo sostuvo que el número de periodistas asesinados aumentó 244% en los cinco últimos años.

De acuerdo con el informe, más de la mitad de los periodistas muertos en 2007 (48) perdieron la vida en el Magreb y Oriente Medio, mientras que otros 17 murieron en Asia; 12 en África; siete en el continente americano, dos en Europa y en la exunión Soviética.

En cambio, en América Latina, murieron dos periodistas en México; uno en Perú; uno de Brasil; uno en Haití, y otro en Paraguay.

Según RSF, también perdieron la vida el año pasado 20 colaboradores de medios informativos en el mundo, frente a los 32 en 2006.

RSF subrayó que, desde 1994, cuando perdieron la vida 103 periodistas, no se registró un número tan elevado de víctimas entre los informadores como en 2007, pues en 2006 la cifra fue de 85 muertos.

Irak fue el país donde se produjo el mayor número de bajas entre los profesionales de la información, con 47 muertos. "Desde la invasión estadunidense, en marzo de 2003, murieron al menos 207 profesionales de los medios informativos. Ni la guerra de Vietnam, ni el conflicto en la

exYugoslavia, ni siquiera las matanzas en Argelia o el genocidio ruandés causaron tantas víctimas" en este sector, destacó RSF.

En la lista de los países más peligrosos para los informadores ocupa el segundo puesto Somalia (con ocho muertos) y Pakistán (con seis).

Pese a que el 90 por ciento de los asesinatos de periodistas sigue "total o parcialmente impune", RSF destacó que, en 2008, se realizarán "dos procesos esenciales": el de los presuntos asesinos de la periodista rusa Anna Politkovskaya y el de los supuestos autores de la muerte del turco Hrant Dink.

Además, hasta ayer, 135 periodistas se encontraban encarcelados en el mundo, cifra que “no varía en absoluto desde hace unos años", según RSF.

Añadió que, el año pasado, sufrieron censura 528 medios informativos, y se dio un promedio de más de dos periodistas detenidos al día, es decir un total de 887.

Cuba figura en el segundo lugar de los países con más periodistas detenidos, con 55, detrás de Pakistán, con 195, y antes de Irán, con 54.

"A la amenaza de prisión, hay ahora que agregar la del secuestro", cuyo número aumentó en 2007 y que es "práctica habitual" en Irak y en Afganistán, subrayó RSF.

Un total de 67 periodistas fueron secuestrados y 14 de ellos aún permanecen como rehenes, recalcó RSF, al precisar que todos esos secuestros se produjeron en Irak.

En 2007, también sufrieron represión los "ciber-disidentes": 65 permanecen detenidos y al menos 2 mil 676 portales de internet se suspendieron o cerraron, añadió.
Eduardo Galeano


Cada día, leyendo los diarios, asisto a una clase de historia.

Los diarios me enseñan por lo que dicen y por lo que callan.

La historia es una paradoja andante. La contradicción le mueve las piernas. Quizá por eso sus silencios dicen más que sus palabras y con frecuencia sus palabras revelan, mintiendo, la verdad.

De aquí a poco se publicará un libro mío que se llama Espejos. Es algo así como una historia universal, y perdón por el atrevimiento. “Yo puedo resistir todo, menos la tentación”, decía Oscar Wilde, y confieso que he sucumbido a la tentación de contar algunos episodios de la aventura humana en el mundo, desde el punto de vista de los que no han salido en la foto.

Por decirlo de alguna manera, se trata de hechos no muy conocidos.

Aquí resumo algunos, algunitos nomás.

***

Cuando fueron desalojados del Paraíso, Adán y Eva se mudaron al África, no a París.

Algún tiempo después, cuando ya sus hijos se habían lanzado a los caminos del mundo, se inventó la escritura. En Irak, no en Texas.

También el álgebra se inventó en Irak. La fundó Mohamed al-Jwarizmi, hace mil 200 años, y las palabras algoritmo y guarismo derivan de su nombre.

Los nombres suelen no coincidir con lo que nombran. En el British Museum, pongamos por caso, las esculturas del Partenón se llaman “mármoles de Elgin”, pero son mármoles de Fidias. Elgin se llamaba el inglés que las vendió al museo.

Las tres novedades que hicieron posible el Renacimiento europeo, la brújula, la pólvora y la imprenta, habían sido inventadas por los chinos, que también inventaron casi todo lo que Europa reinventó.

Los hindúes habían sabido antes que nadie que la Tierra era redonda y los mayas habían creado el calendario más exacto de todos los tiempos.

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En 1493, el Vaticano regaló América a España y obsequió el África negra a Portugal, “para que las naciones bárbaras sean reducidas a la fe católica”. Por entonces, América tenía 15 veces más habitantes que España y el África negra 100 veces más que Portugal.

Tal como había mandado el Papa, las naciones bárbaras fueron reducidas. Y muy.

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Tenochtitlán, el centro del imperio azteca, era de agua. Hernán Cortés demolió la ciudad, piedra por piedra, y con los escombros tapó los canales por donde navegaban 200 mil canoas. Ésta fue la primera guerra del agua en América. Ahora Tenochtitlán se llama México DF. Por donde corría el agua, corren los autos.

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El monumento más alto de la Argentina se ha erigido en homenaje al general Roca, que en el siglo XIX exterminó a los indios de la Patagonia.

La avenida más larga del Uruguay lleva el nombre del general Rivera, que en el siglo XIX exterminó a los últimos indios charrúas.

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John Locke, el filósofo de la libertad, era accionista de la Royal Africa Company, que compraba y vendía esclavos.

Mientras nacía el siglo XVIII, el primero de los borbones, Felipe V, estrenó su trono firmando un contrato con su primo, el rey de Francia, para que la Compagnie de Guinée vendiera negros en América. Cada monarca llevaba un 25 por ciento de las ganancias.

Nombres de algunos navíos negreros: Voltaire, Rousseau, Jesús, Esperanza, Igualdad, Amistad.

Dos de los Padres Fundadores de Estados Unidos se desvanecieron en la niebla de la historia oficial. Nadie recuerda a Robert Carter ni a Gouverner Morris. La amnesia recompensó sus actos. Carter fue el único prócer de la independencia que liberó a sus esclavos. Morris, redactor de la Constitución, se opuso a la cláusula que estableció que un esclavo equivalía a las tres quintas partes de una persona.

El nacimiento de una nación, la primera superproducción de Hollywood, se estrenó en 1915, en la Casa Blanca. El presidente Woodrow Wilson la aplaudió de pie. Él era el autor de los textos de la película, un himno racista de alabanza al Ku Klux Klan.

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Algunas fechas:

Desde el año 1234, y durante los siete siglos siguientes, la Iglesia católica prohibió que las mujeres cantaran en los templos. Eran impuras sus voces, por aquel asunto de Eva y el pecado original.

En el año 1783, el rey de España decretó que no eran deshonrosos los trabajos manuales, los llamados “oficios viles”, que hasta entonces implicaban la pérdida de la hidalguía.

Hasta el año 1986 fue legal el castigo de los niños en las escuelas de Inglaterra, con correas, varas y cachiporras.

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En nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad, la Revolución Francesa proclamó en 1793 la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Entonces, la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. La guillotina le cortó la cabeza.

Medio siglo después, otro gobierno revolucionario, durante la Primera Comuna de París, proclamó el sufragio universal. Al mismo tiempo, negó el derecho de voto a las mujeres, por unanimidad menos uno: 899 votos en contra, uno a favor.

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La emperatriz cristiana Teodora nunca dijo ser revolucionaria, ni cosa por el estilo. Pero hace mil 500 años el imperio bizantino fue, gracias a ella, el primer lugar del mundo donde el aborto y el divorcio fueron derechos de las mujeres.

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El general Ulises Grant, vencedor en la guerra del norte industrial contra el sur esclavista, fue luego presidente de Estados Unidos.

En 1875, respondiendo a las presiones británicas, contestó:

–Dentro de 200 años, cuando hayamos obtenido del proteccionismo todo lo que nos puede ofrecer, también nosotros adoptaremos la libertad de comercio.

Así pues, en el año 2075, la nación más proteccionista del mundo adoptará la libertad de comercio.

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Lootie, Botincito, fue el primer perro pequinés que llegó a Europa.

Viajó a Londres en 1860. Los ingleses lo bautizaron así, porque era parte del botín arrancado a China, al cabo de las dos largas guerras del opio.

Victoria, la reina narcotraficante, había impuesto el opio a cañonazos. China fue convertida en una nación de drogadictos, en nombre de la libertad, la libertad de comercio.

En nombre de la libertad, la libertad de comercio, Paraguay fue aniquilado en 1870. Al cabo de una guerra de cinco años, este país, el único país de las Américas que no debía un centavo a nadie, inauguró su deuda externa. A sus ruinas humeantes llegó, desde Londres, el primer préstamo. Fue destinado a pagar una enorme indemnización a Brasil, Argentina y Uruguay. El país asesinado pagó a los países asesinos, por el trabajo que se habían tomado asesinándolo.

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Haití también pagó una enorme indemnización. Desde que en 1804 conquistó su independencia, la nueva nación arrasada tuvo que pagar a Francia una fortuna, durante un siglo y medio, para expiar el pecado de su libertad.

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Las grandes empresas tienen derechos humanos en Estados Unidos. En 1886, la Suprema Corte de Justicia extendió los derechos humanos a las corporaciones privadas, y así sigue siendo.

Pocos años después, en defensa de los derechos humanos de sus empresas, Estados Unidos invadió 10 países, en diversos mares del mundo.

Entonces Mark Twain, dirigente de la Liga Antimperialista, propuso una nueva bandera, con calaveritas en lugar de estrellas, y otro escritor, Ambrose Bierce, comprobó:

–La guerra es el camino que Dios ha elegido para enseñarnos geografía.

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Los campos de concentración nacieron en África. Los ingleses iniciaron el experimento, y los alemanes lo desarrollaron. Después Hermann Göring aplicó, en Alemania, el modelo que su papá había ensayado, en 1904, en Namibia. Los maestros de Joseph Mengele habían estudiado, en el campo de concentración de Namibia, la anatomía de las razas inferiores. Los cobayos eran todos negros.

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En 1936, el Comité Olímpico Internacional no toleraba insolencias. En las Olimpiadas de 1936, organizadas por Hitler, la selección de futbol de Perú derrotó 4 a 2 a la selección de Austria, el país natal del Führer. El Comité Olímpico anuló el partido.

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A Hitler no le faltaron amigos. La Fundación Rockefeller financió investigaciones raciales y racistas de la medicina nazi. La Coca-Cola inventó la Fanta, en plena guerra, para el mercado alemán. La IBM hizo posible la identificación y clasificación de los judíos, y ésa fue la primera hazaña en gran escala del sistema de tarjetas perforadas.

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En 1953 estalló la protesta obrera en la Alemania comunista.

Los trabajadores se lanzaron a las calles y los tanques soviéticos se ocuparon de callarles la boca. Entonces Bertolt Brecht propuso: ¿No sería más fácil que el gobierno disuelva al pueblo y elija otro?

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Operaciones de marketing. La opinión pública es el target. Las guerras se venden mintiendo, como se venden los autos.

En 1964, Estados Unidos invadió Vietnam, porque Vietnam había atacado dos buques de Estados Unidos en el golfo de Tonkin. Cuando ya la guerra había destripado a una multitud de vietnamitas, el ministro de Defensa, Robert McNamara, reconoció que el ataque de Tonkin no había existido.

Cuarenta años después, la historia se repitió en Irak.

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Miles de años antes de que la invasión estadunidense llevara la Civilización a Irak, en esa tierra bárbara había nacido el primer poema de amor de la historia universal. En lengua sumeria, escrito en el barro, el poema narró el encuentro de una diosa y un pastor. Inanna, la diosa, amó esa noche como si fuera mortal. Dumuzi, el pastor, fue inmortal mientras duró esa noche.

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Paradojas andantes, paradojas estimulantes:

El Aleijadinho, el hombre más feo del Brasil, creó las más hermosas esculturas de la era colonial americana.

El libro de viajes de Marco Polo, aventura de la libertad, fue escrito en la cárcel de Génova.

Don Quijote de La Mancha, otra aventura de la libertad, nació en la cárcel de Sevilla.

Fueron nietos de esclavos los negros que generaron el jazz, la más libre de las músicas.

Uno de los mejores guitarristas de jazz, el gitano Django Reinhardt, tenía no más que dos dedos en su mano izquierda.

No tenía manos Grimod de la Reynière, el gran maestro de la cocina francesa. Con garfios escribía, cocinaba y comía.