Afghanistan: Time to leave
Patrick Cockburn, our award-winning reporter who has covered the region for more than 30 years, explains why it is best for the world, and Afghanistan, if our troops are brought home
Mmm. Mi espacio de Catarsis.
Su principal logro fue introducir en el campo de las ciencias sociales el análisis estructural, que Ferdinand de Saussure y Roman Jacobson habían aplicado a la lingüística.
Como fundador del movimiento estructuralista dentro de la antropología sostuvo que las diferentes culturas humanas encierran patrones comunes que es posible desentrañar.
En El pensamiento salvaje, que es un libro complejo, se presenta la idea sencilla de que no hay diferencias significativas entre el pensamiento primitivo y el civilizado. Para él, todos los procedimientos que utilizamos, supuestamente modernos y racionales se encuentran de otro modo dentro del pensamiento salvaje, lo cual significa que nuestro pensamiento también es salvaje.
Fue un crítico demoledor de las políticas colonialistas que los occidentales han practicado sobre las sociedades del resto del mundo. Lévi-Strauss, en efecto, se opuso a la destrucción de las sociedades primitivas con la finalidad de unificar el pensamiento. Al igual que Derrida también se opuso al etnocentrismo y a la destrucción de la biodiversidad.
Jacques Derrida en su libro La escritura y la diferencia, (capítulo La esctructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas) dice: ...en el trabajo de Lévi-Strauss se ha declarado una cierta elección, y se ha elaborado una cierta doctrina de manera, precisamente, más o menos explícita, en cuanto a esa crítica del lenguaje y en cuanto a ese lenguaje crítico en las ciencias humanas
.
Derrida destaca que desde las primeras investigaciones Lévi-Strauss experimenta al mismo tiempo la necesidad de utilizar la oposición naturalezacultura (más antigua que Platón) aunada a la imposibilidad de darle crédito.
En tales circunstancias se topa con lo que llama un escándalo, es decir, “algo que no tolera ya la oposición naturaleza-cultura como ha sido recibida, y que parece requerir a la vez los predicados de la naturaleza y los de la cultura. Este escándalo es la prohibición del incesto. La prohibición del incesto es universal; en ese sentido se la podría llamar natural; –pero es también una prohibición, un sistema de normas y de proscripciones– y en ese sentido se podría llamar cultural.”
Lévi-Strauss logra con sus mitológicas
que el mito reflexione sobre sí y se critique a sí mismo. Es en ese momento justo, dice Derrida, que ese periodo crítico interesa evidentemente a todos los lenguajes que se distribuyen el campo de las ciencias humanas.
En efecto lo que se muestra más seductor en esta búsqueda crítica de un nuevo estatuto del discurso es el abandono declarado de toda referencia a un centro, a un sujeto, a una referencia privilegiada, a un origen o a una arquía absoluta
.
El genial antropólogo logra el descentramiento y con ello se escapa de la tradición logofonocéntrica impuesta por la tradición metafísica de la presencia.
Lévi-Strauss en su libro autobiográfico Tristes trópicos empieza con una aseveración contundente: Odio los viajes y a los exploradores
. Resulta sorprendente que esta oración haya sido escrita por alguien que se pasó la vida viajando y que exploró el mundo, tanto natural como intelectual, con insistente curiosidad. Siendo joven estudió derecho y filosofía. Después tuvo tres amantes
(así las llamaba él): la geología, el marxismo y el sicoanálisis.
Finalmente su vocación se orientó hacía la etnografía. En 1934 llegó a Sao Paulo, como profesor de antropología y, casi inmediatamente. empezó a adentrarse en el corazón de la Amazonia.
Toda la obra de Claude Lévi-Strauss es un alegato científico contra el racismo, la xenofobia y el sexismo. Como luchador incansable contra los prejuicios racistas, el sabio francés escribió en su libro Raza e historia, que nada, en el estado actual de la ciencia permite afirmar la superioridad o inferioridad intelectual de una raza con respecto a otra
.
Fue siempre un hombre sencillo y discreto que poseía un fino sentido del humor. Al final de sus días no le gustaban el primitivismo de la televisión
, la sobrepoblación mundial ni la deriva del género humano. Por su escepticismo empezó a parecerse, creo yo, al Freud que escribió El malestar en la cultura.
Descanse en paz el humanista Claude Lévi-Strauss.
Agua y pobreza / I
Acceso al agua: determinante de la pobreza y determinado por ésta
En las ciudades, el agua es medio de producción en actividades industriales y en servicios. En el ámbito doméstico, el agua es tanto medio de producción como de consumo. Si hiervo agua y en ella cuezo frijoles, el agua es medio de producción que me permite transmitir el calor al alimento. Si como sopa o bebo agua, ésta es bien de consumo. Si lavo trastes y ropa, o trapeo pisos, el agua es medio de producción. Para entender esto claramente, es necesario, como lo hizo el premio Nobel de Economía Gary Becker, concebir el hogar también como unidad de producción y no sólo de consumo. Los bienes de consumo finales son ropa limpia y planchada, comida cocinada y servida a la mesa, etcétera. El agua está presente en varias de las actividades de producción de esos bienes de consumo final. También está presente en el aseo personal y en la eliminación de excretas.
Desde el punto de vista doméstico, el agua es, entonces, un elemento indispensable para saciar la sed; cocinar, mantener la higiene personal y del hogar, y eliminar excretas. Para esto último es necesario que las instalaciones del hogar estén conectadas a drenaje, fosa séptica u otra solución adecuada. La forma del acceso al agua, y su calidad, cantidad y periodicidad, determinarán las condiciones en las cuales se realizarán estas actividades, imponiendo, si no son adecuadas, riesgos sanitarios y de salud, y cargas adicionales de trabajo (como acarreo de agua).
La relación entre agua y pobreza suele ser, en estos casos, la opuesta a la observada en la agricultura, ya que es, en general, la pobreza la que determina la zona de la ciudad en la que se habita, y suelen ser las zonas pobres donde el agua se provee en menores cantidades por hogar o persona. Si las redes de agua y drenaje existen en la calle donde vive el hogar, suele ser la pobreza de éste el factor que limita llevar a cabo las conexiones e instalar los equipos para la utilización óptima del agua. La existencia de redes adecuadas de agua y drenaje y la circulación por ellas del fluido de manera continua, o al menos suficiente para proveer la posibilidad de un almacenamiento suficiente en cada vivienda, son condiciones mínimas para la valorización del suelo. La población no pobre se asienta siempre en áreas de valor medio y alto del suelo, en las cuales, como se dijo, es precondición el abasto suficiente y de calidad del líquido y la conexión al drenaje. Por tanto, la relación causal se invierte: es, en general, la pobreza la que explica que el hogar particular viva en zonas de abasto insuficiente del agua y/o de carencia de drenaje, y que su canalización y uso intradoméstico sea inadecuado. Pero si la pobreza determina el barrio en el que se vive (en el extremo obliga a vivir en tierras no urbanizadas y, por tanto, sin servicios) e impide aprovechar cabalmente la infraestructura social existente, ambos hechos se convierten, a su vez, en factores constitutivos de la pobreza, entendida como un conjunto de carencias o insatisfacción de necesidades humanas. A la pobreza inicial se añaden ahora las derivadas de la precariedad sanitaria de las viviendas.
El estudio empírico de las condiciones de acceso y uso del agua en las viviendas del país ha dependido en buena medida de las preguntas incluidas, al respecto, en censos, conteos y encuestas llevadas a cabo por el Inegi, aunque ha habido esfuerzos complementarios sobre todo en la academia. En los últimos años se han venido mejorando las preguntas en este tema y se ha venido ampliando, en consecuencia, la información con la que contamos. Por ejemplo, se ha añadido en censos y encuestas la pregunta sobre la frecuencia (número de horas por día y de días por semana) en la que llega el agua a las viviendas. La mayoría de las viviendas de Iztapalapa, en el DF, por ejemplo, tienen conexión de tubería dentro de la vivienda, pero dichas tuberías están casi siempre vacías, ya que el agua circula por ellas unas pocas horas a la semana. Si no se pregunta (como hacía antes el Inegi) o no se toma en cuenta esta frecuencia, aunque la capten las encuestas (como ha decidido hacerlo el Coneval para la medición multidimensional de la pobreza), se asume que, por tener la tubería (incluso bastaría para el Coneval que ésta estuviera en el lote, pero fuera de la vivienda), la necesidad de agua se considera satisfecha, eliminando, por falta de información, o por decisión arbitraria, la carencia del vital líquido en millones de viviendas en todo el país. En la gráfica se aprecia que 22 por ciento de las viviendas del país recibían en 2005 agua con insuficiente frecuencia (las dos primeras categorías).
progresistacontra el pueblo mapuche
Para quienes crean que mentar el terrorismo de Estado suena a exageración, vale la descripción de algunas operaciones represivas registradas por el Observatorio Ciudadano, ONG humanitaria situada en Temuco, en su trabajo Hechos de violencia imputables a Carabineros que han afectado a niños mapuche en la región de la Araucanía (2007-2009), que puede encontrarse en www.observatorio.cl
El informe relata 14 casos de violencia policial, varios colectivos, contra niños en comunidades mapuche. Llama la atención que la represión se dirige contra comunidades enteras, en supuesta respuesta a tomas de tierras, quemas de camiones y barricadas. El 5 de octubre, un niño de 14 años de la comunidad de Rofué fue herido con disparos de balines cuando Carabineros lo confundió con los comuneros que ocupaban el fundo Santa Lucía. El niño intentó huir del lugar, siendo perseguido desde un helicóptero a ras de tierra por los efectivos policiales, que lo alcanzaron a tres kilómetros de distancia, cerca de la comunidad llamada Pichiloncoche. Allí, siendo apuntado con un arma por uno de los integrantes del GOPE, y bajo amenaza de muerte, fue sumergido en un canal, quedando completamente mojado (...) Una vez en vuelo fue botado al piso con la cabeza hacia el exterior y con las puertas del helicóptero abiertas, los carabineros lo amenazaron con lanzarlo a tierra si no daba nombres de las personas que a esa hora participaban de la acción en el fundo Santa Lucía
.
El informe cita otro caso, sucedido el 16 de octubre contra la escuela de la emblemática comunidad de Temucuicui, mientras se realizaba una reunión de 80 comuneros con funcionarios estatales. “Sin aviso, y sin mostrar orden de allanamiento, los efectivos policiales que se movilizaban en una bus, una tanqueta y alrededor de 10 camionetas, procedieron a disparar balines y gases lacrimógenos hacia la escuela desde una distancia de 200 metros. El operativo policial, que tuvo una duración de 30 a 40 minutos, dejó alrededor de 12 heridos con balines de perdigones, y cerca de 30 personas con asfixia, la mayoría niños.”
El 26 de octubre Gary Stahl, representante de Unicef en Chile, se refirió a estas violaciones con una frase que parece sacada de los peores tiempos de la dictadura de Pinochet: Para que no haya otra generación de chilenos marcada por la violencia, tenemos que saber qué ha pasado, y buscar una solución para que no vuelva a pasar en el futuro
. Y agregó, respecto a la pasividad del gobierno, que hasta el momento no hemos visto ninguna investigación imparcial para saber qué ha pasado
. Unicef exigió al gobierno que tome medidas para proteger a los niños mapuche.
Sin embargo, el Ministerio del Interior, usando un argumento que también recuerda tiempos pasados, culpó a las víctimas al asegurar que los padres utilizan a los niños como escudos
durante las tomas de tierras y otras acciones. La simpatía con los mapuche crece de sur a norte, y gana espacios como mostró la enorme manifestación del 12 de octubre en Santiago: 10 mil personas de varias etnias, incluyendo muchos no indígenas como la Garra Blanca, la popular hinchada de Colo Colo, participaron en una actividad de neto apoyo a la resistencia mapuche.
Esta nueva oleada de luchas está anclada en tres elementos. El primero es la cada vez más estrecha alianza entre el Estado chileno, independientemente de qué partido lo administre, con los empresarios forestales, salmoneros y mineros. Los primeros son capitales chilenos, en tanto los otros dos son trasnacionales, y son los más directamente implicados en el conflicto en la Araucanía, ya que los monocultivos de pino sepultan a las comunidades en un mar verde que las asfixia. Arauco, principal forestal chilena, se expande con plantaciones en el norte de Argentina y en Uruguay: en Misiones ya posee 10 por ciento de la superficie de la provincia y en Uruguay se ha convertido en el primer latifundista con 250 mil hectáreas, buscando zafar de un conflicto que le dificulta su reproducción.
En segundo lugar, la actual oleada de ocupaciones de tierras muestra cambios internos en el mundo mapuche. Está tallando una nueva generación de jóvenes universitarios que viven en albergues urbanos, aparece una amplia gama de medios de comunicación electrónicos de mapuche de las ciudades y del exterior, y se ha creado una organización: Alianza Territorial Mapuche, que agrupa de 60 a 120 comunidades.
Por último, los mecanismos estatales de contención están siendo desbordados. Cada vez que arrecian las tomas, el gobierno incrementa los fondos para tierras que se entregan a ciertas comunidades, no a todas las que necesitan, generando división y debilitando las luchas. La represión masiva parece una señal de desesperación de los mandos de Carabineros, mientras la aplicación de la legislación antiterrorista a las luchas sociales tiene cada vez mayor costo político para el Estado.
La amplia solidaridad de sectores populares y de izquierda urbanos con la lucha mapuche es uno de los datos más auspiciosos, toda vez que la criminalización de ese pueblo sólo es posible si se le consigue mantener aislado. El nuevo gobierno chileno que surja de las elecciones de diciembre encontrará un pueblo de pie, dispuesto a seguir luchando por la autodeterminación, rodeado de creciente solidaridad.
Los planes para ampliar los mercados de carbono en la Cumbre del Clima en diciembre podrían accionar una segunda debacle financiera como la que hemos vivido, lo que haría imposible proteger al mundo del calentamiento, advierte un nuevo informe de Amigos de la Tierra. |
“Una obsesión peligrosa” se centra en la compra y venta de una nueva y artificiosa comodidad, el derecho a emitir dióxido de carbono. Los países industrializados quieren ampliar este nuevo negocio al mercado global, y están presionando para que se normalice durante las negociaciones en Copenhague.
El comercio de los créditos de carbono, según datos europeos, ascendió a 126.000 millones de dólares en 2008, y se espera que llegue a los 3,1 billones en 2020.
Sin embargo, la mayoría de las transacciones no se llevan a cabo por las industrias más contaminantes y las fábricas que basan su estrategia en el mercado de carbono, sino por los bancos y los accionistas que se benefician de la especulación en estos mercados, con productos financieros de carbono cada vez más complejos.
Esto pone en riesgo el desarrollo del carbono de baja calidad y provoca la pérdida de confianza en el mercado, con consecuencias catastróficas para la economía global, y para nuestros objetivos para acabar con el cambio climático.
El informe de Amigos de la Tierra señala que la obsesión de los Gobiernos de solucionar el calentamiento global mediante los mercados de carbono es arriesgada, irresponsable y peligrosa.
Los esquemas actuales del comercio de carbono no están cumpliendo con las reducciones de emisiones prometidas, y confiar en este mecanismo para reducir las emisiones globales significa un atentado contra la salud del planeta y el futuro de millones de personas.
El comercio del carbón también está siendo utilizado como cortina de humo por los países industrializados para evitar un compromiso legal y moral para proporcionar financiación y tecnología a los países del Sur para crecer de manera limpia y para poder adaptarse al cambio climático. Amigos de la Tierra invitan al Gobierno a utilizar herramientas simples, directas y ya probadas políticamente, como impuestos sobre el carbono y la reducción de emisiones de un 40% antes de 2020, sin que exista la posibilidad de compensación de carbono.
Notas:
El informe en inglés, “A dangerous obsession”, está disponible en el siguiente enlace: http://www.foe.co.uk/resource/reports/dangerous_obsession.pdf
Me lo recordabas no hace mucho, tu primera novela, La parábola de Carmen la Reina, finalizaba con las siguientes palabras:
“[En Artefa, un minúsculo pueblecito de las Alpujarras, se oyen las trompetas del Apocalipsis]...
María Espinosa se encontraba en el corral, echando alpiste a las gallinas; había soñado que José Botines le declaraba su amor acariciándola con palabras calientes a la luz de la candelilla, y despertó con el ánimo tan alegre que olvidó abrir la ventana para ventilar el cuarto, y no se dio cuenta de que el azul estaba cubierto por unas nubes de plomo que acababan de instalarse lentamente durante la noche; pero levantó la mirada al sentir que su pelo de nieve empezaba a mojarse, y entonces vio la luz de un rayo al caer sobre la cruz del campanario; echó por el lado izquierdo de su casa hasta llegar a la plaza, con los tímpanos a medio reventar a causa de los trompetazos; olía a pólvora quemada y las llamas chisporroteaban al salir por las ventanas de la iglesia; estaba ya a dos pasos de la muerte, y sin embargo creyó oír en el sonido de los truenos el principio de una nueva esperanza; era el 7 de noviembre del año 1917, y en ese mismo instante las hordas libertadoras saltaron por encima de las barricadas al compás de la séptima y última trompeta, avanzando victoriosas entre el humo opacode los cañones para entrar a saco en el Palacio de Invierno…”
Déjame que te pregunte precisamente en torno a ese 7 de noviembre, casi un siglo más tarde. Hablabas aquí de nueva esperanza, de hordas libertadoras. ¿Qué pasó, pues, el 7 de noviembre de 1917? ¿Por qué crees que representó una nueva esperanza para las clases trabajadoras de todo el mundo?
Puesto que tu pregunta mezcla ficción con realidad, lo cual es algo muy de mi agrado y que suelo practicar como narrador, en primer lugar voy a añadir un poco de contexto a esa cita extemporánea de mi novela, para situar al lector. La parábola de Carmen la Reina sucede en la región montañosa de las Alpujarras granadinas, ese rincón de Andalucía de donde proviene mi familia materna, y se ocupa de la lucha de clases en un pueblo imaginario, Artefa, a lo largo de todo el siglo XIX y principios del XX. La meticulosa coincidencia de las fechas entre el desenlace apocalíptico de los acontecimientos en Artefa y el asalto al Palacio de Invierno –que supuso el nacimiento de la URSS– no es algo casual, sino un recurso retórico con el que pretendí homenajear ese acontecimiento histórico fundamental que fue la Revolución de Octubre.
En cuanto al 7 de noviembre, debo aclarar que la Rusia zarista se guiaba por el antiguo calendario juliano, distinto del gregoriano que hoy se usa en todas partes. Eso hizo que la fecha del triunfo de los soviets, el 25 de octubre según el calendario prerrevolucionario, coincidiese con el 7 de noviembre gregoriano. De ahí procede la aparente contradicción temporal de una Revolución de Octubre que se celebra en noviembre.
Añadiré que la recién nacida Unión Soviética adoptó el calendario gregoriano de inmediato, pero no por ello dejó de aludir a su revolución como culminada en el mes de octubre. Más tarde, la inolvidable película de Eisenstein fijó para siempre esa confusión. El mundo es hoy tan globalizado y uniforme que estas discrepancias parecen ilógicas, pero en aquellos tiempos, no tan lejanos, lo normal era el contraste entre países y culturas, no la similitud. Aclarado esto, volvamos a tu pregunta.
Sobre el 7 de noviembre de 1917 y su importancia histórica se han escrito toneladas de páginas y lo que yo pueda añadir ahora en esta entrevista no es más que la insignificante opinión personal –sin ánimo de convencer a nadie– de alguien que siempre consideró aquellos hechos con ojos benevolentes. Me disculpo, pues, de antemano, si mis comentarios no están a la altura.
La Revolución rusa fue la segunda de la historia, pero la primera que ganó el proletariado, pues la francesa –de carácter burgués– dejó intacta la propiedad privada capitalista de los medios de producción como sistema económico imperante. En cambio, la Revolución rusa fue la prueba tangible que necesitaban los parias de la tierra para estar seguros de que el sueño de Marx no era irreal. ¿Cómo no iba a representar el principio de una nueva esperanza? El capitalismo explotador esta vez no siguió en pie, sino que fue reemplazado por el comunismo, bellísimo concepto a pesar de toda la desinformación que ha sufrido durante más de un siglo, y ese comunismo significaba la igualdad en el disfrute de los bienes terrenales.
Que en última instancia aquel edificio se derrumbara siete décadas después no hace menos sublime su construcción. A lo sumo nos confirma que los sueños, una vez realizados, necesitan mimo y lucha diaria durante toda la vida para que no se extingan.
Entonces, el comunismo, ese bellísimo concepto según tus palabras, sería la “igualdad de disfrute de los bienes terrenales”
Claro, se trata de un concepto básico del materialismo histórico, que se desprende de la sociedad sin clases y de la propiedad pública de los medios de producción. El paraíso, si es que existe, está aquí abajo y no tiene por qué ser sólo para unos pocos, sino para todos. A eso se le llama compartir, lo cual es ajeno a la naturaleza del capitalismo. El mensaje evangélico del cristianismo es exactamente igual que el del comunismo, salvo que se adentra en el terreno del pensamiento mágico para fantasear un hipotético disfrute igualitario en el más allá.
Te has referido a una película de Eisenstein. ¿A cuál concretamente?
A Octubre, una maravilla del cine mudo, dedicada a los proletarios de Petrogrado, que Eisenstein filmó en 1927 para celebrar el décimo aniversario de la revolución. Muchos de los combatientes que habían participado en la lucha real representaron sus propios personajes en la película, lo cual es un detalle histórico nada desdeñable, aparte de la maestría que en ella demostró aquel extraordinario cineasta que fue Eisenstein. Está disponible en internet, aunque conforme pasa el tiempo cada vez son menos aquellos aún capaces de apreciar una narración fílmica como las de entonces, en estado puro, sin diálogos.
Se ha afirmado en alguna ocasión, y suele aparecer en las aproximaciones no afables, que la Revolución rusa fue más bien un golpe de mano de los bolcheviques. ¿Qué te parece esta apreciación?
Aquí entramos de lleno en el terreno de la propaganda, cuyo objetivo no es otro que la desinformación. Es evidente que toda empresa revolucionaria lleva pegada como una lapa la reescritura de la historia por parte del adversario. Tenemos ejemplos muy cercanos: Cuba lleva cinco décadas años soportando calumnias y, en cuanto a Venezuela, no pasa un día sin que la prensa privada occidental afirme que cualquier cosa que hace el gobierno de Hugo Chávez está mal. Hay que aprender a vivir con esa rémora, que por el momento parece insoluble.
Lo del supuesto golpe de mano de los bolcheviques no resiste el menor análisis, es un insulto a la inteligencia. Se basa en la falsedad semántica de que toda revolución es un estado de desbarajuste y desorden, sin tácticas preconcebidas de combate, que termina por asfixiar el orden legal como paso previo al caos. Con una premisa tan tramposa resulta fácil deducir el sofisma de que el asalto al Palacio de Invierno –la última escaramuza revolucionaria, un prodigio de táctica militar– fue un golpe de mano de varios centenares de intrépidos bolcheviques, que terminaron pescando en río revuelto.
Se trata sin duda de una tesis reductora ad infinitum, que hace intencionadamente abstracción de todo el proceso revolucionario anterior, el cual había forzado en marzo la abdicación del zar Nicolás II y la formación de un débil gobierno provisional de la burguesía capitalista. Esa tesis, además, se deja en el tintero que Petrogrado (San Petersburgo) estaba ya bajo el control de los soviets y, por encima de todo, ignora la inteligencia de Lenin como cabeza pensante a la hora de mover las fichas de aquel tablero de ajedrez.
Es algo así como si pretendiésemos olvidarnos de Fidel Castro y de la guerra de guerrillas que inició a partir de la Sierra Maestra para centrarnos sólo en la batalla de Santa Clara –otro prodigio de táctica militar–, que dio el triunfo final a la Revolución cubana. ¿Quién en su sano juicio diría hoy que ésta no fue más que un golpe de mano del Che Guevara? Es absurdo, pura superchería.
Hablabas hace un momento de la inteligencia de Lenin. ¿En qué reside ésta? ¿En su atrevimiento? ¿En su coraje? ¿En sus análisis políticos inusuales? ¿En su heterodoxia? ¿Hubo un Lenin anterior y un Lenin posterior a la revolución?
Por por lo general, los grandes líderes políticos o militares que para bien o para mal han marcado la historia –ya se trate de Alejandro Magno, Julio César, Gengis Kan, Hernán Cortés o, en el caso que nos ocupa, Lenin– son seres de inteligencia superior, valientes hasta lo indecible y de una capacidad estratégica fuera de lo común.
Naturalmente, esa capacidad no es un mérito en sí misma, pero sí lo es el dedicarla en exclusiva a una tarea tan noble y altruista como la mejora del género humano. Lenin –al igual que luego Fidel, Ho Chi Minh o Nelson Mandela– forman parte de esa escasa galería de seres irrepetibles. Con esto creo haber respondido a los cinco primeros interrogantes que me planteas en tu pregunta.
Y, con respecto al último, me parece incuestionable que hubo un cambio entre el líder que preconizaba la lucha revolucionaria y el estadista que fue después, tras la toma del poder. Pero eso entra dentro de lo normal, porque las circunstancias en ambos períodos eran radicalmente distintas. Uno de los ejemplos de esta evolución fue el papel cambiante, cada vez mayor, que le fue asignando al Partido. De ser éste al principio un ente dedicado a la educación popular para que las masas pudieran acceder a la vanguardia del proletariado, pasó a convertirse en la batuta que ejercía el poder. No deja de ser una triste paradoja que Stalin aprovechase luego esta singularidad para legitimar sus crímenes.
¿Qué actitud tomaron las grandes potencias del momento –Inglaterra, Francia, USA también– ante los nuevos acontecimientos? ¿Los dejaron respirar?
La actitud de esos países, como era de esperar, fue de total hostilidad. El paso del capitalismo al socialismo no es algo que pueda quedar impune en el concierto de las naciones, porque supone la pérdida de un mercado y, al mismo tiempo, la posibilidad de que otros pueblos se contagien con el virus de la revolución. Inglaterra, Francia, USA y también Japón, Canadá, Checoslovaquia y Alemania, entre otros países, se apresuraron a financiar a los ejércitos de mercenarios nacionalistas, zaristas, anticomunistas y conservadores en la guerra civil que estalló en la URSS en 1918 y que enfrentó al ejército rojo con el denominado ejército de “rusos blancos”, es decir, lo peor de lo peor en aquella sociedad, una especie de gusanera avant la lettre. Pero aquel intento contrarrevolucionario fracasó.
Lo curioso –o quizá no tanto– es que esa actitud hostil de las naciones persiste en la actualidad: el menor intento en cualquier país o continente de cambiar las reglas del juego por otras más justas conlleva siempre la misma respuesta. Latinoamérica sabe mucho de eso por propia experiencia. Honduras no es más que el último ejemplo de una larga lista de intervenciones contrarrevolucionarias azuzadas desde el exterior.
Lenin murió al poco, en 1924. Se ha dicho a veces que murió deprimido, abatido ante el desarrollo de los acontecimientos, no sólo por las dificultades del proceso, sino por las actitudes de algunos de sus camaradas. ¿Te parece una conjetura razonable?
Personalmente, ese argumento me parece una solemne tontería, una más entre las muchas que se han inventado con tal de no aceptar lo que para el capitalismo resulta inaceptable: que Lenin era incombustible, como Mandela, como Fidel, como probablemente lo será Chávez. Cuando la reacción no puede con alguien, lo denigra. También se ha dicho que murió de sífilis. ¿Y qué importancia tiene si uno muere de sífilis, de un accidente cerebrovascular o de un traspiés? ¿Tan difícil es admitir que Lenin murió porque le llegó su hora? Es ridículo inventarse una depresión tardía en alguien que ha sobrevivido a la cárcel, a las deportaciones, al exilio y a todo tipo de azares sin desviarse del camino que se había trazado de antemano.
De todas formas, con esto no pretendo sugerir que Lenin fuese insensible al sufrimiento. Nadie lo es.
¿Por qué crees que el proceso tomó al cabo de pocos años una vía tan autoritaria?
Ésa es la parte más dolorosa de la URSS, porque invita a que uno piense en lo que podría haber sido aquella gran patria internacionalista sin Stalin en el panorama, sin el desgaste de la Segunda guerra mundial y sin la carrera armamentista en la que el país se empantanó durante la guerra fría. Es como imaginar un destino diferente para España si Franco nunca hubiese existido. El problema es que la historia no permite dar marcha atrás para rectificar los errores.
Lo cierto –y terrible– es que Stalin fue un cáncer no sólo para la Unión Soviética, sino para la idea misma del comunismo como horizonte. Y quienes lo sucedieron, salvo quizá Kruschev, fueron las metástasis tardías de Stalin, que terminaron por arrasar la herencia de Lenin. Pero el comunismo no es eso. Por suerte, la Cuba solidaria lleva cincuenta años mostrándonos la cara hermosa y compasiva del comunismo.
Acabas de citar a Kruschev. ¿Y cómo fue posible que aquel intento de renovación, aquella autocrítica del estalinismo del XX Congreso, que tantas y tantas esperanzas desencadenó de nuevo, no diera sus frutos o que éstos duraran tan poco?
No soy ningún kremlinólogo ni nada por el estilo, de manera que únicamente puedo interpretar lo que me sugiere mi olfato. Creo que el XX Congreso llegó demasiado tarde. Si Stalin hubiera sido flor de un día todo se hubiese podido remediar, pero no hay revolución que resista veintinueve años de crímenes, abusos y terror, por mucho que simultáneamente haga cosas dignas de elogio. Considero que Kruschev no logró extirpar del todo el cáncer del estalinismo y, en consecuencia, éste no tardó en reproducirse.
Hace unos años me contaron en Moscú una historia preciosa sobre Kruschev, que plasmé en un cuento. Recuérdame que te envíe el pasaje.
(Días después, Manuel Talens tuvo la gentileza de enviarme el texto y la foto que aquí reproduzco):
[…] Fue así como al día siguiente me hizo conocer el cementerio de Novodevichi. Las veredas ajardinadas estaban cubiertas de nieve. Vagamos entre las lápidas y no pude resistir la vieja tentación de monologar con ella, esta vez sobre los personajes célebres que allí están enterrados y de los que sabía algo. Me escuchaba atenta y su mirada se iba volviendo burlona. Llegamos a la tumba de Kruschev. Entonces fue Mei-Ling quien abrió los labios para decirme que el antiguo presidente de la URSS no está en el Kremlin porque murió alejado del poder. A continuación, por primera vez desde que la conozco, me dirigió más de cien palabras seguidas. Supe que el mausoleo es obra de Ernst Neizvstny, un escultor a quien Kruschev había mandado llamar en sus tiempos de primer secretario del PCUS para recriminarle violentamente que su arte le parecía contrario a los ideales del socialismo y que el entonces joven artista, en vez de amedrentarse, le respondió que él podría ser todo lo camarada secretario que quisiera, pero que de escultura no sabía nada en absoluto. Al parecer, tras su caída en desgracia, Kruschev mandó llamar al escultor y ambos entablaron una cierta amistad, de tal manera que en el testamento dejó encargado que fuese él quien esculpiese el monumento funerario. En éste, a ambos lados del rostro realista del antiguo dirigente, hay dos grandes figuras angulares abstractas, una en mármol blanco y otra en negro, que según me confesó Mei-Ling simbolizan dos orejas.
–Al final de su vida –añadió como conclusión–, Kruschev había aprendido a escuchar. […]
Es probable que la Unión Soviética se desintegrase porque sus dirigentes eran autistas, no escuchaban a nadie.
Pero no quisiera dar la impresión de que todo en la trayectoria de la URSS me parece negativo. Para el recuerdo quedará siempre la ayuda que le prestó a la República española durante nuestra guerra civil, el heroísmo del pueblo soviético en la Segunda guerra mundial (ambas cosas durante el mandato de Stalin, también hay que decirlo) y su apoyo constante e incondicional a Cuba hasta el último suspiro.
Por lo demás, en los ochenta hubo varios intentos de rectificación de rumbo. Primero con Andropov, que no era ningún estúpido, y luego con Gorbachov y la perestroika. ¿Cuál es tu opinión de estos nuevos intentos?
Ninguno de los dirigentes que sucedieron a Kruschev era estúpido, pero supongo que tampoco ninguno de ellos creía como hay que creer –con una convicción inquebrantable– en la supervivencia del legado de la revolución. No siento la menor simpatía por su recuerdo.
El último, Gorbachov, fue una especie de Adolfo Suárez soviético a quien el azar lo catapultó de improviso a un lugar inesperado: de austero servidor del aparato se vio reconvertido en frívolo demócrata televisivo al estilo occidental. Sin duda hizo lo que pudo, intentó abrir la ventana para que entrase aire fresco, pero la URSS estaba ya moribunda. Un cáncer no se cura con paños calientes y a Gorbachov le tocó el ingrato papel de asistir como espectador a una agonía que se precipitaba a su pesar, ajena a cualquier tratamiento.
Hay una canción de Jacques Brel, “J’arrive”, que expresa bien la impotencia que Gorbachov debió sentir conforme la situación se le iba escapando de las manos: C’est même pas toi qui es en avance, c’est déjà moi qui suis en retard. Y llegó lo inevitable, un día apareció Yelsin –arribista, mentiroso, ladrón, borrachín y traidor– y le dio el golpe de gracia.
Te has referido ya en algún momento a la arista de la guerra fría. Vuelvo sobre ella. La guerra fría, que siempre fue muy caliente para el Occidente belicista y que tuvo la intencionalidad de ahogar a la URSS desde un primer momento, ¿no dejó acaso muy poco margen de maniobra? En aquellas condiciones marcadas, ¿eran posibles, de hecho, otros senderos?
En casos como el de la URSS, mi abuela solía decir que “entre todos la mataron y ella sola se murió”. Qué duda cabe de que los yanquis tuvieron mucho que ver en aquella alocada carrera armamentista y en la estúpida competición espacial que USA y la URSS mantuvieron durante decenios.
Puedo entender que Washington se gaste sumas ingentes (que no posee) en la conquista del espacio, porque al fin y al cabo es un imperio colonialista e invasor y su abultado número de ciudadanos pobres y sin asistencia médica le importan poco. Pero lo que no entiendo ni podré entender es que la URSS aceptase el reto de tirar por el desagüe miles de millones de rublos en spútniks, viajes espaciales y demás gaitas, mientras que sus ciudadanos pasaban estrecheces en las diferentes repúblicas. Cualquier ama de casa sabe lo que son las prioridades y a ninguna en su sano juicio se le ocurriría comprar un Rolls Royce si a sus hijos les falta un vaso de leche. Los dirigentes del Kremlin, lamento decirlo, optaron por comprar el Rolls Royce. Aquellos delirios de grandeza drenaron unos recursos que hubiesen debido dedicarse al bienestar del pueblo soviético, en vez de malgastarlos así.
No estoy metido en ese mundillo, esto que digo es sólo mi opinión de espectador: ignoro cuál sería el margen real de maniobra de Moscú y si de verdad fue necesario aceptar el envite armamentista –que era una huída hacia delante, hacia la ruina– en vez de haberse contentado con organizar la defensa de los posibles ataques usamericanos. Pero me parece que las políticas imperiales, aunque sean impuestas desde el exterior, no deberían tener cabida en un Estado revolucionario.
Salvadas las necesarias distancias, cuánto más lógico me parece lo que hace Cuba: dedica sus escasos recursos económicos a fabricar vacunas, formar médicos y maestros y trabajadores sociales, que luego pone a la disposición de sus países hermanos.
La URSS se desintegró en 1991. ¿Qué elemento crees que fue más decisivo para su colapso?
Al acoso constante de Washington hay que añadirle los propios errores de Moscú: la pérdida de los ideales, la perpetuación de una burguesía del Partido ajena a la realidad cotidiana del pueblo soviético, la ruina económica y moral, la corrupción enquistada en todos los estamentos. Es el pan nuestro de cada día, nada que no conozcamos en las democracias bipartidistas occidentales. España es un buen ejemplo de tal decadencia.
La voz narrativa de esa novela mía que citaste más arriba, poco después de las palabras que has reproducido y justo antes del punto final, añade: “sin duda los hombres fueron creados para ser brevemente libres en el tris de las batallas, volviendo a la esclavitud cuando atenazaban la victoria con las manos”. Quién sabe si ése es nuestro destino: intentarlo, fracasar, intentarlo otra vez, fracasar de nuevo y así sucesivamente, sin conformarnos nunca con el fracaso. Soy un pesimista activo, lleno de optimismo.
Intentarlo, fracasar y volver a intentarlo, dices. Dar batallas que se saben perdidas, guerrear para perder y volver a guerrear. ¿No es todo un poco absurdo? ¿No es el panorama que señalas literariamente brillante, pero políticamente inviable? ¿No subyace aquí una filosofía de la historia no sólo pesimista-optimista sino muy, digamos, romántica?
Vuelvo a Lenin: dos pasos atrás, uno adelante. Pura praxis. Lo absurdo sería renunciar. No hay nada de romántico en esta manera de pensar. El romanticismo me deja frío.
Mirado en perspectiva, desde nuestra posición actual, y teniendo en cuenta los diez o más años de capitalismo salvaje en Rusia tras la caída de la Unión Soviética, ¿crees que valió la pena aquel 7 de noviembre? ¿Crees que los movimientos libertadores de la tierra deben seguir teniendo en esa fecha un referente? En definitiva, ¿debemos seguir reconociéndonos en esa revolución?
Sí, valió la pena. El criterio para valorar los hechos que pueblan la historia no debería ser nunca su éxito o su fracaso, sino la bondad o maldad de su esencia. Y la esencia de aquella revolución, que se hizo para mejorar la suerte de los parias de la tierra –me gusta reivindicar La Internacional–, fue buena.
El capitalismo salvaje en la Rusia actual ha creado multimillonarios de la noche a la mañana. Eso es lo que aparece en los titulares de la prensa occidental, mientras que la letra pequeña de las páginas interiores nos enseña la otra cara, mucho más siniestra: que entre 1990 y 2008 la esperanza de vida de los rusos –un dato que mide la calidad de vida y resume la tasa de mortalidad para todas las edades en ambos sexos– ha bajado desde 69 a 65 años. Esos 4 años de diferencia parecen poco, pero son la expresión estadística de una tragedia humana de proporciones descomunales.
En cuanto a si debemos reconocernos en la Revolución de Octubre, no sabría decirte. Me disgusta la nostalgia, porque el pasado no fue nunca mejor. Prefiero analizar fríamente los hechos históricos para quedarme con lo positivo de ellos, pero sin esconder lo negativo. Además, hoy las cosas son muy distintas y, al menos por el momento y bajo determinadas circunstancias sociales, resulta posible utilizar como palanca el sistema electoral de la democracia para hacer la revolución a través del voto, sin el uso de las armas. Aunque es mucho más complicado, claro, porque el voto no permite neutralizar por completo al enemigo, que permanece agazapado en el entorno.
Déjame finalizar con una pregunta sin nostalgia. ¿Cómo concibes el socialismo del siglo XXI? ¿Qué territorios te parecen más abonados para su conquista?
Pues también para finalizar, y antes de darte mi parecer sobre el socialismo del siglo XXI, te diré que me ha encantado disertar contigo sobre asuntos tan extemporáneos y fuera de lugar en el discurso público actual como son el marxismo y la Revolución de Octubre. Y me encanta, además, que esta conversación se publique, porque hoy en día resulta francamente heterodoxa, lo cual no deja de ser una virtud en medio de tanto electroencefalograma ideológico plano [sonrisa]. La posmodernidad, tú lo sabes muy bien, ha hecho estragos en los partidos tradicionales de la izquierda y en el pensamiento político de las sociedades contemporáneas, y el solo hecho de hablar de estas cosas suena, como poco, a ciencia ficción. ¡Qué le vamos a hacer!
Termino: el socialismo del siglo XXI lo concibo hablando español y no precisamente en nuestro país, sino en Latinoamérica. Allí abajo está el futuro de la humanidad, si es que ésta tiene futuro. Nosotros no veremos su culminación, pero ya ha empezado. De hecho, su semilla se plantó oficialmente el 8 de enero de 1959, cuando los barbudos entraron en La Habana. Sin Cuba y su terco ejemplo de resistencia durante cinco décadas, el socialismo del siglo XXI hoy no sería ni siquiera pensable. Ahora sólo falta que al menos uno de los tres gigantes latinoamericanos –México, Brasil o Argentina– encuentre y elija un Chávez, un Evo o un Correa a su medida para que la máquina de ese tren empiece a tomar velocidad y ya sea imparable. Es cuestión de tiempo. Ese día, si llego a presenciarlo, seré feliz.
Esta entrevista en otras lenguas
Portugués (traducción de Alexandre Leite): http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=9166&lg=po
Inglés (traducción de Machetera): http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=9124&lg=en
Italiano (traducción de Curzio Bettio): http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=9171&lg=it
Alemán (traducción de Isolda Bohler, revisada por Fausto Giudice): http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=9197&lg=de
Francés (traducción de Esteban García, revisada por Fausto Giudice): http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=9198&lg=fr
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
“La brecha entre nuestros ciudadanos y nuestro gobierno nunca ha sido tan amplia. La gente busca respuestas honestas, no respuestas fáciles; liderazgo claro, no falsas afirmaciones y tono evasivo y política como de costumbre. Lo que se ve demasiado a menudo en Washington y en otros sitios en el país es un sistema de gobierno que parece incapaz de actuar. Se ve un Congreso retorcido y jalado en toda dirección por cientos de bien financiados y poderosos intereses especiales. Se ve cada posición extrema defendida hasta el último voto, casi hasta el último aliento por uno u otro grupo inconmovible. A menudo se ve un enfoque equilibrado y justo que exige sacrificio, un pequeño sacrificio de cada cual, abandonado como un huérfano sin apoyo y sin amigos… Nuestra gente está perdiendo… la capacidad como ciudadanos de servir como gobernantes y conformadores en última instancia de nuestra democracia.” (Jimmy Carter, 15 de julio de 1979)
En realidad fue un incidente poco notorio. Me encontraba en una escuela secundaria estadounidense, contemplando a estudiantes (grados 9-12) departiendo, riendo, discutiendo y, al mismo tiempo, almorzando. El local no era la cafetería de la escuela, sino más bien una gran sala entre un salón y una biblioteca, con bancos y mucho sitio para entre 15 y 20 estudiantes. Junto a uno de los bancos había un basurero. Sobre el cubo estaban precariamente apiladas varias bandejas de almuerzo con restos de comida, cubiertos y platos. Uno de los estudiantes golpeó accidentalmente el cubo de basura y todo el lío cayó al suelo haciendo un ruido similar al estallido de un globo.
Por un momento hubo silencio, y luego los estudiantes siguieron charlando como si tal cosa. Las bandejas y la comida siguieron en el suelo, sin que nadie las tocara. Pasaron algunos minutos y llegó la hora de ir a clases. Una docena o más de estudiantes, de todas las clases, pasaron junto al revoltijo en el suelo. Ni uno pensó en limpiarlo. Un estudiante de un nivel superior, asegurándose de no pisar una cáscara de plátano, dijo –con énfasis– “¡Yo no fui!” y se fue trotando a la sala de clases. Ese estudiante de nivel superior, en un grito inconsciente, se hizo eco de la descripción de EE.UU. al aproximarse al año 2010.
La sociedad estadounidense evita alegremente la responsabilización y la responsabilidad. Los estadounidenses buscan la escapatoria y culpan a otros –sean individuos, redes o naciones– de sus propias deficiencias. Los dirigentes estadounidenses desvían las consecuencias de los desaciertos hacia los rangos inferiores en la cadena de mando. ¿Por qué?
Elite que no se responsabiliza por sus actos
El pueblo estadounidense ha caído en la trampa de los escritores de columnas de opinión y presentadores de televisión de la nación, de los directores ejecutivos de las corporaciones, del presidente, de miembros del Congreso, de los jueces de la Corte Suprema, de los gobernadores, estrellas del deporte/cine/think tank/mundo académico y de los dirigentes militares. En EE.UU. estos son los guionistas de la narrativa estadounidense y los amos de la conciencia estadounidense. Se mantienen firmes en su creencia de que las masas de abajo seguirán sus palabras y hechos, que incluso morirán por ellos. Son la Elite que no se responsabiliza por sus actos.
Y el pueblo estadounidense no los desilusiona. Sólo en contadas ocasiones un público preocupado exige que un “dirigente estadounidense” le rinda cuentas. El pueblo estadounidense disfruta de sus dirigentes, los glorifica y los emula y se esfuerza por llegar un día a lograr lo que sus ídolos han logrado. Al hacerlo renuncian a su deber como ciudadanos estadounidenses de pedir que sus dirigentes les rindan cuentas y, como consumidores, de adivinar lo que es y no es teatro.
El Sueño Estadounidense no es hermoso. Es, en los hechos, un descenso, una lucha por alcanzar el nivel de la Elite que no se responsabiliza, donde “¡Yo no fui!” es el mantra. Es un ciclo que hay que romper para que EE.UU. cambie.
Se puede decir que el presidente Jimmy Carter (Doctrina Carter, financiamiento de los muyahidín en Afganistán) fue el último presidente que dijo a los estadounidenses que había que tomar algunas decisiones duras sobre la manera cómo viven sus vidas. No sólo respecto al consumo de energía, como dijo de modo tan elocuente en su afamado discurso de julio de 1979. Fue, básicamente, sobre cómo los estadounidenses interactúan entre ellos y con otras naciones y grupos.
Su popularidad entre el público estadounidense aumentó por su franqueza sobre el tema. Pero a la Elite que no se responsabiliza no le gustó. Vilipendiaron a Carter a cada vuelta. La respuesta básica al discurso de Carter era algo como: no hay nada malo en EE.UU. o en los estadounidenses – el problema es el resto del mundo. Incluso el compasivo Ted Kennedy ridiculizó a Carter.
En breve: “¡No fuimos nosotros!” Nosotros, el pueblo, como lo mandan los amos, culpamos a la OPEC, a la URSS, al Shah, a Vietnam y a Carter de todos nuestros males.
De modo que recordamos, erróneamente, a Jimmy Carter por su “discurso del malestar” que, por cierto, no tuvo nada que ver. Su mensaje era intemporal y mucho más relevante ahora de lo que fue en 1979. Los estadounidenses están pagando el precio por no haber escuchado a Jimmy Carter, el último presidente que fue más allá del cliché de “No hay nada que temer fuera del temor” y que habló brutalmente al pueblo estadounidense de su problemática infraestructura social y su nebuloso futuro.
El placer de no tener que rendir cuentas
Desde los años de Carter, ¿qué ha hecho la Elite que no se responsabiliza para merecer el respeto y la admiración del pueblo estadounidense?
‘Mañana en América,’ presentada por Ronald Reagan: Irán-Contra (armas por rehenes, embarque de misiles a Irán, financiamiento ilegal de rebeldes nicaragüenses favorables a EE.UU.) que llevó a las condenas del secretario de defensa Casper Weinberger, Elliot Abrams (secretario adjunto de Estado), Robert McFarlane (consejero nacional de seguridad), Claire George (CIA), aceleración de la privatización/desregulación de funciones del gobierno de EE.UU., destrucción de la moral del servicio público de EE.UU., aceleración de la pobreza y de la falta de vivienda, más de 200 muertes de marines de EE.UU. en el Líbano, aceleración del financiamiento a la naciente al Qaeda para combatir a la URSS en Afganistán y en otros sitios, inflación de las capacidades militares de la URSS con el propósito de lograr masivos presupuestos de defensa, creación del programa de defensa nacional con misiles, aumento de ventas de armas a regímenes dictatoriales, supervisión de la Guerra Fría, envío del futuro secretario de defensa Donald Rumsfeld a trabajar con Sadam Hussein, suministro de inteligencia y productos químicos a Iraq para su guerra contra Irán, ruina del futuro rendimiento económico de EE.UU. mediante expansión de déficits, no perdió el tiempo con consecuencias para la política y práctica de la seguridad nacional.
Mil puntos de luz presentados por George Bush I: Perdonó a los condenados en Irán-Contra (esencialmente Bush se perdonó a sí mismo), invadió Iraq y Panamá, vio arder a Los Angeles durante los disturbios por Rodney King (después envió tropas), continuó la privatización del gobierno, totalmente desconcertado por el colapso de la URSS, impulsó por NAFTA, aumentó las exportaciones de armas, no sabía comprar en un supermercado, no monitoreó a la naciente al Qaeda y los problemas internos en Oriente Próximo y Asia Central, embrolló a los militares de EE.UU. en Somalia, no perdió el tiempo con consecuencias para la política y práctica de la seguridad nacional.
Puente al Siglo XXI, presentado por Bill Clinton: Introdujo la doctrina y práctica del Partido Republicano al Partido Demócrata, convirtiendo el sistema de dos partidos en un partido con dos caras, aceleró la desregulación de las instituciones y mercados financieros, inventó la guerra con Serbia después de la desintegración de Yugoslavia, distrajo a la nación con el affaire Lewinsky y el proceso de recusación, hizo pasar el NAFTA por el Congreso de EE.UU., aceleró las ventas de armas a repugnantes regímenes extranjeros, no perdió el tiempo con consecuencias para la política y práctica de la seguridad nacional, no rastreó de modo competente a al Qaeda totalmente financiada ni convenció al aparato nacional de seguridad de un ataque insurgente en suelo estadounidense como resultado de décadas de política y práctica imprudente de seguridad nacional en Oriente Próximo y Asia Central.
El Eje del Mal presentado por George Bush II: Contempló mientras Nueva Orleans moría durante el huracán Katrina, nombró a los condenados y perdonados en el escándalo Reagan/Bush Padre de Irán Contra, ignoró advertencias sobre el ataque insurgente que tuvo lugar el 11-S de 2001, ignoró los niveles de deuda de los consumidores estadounidenses, aceleró la desregulación de mercados financieros, invadió Afganistán y luego procedió, sobre la base de afirmaciones fraudulentas, a invadir Iraq y ejecutar a Sadam Hussein, supervisó el desplazamiento de 2,5 millones de iraquíes, financió grupos insurgentes en Irán, ignoró el ascenso de los países del BRIC (Brasil, Rusia, Irán, China), aprobó la tortura, aprobó las escuchas telefónicas y el espionaje de estadounidenses, estableció el gulag en Guantánamo, no perdió el tiempo con consecuencias para la política y práctica de la seguridad nacional.
’Sí, podemos’ presentado por Barack Obama: Tomó el tema de su campaña del libro de Sammy Davis, Jr. Intitulado “Yes I Can,” actualmente expande la guerra en Afganistán, expande las operaciones de defensa interior en el extranjero (dos soldados de EE.UU. mueren durante operaciones de apoyo a la batalla del ejército filipino contra insurgentes), nombra a operadores de Clinton a posiciones clave, resucita la exageración sobre la ciberguerra de la era de Clinton, no cierra el gulag de Guantánamo, mantiene las políticas de Bush II, autoriza billones en financiamiento para salvar la industria automotora y la industria financiera pero mantiene un esfuerzo miserable por salvar a los propietarios de casas y deudores estadounidenses, no pierde el tiempo con consecuencias para la política y práctica de la seguridad nacional. (Continuará.)
La Elite que no se responsabiliza ha promovido, y ayudado a ejecutar, las políticas exteriores e interiores que han dominado la experiencia estadounidense durante décadas. Lo bueno de todo eso, si hay algo semejante, es minimizado y deformado por las mentiras contadas durante campañas de cabildeo o discursos electorales, las muertes innecesarias de soldados estadounidenses (también de residentes de Nueva Orleans), la atroz atención de los heridos que vuelven de Iraq y Afganistán, dueños de casa desalojados, puestos de trabajo perdidos, ahorros demolidos, seguro de salud fuera del alcance de millones, altas cifras de asesinatos, e individuos torturados sea mediante la tortura del agua o con un avión Predator sin tripulación.
¿Están contentos los estadounidenses con todo esto? ¿Se sorprenderán cuando el próximo contraataque insurgente tenga lugar en el interior, o ante la próxima ola de despidos?
Tal vez la filosofía “¡Yo no fui!” sea el modo estadounidense.
¿Qué clase de país gasta cada año 1,5 billones de dólares – y más – en seguridad nacional, pero tiene que discutir si va a gastar 900.000 millones para hacer que la atención sanitaria básica esté a la disposición de todos los ciudadanos? El capital humano de la nación – cómo gusta de decir la Elite que no se responsabiliza – debe ser visto como parte de la infraestructura crítica generalizada de EE.UU.
Pero para hacer que eso suceda, el pueblo estadounidense tiene que romper el ciclo de la falsa conciencia y optar por convertirse en otra cosa. Si no, el ciclo continuará y con un nuevo aspecto: se desarrollará una cierta especie de Estado benevolente de seguridad nacional. ¿Es tan sorprendente que la frase Dictadura del Proletariado haya sido tan apropiada? Está pasando aquí, ahora mismo, en EE.UU. La Elite que no se responsabiliza dicta y el resto la sigue.
Oh, ¿y esas bandejas y la comida en el suelo? No fui yo, pero igual lo limpié todo.
…………
John Stanton es un escritor basado en Virginia, EE.UU., especializado en temas políticos y de seguridad nacional. Su último libro es “General David Petraeus’ Favorite Mushroom: Inside the US Army Human Terrain System.” Para contactos escriba a: cioran123@yahoo.com.
Documents relating to the investigation of Bernard Madoff released last Friday by the Securities and Exchange Commission (SEC) highlight the complicity of the US regulatory agencies in one of the biggest financial frauds in history.
Madoff pleaded guilty on March to 11 felonies, for which he was sentenced to 150 years in jail. From the late 1980s or early 1990s, Madoff turned his well-connected investment firm into the largest pyramid scheme in history. When the fraud collapsed in December 2008, it wiped out $61 billion in investments. Prominent and wealthy investors, induced to invest with Madoff because of his stature as a major figure on Wall Street and his phenomenal record of providing healthy returns of 12 percent of more in good times and bad, lost millions.
Banks and hedge funds around the world lost hundreds of millions and even billions. University endowments, charities and other institutions that entrusted their money to Madoff or to hedge funds that invested in Madoff’s firm suffered massive losses. Numerous charities were forced to close. Thousands of retirees of modest means whose life savings were tied to Madoff’s operations lost everything.
The first chairman of the NASDAQ Stock Exchange and a member of the board of governors of the National Association of Securities Dealers, Madoff was something of a Wall Street legend. In 2000, he was appointed by then-SEC Chairman Arthur Levitt to a committee of academics, regulators and executives formed to advise the SEC on new stock market rules in response to the growth of electronic trading.
The documents released last week show that Madoff’s firm was investigated at least five times by the SEC, but that each time the commission failed to take rudimentary steps that would have revealed his Ponzi scheme. The SEC repeatedly gave Madoff’s firm a clean bill of health, which he used to reassure his clients that his operation was legitimate.
Had regulators made an even minimal effort, they would have found that Madoff made no trades with his clients’ money over a period of decades. Rather, in a classic Ponzi scheme, he used money from new investors to pay dividends to his previous clients.
SEC investigators relied solely on Madoff’s own records, and did not check either with Madoff’s counterparties or with Wall Street’s major clearing house, which kept records of his transactions, or lack thereof.
In one of the documents, a jailhouse interview between Madoff and David Kotz, inspector-general of the SEC, Madoff said that finding a Ponzi scheme of his type is “very easy if you want. You must do a third-party check. It’s absolutely a must.” He added, “It’s Accounting 101.”
Madoff told Kotz that after being interviewed by SEC investigators, he fully expected to be arrested within days, and was “amazed” when nothing happened.
The regulators merely went through the motions, despite suspicions about Madoff’s operation among professional investors and dealers. In 1999, Harry Markopolos, a securities industry executive, wrote to the SEC, saying, “Madoff Securities is the world’s largest Ponzi Scheme.” Markopolos repeatedly pressed the SEC to expose Madoff, but to no avail.
Internal records show that Madoff lied to the SEC about whether he gave investment advice to clients. Even though lying to investigators is a prosecutable offense, the SEC took no action. As one SEC investigator wrote in a 2006 e-mail, “I don’t think we should worry about Bernie finding out to whom we speak…. [W]e are not telling anybody that we have found anything improper (except for his lies to us, of course).”
These documents confirm that the SEC instigations were merely pro-forma operations that did not aim to find or prosecute any wrongdoing. “When potential investors expressed hesitation about investing with Madoff, he cited the prior SEC examinations to establish credibility and allay suspicions on investor doubts,” Kotz told the Senate Banking Committee two months ago.
During his interview with Kotz, Madoff said that Mary Shapiro, the current head of the SEC, is his “dear friend.” Madoff also said that he knew Arthur Levitt, head of the SEC from 1993 to 2001, “very well” and had lunched with him.
Madoff on a number of occasions prior to the collapse of his scam boasted of his influence in regulatory circles. He told Kotz that he “wrote good portions of the rules when it comes to trading.”
The entire episode is an example of the corruption that pervades Wall Street and the relations between major Wall Street players and the government. In his interview, Madoff admitted that he did not know how to properly record a credit default swap. He said he called a number of major banks, and none of them knew either. They had just been keeping their transactions off their official records. Madoff said that “today, lots of trades are done off the books because people don’t know what to do with them.”
Such practices are common and are protected by the government agencies that supposedly regulate the banks and financial institutions.
In an op-ed piece published Tuesday, Washington Post columnist Richard Cohen sets out to whitewash the role of the government in the Madoff fraud by attributing the complicity of financial regulators to the incompetence of individual investigators. He writes: “It would be reassuring if the IG [inspector-general] discovered that some of the investigators were on the take or that Madoff had offered them Wall Street jobs when they grew up. But this was not the case. The investigators were honest—just blazingly incompetent.”
This is an example of damage control by the media, including liberal pundits such as Cohen. The attempt to reduce the government’s role in the Madoff fraud to the mistakes of low-level operatives is absurd.
The issue is not whether individual SEC investigators were directly bribed by Madoff. They were carrying out a long-established policy emanating from the highest echelons of the regulatory system, at the direction of both Republican and Democratic administrations and Congress, to shield major players on Wall Street from prosecution for dubious and outright illegal practices that are standard operating procedure within the financial establishment. Madoff’s fraud was only a particularly crude form of the type of financial speculation and swindling that plays a major role in generating huge profits by banks and finance houses and sustaining the eight-digit bonuses awarded to top executives and traders.
Investigators and regulatory officials who “play ball” with the likes of Madoff are routinely rewarded with jobs on Wall Street that make them overnight multimillionaires.
One example of the direct role of the government in running interference for Wall Street was documented last month in an episode of the PBS series “Frontline.” Entitled “The Warning,” the program dealt with the brief career of Brooksley Born as head of the Commodities Futures Trading Commission during the Clinton administration. Born was forced out by then-Federal Reserve Chairman Alan Greenspan and top Clinton financial officials Robert Rubin and Lawrence Summers when she pressed for regulation of the derivatives market.
In the documentary, sources around Born describe her first meeting with Greenspan, during which the Fed chairman was said to have announced that the two of them were destined to disagree, particularly on the need to make rules against fraud. He was reported to tell Born “you feel that there need to be rules against it and I feel that the market will sort it out.”
In December 2008, after Madoff turned himself in, the World Socialist Web Site wrote, “Madoff’s scam could not have been carried out without the complicity of the highest echelons of the financial elite and the government…. The role of the SEC epitomizes the transformation of government regulatory agencies into the facilitators of financial fraud on a colossal scale. Its job has become running interference for the skullduggery of brokerage houses, hedge funds and banks.
“The removal of any regulatory restraint on the operations of the banks and finance houses over the past three decades is itself an expression of the crisis and decay of American capitalism. The hallmark of this process is the growth of financial parasitism. It is the other side of the coin of the systematic dismantling of large sections of industry and the relentless attack on the jobs and wages of the working class. This assault, in tandem with the unfolding economic crisis, is entering a new and even more brutal stage.”
With the indictment of ex-President Jacques Chirac, paving the way for the first-ever trial of a French president, investigations of France’s political-financial scandals have developed into a full-blown governmental crisis. Chirac’s indictment comes after ex-Interior Minister Charles Pasqua’s sentencing to one year in prison without parole in the Angola arms sale scandal and the month-long trial of ex-Prime Minister Dominique de Villepin in the Clearstream affair.
As leading politicians face jail time and public disgrace, the stage is being set for protracted legal battles threatening to discredit the entire political establishment—sufficiently, as convicted oil executive Alfred Sirven commented before his trial in 2001, to “blow up the Republic twenty times over.”
The indictment of a former head of state is only one indication of the explosiveness of the situation. Pasqua reacted to his sentence by stating that his actions were known to Chirac, Edouard Balladur (a one-time ally of current President Nicolas Sarkozy), and the late Socialist Party leader François Mitterrand, who was president from 1981 to 1995. Pasqua demanded the lifting of the state secrets privilege in all investigations of political-financial scandals.
The scandals, emerging in the late 1980s and 1990s, involved a series of massive kickback schemes. They reflected the growing contradictions of the post-war French political order—between public ownership of key industrial concerns and the drive of executives and politicians to amass ever-larger fortunes and finance unpopular, right-wing parties; and between French imperialism and its rivals, notably the US, which were exerting ever greater pressure on France.
The scandals include: the Elf affair, involving kick-backs paid in the early 1990s by oil company Elf (now Total) to French businessmen and politicians as well as pro-French African leaders; the Angolagate scandal, in which proceeds of 1993-1998 weapons sales to Angola went for payoffs to politicians and mafia figures; the Taiwan frigates affair, in which the inflated price Taiwan paid for French frigates in the early 1990s made fortunes for French and Taiwanese figures and were covered up by a rash of murders and suspicious suicides; and the “fictitious jobs” scandal, in which the city of Paris improperly paid officials of then-Paris Mayor Chirac’s party, amid a system of vote-rigging and influence-buying by construction firms.
The Clearstream trial against Villepin evolved from Sarkozy’s allegations that Villepin tried to manipulate investigations of the political-financial affairs to slander him.
Until now, serious investigations of these scandals have been blocked, and the few figures found guilty have received light sentences. No politicians were convicted in the 2002-2003 Elf trial. One convicted Elf executive, André Tarallo, left jail two months into his sentence, without ever paying his €2 million fine.
The Taiwan frigates inquiry was blocked by the repeated exercise of the state secrets privilege by governments of the right and left.
Sarkozy came to office in 2007, planning to use these affairs to his advantage against his factional rivals around Chirac. Speaking of the Clearstream affair, he famously told a meeting of Lagardère Group executives in 2005: “There will be blood on the walls. When I come to power, we will hang them all from butchers’ meat hooks.”
Sarkozy also hoped to manipulate the scandals to his advantage by ending all further investigations after the end of his presidential term. In January 2009, he announced the elimination of the post of investigating judge, effective next year. These judges have led the investigations into the scandals.
In the political climate created by Sarkozy’s targeting of Villepin, the judiciary has responded by escalating the crisis. Sentencing Pasqua to prison without parole, it went beyond the penalty recommended by the public prosecutor. By indicting Chirac, the judiciary is pushing Sarkozy’s campaign towards its logical conclusion: an all-out settling of accounts within the establishment, played out in the courts.
This struggle reflects the powerful imperialist interests at stake in the policy changes carried out by Sarkozy vis-à-vis his predecessor Chirac, who held office from 1995 to 2007.
The 1990s political-financial scandals stemmed from the pursuit of France’s traditional Gaullist semi-independence from the US in foreign policy—notably in maintaining an independent defense industry and continuing to promote French influence in the country’s former African colonies. In Angola, the Congo and other African countries, France helped regimes facing US-backed oppositional movements—most infamously, the Hutu Power regime that carried out the 1994 Rwandan genocide. The creation in 1999 of the Franco-German defense corporation EADS represented an implicit challenge to US aerospace interests and also involved France in recurring industrial disputes with Germany.
As president, Chirac was widely seen as continuing traditional policies. In 2003, he and then-Foreign Minister de Villepin opposed the Bush administration’s drive towards war with Iraq at the UN, organizing a loose anti-US coalition with Germany and Russia. Chirac also resisted pressure to integrate France into NATO’s command structure, which it had left in 1966 under then-President Charles de Gaulle.
Chirac met with growing resistance in the working class in the final years of his tenure. The 2005 failure of the European treaty referendum and mass popular demonstrations against Chirac’s social cuts provoked opposition to Chirac’s rule within the bourgeoisie, which coalesced around Sarkozy. At the same time, the crisis of the global imperialist order, epitomized by the US debacles in Iraq and Afghanistan, prompted the French bourgeoisie to move closer to the US to defend its own imperialist interests abroad.
After his election in 2007, Sarkozy abandoned traditional Gaullist rhetoric about France’s universalist appeal, relying on a national-chauvinist appeal to the neofascist vote and a tilt towards Washington in foreign policy. He promoted France’s reintegration into NATO and support for the Iraq war, and sent more troops to Afghanistan and the Persian Gulf. He also worked closely with the unions, successfully imposing broader social cuts against the workers.
The fact that these issues went largely undiscussed in the 2007 election campaign, which was largely devoted to law-and-order demagogy by both Sarkozy and Socialist Party candidate Ségolène Royal, testifies to the profound decay of French democracy.
It is also a serious warning to the working class about the ongoing legal battles. These carefully circumscribed, politically-motivated investigations and trials are primarily an extra-electoral attempt to settle policy differences inside the ruling class and conceal the full extent of its criminality. As such, they have a profoundly antidemocratic and reactionary social content.
To the extent that political struggle remains limited to factional battles within the bourgeoisie, they inevitably tend towards reactionary settlements at the expense of the workers—both in France and in countries targeted by French imperialism.