MÉXICO, D.F., 1 de junio (apro).- Incombustible, Emilio Gamboa Patrón fue designado por aclamación el pasado fin de semana como nuevo dirigente de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) del PRI, el llamado “sector popular”. Su designación fue el producto de una negociación cupular prolongada desde el año pasado.
Por su puesto, su interés no está sólo en revivir al “tercer sector” del corporativismo priista. Él, acostumbrado a los entretelones del poder político, al poder del picaporte y no al activismo de masas, al clientelismo de gran escala, hará lo que siempre ha hecho desde que Carlos Salinas lo eligió como operador político en el seno de “la familia feliz” de Miguel de la Madrid: negociar, pactar e interceder para que los grupos priistas, en pos de la sucesión del 2012, no se destruyan en el camino.
Según varias versiones de los corredores del poder político priista, Gamboa Patrón va en pos de la dirigencia nacional del mismo partido para sustituir en el momento necesario a Beatriz Paredes, a quien sus seguidores ya la colocan como candidata a jefa de Gobierno del Distrito Federal, con el apoyo pleno del dinero y la operación política de Enrique Peña Nieto.
Se dice que Gamboa Patrón “se lleva bien con todos” los involucrados en la lucha por la nominación de la candidatura presidencial del PRI: con Peña Nieto y sus extensiones en varios estados (Ivonne Ortega, en Yucatán; Félix González Canto, en Quintana Roo; Miguel Osorio Chong, en Hidalgo; Rodrigo Medina, en Nuevo León), con el coordinador de los senadores del PRI, Manlio Fabio Beltrones, su “hermano” desde los tiempos salinistas; con el veracruzano Fidel Herrera, quien, simbólicamente, se descartó como sucesor de Beatriz Paredes; con Francisco Rojas, coordinador de la bancada del PRI en San Lázaro, quien aspira también a la nominación priista.
En esencia, lo que han decidido los clanes y grupos de poder dentro del PRI es un broker, un intermediario, un negociador de posiciones y parcelas de poder en pos del 2012.
Aquellas grabaciones
El pasado inmediato persigue los altos fines de Emilio Gamboa Patrón. El político de origen yucateco siempre saluda agitadamente, reparte sonrisas, aun a sus más incómodos críticos; contesta decenas de llamadas a su celular, al tiempo que está pendiente de las conversaciones circundantes. No pierde el detalle ni la compostura, aunque siempre ande con prisa. Es un “correcaminos de la política”. Hábil para olfatear algún asunto que necesite de sus artes como “operador político”, veloz para ofrecer sus servicios de intermediación. Eficaz y discreto, según sus seguidores.
Sin embargo, aquella mañana del 12 de septiembre de 2006 el buen semblante le cambió, la indiscreción estalló y la prisa lo alcanzó. Recién nombrado coordinador de los diputados del PRI para la legislatura que culminó en el 2009 y presidente de la Junta de Coordinación Política de San Lázaro, Gamboa Patrón enfrentaba un nuevo escándalo mediático que lo vinculaba con uno de los empresarios corruptores, cuyo rastro llegaba hasta la red de pederastas de Jean Succar Kuri, en Quintana Roo.
Esa mañana en el noticiario radiofónico Hoy por Hoy --conducido por Carmen Aristegui-- y en el periódico La Jornada se divulgó la siguiente conversación:
--Papito, ¿dónde andas cabrón? –saluda Emilio Gamboa Patrón.
--Pues aquí estoy en este pinche pueblo de los demonios, papá –le responde con voz ronca Kamel Nacif.
--Pero ¿dónde andas mi rey? Porque habla uno todo el día bien de ti, pero te pierdes hijo de la chingada.
--Pues ando chingándole, no queda otra… ¿Y cómo estás tú, senador?
--Uy, a toda madre, aquí echando una comida con unos senadores, que si te cuento te… (inaudible) cabrón.
--¿De dónde?
--Vamos a sacar la reforma del hipódromo, cabrón, ya no del juego… del hipódromo.
--¿Para qué?
--Para hacer juego ahí, cabrón.
--¿Cómo?... Bueno…
--¿Cómo lo ves?
--No, no la chingues.
--Entonces, lo que tú digas, cabrón, lo que tú digas, por ahí vamos, cabrón.
--No, dale pa’ tras, papá.
--Pues, entonces va pa’ tras, esa chingadera no pasa en el Senado, eh.
--¡A huevo!
--Ok.
--Pues a huevo!
--Te mando mi cariño.
--¿Cuándo nos vemos? –pregunta inquieto Nacif.
--Cuando quieras mi Kamelito.
--Pues cuando tú digas…
--Regresando, yo me voy a Washington a ver a unos cabrones, pero regresando te veo… Regresando yo te llamo… créeme que yo te llamo… ya no me llames… yo te llamo amigo.
--Orale senador.
--Un abrazo.
--Estáte bien, bye.
La grabación se interrumpe. En otra llamada, se escucha a Kamel Nacif hablar con su hija.
--¿Qué pasó, mi amor?
--Nada papi, qué haces…
--Estaba hablando con el Gamboa y con otro senador.
--Ah, y ahora, ¿qué traes problemas?
-No. Me buscan todos para ver de a cómo le caigo.
--(Risas) Ah, bueno.
En el momento de la difusión de esta conversación telefónica, Emilio Gamboa Patrón había conseguido, por quinto sexenio consecutivo, mantenerse en un lugar privilegiado, a pesar de la derrota del PRI, su partido, por segundo sexenio consecutivo en la Presidencia de la República.
El político logró el anhelado fuero legislativo, esa otra fórmula de la impunidad al estilo mexicano que se ha convertido en una regla no escrita en la clase política, aún con la alternancia entre el PRI y el PAN, y las promesas incumplidas de la rendición de cuentas.
Vivir en el presupuesto
El vínculo de Gamboa Patrón con la red de pederastas es tan sólo una de las muchas pistas oscuras que este político ha dejado a lo largo de su carrera transexenal.
La fortuna ha favorecido en su ascenso burocrático a este político nacido el 23 de agosto de 1950 en la Ciudad de México.
Egresado de la Universidad Iberoamericana como licenciado en relaciones industriales, Gamboa se enroló en 1972, a los 22 años de edad, en el PRI; y su objetivo fue uno sólo: el ascenso a la elite gobernante. Lo logró con creces.
Apoyado por su amigo Genaro Borrego, de la misma generación de la Iberoamericana, Gamboa Patrón fue secretario auxiliar de Ricardo García Sáinz, efímero secretario de Programación y Presupuesto en el sexenio de José López Portillo (1978); se distanció del exdirector del Seguro Social para enrolarse a la corriente tecnocrática de Miguel de la Madrid, quien lo nombró su secretario particular (1979) y logró encumbrarse junto con la llamada “Familia Feliz” en la Presidencia de la República (1982-1988), siempre como hábil secretario y dueño del picaporte de Los Pinos.
Desde esa posición, Gamboa Patrón fue el artífice del ascenso al poder del grupo conocido como Los Toficos, la camarilla a la cual pertenecía Carlos Salinas de Gortari, secretario de Programación y Presupuesto en el sexernio de De la Madrid.
Gamboa jugó un factor clave, reconocido por el propio Salinas, en el proceso para la nominación del sucesor del jefe de ambos, Miguel de la Madrid. A lo largo del sexenio de la “renovación moral”, Gamboa Patrón utilizó su influencia para eliminar del camino a posibles competidores de Salinas de Gortari, como el entonces joven gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo; el secretario de Hacienda, Jesús Silva Herzog; y Manuel Bartlett, el secretario de Gobernación.
En retribución a los favores ejercidos, durante el sexenio salinista, Gamboa Patrón ocupó las tres posiciones que había negociado con su aliado: director del Infonavit (1988-1990), director del Instituto Mexicano del Seguro Social (1990-1993) y secretario de Comunicaciones y Transportes (1993-1994).
Su capacidad para ser funcionario plurinominal fue de la mano con su habilidad para estar siempre presente en las principales intrigas palaciegas y en los procesos de sucesión presidencial.
Gamboa Patrón apoyó la candidatura de Luis Donaldo Colosio (1994), pero tras el crimen político del sonorense no tuvo mayor problema para enrolarse en el equipo de Ernesto Zedillo. Su audaz cambio de estafeta motivó que Salinas de Gortari lo considerara un “traidor”.
En el zedillismo, Gamboa Patrón comprobó que no viviría fuera del presupuesto: fue director de la Lotería Nacional (1994-1995), director de Fonatur (1996-1998), subsecretario de Comunicación de la Secretaría de Gobernación (1998-2000) y por tercer sexenio consecutivo le apostó a ser el consejero más importante del candidato presidencial del PRI: Francisco Labastida Ochoa (2000). Coordinó su campaña presidencial, marginando a la dirigencia del partido, encabezada entonces por su contemporánea y paisana, Dulce María Sauri, exgobernadora de Yucatán.
La derrota del PRI en las elecciones presidenciales no descobijó a Gamboa Patrón, a diferencia de muchos otros priistas.
Durante seis años estuvo en el Senado de la República, como el vicecoordinador y operador de la frustrada candidatura presidencial priista de Enrique Jackson. Gracias a su apoyo a la Ley Televisa y a su inocultable favoritismo con los concesionarios de radio y televisión, Gamboa Patrón logró colarse en la campaña de Roberto Madrazo (2006), garantizando su permanencia como candidato a diputado plurinominal por Yucatán.
Con el calderonismo, Gamboa Patrón comparte con su viejo amigo y compadre, Manlio Fabio Beltrones, la coordinación de las bancadas priistas en el Congreso y el papel de oposición “socialmente útil” al proyecto económico del PAN.
Sin ser economista, ni abogado ni tener grandes dotes intelectuales, Gamboa Patrón ha logrado convertirse en pieza clave de las camarillas que transformaron el modelo económico mexicano, al tiempo que mantuvieron las reglas no escritas de la impunidad como manto protector de lo que aún denominan como “El Sistema”.
Transexenal su trayectoria, “metapartidista” su poder, Gamboa Patrón ha logrado la hazaña de casi tres décadas de permanencia ininterrumpida haciendo suya la máxima de Carlos Hank González, el político al que él ha afirmado que más admira: “Político pobre es un pobre político”. Y la ostentación de recursos públicos y de contratos polémicos han sido las constantes en los diversos cargos que ha desempeñado. Por supuesto, el dinero que le sirve para operar tan hábilmente siempre proviene del erario y no de su fortuna personal.
En la entrevista con el blog Galería de Triunfadores, en octubre de 2007, Gamboa Patrón definió así sus cualidades:
“Soy una persona de resultados. Así me considero. Estoy desde 1981 en los primeros niveles de la política de mi país. En política se hacen adversarios, no digo enemigos, yo no los tengo, no los considero… Lo más importante en política es ser eficaz y eficiente con un instrumento fundamental: la lealtad a mis jefes, a mi partido y a mis principios.”
Esa lealtad ha sido puesta en duda no pocas veces. Su exjefe y aliado, Carlos Salinas de Gortari, lo acusó de “traidor” en el capítulo 12 de sus memorias México, un Paso Difícil Hacia la Modernidad. En una nota al pie de página, el expresidente le pasa la factura a Gamboa por su alianza con Ernesto Zedillo:
“Quienes traicionan a un amigo, no merecen otras palabras que las expresadas por el expresidente de España, Felipe González, a propósito de la traición que él mismo padeció: ‘la pasión por subirse sobre el que ha caído para parecer más alto está muy extendida. Los que se suben suelen ser los que limpiaban con la lengua los zapatos del caído’. El País, noviembre 24, 1999. Ese sería el caso de la traición que padecieron, entre otros, Jaime Serra y José Córdoba, dos amigos íntimos de Zedillo. En mi caso, algunos amigos no se comportaron correctamente, entre otros, Manuel Camacho y Emilio Gamboa.” (México, un Paso Difícil Hacia la Modernidad, Ed. Plaza y Janés, p. 1266).
Catorce años después del distanciamiento público y ocho después de que Salinas publicara su voluminoso libro, Gamboa Patrón y el expresidente se encontraron públicamente el 28 de junio de 2008 en la boda de la hija de Manlio Fabio Beltrones, el coordinador de los senadores del PRI, aspirante a la Presidencia de la República, y amigo de ambos.
Crónicas periodísticas como las de Joaquín López Dóriga, publicada en Milenio Diario el 3 de julio, refieren que Gamboa y Salinas estuvieron juntos hasta el amanecer y se dejaron en la fuente de Petróleos, quizá alguna metáfora no explícita de que la reconciliación- más bien es una alianza forzada por la reforma energética del calderonismo.
--¿Usted cree, como Hank González, que ‘un político pobre es un pobre político’? –le preguntó José Martínez Bolio en el blog Galería de Triunfadores.
Magnánimo y sencillo, Gamboa Patrón respondió:
“La política me ha dado la posibilidad de vivir bien, pero nunca en los 35 años de funcionario público he hecho un negocio, ni tengo socios, pero se me acredita que era dueño de Televisa, de TV Azteca y de Mutivisión, también que el Word Trade Center, el edificio, era mío. Ojalá yo tuviera una oficinita y ojalá tuviera el cero punto por ciento de las empresas donde se me ha mencionado.”
Habilidoso, Gamboa Patrón evade hablar sobre la principal acusación que acompaña su carrera política: el constante intercambio de favores y posiciones, hechos en la opacidad. No se le acusa de ser propietario, sino de ser el intermediario del dinero y el poder político. El broker transexenal.