Saturday, February 07, 2009


“México no conquistado”: Un llamado a la acción y a la resistencia global

El nuevo libro de John Gibler: “Mexico Unconquered: Chronicles of Power and Revolt” llegó recientemente a las librerías.



Kristin Bricker
Narconews


El libro de Gibler se basa en dos años de reportajes en México. Kristin Bricker de Narco News entrevistó a Gibler sobre su nuevo libro mientras se preparaba para una gira de promoción por la Costa Oeste en EE.UU. Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens




Narco News: ¿Cuál fue la inspiración para este libro?


John Gibler: La idea nació de la experiencia de cubrir la Otra Campaña [de los zapatistas] [1] durante los primeros cuatro meses de 2006. Cuando los zapatistas emitieron la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y anunciaron la gira de seis meses para escuchar que sería la primera fase de la Otra Campaña, hicieron un llamado especial a los medios alternativos para que los acompañaran en esa gira y la utilizaran como un camino hacia todas las historias nunca contadas de los pueblos en lucha de México, de los de abajo.


Durante los primeros cuatro meses de la Campaña, el Delegado Cero – como llamaban al Subcomandante Marcos – a menudo apuntaba hacia el variopinto grupo de periodistas alternativos que no se habían afeitado, duchado o cambiado de ropa durante mucho tiempo y decía: “No se preocupen por esos mugrosos de ahí al borde. Son en realidad la prensa alternativa, y están aquí para llevar vuestras palabras a otros sitios.” Día tras día lo mencionaba como parte de su llamado a la gente para que participara en la Otra Campaña. Era algo que yo sentía seriamente como un compromiso, como una responsabilidad, y durante ese tiempo traté de cumplirlo escribiendo artículos, sacando material en línea, lanzando con amigos un pequeño periódico en línea que publicamos en la caravana, y haciendo trabajo radial con estaciones comunitarias de radio en EE.UU. Pero sentí que era sólo una parte del intento de cumplir con ese compromiso.


Y entonces estalló 2006: la represión policial en San Salvador Atenco, el fraude electoral, y luego el levantamiento desarmado de seis meses de duración en Oaxaca. Son todas cosas que cubrí para la prensa alternativa. Siguieron avivando las llamas de ese deseo de profundizar en las historias de los de abajo. De ahí surgió la idea de escribir este libro.


Narco News: El título original de este libro era “Ingobernable”. ¿Qué le hizo cambiar el nombre a “México no conquistado”?


John Gibler: “Ingobernable” era una cita del conflicto de Oaxaca en 2006. Esa cita es muy específica para un cierto momento y lugar. Oaxaca a fines de verano y comienzos de otoño de 2006.


Una de las estrategias del movimiento de los pueblos de Oaxaca fue obligar al Senado mexicano a declarar “ingobernable” a Oaxaca. Y al declarar “ingobernable” al Estado el Senado tendría la capacidad de disolver los poderes de ese Estado. Es el único camino constitucional en México para que una autoridad federal remueva de su puesto al gobernador de un Estado. Forma parte de la estrategia de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, llevar al gobierno federal a un jaque mate, imponer esa acción legal constitucional para deponer a Ulises Ruiz y sacarlo de la gobernación de Oaxaca.


Yo quería tomar esa palabra “ingobernable” y citarla de manera que aprovechara ese espíritu de resistencia en Oaxaca. Pero pensándolo bien decidí que al utilizarla como título esa palabra sería sacada tan lejos del contexto de Oaxaca en 2006 y haría parecer como si México como país fuera ingobernable o el pueblo mexicano fuera ingobernable.


Eso se aleja de lo que quería decir en lo político en el libro, y de lo que la gente en Oaxaca decía en su demanda: obligar al gobierno federal a declarar ingobernable al Estado. Ese punto político es el espíritu de rebelión, el espíritu de protesta en México, que es un espíritu intensamente antiimperialista y un espíritu que lleva a la gente a arriesgarlo todo, a arriesgar sus vidas, a emprender acciones que defienden su tierra, su autonomía, y su dignidad. Al pensar en cómo tocar mejor ese espíritu en una o dos palabras, me decidí por “México no conquistado,” esa idea de que después de siglos de invasión colonialismo extranjero y después interior, y la constante amenaza de la bota de los militares y del imperialismo económico de EE.UIU., que a pesar de toda esa represión y violencia, tantos sectores de la sociedad mexicana nunca se han rendido y nunca han dejado que los conquisten por completo.


Narco News: Explique qué quiere decir cuando dice en el libro que “el hambre es guerra de clases biológica.”


John Gibler: Hambre es simplemente que la gente no tiene bastante alimento, y es el dolor en sus cuerpos por no tener la nutrición que necesitan. Esa hambre es desatada sobre los cuerpos de la gente que ha sido consistentemente apartada y excluida del desarrollo de la riqueza. Es biológica porque está en tu cuerpo y en tu sangre, y es guerra de clases porque es un descendiente directo de invasiones coloniales.


La pobreza no es un acto de la naturaleza o un accidente de la historia. La pobreza es indigencia y una forma de violencia. Es el resultado de la historia y de acciones humanas concretas en las Américas, así como en otras partes de la tierra. En las Américas esa historia es explícitamente una historia colonial.


El argumento respecto al hambre y la pobreza que formulo en el libro es extraído de un sinnúmero de escritores y pensadores de territorios previamente coloniales, como Eduardo Galeano y Arturo Escobar. Forman parte de una escuela de pensadores que ve críticamente el concepto mismo de la pobreza. Dice que la pobreza no es algo que simplemente sucede a la gente o algo en lo que nace la gente. Eso que conocemos como pobreza – diferentes niveles de indigencia material y política – es el resultado de acciones históricas concretas.


En México, no es por accidente que los 12 millones de indígenas sean de los más pobres del país o que las estadísticas del gobierno muestren que las municipalidades más pobres del país sean todas municipalidades en gran medida indígenas. El legado de la invasión y de la conquista colonial en la creación de pobreza es evidente. Los pueblos indígenas fueron literalmente expulsados de los valles que labraban y cultivaban. Fueron esclavizados y llevados a trabajar en las haciendas y minas españolas.


Ese legado de violencia colonial fue transformado lentamente mediante las eras de la independencia y posteriores a la revolución pero nunca terminó. Ese legado es en realidad el motor de la creación de pobreza.


Ahora viene la gente y muestra diferentes aldeas aisladas y dice: “Bueno, evidentemente son pobres. Mire lo lejos que están de ciudades y pueblos y de la costa y de todas esas áreas fértiles.” Bueno, ¿por qué creéis que están allí? Porque fueron arrojados. ¿Y por qué creéis que no tienen acceso a pueblos y ciudades? Porque el gobierno nunca construyó carreteras a esas comunidades.


Si se analiza la infraestructura del transporte en el país, uno se da cuenta de que el norte está fuertemente industrializado porque todos los poderosos terratenientes fueron y compraron tierras utilizando la riqueza de las minas de plata. Crearon agricultura industrial y centros urbanos fuertemente industrializados en el norte.


El sur en gran parte indígena nunca recibió alguno de esos proyectos de infraestructura. Y cuando recibe proyectos de infraestructura es usualmente parte de un plan colonial, como construir autopistas para tener acceso a recursos que el Estado o terratenientes privados quieren explotar.


La idea en este caso es que la pobreza es algo que ha sido y sigue siendo creado con el pasar del tiempo mediante la guerra de clases. La guerra de clases se ha agrietado con el tiempo. Ahora no son simplemente europeos contra indígenas, aunque los indígenas en México siguen soportando los peores golpes de la violencia estatal y de formas institucionales de violencia. Ahora también se desarrolla a lo largo de líneas de clase. El Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA) causó estragos en áreas rurales de México que no son necesariamente indígenas. La población campesina también ha sido excluida del desarrollo industrial, o en algunos casos prefirió no incorporarse a éste. Con el NAFTA llegó el machetazo final, aislando a la gente de sus tierras y forzándola a unirse a la corriente económicamente desposeída de la emigración a EE.UU.


Narco News: Usted dedica una parte importante de su primer capítulo a explicar cómo el adorado presidente de centroizquierda de México, Lázaro Cárdenas, cementó la dictadura del PRI. Cárdenas es considerado a menudo como el Franklin Delano Roosevelt de México por sus políticas aparentemente socialistas como la nacionalización de Pemex y la redistribución de la tierra. ¿Cuál fue el papel de Cárdenas en la conquista?


En mi capítulo histórico me baso en historiadores mexicanos y su análisis de la importancia de Cárdenas (presidente de México desde el 1 de diciembre de 1934 hasta el 30 de noviembre de 1940). En ello uso en particular el trabajo de Arnaldo Córdova, y de Adolfo Gilly, quien es argentino pero que ha vivido en México desde los años sesenta. Gilly es uno de los historiadores más destacados de la Revolución Mexicana así como de la presidencia de Cárdenas.


Cárdenas fue uno de los genios en la creación del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Fue el punto de transición para el poder colonial en México cuando fue finalmente solidificado en la nueva metrópolis de Ciudad de México. Parte de mi argumento es que el movimiento de independencia no separó a México de sus poderes coloniales: transfirió el centro del poder colonial de Madrid a Ciudad de México. En los cien años entre la Guerra de Independencia y la Revolución Mexicana, la lucha fue entre facciones en guerra dentro de la nueva elite colonial interior.


La idea del colonialismo interior proviene del sociólogo mexicano Pablo González Casanova y su obra de 1965 “Democracia en México” en la que discute la manera como el PRI, el Estado de un solo partido en México, enfrenta a sus poblaciones indígenas como colonialismo interior. Sigue siendo una guerra de conquista colonial, pero tiene lugar dentro de las fronteras de una nación.


El papel de Cárdenas es posibilitar esa transición del colonialismo extranjero al colonialismo interior. Promulgó varias reformas agrarias y laborales que otorgaron un cierto nivel de autonomía y paz a la gente en todo el país, aunque era un entorno intensamente controlado y estructurado. Cárdenas separó a los campesinos (la población rural) de los obreros o los trabajadores industriales formando dos sindicatos separados, ambos controlados por el PRI. Es formaba parte del nacimiento del Estado de un solo partido en el cual el PRI se convirtió en el único árbitro para cualquier conflicto dentro de las fronteras de la nación. Y eso completó la transición de un colonialismo europeo extranjero a un colonialismo interior.


En un segundo plano durante este período de transición está el imperialismo de EE.UU. En un punto del libro digo que es como si acorazados asomaran por el horizonte, que claro está, en varios momentos de la historia de México, esos acorazados aparecieron en el horizonte frente a la costa de Veracruz. El imperialismo de EE.UU. ha amenazado constantemente la integridad de México desde los primeros días de su independencia. De modo que cuando digo “colonialismo interior,” no es que ignore o niegue el impacto del imperialismo de EE.UU., sino que digo que el camino por el cual se desarrolló el Estado mexicano moderno después de la revolución fue hacia una nueva estructura del poder centrada en Ciudad de México que seguía realizando políticas de conquista. De nuevo, son ideas que he tomado de teóricos e historiadores mexicanos, así como de gente en la calle y en los campos, que utiliza el lenguaje de colonialismo e imperialismo para hablar de su propia relación con el Estado y su lucha contra la represión y desposeimiento a manos del Estado.


Narco News: La tesis de “México no conquistado” es que la historia de México es una de perpetuos intentos por conquistar y resistir esa conquista. ¿Cómo encaja la guerra de la droga en su narrativa de la conquista? Algunos de los mismos protagonistas que usted menciona en su libro están actualmente involucrados en la guerra de la droga: instituciones gubernamentales, traficantes de influencia parecidos a la mafia, fuerzas militares y policiales, medios de información, y empresas privadas.


John Gibler: Echo una mirada a la guerra de la droga como un medio para contemplar la naturaleza del Estado moderno en México. No considero la guerra de la droga como algo externo al Estado, o incluso como algo en lo que el Estado se involucra en una relación adversaria de uno a uno con las bandas de la droga, es decir, la idea de que se trate de bandas criminales de la droga y del Estado que las combate. Los cárteles de la droga han penetrado todas las capas de la institución del Estado en México desde la municipal, a través del Estado, hasta los niveles federales. Por lo tanto, la guerra de la droga en sí – la guerra entre los diferentes cárteles en lucha – es algo que se replica internamente dentro del Estado. Los cárteles en guerra que combaten en la calle también combaten dentro de la estructura del Estado. Por lo tanto existe el constante va y viene de asesinatos de policías y oficiales militares, civiles, y gente involucrada en las diferentes agencias contra la droga. Una pandilla encuentra al “Garganta profunda” de otra pandilla dentro de una institución dada y hace que los maten.


Utilizo la guerra de la droga como un medio para analizar y diseccionar el concepto ideológico del imperio de la ley en México, el concepto mismo que es utilizado para justificar la violencia estatal y la represión contra movimientos sociales, movimientos populares, y gente común y corriente en todo el país. La guerra de la droga es una ventana hacia la naturaleza del ser mismo del Estado moderno y una manera de arrancar su presentación cosmética de sí mismo como una institución empeñada en imponer el concepto del imperio de la ley.


Narco News: Usted entrevista a Gloria Arenas Agis sobre su experiencia como guerrillera en el Ejército Popular Revolucionario (EPR) y después en el Ejército Revolucionario Popular Insurgente (ERPI). Cuando discute la división entre el EPR y el ERPI, habla de experiencias que el ERPI, basado en Guerreo, tiene en común con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). ¿Cuál es la relación, si hay alguna, entre el ERPI y el EZLN? ¿Y por qué nadie afuera de México ha oído hablar del ERPI?


John Gibler: No sé de ninguna relación en absoluto entre el EZLN y el ERPI. Y no creo que exista ninguna relación entre esas dos organizaciones. Gloria Arenas, que ahora es prisionera política, es una de los fundadores del ERPI. Ha estado en la cárcel durante casi diez años, y es muy abiertamente partidaria de la iniciativa de la Otra Campaña de los zapatistas.


El ERPI no es bien conocido afuera de México o incluso dentro de México. Uno de los motivos es porque dos de sus miembros fundadores (Arenas y su esposo Jacobo Silva Nogales] fueron secuestrados por el Estado, torturados, y luego arrojados a una cárcel poco después de fundar la organización en 1998. Por lo tanto, algunos de los portavoces potencialmente más elocuentes de la organización han estado encarcelados. Jacobo está en una prisión de máxima seguridad. Gloria estuvo durante varios años en una prisión de máxima seguridad. Hace unos cuatro años la trasfirieron a una prisión de mediana seguridad en el Estado de México donde pude entrevistarla.


Se trata de una organización de base campesina e indígena ubicada sobre todo en el Estado Guerrero. El ERPI no ha buscado realmente atención mediática. Han dado sólo unas pocas entrevistas a medios mexicanos locales, sobre todo el Canal 6 de Julio, y hubo una entrevista dada a un periodista estadounidense publicada en “Homage to Chiapas” de Bill Weinberg. Aparte de eso, no han dado muchas entrevistas.


En este caso, la entrevista que hice es con una miembro de la organización que ahora puede hablar públicamente porque ya no vive en la clandestinidad. Es prisionera política. Hablamos de su experiencia, su participación en la organización, la historia de la creación de la organización, y cómo y por qué se dividieron del EPR. De ninguna manera tocamos el estado actual de la organización.


El ERPI sigue existiendo, y de vez en cuando publican comunicados. Pero no es una organización que haya buscado mucha atención en los medios. Los medios también se concentraron mucho, por lo menos en los primeros años, en Chiapas y después se han mostrado bastante apáticos respecto a movimientos populares armados o desarmados en México.


Narco News: En su libro, usted menciona brevemente la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y la Otra Campaña, juntas en el mismo párrafo. El Subcomandante Marcos pasó por Oaxaca sólo meses antes del levantamiento de Oaxaca de 2006. ¿Qué papel – si alguno – tuvo la Otra Campaña en el levantamiento de la APPO?


John Gibler: La Otra Campaña inspiró profundamente a varios sectores del movimiento juvenil urbano autonómico dentro de la APPO. Pienso que los trece años (de entonces) de lucha zapatista tuvieron una profunda y duradera influencia en organizaciones políticas y sociales de todo el país y el mundo. Y por lo tanto los zapatistas tuvieron definitivamente un profundo impacto en gran parte de las organizaciones tanto indígenas como no-indígenas involucradas en la APPO.


Pero la Otra Campaña como movimiento e iniciativa era relativamente tan joven en ese momento que es difícil medir su influencia. Sé que hubo varios otros colectivos que utilizaron explícitamente el lenguaje y las ideas de la Otra Campaña en su participación en la APPO.


Sin embargo, la experiencia autóctona de la Sección 22 del sindicato de maestros del Estado tuvo un profundo efecto en el levantamiento de Oaxaca, como la tuvieron las definidas y singulares luchas indígenas en todo el Estado. Oaxaca tiene 16 etnias indígenas diferentes dentro de su población, y todas ellas contribuyeron a la manera cómo la APPO se formó con una estructura de asamblea. Incluso contribuyeron a la manera como fueron utilizados los medios de información ocupados. En la radio, la gente se hablaba entre sí en el aire en lugar de informar a otros. Era como una conversación en transmisión continua entre la propia gente.


Narco News: Durante el levantamiento de 2006 en Oaxaca, mataron a más de 20 personas. Una de ellas fue Brad Will. Su asesinato fue noticia en todo el mundo, su caso es el único en el que el gobierno ha decidido “investigar” y el único en el que el gobierno ha presentado acusaciones contra “sospechosos”: organizadores de la APPO, testigos dispuestos a testificar contra los agentes del gobierno que lo mataron, y la gente que trató de salvarle la vida. Tanto la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México (CNDH) como los falsamente acusados dicen que nunca habrá justicia para Brad mientras su caso sea considerado fuera del contexto de la violencia estatal y paramilitar que desoló Oaxaca durante ese período. Varios testigos y acusados en el caso me dijeron que activistas internacionales que buscan justicia para Brad deben comenzar a hablar de los otros asesinatos – lo que usted hace en su libro. Usted nombra a muchos de ellos por su nombre. Así que hablemos sobre los demás asesinados durante el levantamiento, cómo fueron asesinados, y lo que está sucediendo con esos casos.


John Gibler: Durante el levantamiento de Oaxaca fueron asesinadas 23 personas. Varias más han sido asesinadas desde el despliegue policial del 25 de noviembre, que fue el último acto de represión estatal que rompió el control de los manifestantes sobre áreas de la Ciudad de Oaxaca.


Esos asesinatos vinieron en el contexto del lento despliegue de la estrategia de contrainsurgencia realizada primordialmente por la policía estatal, aunque hubo participación federal desde el comienzo y luego de modo muy fuerte hacia el fin del conflicto, y varias personas fueron muertas por la policía federal a fines de octubre y comienzos de noviembre. Esos asesinatos fueron el desesperado intento del Estado por infligir terror a la población y asustar a la gente para que no saliera a las calles.


Lo sorprendente que ocurrió en Oaxaca es que con cada nuevo asesinato más gente haya salido a las calles. En lugar de aterrorizarse y escapar, la reacción fue una marea de apoyo popular para los maestros y el movimiento de los pueblos.


Los que fueron asesinados eran personas comunes y corrientes que participaban en el movimiento. Algunos de los primeros en ser asesinados durante el conflicto fueron indígenas triqui que fueron matados en camino a la Ciudad de Oaxaca desde una asamblea de aldea, volviendo a una asamblea de la APPO. Fueron emboscados y asesinados en el camino de vuelta a Oaxaca. [2]


La primera persona muerta a tiros en la calle en Oaxaca fue José Jiménez Colmenares, esposo de una maestra que participaba activamente en la huelga de maestros y luego en el levantamiento. Había salido a apoyar a su mujer e iba en una marcha en la Ciudad de Oaxaca a comienzos de agosto de 2006 cuando pistoleros abrieron fuego desde dos techos a lo largo de la estrecha calle por la cual marchaban los maestros.


Ese día iban marchando para denunciar la desaparición de varios activistas oaxaqueños dos días antes.

Se había visto cómo esos activistas - Germán Mendoza Nube era uno de ellos – eran secuestrados en la calle, lanzados a la parte trasera de una camioneta de reparto, y llevados en ella. Aparecieron cinco días después en la prisión federal en Ciudad de México, lo que significa que existe la sólida presunción de que la policía federal estuvo involucrada en esos primeros secuestros a principios de agosto.


Alejandro García es otra persona que fue asesinada. Alejandro y su mujer y sus niños habían hecho tamales, emparedados, café y chocolate caliente y los llevaban a la gente que estaba guardando las barricadas en una de las avenidas centrales en la Ciudad de Oaxaca. A Alejandro le dispararon en la cabeza mientras distribuía café y chocolate caliente.


Los disparos parecen haberse concentrado en la base de apoyo – gente que sólo iba para ayudar, en lugar de los que estaban haciendo noticias, dando entrevistas a la prensa o gente que ya había tenido una trayectoria bastante bien conocida en la política o el activismo locales o estatales. Atacaban a gente de la mismísima base que salía a participar y ayudar.


Las propias barricadas eran un fenómeno de organización popular para sobreponerse a los escuadrones de la muerte. El 20 y el 21 de agosto, el Estado envió convoyes de unos 40 vehículos, algunos de ellos sin marcas y sin patentes, mientras otros eran vehículos claramente marcados de la policía estatal y local. Abrieron fuego contra la gente por toda la ciudad y mataron a un hombre, Lorenzo San Pablo Cervantes, un arquitecto que vivía en el vecindario Reforma cerca de una de las estaciones de radio que habían sido ocupadas por los manifestantes. Salió de su casa, se presentó en la barricada más cercana a la puerta, se presentó, y ofreció ayuda como voluntario para montar guardia. Minutos más tardes se acercó el escuadrón de la muerte en su caravana de vehículos policiales y abrió el fuego.


Ni uno solo de estos casos está siendo investigado. Ni uno solo.


De todos los 23 casos de asesinato durante el conflicto de 2006, el único caso actualmente abierto es el de Brad Will. El único caso que está siendo investigado es el que tiene que ver con un ciudadano extranjero. Habiéndolo dicho, mucha gente en Oaxaca me ha dicho que ven el caso de Brad como un punto de apoyo. Sienten que si la gente puede luchar por algún tipo de justicia institucional en el caso de Brad – lo que significaría identificar, aprehender, acusar, y sentenciar a las fuerzas parapoliciales locales que le dispararon y lo mataron desde la calle en Santa Lucía – si se puede lograr justicia en el caso de Brad, sienten que hay una chispa de esperanza de lograr justicia en los casos de oaxaqueños. Y al contrario, si el Estado insiste en culpar a los propios manifestantes y culpar a la gente que trató de recoger a Brad de la calle y llevarlo a la seguridad, no existe ni la menor esperanza de algún tipo de justicia en el caso de los otros oaxaqueños. Pero no se puede pensar en el caso de Brad o encararlo de alguna manera si uno trata de separarlo del contexto general de la violencia paramilitar y parapolicial que había precedido durante meses al asesinato de Brad. Quince personas ya habían sido asesinadas cuando Brad fue muerto el 27 de octubre.


Narco News: En el caso de Brad, los perpetradores son claramente identificables. Hay fotos y testigos de ellos disparándole. ¿Han sido identificados los perpetradores en alguno de los otros casos?


John Gibler: En el caso de José Jiménez Colmenares quien fue asesinado el 10 de agosto de 2006, le dispararon en medio de una inmensa marcha. Había cientos de personas ahí mismo y miles de personas en la marcha. Inmediatamente después de los tiros y cuando Jiménez cayó al suelo, la gente en la marcha invadió las dos casas a los dos lados de la calle de donde habían provenido los disparos, y aprehendieron a varias personas. Esas personas fueron entregadas a las autoridades federales esa misma noche. ¿Qué sucedió con esa gente? Creo que todos han sido liberados por “falta de evidencia.”


Narco News: Pero habría sido increíblemente fácil realizar una prueba de residuos de pólvora de las manos de los sospechosos para verificar si habían disparado un arma poco antes.


John Gibler: En el caso Colmenares no sé, porque una vez que fueron entregados a los funcionarios federales en ese momento del conflicto no existió realmente diálogo alguno. Mis diversos intentos de obtener información de miembros de la Agencia Federal de Investigación (AFI) fueron recibidos con un silencio absoluto.


Sé, sin embargo, que estuvieron haciendo ese tipo de pruebas. A fines de julio, una de las primeras personas en abrir fuego en una protesta fue aprehendida por miembros de la APPO y entregada a la AFI. En ese caso, la AFI fue al centro de Oaxaca. Estuve presente en el edificio de la universidad donde estaban reteniendo al sospechoso, el sujeto del que decían que había disparado un arma. El sospechoso me dijo en una entrevista que no había disparado un arma porque no sabía cómo disparar una pistola. Resultó que era ex soldado del ejército y que cuando fue detenido era agente de policía estatal. Dijo que nunca le habían enseñado cómo disparar una pistola. Como era de esperar, cuando llegaron los agentes federales iban con dos técnicos de laboratorio que realizaron una prueba de residuo de pólvora, que mostró que por cierto tenía trazas de residuo de pólvora en su mano y que había disparado una pistola dentro de las dos horas anteriores. [Nota de Narco News: Poco después, la Oficina del Procurador General Federal (PGR) liberó al sospechoso, Isaías Pérez Hernández, sin acusación.]


Narco News: Usted aborda las organizaciones de derechos humanos y cómo, a pesar de su investigación y evidencia “verdaderamente exhaustiva” y de sus propias declaraciones sobre abusos generalizados, no reconocen que los abusos sean parte integral y endémica del modo de gobernar. Usted dice: “Consideran ciegamente que las sistemáticas violaciones de los derechos humanos son aberraciones en lugar de características definidoras del Estado mexicano.” ¿Cómo afecta esto su intercesión y recomendaciones políticas respecto a México?


John Gibler: Sé que será una tesis controvertida, pero pienso que las organizaciones de derechos humanos – especialmente varias de las grandes organizaciones internacionales de derechos humanos que han estado siguiendo temas de derechos humanos en México durante las últimas décadas – han dejado consistentemente de reconocer o de actuar respecto a la naturaleza verdaderamente política de las violaciones de derechos humanos. Al no reconocer la increíble coherencia y omnipresencia de los mismos tipos de violaciones, como, por ejemplo, la práctica de tortura, es no reconocer la verdadera naturaleza del Estado y de lo que está ocurriendo en realidad.


Tomemos el caso de la tortura. Cuando una organización de derechos humanos publica año tras año en sus informes anuales de derechos humanos que la mayoría de los policías en México todavía usan la tortura como su principal manera de interrogatorio, y sin embargo concluye su informe de derechos humanos con un cierto asentimiento para una recomendación de que “la policía debe ser entrenada para que no torture” o que debería haber una especie de reforma en la estructura de las fuerzas policiales para que tengan que rendir cuentas por sus acciones.


Me parece que eso pierde cualquier tipo de verdadera integridad por la persistencia del uso de tortura durante tantos años. Si se establece que año tras año alguien sigue haciendo lo mismo, es probablemente porque quiere hacerlo, porque hacerlo le es extremadamente beneficioso. Y en el caso de esas violaciones de derechos humanos, las organizaciones de derechos humanos simplemente siguen diciendo año tras año: “No hagan eso,” sin un verdadero análisis del “por qué.” ¿Por qué utiliza la policía en México la tortura como su principal técnica de interrogatorio año tras año?


Un par de esos informes incluso mencionan en su lista de preocupaciones: “Bueno, parece como si hubiera falta de voluntad política.” Me parece que la frase de dos palabras “voluntad política” contiene la primera indicación de la verdadera naturaleza del problema. No tener la voluntad política significa que no se quiere hacer algo.


En el caso de la tortura, toda la comunidad internacional, con la excepción de EE.UU. e Israel, se ha juntado para declarar que esa práctica el algo horrible y que debería ser borrada del uso y de su implementación en todo el planeta. Pero ahí tenemos a esas organizaciones de derechos humanos documentando año tras año que todos todavía lo hacen, y nunca preguntan por qué.


Narco News: Así que ¿qué debieran hacer las organizaciones de derechos humanos para ser efectivas en México, ya que lo que hacen actualmente no parece tener efecto?


John Gibler: No sé si las organizaciones de derechos humanos pueden ser efectivas todavía.


Hubo un auge del activismo por los derechos humanos en México en los últimos años del PRI a fines de los años noventa. En aquel entonces, el uso de increíbles cantidades de energía y recursos, así como la documentación sobre la escala y naturaleza de los abusos contra los derechos humanos, eran en sí algo muy poderoso. Aquí, la mayoría del trabajo duro fue realizado por organizaciones mexicanas de derechos humanos, nacionales y locales.


Cuando el presidente Vicente Fox fue elegido en 2000, y poco después asesinaron a una de los abogados por los derechos humanos más atrevidos y trabajadores de México, Digna Ochoa [3], esos dos momentos en la historia de México sirvieron para hacer estallar la comunidad de derechos humanos de una manera de la cual nunca se ha podido recuperar.


En el caso de Fox, todas las organizaciones internacionales comenzaron a felicitarse mutuamente y a decir “Formidable, ahora México es una democracia,” sólo por el simple hecho de que un año, en una elección, el partido gobernante fue rechazado en las elecciones. Fue definitivamente algo histórico e inspiró a mucha gente con la esperanza de un verdadero cambio duradero en México – una esperanza que fue aplastada bastante rápido. [4]


En el caso de Digna Ochoa, el Estado realmente se empeñó en el mismo tipo consagrado de campaña de calumnias en la que se culpa a la víctima para hacer que el asesinato parezca un suicidio. Sorprendente – y espantosamente – parece que lograron influenciar a una parte significativa de la comunidad de derechos humanos con todo su reparto de basura. Las divisiones internas que ocurrieron alrededor del caso de Digna Ochoa desgarraron a toda la comunidad de derechos humanos de una manera de la que no se ha recuperado y de un modo que se haría aún más devastador años después con la candidatura de Andrés Manuel López Obrador y las diversas divisiones que ocurrieron alrededor de esa candidatura y alrededor de los esfuerzos electorales del PRD durante las elecciones presidenciales de 2006.


El trabajo de documentar los abusos contra los derechos humanos puede ser extremadamente poderoso, especialmente en los casos de Atenco y Oaxaca en 2006. Las organizaciones mexicanas locales de derechos humanos en la base arriesgaron su propia seguridad para documentar rápidamente la naturaleza y la escala de los abusos contra la gente. La mayor parte de las conocidas ONG internacionales de derechos humanos no aparecían por ninguna parte. Varias de ellas trataron de lanzarse a la abogacía alrededor de esos casos una vez que la mayor parte del daño había sido hecho y una vez que los conflictos habían sido aplastados mediante la represión policial.


Las organizaciones locales de derechos humanos fueron de una cárcel a otra en Oaxaca para descubrir si alguien acababa de ser desaparecido o si aparecía en la cárcel, y si había aparecido, en qué condición se encontraba. Evaluaron para ver si había sido torturado aplicando el Protocolo de Estambul [5]. Es realmente importante que los movimientos sociales tengan ese tipo de documentación.


El proyecto político de derechos humanos, por otra parte, utiliza un marco en el que se humilla a los Estados para que cumplan con las declaraciones de derechos humanos de la ONU. Pienso que ese proyecto ha sido completamente agotado. El hecho de que EE.UU. pueda, en nombre de los derechos humanos, invadir y destruir a un país, que México, en nombre de los derechos humanos, haya podido enviar a miles de policías antidisturbios para golpear y violar a la gente, muestra la verdadera cooptación o fracaso final de ese proyecto político de derechos humanos. Lo que ese proyecto pudiera haber esperado cumplir recae ahora totalmente en manos de los propios movimientos en la base.


Narco News: Hace un año, usted, yo y otros periodistas de Narco News estuvimos en Salón Corona en Ciudad de México. Recuerdo que usted mencionó que vio un documental con algunos mexicanos sobre las protestas de 1999 que suspendieron la reunión de la OMC en Seattle, y que cuando llegaron a la parte en la que la policía golpea brutalmente a manifestantes arrodillados que no hacían nada por resistir los golpes, usted y los mexicanos que estaban mirando exclamaron: “¿Por qué no se defienden?!” ¿Qué tienen los mexicanos no-conquistados y su historia colectiva que hace que sea más probable que se defiendan contra ataques perpetrados por las autoridades? El año pasado, por ejemplo, estudiantes universitarios de la UNAM ocuparon durante días la oficina de su rector y la principal carretera frente a su escuela porque un guardia de seguridad de la universidad había interrumpido un torneo de ajedrez no autorizado. Esa especie de resistencia no es probable en EE.UU., pero es algo común en México.


John Gibler: Pienso que es porque existe esa profunda raíz antiimperialista de la protesta en México. Aquí no se combate para reformar ligeramente o remodelar algo; se combate por proteger la propia casa y su dignidad contra la invasión. Desde las más pequeñas luchas como las ocupaciones de universidades o las luchas por proteger una pequeña estación de radio comunitaria, hasta luchas muy grandes como el levantamiento zapatista y quince años de construcción de la autonomía en Chiapas, y la rebelión de los maestros que se convirtió en una rebelión popular en Oaxaca en 2006, todas esas luchas tienen en común la defensa de la dignidad, del país y de la autonomía. Hay algo fundamentalmente ilegítimo respecto al poder que te oprime, un poder que amenaza con aplastarte y desposeerte. El cuestionamiento de la legitimidad del Estado y de la autoridad y de las acciones de represión se presta a la intensidad y a la naturaleza arriesgada de la protesta mexicana. Y cuando digo naturaleza arriesgada, quiero decir realmente que se arriesga la vida.


Narco News: Parece como si los movimientos indígenas de autonomía – los “sitios más radicales de revuelta” como usted los llama – son de cierta manera los líderes ideológicos o espirituales de las luchas antiimperialistas en muchas partes de México. ¿Qué posibilidades ve de que haya un movimiento antiimperialista dentro de EE.UU. que por los menos incluya, si no la coloca a la vanguardia, la autonomía indígena?


John Gibler: Hay muchos focos muy profundos de resistencia – especialmente resistencia y autonomía indígenas – dentro de las fronteras del territorio llamado ahora EE.UU., que simplemente no son reconocidos, o notados, y no considerados, mucho menos comprendidos. Esos movimientos tienen una riqueza increíble de dignidad y fuerza que ofrecer a una lucha antiimperialista.


También pienso y espero que muchos de esos movimientos, así como movimientos no-indígenas, tengan mucho que aprender, beneficiarse, e inspirarse de las historias de luchas y resistencia de autonomía indígena en México. Algunos elementos de esa fecundación cruzada son una de las esperanzas del libro y de su proyecto político, que sigue adelante con ese compromiso de llevar las historias y las palabras de los de abajo de la resistencia mexicana y ayude a difundirlas a otras comunidades de resistencia y rebelión.


Narco News: Usted dice que “México no conquistado” es en parte un llamado a la acción para los lectores. ¿Qué nos llama a que hagamos?


John Gibler: Mi mayor esperanza es que inspire una reflexión muy genuina y profunda sobre las estrategias de resistencia aquí en el territorio conocido como EE.UU. y Canadá. Personalmente pienso que muchas tácticas de protesta que hemos estado utilizando en el norte, incluyendo marchas, estructuras de organizaciones no gubernamentales y sin fines de lucro, y marcos de derechos humanos, han demostrado ser inefectivas y que hay que explorar otras. No pienso que sea mi lugar, o en realidad el de cualquier otro, decir lo que habría que hacer desde un nivel abstracto a un nivel concreto y práctico. Tiene que salir de la comunidad de gente directamente involucrada en una lucha en particular. Mi esperanza es inspirar la expansión del campo de la imaginación política, para pensar en lo que se puede hacer, pensar más allá de las regiones de posibilidad que se nos han presentado y con las que somos enfrentados por los medios y el Estado. Espero que el libro inspire a que se tome nota y a que se salga verdaderamente hacia territorios mucho más amplios de imaginación política.


Notas:


[1] Los zapatistas lanzaron la Otra Campana en 2005 como una alternativa a la campaña de los partidos políticos por la presidencia. Gibler escribe en su libro: “Los zapatistas anunciaron: ‘Un nuevo paso adelante en la lucha indígena es sólo posible si los indígenas se unen con los obreros, campesinos, estudiantes, maestros, empleados: los trabajadores de la ciudad y del campo’… La Otra Campaña del EZLN llama a construir un movimiento anticapitalista fuera de las estructuras de los partidos políticos tradicionales que están inseparablemente ligados al Estado precisamente por esa razón: la nueva política tiene que ser construida desde afuera – como dicen, ‘de abajo y desde la izquierda.’”


[2] Los nombres de los triquis asesinados son: Andrés Santiago Cruz, Pedro Martínez Martínez, de 70 años, Pablo Octavio Martínez Martínez de 11 o 12 años.


[3] Antes de su muerte, Digna Ochoa había sido secuestrada y torturada en dos ocasiones distintas como resultado de sus actividades políticas y su trabajo por los derechos humanos. Dijo que el primer secuestro y tortura fue realizado por agentes de la policía estatal de Veracruz. El segundo secuestro resultó en una orden de protección para ella por parte del tribunal. La orden de protección fue levantada en agosto de 2001. Murió el 19 de octubre de 2991 de un tiro en la cabeza. Había señales de lucha, y se encontró una nota junto a su cuerpo que advertía a la organización de derechos humanos en la que trabajaba que lo mismo ocurriría a sus otros empleados. El gobierno mexicano intentó difamarla a fin de imponer su conclusión de que se había suicidado. Durante la investigación, funcionarios del gobierno la describieron como psicótica.


[4] Felipe Calderón, candidato del conservador católico Partido Acción Nacional (PAN) de Fox, “ganó” las elecciones presidenciales de 2006 gracias a un fraude electoral generalizado y exhaustivamente documentado. http://www.narconews.com/Issue42/article1967.html


[5] Physicians for Human Rights [Médicos por los Derechos Humanos] define el protocolo de Estambul:”El Manual sobre la Investigación Efectiva y la Documentación de la Tortura y Otro Tratamiento o Castigo Cruel, Inhumano o Degradante (conocido como el “Protocolo de Estambul”) es el primer conjunto de líneas directivas internacionales para la documentación de la tortura y sus consecuencias. Se convirtió en un documento oficial de Naciones Unidas en 1999 y está disponible en una serie de lenguajes en el sitio en la Red de Naciones Unidas. El Protocolo de Estambul provee un conjunto de líneas directivas para la evaluación de personas que alegan tortura y maltrato, para investigar casos de presunta tortura, y para informar semejantes resultados al aparato judicial y a cualquier otro órgano investigador.”

http://physiciansforhumanrights.org/library/istanbul-protocol.html


http://narcosphere.narconews.com/notebook/kristin-bricker/2009/01/interview-john-gibler-about-his-new-book-mexico-unconquered

El príncipe y la utopía


Jorge Majfud
Alai-amlatina




El derecho natural a la igual-libertad. Nicolás Maquiavelo y Tomas Moro

Podemos decir que el año 68 significó el clímax de los sesenta y a la vez el inicio de su caída abrupta. Pero esta aparente derrota a corto plazo, que se extendió por décadas, fue en realidad un éxito más del humanismo utópico.

Si consideramos la Edad Media y el Renacimiento de las conquistas geográficas y de la consolidación del cupiditas capitalista —avaricia, ambición; el principal atributo del demonio, según la olvidada teología medieval— como valor moral del “espíritu de superación”, podemos observar que los valores exaltados en los sesenta y en todos los movimientos sociales y comunitarios que hicieron y siguen hoy haciendo historia, no son otros que la continuación de los valores de la revolución humanista de los inicios del mismo Renacimiento que, lenta y casi clandestinamente, se ha ido imponiendo a lo largo de la historia y de las geografías del mundo.

Creo que podemos ilustrar esta ambivalencia histórica con dos libros clásicos: por un lado El Príncipe (1513) de Nicolás Maquiavelo y por el otro Utopía (1515) de Tomás Moro, donde la ambición por el oro, como lo será en los posteriores conquistadores de America y lo dejará explicito Guaman Poma de Ayala cien años después­ en sus Cronicas, no era un signo de progreso sino de retardo mental, de primitivismo social. Por el otro lado, el maquiavelismo es más lógico y necesario en un sistema democrático-representativo que en un sistema absolutista, como lo era el de muchos príncipes de la época.

Las Américas, especialmente, fueron desde entonces campos de batalla de estas dos formas de ver y de construir o destruir el mundo: el pragmatismo de la política en el poder y la utopia de los revolucionarios; la practica y la imaginación; el ejercicio de la manipulación del lenguaje para adaptarlo a la realidad y el ejercicio del lenguaje como instrumento de concientización para cambiar la realidad; la creencia de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y la protesta y el desafío practico e intelectual de que otro mundo es posible, etc.

Entre los valores de la vertiente humanista iniciada en el siglo XIII podemos anotar la reivindicación del cuerpo —el “espíritu epicúreo” de los aborígenes del nuevo mundo, según Américo Vespucio—, el reconocimiento del otro, llamado estratégicamente minorías aún cuando no lo son, etc. Es decir, toda esa inevitable diversidad de la raza humana que por lo menos desde la historia escrita ha sido en su abrumadora mayoría victima de las fuerzas de la brutalidad política, ideológica, religiosa y militar antes que protagonista principal de su propia evolución.

Pero poco a poco esa humanidad ha ido tomando conciencia de sus derechos a ser protagonista de su historia y conciencia de su fuerza real para serlo. Y aunque sea una verdad incómoda, también debemos tener el valor de reconocer que el inicio o por lo menos la centenaria maduración de esa conciencia que alguna vez fue hereje, radical y subversiva fue responsabilidad de una elite de disidentes. Aquellos hombres de letras que comenzaron por las humanidades y siguieron por las ciencias, aquellos estudiosos de la historia y críticos de la autoridad política, moral y religiosa, fueron el resultado también de la convergencia, además de la pagana tradición griega, de otras largas tradiciones, la judía, la cristiana y la islámica. Pero fueron siempre minorías por fuera del poder de los césares de turno, quienes en principio persiguieron y condenaron a los disidentes y en última instancia se apoderaron de sus discursos para legitimarse ante una realidad que los invadía como una marea. Y así, por ejemplo, destruyeron el humanismo, la utopia del fraternalismo universal del primer cristianismo y siguieron persiguiendo o tratando de integrar a sus filas a los peligrosos disidentes que veían en cada ser humano y en toda la diversidad de las culturas, de las disciplinas y de la historia, al mismo ser humano pugnando por su derecho natural de igual-libertad.

El siglo XX significó un violento choque entre ambas corrientes, el maquiavelismo y el cesarismo por un lado y la rebelión de la utopia por el otro. Solo que no siempre estaba claro ni coincidían las retóricas y las declaraciones de intención con la practica, y así más de una utopía se convirtió en cruda realidad de los cesares y los fariseos de turno. Pero la experiencia humanista que reclamó con los hechos el valor de la igual-libertad continuó adelante, tropezando, cayendo como un Cristo en su via crucis. Detrás del simbólico, real y maldecido 1968 había al menos siete siglos de reflexión y de sangrientas luchas. Pero también, en muchos aspectos, fue una expresión explosiva e inmadura, juvenil en sus propuestas, inocente de sus posibilidades y de las fuerzas reaccionarias que terminarían aplastándolas con la fuerza de las armas y de la propaganda moralista de las instituciones establecidas. Su abrupta caída revela que fue víctima de una poderosa fuerza conservadora. Su lenta e inexorable persistencia revela que no fue simplemente una moda sino una estación más de un largo viaje que ya lleva siglos.

Valores e intereses

Ahora, basado en estas observaciones nos queda una reflexión, que menos que teoría es una hipótesis. Hoy en día ni el más radical antimarxista —digamos un investigador, que no sea un político o un predicador— podría negar la fuerte conexión que existe entre la economía, los procesos de producción —agreguemos, de consumo— con las morales en curso. Por ejemplo, siglos antes de la abolición de la esclavitud en América ya existía la crítica radical de humanistas seculares, ateos y religiosos que rechazaban esta práctica y su correspondiente justificación moral. Pero no fue hasta que la Revolución industrial hizo innecesario y hasta inconveniente la existencia de esclavos en lugar de obreros asalariados que se impuso la moral antiesclavista. Lo mismo podemos observar de la educación universal y de los derechos de la mujer.

Cada vez que un político y alguno de sus religiosos seguidores repiten que lo que importa en política son “los valores”, los valores del político y los valores morales del partido, lo que hacen es confirmar lo contrario. Estos valores son los valores de Maquiavelo, sentimientos morales estratégicamente establecidos por una práctica de dominación a veces imperial, a veces solo domestica. La expresión de “un hombre de valores conservadores” hasta no hace mucho conmovía hasta las lagrimas a la mayoría de la población norteamericana. Tanto que nadie podía contestar a esa fanática convicción, que en la práctica significaba mandar ejércitos a invadir países para mantener “nuestro estilo de vida” imponiéndole a los bárbaros de la periferia, por las malas cuando no por las buenas, “nuestro humanismo democrático”.

Sin embargo, por otro lado, si vemos desde el punto de vista histórico, podemos destilar un factor común. Hay valores que sobreviven a los imperios, que se sobreponen y sobrepasan cualquier sistema económico, político y militar. Son valores de liberación pero también son valores de opresión. Es decir, esos valores no dependen de la circunstancia y de los intereses del momento. Con el tiempo el mismo poder hegemónico debe manipularlos ante su propia incapacidad de contradecirlos. Es decir, el lobo debe vestirse de cordero ya que no puede convencer a los corderos de que es bueno. La expresión del poder es en última instancia siempre directa —una invasión, por ejemplo— pero en estado normal siempre recurre a la legitimación moral. El poder siempre se oculta, el poder siempre se viste de lo que no es y esa es su principal estrategia de perpetración.

Podemos decir, entonces, que los valores morales están fuertemente condicionados por un sistema de producción y al mismo tiempo sirven para justificarlos y reproducirlos. Pero al mismo tiempo no, pueden trascenderlo. El mismo sistema capitalista ha pasado por diversas etapas, como la era industrial y la postindustrial, la era de consumo, la era digital, etc. y, sin embargo, los valores que llamamos humanistas continúan su marcha inexorable. Con frecuentes rebeliones, con más frecuentes reacciones, pero inexorable al fin.

Sé que mi viejo maestro Ernesto Sábato dirá lo contrario; que, como en el paradigma religioso, todo tiempo pasado fue mejor; que desde el Renacimiento el hombre se ha cosificado, corrompido, deshumanizado. Pero no es del todo verdad. Basta echar una mirada a la historia y también veremos opresiones, esclavitud, violaciones, violencia física y lo que es peor, violencia moral, ignorancia del derecho a la igual-libertad, pueblos reventados, individuos sobreviviendo a duras penas hasta los cuarenta años. Críticos como él también son parte de una conciencia humanista y su pesimismo se debe a las altas expectativas de su sensibilidad intelectual, más que a los retrocesos de la historia.

Para llegar a los logros que podemos contar hoy en día, sean pocos o muchos, hubo que pasar por muchos mayos del 68, revelándose contra el dolor o contra la autoridad arbitraria, alzándose por el derecho a la vida individual y colectiva, reclamando, siempre reclamando hasta la última gota el derecho a la desobediencia y a la vida en toda su plenitud, a la igual-libertad.

-Jorge Majfud, Lincoln University


Conclusiones del Foro Social Mundial

Miguel Concha

Al terminar los trabajos del octavo Foro Social Mundial (FSM), al que tuve la oportunidad de asistir acompañando a la Comisión de Justicia y Paz de los dominicos y dominicas de Brasil, miembros del Comité Organizador Internacional informaron que 133 mil personas provenientes de 142 países participaron en las 2 mil 310 actividades autogestionadas que se realizaron en Belem do Pará, del 28 al 31 de enero pasado. En éstas se inscribieron 489 instituciones, organizaciones, colectivos o movimientos de África, 119 de América Central, 155 de México y América del Norte, 334 de Asia, 4 mil 193 de América del Sur y 491 de Europa. Por primera vez Oceanía estuvo representada con 27 de estas entidades.

Significativamente, en el enorme campamento dedicado a los derechos humanos se reunieron durante estos días 10 mil personas, lo que se considera un récord, y en él estuvieron representadas centenas de redes y organizaciones. Un promedio de 250 personas asistieron a cada una de las numerosas actividades que allí se realizaron, en las que sobre todo se discutió sobre las violaciones a los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, llevadas a cabo por los gobiernos y las empresas con sus grandes proyectos hidroeléctricos, mineros y agropecuarios, sobre la criminalización de los movimientos sociales, y sobre las persecuciones y amenazas que padecen defensoras y defensores de derechos humanos.

Se informó igualmente que se llevaron a cabo 200 reuniones más, en las que participaron aproximadamente mil artistas, que representaron la diversidad cultural de los pueblos del mundo. Y que la prensa colaboró con 4 mil 500 profesionales de la comunicación: 2 mil acreditados y otros 2 mil que informaron sobre las actividades, conectándose por medio de Internet. Este conjunto comprendió periodistas independientes y representantes de 800 medios acreditados de comunicación de 30 países, entre ellos La Jornada, de México, que por cierto en el encuentro promovido por la revista Margen Izquierda, de la Editorial Boitempo, sobre el futuro del foro, fue repetidamente reconocida por el sociólogo Emir Sader, ante un auditorio atestado de gente, como un periódico crítico excepcional en el mundo.

Teniendo en cuenta la Carta de Principios, que establece que el FSM no tiene carácter deliberativo, y que aunque funcione como instancia articuladora no tiene la pretensión de ser un espacio de representatividad de la sociedad civil mundial, al final de la tarde del pasado domingo se leyeron los documentos elaborados en 22 asambleas temáticas, en los que se sintetizaron los principales puntos que se discutieron durante los cuatro días del foro. Teniendo como ejes los derechos humanos, la justicia ambiental, los derechos colectivos de los pueblos, y acciones para preservar la región panamazónica, en ellos se establecen compromisos para seguir enfrentando integralmente las consecuencias de muerte del sistema capitalista, que en la óptica de los movimientos sociales del mundo ha generado una economía, una política y una civilización totalmente desconectadas de las necesidades más elementales de los pueblos y de los derechos de la naturaleza.

Como siempre ha sucedido en todos estos foros, en esa asamblea general se acordaron también una serie de acciones internacionales de los movimientos sociales, que incluyen para este año movilizaciones para defender el derecho humano al agua y su administración no comercial y sustentable durante el foro promovido por las multinacionales en Estambul, Turquía, a partir de la tercera semana de marzo; su presencia en el encuentro de los principales países industrializados y emergentes en Londres, los primeros días de abril, para presionar al mundo por una alternativa a la actual crisis inédita del sistema capitalista, y el 4 de abril en Estrasburgo, ante el Parlamento Europeo, y después, el 28 de julio en Italia, para seguir promoviendo un mundo sin armas y sin guerras. Para el 12 de octubre está prevista una movilización global de las organizaciones indígenas contra la mercantilización de la vida, los transgénicos y la defensa de sus derechos a la tierra y a sus territorios, y en diciembre de este año en Copenhague, escenario de la reunión de la ONU sobre el cambio climático, un encuentro global para promover las conclusiones del foro sobre este urgente tema.

En torno a los ejes de la criminalización de la protesta social, la violencia de género, la discriminación y los derechos económicos, sociales y ambientales, la declaración del foro sobre derechos humanos establece también propuestas concretas de solidaridad entre las organizaciones y los movimientos sociales, campañas globales y mecanismos de vigilancia, control y comunicación para detener el avance en las violaciones a los derechos humanos por parte de agentes particulares y de gobiernos, así como acciones de solidaridad con el pueblo palestino y la autodeterminación de las naciones y los pueblos originarios.

Al final del foro casi todos los comentarios de los participantes coincidieron en que éste va en la dirección correcta, cada vez más fortalecido por la crisis actual del sistema capitalista, pero que es necesario atraer a más entidades de Asia, África, el este de Europa y otras regiones del mundo. Quedó, sin embargo, sin resolver la polémica, también cada vez más intensa, de si el foro puede asumir tomas de posición más concretas en torno de temas urgentes, así sea por medio de las Asambleas de los Movimientos Sociales.


México SA

Carlos Fernández-Vega
cfvmexico_sa@hotmail.commexicosa@infinitum.com.mx

■ Nadie asume la responsabilidad por las devaluaciones del peso

■ Historia de justificaciones y autoexculpaciones

En el México “moderno” de los últimos 27 años, en prácticamente todas las devaluaciones sufridas por la heroica moneda nacional, que no son pocas, sus autores culparon a su antecesor, y a la “circunstancia externa” y/o al “entorno internacional” cuando la depreciación monetaria se dio con el sexenio andado. Ninguno de los cinco integrantes del club de presidentes devaluadores y devaluados (de MMH a FCH) asumió su responsabilidad. Los errores, excesos o desviaciones fueron heredados, y de otras latitudes llegaron los males.

En 32 años y pico el tipo de cambio peso dólar pasó de 12.50 a 14 mil 500 por uno; en ninguno de los seis gobiernos involucrados (cuatro priístas, dos panistas) en la feria devaluatoria, el tipo de cambio registró un descenso favorable a la moneda nacional, por mucho gasto de saliva (“¡se recupera el peso!”; “¡el tipo de cambio es sólido!”) invertido por cada uno de los seis inquilinos de Los Pinos participantes en el circuito.

Como lo mencionamos días atrás en este espacio, el trofeo de campeón de campeones corresponde a Miguel de la Madrid: 3 mil por ciento de devaluación acumulada en el sexenio; de 70 pesos por dólar que le heredó José López Portillo, pasó la estafeta con un tipo de cambio de 2 mil 810 de los nuestros por cada billete verde.

¿Qué dijeron de y cómo justificaron las devaluaciones que los seis inquilinos de Los Pinos tuvieron que afrontar durante su estadía en la ex hacienda de La Hormiga? Va un recuento sobre tan creativa actividad, basado en sus informes de gobierno (en la entrega de ayer referimos la exposición de José López Portillo).

El campeón de campeones, Miguel de la Madrid, lo resumió así: “factores internos y externos se conjugaron para producir una de las peores crisis en la historia del país. El nuevo gobierno encontró una economía caracterizada por el desplome y el retroceso de la producción, con hiperinflación, desempleo creciente, aumento explosivo del déficit público y del circulante, caída del ahorro canalizado a través del sistema financiero, devaluación aguada del peso y pérdida de soberanía monetaria, agotamiento de las reservas internacionales, una deuda externa de magnitud sin precedente y la virtual suspensión de pagos a nuestros acreedores internacionales, con la consecuente interrupción de nuestras relaciones económicas con el exterior.

“Estos elementos de la crisis interna se conjugaban con una situación internacional caracterizada por la inestabilidad, la incertidumbre, el temor y la imposibilidad de mantener la dinámica económica y el empleo en la mayoría de los países, independientemente de que fueran capitalistas, socialistas o de economía mixta. México resintió particularmente la baja en la demanda y en los precios del petróleo en el mercado internacional, el estrechamiento de las disponibilidades financieras y las alzas en las tasa de intereses. Un peso sobrevaluado respecto del dólar indujo fuertes fugas de capitales. Después de reconocer desde diciembre de 1982 la realidad del tipo de cambio, con una drástica devaluación (la primera de MMH) que ajustó nuestra moneda a las condiciones del mercado, hemos mantenido una política de ajuste cambiario gradual, evitando variaciones abruptas”.

En 1983 arrancó operaciones el generosísimo Fideicomiso para la Cobertura de Riesgos Cambiarios (Ficorca, a cargo de Ernesto Zedillo), por medio del cual se subsidió, a costillas del erario, dólares baratos para las grandes empresas. Miles de millones de dólares pagaron de las arcas públicas pagaron el festín. De la Madrid supuso que con el perro muerto la rabia era cosa del pasado: “la especulación ha disminuido considerablemente… la historia no puede, no debe volver atrás”, dijo.

Pero sí. “En 1987 fue el derrumbe de las cotizaciones en los mercados bursátiles del mundo. En el caso de la Bolsa Mexicana de Valores, el efecto se vio magnificado por las condiciones prevalecientes de sobrevaluación de las acciones. Se desató así la especulación contra el peso en los mercados cambiarios, a pesar de la fortaleza de la balanza de pagos del país y de la acumulación de reservas internacionales. Había desconfianza generalizada en el sistema financiero del país. Habíamos perdido el control de los mercados cambiarios”. Resultado, 3 mil por ciento de devaluación.

A Carlos Salinas de Gortari no le fue tan mal: 23 por ciento de devaluación acumulada en el sexenio, producto, según él mismo, de la “confianza” en su administración. Lo cierto es que se negó a devaluar y heredó tal responsabilidad al gobierno entrante, que al hacerlo le explotó en la cara. Decía el hijo predilecto de Agualeguas que “en el marco del pacto concertamos un mecanismo de deslizamiento gradual. En noviembre de 1991 eliminamos el control de cambios que se encontraba vigente desde 1982 y, de manera simultánea, establecimos una banda de flotación del peso frente al dólar. Esta nueva estrategia otorgó mayor flexibilidad al tipo de cambio en el corto plazo y fomentó una mayor estabilidad en el largo plazo”. Y también encubrió la devaluación acumulada: le quitó tres ceros al tipo de cambio, y cada dólar dejó de costar 3 mil y cacho de pesos, para mágicamente amanecer en 3 nuevos pesos y algunos centavos.

Así lo explicó: “los avances alcanzados en la recuperación económica con estabilidad de precios son la base para introducir, a partir del primer día de 1993, una nueva unidad monetaria que se llamará nuevo peso, y será equivalente a mil pesos actuales. Esta medida, que no altera en nada las decisiones económicas, permitirá simplificar procedimientos y facilitar transacciones. Propondré a esta soberanía la acuñación de una nueva moneda de plata equivalente a 20 nuevos pesos con la efigie de don Miguel Hidalgo para honrar la memoria del Padre de la Patria y recobrar aquellas monedas de plata que tanto nos enorgullecieron”. Más de 20 mil millones de dólares en reservas internacionales se sacrificaron a lo largo de 1994 para sostener artificialmente el tipo de cambio. Pero llegó diciembre y con él los “errores” y el “nuevo” gobierno, sobre lo que abundaremos en la siguiente entrega.

Las rebanadas del pastel

No perteneció al club de “modernos” devaluadores, pero el político-empresario Miguel Alemán Valdés hizo lo suyo. En su segundo informe de gobierno (1948) explicó: “hubo otros que se apresuraron a adquirir dólares para cubrir sus necesidades futuras en moneda extranjera, o simplemente para ponerse a cubierto de una devaluación previsible, en vista de las noticias provenientes del exterior que hablaban de devaluación de otras monedas… El gobierno no ignora que la devaluación afecta adversamente a grandes grupos sociales, sobre todo a los de ingresos fijos y especialmente a los asalariados, y por eso quiere declarar que considera que en el futuro inmediato el deber mayor del país está en defender a esos grupos” (en la crónica parlamentaria del día a pie de texto se aclara: “la asamblea tributa de pie clamorosa ovación y el público lanza vítores al primer mandatario”).


Liquidar la Doctrina Monroe


Paso indispensable para una nueva política de EE.UU. hacia Latinoamérica


Saul Landau yPphilip Brenner
CounterPunch


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens




El presidente Barack Obama podría mejorar rápidamente las relaciones de EE.UU. con Latinoamérica si anunciara la muerte de la Doctrina Monroe y presidiera su funeral. Una tal declaración le costaría poco en el interior, y le aseguraría elogios y aprecio en toda Latinoamérica y gran parte del mundo.
La mayoría de los estadounidenses no conoce los detalles de esa política de 185 años de antigüedad, y no le interesa en lo más mínimo. Los latinoamericanos, al contrario, no sólo pueden describir la Doctrina Monroe, sino la vilipendian. En efecto, se ha convertido en nada más que una retórica vacía que ofende a la misma gente a la que pretende defender.

En 1823, el Secretario de Estado John Quincy Adams escribió, y el presidente James Monroe proclamó, una doctrina que afirmaba que el carácter político de EE.UU. es diferente del de Europa. EE.UU., declaró el presidente Monroe, consideraría la extensión de la influencia política monárquica de Europa hacia el Nuevo Mundo “como peligrosa para nuestra paz y seguridad.” Las potencias europeas debían dejar las Américas para los ‘americanos,’ advirtió, e implicó enérgicamente que existía una esfera de influencia de EE.UU. al sur de la frontera.

En la época, Europa se encogió de hombros. Después de todo, EE.UU. no poseía ni un ejército ni una armada formidable. Pero tres serios problemas desnaturalizaron fundamentalmente ese gesto aparentemente noble para proteger repúblicas recién independizadas en Sudamérica, contra la recolonización europea.

Primero, Washington hizo la proclamación unilateralmente. Los latinoamericanos no le pidieron protección. Los diplomáticos estadounidenses ni siquiera consultaron a sus homólogos. Era algo irónico, ya que la “protección” de la Doctrina involucraba que EE.UU. se posicionaba entre los países latinoamericanos y Estados europeos supuestamente malévolos.

Segundo, su paternalismo – la afirmación de que “nuestros hermanos del sur” carecían de capacidad para defenderse – provoca cólera y animosidad en Latinoamérica. Incluso si la implicación hubiese tenido una cierta validez en un cierto momento, ya no corresponde a la realidad de la región.

El tercer y más problemático aspecto que encara Obama por la obsoleta doctrina tiene que ver con su legado. Durante más de un siglo, EE.UU. ha intervenido periódicamente en los asuntos internos de países latinoamericanos. Normalmente EE.UU. invocaba la Doctrina Monroe – sin amenazas de Europa – para justificar intrusiones en su propio interés que han infligido fuertes daños a la dignidad y la soberanía latinoamericanas.

El corolario de Roosevelt

Bajo el presidente Theodore Roosevelt, la doctrina representaba la colonización informal de la mayoría de los países “independientes” de la cuenca del Caribe. El así llamado Corolario Roosevelt de la Doctrina Monroe reivindicaba el derecho de Washington de intervenir preventivamente y ocupar una nación latinoamericana, incluso si ningún poder europeo había amenazado todavía con imponer su poder en ella. Roosevelt afirmó que por endeudarse con un banco europeo, un país latinoamericano se debilitaba suficientemente como para ser vulnerable a la recolonización. Ergo, la intervención militar en anticipación se convirtió en una necesidad desde 1900 hasta 1933.

Tropas de EE.UU. invadieron Colombia en 1901 y 1902; Honduras en 1903, 1907, y 1911; y la República Dominicana en 1903, 1904, 1914, y 1916, ocupando el Estado isleño hasta 1924. Tropas de EE.UU. desembarcaron en Nicaragua en múltiples ocasiones, ocupándola unos 20 años, y ocuparon Cuba durante tres años (1906-1909) y Haití durante 20 años. Fuerzas de EE.UU. también hicieron incursiones en México, Panamá, Guatemala, y Costa Rica.

El presidente Dwight D. Eisenhower utilizó la doctrina en 1954 para justificar el derrocamiento de un gobierno democráticamente elegido en Guatemala. El presidente John F. Kennedy la adoptó desde 1961 hasta 1963 al atacar a Cuba, y el presidente Lyndon B. Johnson alzó su bandera en 1965 cuando envió 23.000 marines a la República Dominicana para apoyar a generales que gobernaron tiránicamente el país durante los 13 años siguientes. El presidente Ronald Reagan dijo que era la base para las guerras de la CIA que mantuvo en Nicaragua, El Salvador, y Guatemala durante las cuales murieron más de 200.000 centroamericanos, así como en el ataque de EE.UU. contra Granada.

Por esas razones históricas, el “monroeismo” tiene un significado profundamente negativo en Latinoamérica y el Caribe. En toda la región, la simple mención de la Doctrina Monroe deja entrever una inminente agresión estadounidense.

Casi dos décadas después del fin de la Guerra Fría, las elites políticas de EE.UU. siguen aferradas a esta doctrina como un axioma de la política de EE.UU. En los últimos años agregaron como el último corolario, una exigencia de que los gobiernos latinoamericanos adopten sistemas económicos neoliberales. No es sorprendente que los latinoamericanos hayan elegido dirigentes – en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Guatemala, Honduras, Uruguay, y Venezuela – quienes repudiaron no sólo la hegemonía implicada en la doctrina, sino las reglas económicas que la acompañan actualmente. Insignemente, ni un solo país del hemisferio occidental apoyó a EE.UU., en octubre, cuando la Asamblea General votó por 185 contra 3 para terminar el embargo de EE.UU. contra Cuba.

Gracias a elecciones

Durante la última década, ciudadanos en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, y otras naciones centroamericanas han declarado su oposición a políticas económicas neoliberales respaldadas por EE.UU. y votaron por candidatos que esquivan la noción de una hegemonía perpetua de EE.UU. Las elecciones terminaron por destruir la doctrina. La nueva ola de dirigentes desafía la supremacía de EE.UU. El año pasado, el presidente boliviano, Evo Morales, hizo lo que hubiera sido impensable hace dos décadas: Expulsó a la DEA. Ecuador echa una base militar de EE.UU.

La mayoría de las naciones latinoamericanas desafía ahora a EE.UU. en algunas importantes decisiones políticas. Chile y México, miembros del Consejo de Seguridad, votaron contra Washington cuando se presentó la crucial resolución de la ONU que habría aprobado la invasión de Iraq por Bush. Y la influencia de EE.UU. ha seguido siendo erosionada por los lazos diplomáticos, económicos y militares más fuertes con China, Rusia e Irán que desarrollan varios países de la región.

Ante los hechos, el presidente Obama debiera anunciar lo antes posible – y no después de la Cumbre de las Américas en Trinidad a mediados de abril a la que planea asistir – que la Doctrina Monroe está muerta y enterrada. Su acto podría servir como un catalizador retórico para desarrollar una verdadera cooperación que reconozca la nueva condición de Latinoamérica. Sólo el funeral de esa doctrina del Siglo XIX posibilitará que EE.UU. dé a luz una política sana.

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Philip Brenner es profesor de relaciones internacionales en American University. Su libro más reciente es: “A Contemporary Cuba Reader” (Rowman and Littlefield, 2008).

Saul Landau es vicepresidente de la mesa de directivos del Instituto de Estudios Políticos. Su libro más reciente es. “A BUSH AND BOTOX WORLD” (CounterPunch / AK Press).

http://www.counterpunch.org/landau02052009.html



www.cetri.be

Traducido por Jorge Aldao y revisado por Caty R.


Islamismos, movimientos de izquierda radical y nacionalismos árabes han aparecido enfrentados durante mucho tiempo. Sin embargo, se están tejiendo alianzas entre ellos que reconfiguran profundamente el campo político en Palestina, Líbano y Egipto.

Los debates sobre el lugar de lo religioso y lo político frecuentemente se tergiversan por la subjetividad de las percepciones ideológicas y culturales. La comprensión del fenómeno islamista en Francia permanece dominada en gran medida por una serie de paradigmas muy abstractos que no permiten un análisis concreto, e incluso real, del campo político en Oriente Medio. Así, se traza una dicotomía arbitraria entre «laicos» y «religiosos», «Islam moderado» e «Islam extremista» y entre «progresistas» y «reaccionarios».

De esta forma se crean tipologías que sólo corresponden a una realidad imaginaria de la política: la política como nos gustaría que fuera, no como es en realidad. El terreno político de Oriente Medio aparece deformado fundamentalmente por simplificaciones históricas que trazan una línea divisoria insalvable entre islamistas idénticos entre sí -de Al Qaeda al Hezbolá libanés- y laicos preocupados, por su naturaleza, por los derechos del hombre y la mujer. Efectivamente, esas clasificaciones aparecen en la actualidad como parcialmente falsas. En Palestina, el claramente «laico» Fatah es autor de una de las leyes más reaccionarias sobre los derechos de la mujer, que limita a seis meses las penas de prisión para los autores de crímenes de honor. A menudo se confunde laico con progresista. También se imagina que los laicos, necesariamente, son perseguidos por los integristas musulmanes. Verdadera en ciertos casos, esta aseveración es falsa en otras ocasiones. Entonces es necesario comprender, por ejemplo, que el Partido Comunista libanés, que establece alianzas con Hezbolá o el Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP) marxista, trabaja a menudo con Hamás o con la Yihad islámica, y preguntarnos, política y metodológicamente, por estas nuevas realidades.

Siempre existe una tendencia recurrente a la simplificación del debate según líneas ideológicas pertinaces que enmarcan a los protagonistas políticos islámicos en categorías fijas incapaces de transformarse política e ideológicamente. En la actualidad, el movimiento islámico tiene, prácticamente, ochenta años de existencia en Oriente Medio. Imaginarlo como un conjunto unido, homogéneo y sin diferenciación, equivale a suponer que la izquierda abarca un amplio espectro que va de los veteranos de la banda Baader a Tony Blair, o que la derecha es un todo homogéneo que une sin matices a la democracia cristiana alemana y a los neofascistas italianos. Hay una historia de las derechas y una historia de las izquierdas. Y también deber haber una historia de los islamismos, ya que este referente político se ha pluralizado considerablemente. El ejemplo de las recomposiciones políticas en el Oriente Medio árabe y la aparición de un islamismo político de tipo nacionalista con apertura hacia las izquierdas y hacia los movimientos nacionalistas árabes, no pueden menos que plantear algunos interrogantes teóricos y políticos

Un nuevo modelo de alianza política en Palestina y otros lugares.

Las primeras elecciones municipales en Cisjordania desde 1976, que se celebraron el 23 de diciembre de 2004 fueron, en su momento, un motivo para preguntarse si Hamás aventajaría a Fatah y cómo quedaría, después del escrutinio, la relación de fuerzas políticas entre los islamistas, el movimiento nacionalista y la izquierda. La respuesta no fue unívoca, las elecciones municipales no produjeron una estructuración clara del campo político. Al contrario, algunas coordenadas se transformaron y las tendencias parece que se han confirmado. Más que una irreducible oposición entre agrupaciones claramente definidas -Fatah, Hamas, FPLP, FDLP, PPP (1)- se tejieron localmente nuevas alianzas coyunturales y fluctuantes. En Bnei Zayyaid, así como en Belén, se estableció una alianza entre el FPLP y Hamás que permitió disputar a Fatah la mayoría política en el Consejo Municipal. En Ramala, un año después, una mujer perteneciente al FPLP fue elegida alcaldesa con los tres votos de Hamás unidos a los seis del FPLP y dejaron en minoría a los seis concejales de Fatah.

Estas alianzas inéditas también se han dibujado en el ámbito de las operaciones militares: el brazo armado del FPLP –las brigadas Abu Ali Mustafá- han actuado de manera regular, desde 2001, en la Franja de Gaza al lado de las Brigadas Ezze-dine al-Quassem -el brazo armado de Hamás- y de las Brigadas al-Quds, su homólogo de la Yihad Islámica. Por último, los elementos disidentes de Fatah, organizados alrededor de la nebulosa de los Comités Populares de Resistencia (CPR), se aproximan poco a poco a la dirección gazatí de Hamás; este último, luego de su victoria en las elecciones legislativas de enero de 2006, designó a uno de los principales activistas de los CPR, Jamal Samhadana (2), veterano militante de Fatah, al frente de los nuevos servicios de seguridad palestinos formados por el gobierno de Hamás; se trataba entonces de contrarrestar, sobre todo en la Franja de Gaza, a las fuerzas de seguridad dirigidas por Mohammad Dahlan, dirigente de Fatah. Samhadana es el símbolo de la facción de Fatah que se alejó progresivamente de la dirección del partido y que confirma su desmembramiento progresivo, acelerado por la muerte de Yasser Arafat el 11 de noviembre de 2004, cuyo simbolismo permitía mantener todavía un mínimo de cohesión interna. Fue así como Saed Siyyam, el nuevo ministro del Interior palestino, miembro de Hamás, eligió a un antiguo miembro de Fatah, es decir un elemento político surgido del nacionalismo palestino y no del propio movimiento islámico, para dirigir los servicios de seguridad, sin otro objetivo que competir sobre el terreno con el predominio armado de la «Seguridad Preventiva» vinculada a la dirección de Fatah.

Los enfrentamientos entre Fatah y Hamás de los dos últimos años corresponden a una discrepancia política estratégica, a una diferencia en cuanto a la posición a adoptar frente a Israel y a la comunidad internacional, y no a una disputa ideológica entre laicos y creyentes. Y mientras los dos partidos hegemónicos, Fatah y Hamás, con su lucha fratricida favorecen un proceso de guerra civil latente, el FPLP y el Movimiento de la Yihad Islámica (MJIP), es decir, una organización de izquierda y una organización islámica, son quienes ejercen generalmente el papel de intermediarios. Si el FPLP continua siendo actualmente muy crítico con Hamás, es esencialmente porque le reprocha que está encerrado en un enfrentamiento armado entre Hamás y Fatah que rompe la unidad nacional palestina y crea el riesgo de hundir los territorios palestinos en un caos de inseguridad. Y, una vez más, esta posición la comparte el FPLP con la Yihad Islámica, con la que pudo manifestarse en las calles de Gaza durante los sucesos de junio de 2007

El panorama político palestino no es una excepción. El ámbito político árabe parece encontrarse en plena recomposición y las divisiones tradicionales, en especial las que conocieron la oposición de un campo religioso a un campo secular, es decir, laico, se desvanecen poco a poco a escala regional. El Islam político está sufriendo una fase acelerada de nacionalización y regionalización, mientras que los sectores surgidos de la izquierda y del nacionalismo árabe, baazistas o nasseristas, al perder su modelo político y su socio estratégico e inmersos en una crisis estructural y de militancia, poco a poco intentan volver a definir sus modelos ideológicos y prácticos y se ven obligados a hacer más complejas sus redes de alianzas, dando prioridad al socio islamista. Desde el año 2000 se ha abierto una etapa de recomposición política en el mundo árabe, según ritmos y temporalidades heterogéneas, según los países y los ámbitos, tomando algunos aspectos de unión con el pasado y aportando nuevas problemáticas y rupturas inéditas.

Esta recomposición política se hace en torno a la cuestión nacional árabe y a la cuestión democrática; en un contexto político marcado por la Intifada palestina de septiembre de 2000, por la ofensiva estadounidense contra Iraq en 2003, así como por la reciente «guerra de los 30 días» entre Hezbolá e Israel, la cuestión nacional se replantea en el mundo árabe y determina los modelos de actuación y respuesta, las formas de reorganización política y los distintos modos de construir alianzas tácticas entre las corrientes opositoras al proyecto estadounidense del «Gran Oriente Medio». Además, hay que añadir la cuestión democrática en tanto que los sistemas políticos árabes en su mayoría padecen un arquetipo basado en el autoritarismo y el nepotismo políticos y en los que, la mayoría de ellos, de Egipto a Jordania pasando por Arabia Saudí y las principales petromonarquías del Golfo, se encuentran vinculados orgánicamente a los diversos intereses estadounidenses y europeos en la región. La protesta por las políticas de Israel y EEUU a menudo se hacen a través de una denuncia contra las organizaciones políticas internas: en Egipto, durante el período que va de 2000 a 2006, fueron los mismos cuadros políticos y las mismas estructuras de movilización quienes, a su vez, pasaron de la movilización a favor de los palestinos y los iraquíes a movilizarse por la democratización del régimen.

Por lo tanto, la cuestión nacional árabe y la cuestión democrática trazan una serie de aproximaciones transversales entre el espacio panárabe, focalizado históricamente en la problemática palestina, y el espacio nacional interno. Desde el año 2000, una interacción constructiva entre la dimensión panárabe de la política y su expresión nacional interna y una transversalidad creciente entre la cuestión nacional árabe y la cuestión democrática, favorecen una serie de transformaciones políticas que desembocan en una serie de alianzas tácticas y/o estratégicas entre la izquierda radical, los sectores procedentes del nacionalismo árabe nasserista o baazista y las formaciones nacionalistas islámicas. Esta interacción entre diferentes espacios -nacionales, regionales y globales- así como dicha transversalidad entre corrientes políticas anteriormente opuestas, permiten diseñar poco a poco una nueva formulación del nacionalismo árabe, una recomposición política paulatina del campo político que apenas ha comenzado a transformar la situación política y rompe de manera singular con los marcos de acción derivados de la historia del siglo XX.

Del «concordismo* político» a la dinámica unitaria

La izquierda marxista, los nacionalismos árabes de diversas tendencias y finalmente los sectores centrales del Islam político, actualmente parecen colaborar estrechamente. Pero no ha sido siempre así; los diferentes tipos de nacionalismo árabe se distinguieron durante decenios por sus políticas represivas contra las corrientes nacidas de los Hermanos Musulmanes, tanto en el Egipto de Nasser como en la Siria de Hafez el-Assad; el islamismo político, en su fase creciente de la década de los 80 tras la revolución iraní de 1979, se caracterizó por un régimen de represión directa hacia los grupos de izquierda cuando éstos obstaculizaban su desarrollo y arraigaban en ciertos sectores claves del mundo universitario, político, sindical o asociativo; en Líbano, Hezbolá se enfrentó físicamente, durante los años 80, a los chiíes del Partido Comunista libanés cuando éstos trataban de disputarle la hegemonía de la resistencia nacional en el sur de Líbano. Dos de sus intelectuales más brillantes, Mahdi Amil y Hussein Mrue, fueron asesinados por militantes próximos a la esfera de influencia islámica (3).

En Palestina, los grupos que evolucionaban en la esfera de los Hermanos Musulmanes y que iban a dar origen al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) en 1986, también se enfrentaron con los militantes del FPLP y del PPP. Por ejemplo el Dr. Rabah Mahna, que actualmente es el negociador del Buró político del FPLP en las discusiones interpalestinas e insta regularmente a buscar puntos de acuerdo, tanto con Hamás como con la Yihad Islámica, fue víctima de un intento de asesinato por parte de militantes de Hamás en 1986. Pero la visión que tiene del movimiento islámico está determinada por la realidad política actual y no por la del pasado; con respecto a Hamás, subraya los puntos de avance y estancamiento que se entrelazan más o menos según la coyuntura política:
    «Ha habido una evolución innegable en Hamás. Efectivamente, desde 1988, se ha transformado progresivamente de una organización al estilo de los Hermanos Musulmanes, en un movimiento de liberación nacional islámico. Nosotros animamos a Hamás a que se integre en la OLP y sea un movimiento de liberación nacional dentro de la OLP. Pero su rechazo a reconocer a la OLP últimamente es muy sospechoso para nosotros (…) Nosotros no presionamos a Hamás y le reconocemos, primero como una corriente de la resistencia, y en segundo lugar, como gobierno elegido. Pero, más allá, no deseamos que Hamás permanezca encerrado en una perspectiva ideológica estrecha del tipo de la de los Hermanos Musulmanes; por eso las fuerzas políticas mundiales y árabes que apoyan la causa palestina pero no están de acuerdo con todo o parte del programa de Hamás, deben ayudarnos a hacerle salir de una visión cerrada y a continuar su evolución. De lo contrario, si le aislamos, corremos el riesgo de que retroceda y vuelva a un movimiento de tipo integrista, como antes de 1988 (4)».

Aunque en el pasado hubo claros enfrentamientos, las diferentes formas de oposición entre nacionalistas, islamistas e izquierda radical se pueden relativizar históricamente por una serie de intercambios dinámicos, préstamos discursivos e ideológicos y una circulación de militantes entre estos tres sectores políticos claves del mundo árabe. Ya el sociólogo Maxime Rodinson recordaba que entre el nacionalismo árabe, el Islam y el marxismo existía un «concordismo» que favorecía la circulación de las ideas y las prácticas:

    «La indiscutible incompatibilidad doctrinal de las ideologías cede ante diversas consideraciones estratégicas internacionales que llevan a que ambos movimientos (comunistas y musulmanes) adopten una actitud amistosa. Hay un traspaso ideológico de los musulmanes al comunismo cuando dicha ideología se corresponde con lo que reclama implícitamente su doctrina, incluso fuera de dicha actitud amistosa […]. Y si vamos más lejos, generalmente hay una reinterpretación de los conocimientos, las ideas y los símbolos musulmanes como equivalentes de las ideas o conceptos comunistas corrientes. La iniciativa ocurre a menudo por parte de los comunistas cuando quieren impulsar la alianza. Cuando el esfuerzo de reinterpretación es particularmente arduo, se conoce como concordismo. Este término podría generalizarse para designar un conjunto sistemático de reinterpretación (5)»

Eso que, por su parte, Olivier Carré denominaba los «sectores intermedios» entre la religión y el nacionalismo (6), se percibe durante todo el siglo en el nacimiento y desarrollo de estas tres corrientes. La generación de los fundadores del movimiento nacional palestino y de Fatah -Yasser Arafat, Khalil al Wazir y Salah Khalaf- acompañaron de cerca a los Hermanos Musulmanes durante los años 50 y 60. El propio nasserismo no estuvo exento de una relación compleja con el Islam político en los primeros años, después de la revolución de 1952. A estos itinerarios personales se añade una reutilización y una reinterpretación sistemática de los diferentes tipos de discursos religiosos o políticos por parte de un conjunto de movimientos, y una circulación permanente de los conjuntos semánticos y conceptuales. Por ejemplo, el Partido Comunista iraquí, no vaciló en hacer referencia a los fundamentos doctrinales del chiísmo poco después de la revolución de 1958 y de la toma del poder por Abdel Karim Kassem. La perspectiva revolucionaria se asoció, en el discurso del PCI, a los principios milenaristas y mesiánicos del chiísmo, mientras que los dirigentes del Partido utilizaban intensamente la similitud entre los términos shii’a (chiita) y shuyou (comunista, en árabe). En cuanto al término «socialista» (ishtarâkii), fue ampliamente utilizado y convertido por algunos líderes e ideólogos de los Hermanos Musulmanes, como Sayyid Quotb o Muhammad al-Ghazali, desde el punto de vista de un «socialismo islámico».

Así, desde hace casi medio siglo, asistimos a una circulación dinámica y a una mutación continua del vocabulario político. Es decir, que la misma ideología está sometida a complejos procesos de intercambio, préstamos y reinterpretaciones siempre cambiantes una vez ubicada en la práctica de la política. La temporalidad del nacionalismo de los países del Tercer Mundo es, en efecto, una temporalidad política diferenciada en la que el pasado, las tradiciones culturales y las herencias ideológicas, son los principios constituyentes de la conciencia nacional. El nacionalismo anticolonial es un espacio híbrido que interactúa con los elementos de la modernidad política, pero criticándola al mismo tiempo por la recuperación, el reciclaje y la revisión de elementos que vienen del pasado. Los «concordismos» entre el nacionalismo y el Islam corresponden a una actualización política e ideológica del Islam, que es menos una supervivencia del pasado que un elemento cultural heredado, vigoroso y práctico, en interacción y mestizaje permanente con el presente político, incluso aunque éste último es esencialmente secular y laico. El nacionalismo anticolonial, basado históricamente en una serie de concordismos, no está contra la modernidad, sino a favor de su recuperación y reorientación en el contexto particular de un espacio que se percibe dominado tanto en lo político como en lo cultural.

La década de los 80 está marcada esencialmente por la mudanza creciente y espectacular de militantes marxistas, a menudo maoístas, o nacionalistas árabes, hacia el islamismo político. Esto fue particularmente visible en Líbano donde, mientras la OLP fue obligada poco a poco a abandonar el País de los Cedros y donde el eje «palestino progresista (7)» desaparecía debido a divisiones internas y a las presiones sirias, los dirigentes jóvenes ingresaban en Hezbolá, nacido entre 1982 y 1985. Así se alejaron la mayoría de los combatientes de la Brigada Estudiante, la Katiba Tullabiya, organización militar vinculada al movimiento palestino Fatah, que se comprometió gradualmente con la resistencia militar islámica del «Partido de Dios», o en otras estructuras de carácter islámico, bajo la influencia de la Revolución iraní.

La experiencia de esta tendencia de izquierda de Fatah, nacida a principios de los años 70, es particularmente interesante. Mucho antes de la Revolución iraní, los jóvenes militantes libaneses y palestinos intentaron articular el Islam con el nacionalismo y el marxismo árabes, lo que demuestra que la cuestión de las relaciones entre los tres ya estaba planteada. Saud al Mawla, actualmente profesor de Filosofía en la Universidad libanesa de Beirut y antiguo miembro de la tendencia de izquierda de Fatah, se pasó a Hezbolá en los años 80. Posteriormente lo abandonó y explica:

    «En la década de los 70 comenzamos a interesarnos por las luchas de los pueblos musulmanes. Era una mezcla de nacionalismo árabe e Islam, o bien de comunismo árabe-islámico, de marxismo árabe-islámico. Intentamos hacer como los comunistas musulmanes soviéticos de los años 20, Sultan Ghaliev**. Y empezamos a estudiar el Islam. Habíamos comenzado con esto tan pronto como empezamos a aplicar los principios maoístas: Hay que conocer las ideas del pueblo, interesarse por el pueblo, por lo que piensa…. Hay que conocer las tradiciones del pueblo. Y comenzamos a interesarnos por las tradiciones populares, por las ideas del pueblo, por todo lo que constituye la vida de las personas. Y el Islam nos llegó como el fundamento de esta sociedad, lo que se supone que la movilizaba. En un sentido militante, pragmático, era tomar y utilizar los principios que podían movilizar a las personas para la lucha. Así fue como nos aproximamos al Islam, a partir del maoísmo desde un punto de vista teórico, y a partir de la experiencia cotidiana (…). Por eso, cuando llegó la Revolución iraní, ya estábamos en eso. Y eso no se hizo sobre bases ideológicas o religiosas. Es decir que vimos en el Islam una fuerza de civilización y política, una corriente civilizadora que podría agrupar a los cristianos, marxistas y musulmanes, como una reflexión, una respuesta, una vía de lucha contra el imperialismo, para aportar un manera de luchar y para renovar nuestros enfoques, nuestras ideas, nuestras prácticas políticas (8)».

Si en los años 70 algunos militantes todavía buscaban conciliar, con una reflexión teórica y política, la articulación entre marxismo, Islam y nacionalismo, la década de los 80, marcada por las consecuencias políticas regionales ideológicas y políticas de la Revolución iraní y por la hegemonía del islamismo político, ya no dejó lugar para estas elaboraciones.

En este caso los años 90 marcan una ruptura, y el sistema tácito que vio la alianza del concordismo y la oposición violenta, poco a poco se transformó en una dinámica unitaria en la que el concordismo se vio tanto más favorecido por un proceso de alianzas entre las diferentes corrientes. En efecto, con la Guerra del Golfo, los intentos de regulación del conflicto israelo-palestino por medio de la Conferencia de Madrid y de los Acuerdos Interinos de Oslo en 1993, con el fin de la bipolaridad este-oeste y la reunificación del Yemen, el mundo se desmoronaba. La terminología revolucionaria y nacionalista se quedó sin resuello, sea islamista o marxista. Esto tampoco es ajeno al abandono progresivo del discurso mesiánico y tercermundista del régimen de Teherán bajo el impulso del nuevo Presidente Rafsandjani.

Las coordenadas políticas han cambiado. Habrá que definir por qué se produjo un triple fracaso: el del Islam político, el del nacionalismo árabe y el de la izquierda. Pero, más allá de esto, es seguro que el campo político árabe se va a reconstruir y recomponer poco a poco sobre los escombros de las grandes utopías y las múltiples mitologías del siglo que terminó. Las dinámicas actuales ya no son unilaterales. Si en los años 80 el islamismo cosechaba las ganancias de las decepciones políticas y sociales del mundo árabe, desde 1991 asistimos a una interacción mayor y a una transversalidad más amplia de las dinámicas políticas: izquierda, nacionalismo e islamismo ya se encuentran en un complejo proceso de reelaboración ideológica y programática, de entrecruzamiento de problemáticas, frente a un sentimiento de fracaso y de callejón sin salida del mundo árabe.

Esto se comprueba, en primer lugar, en Palestina: poco después de los Acuerdos de Oslo, en octubre de 1993, se constituyó una «Alianza de las Fuerzas Palestinas» compuesta por elementos que habían roto con Fatah, pero sobre todo, por el FPLP marxista y Hamás (9). Se van creando marcos progresivos de debate entre nacionalistas, marxistas e islamistas, la Fundación Al-Quds, con un liderazgo islamista, y sobre todo la Conferencia Nacionalista e Islámica, lanzada en 1994 por iniciativa del Centro de Estudios por la Unidad Árabe (CEUA) de Khair ad-Din Hassib, con base en Beirut, que se reúne cada cuatro años con el objetivo de encontrar puntos de acuerdo tácticos y/o estratégicos y para redefinir las relaciones, incluso desde un punto de vista ideológico, entre la izquierda, el nacionalismo y el islamismo. Así, el CEUA celebró en marzo de 2006 en Beirut una Conferencia General Árabe de apoyo a la resistencia, en la que se encontraban ampliamente representadas las principales direcciones de las organizaciones nacionalistas, marxistas e islamistas, especialmente Hamás y Hezbolá.

La cuestión nacional y la cuestión democrática

Desde el año 2000, el ritmo de las recomposiciones políticas entre el nacionalismo, la izquierda radical y el nacionalismo islámico se está acelerando. A raíz de la segunda Intifada y de la intervención estadounidense en Iraq, las convergencias tácticas entre los tres sectores se acentuaron. Especialmente giran en torno a la cuestión nacional y al problema de las «ocupaciones», de Palestina a Iraq pasando por Líbano, y a la denuncia conjunta de las políticas estadounidenses e israelíes.

En primer lugar, dichas alianzas se realizan sobre el terreno, en el ámbito práctico, no en el teórico: durante la «guerra de los treinta y tres días» entre Líbano e Israel, en julio y agosto de 2006, el Partido Comunista Libanés (PCL) reactivó algunos de sus grupos armados en el sur de Líbano y en la llanura de Baallbeck y participó en los combates junto a Hezbolá. En algunos pueblos como Jamaliyeh, donde tres de sus militantes murieron durante un ataque de un comando israelí rebrotado, el PCL tomó la iniciativa militar y política, aunque Hezbolá mantenía, de hecho, el liderazgo político, militar y simbólico de esa guerra. Se creó un Frente de la resistencia que agrupaba básicamente a Hezbolá y a la izquierda nacionalista, desde el PCL al Movimiento del Pueblo de Najah Wakim (10), pasando por la Tercera Fuerza del ex Primer Ministro Sélim Hoss. Fundado sobre el principio del derecho a la resistencia y defendiendo las principales reivindicaciones de Hezbolá, a saber, la liberación de los presos libaneses en Israel y la retirada israelí de los territorios libaneses de Chebaa y Kfar Chouba, dicho frente tenía como denominador común la cuestión nacional y el posicionamiento frente a Israel; no era, por ejemplo, un frente prosirio, ya que el Partido Comunista tenía, por su parte, una larga tradición de lucha contra la tutela y la presencia siria en Líbano.

Pero el acuerdo táctico sobre la cuestión nacional no permite hablar a priori de una «recomposición política». Entonces, toda la cuestión es saber si el acuerdo táctico puede transformarse en un acuerdo más o menos estratégico que comprenda una visión a largo plazo de la sociedad, del Estado y de las políticas económicas. Ahora bien, es ahí donde parece más profunda la transformación del campo político árabe: de 2000 a 2006, la serie de acuerdos políticos entre izquierda, nacionalistas e islamistas se amplió poco a poco a un conjunto de temáticas, lo que es totalmente novedoso en relación con los marcos de las alianzas de los años 80 y 90.

La cuestión nacional permite avanzar efectivamente y efectuar una serie de transferencias conceptuales, prácticas y políticas de un campo al otro: en Egipto, la denuncia de las políticas estadounidenses e israelíes, en realidad ocultaba una crítica latente pero explicita al régimen del Presidente Mubarak. Rápidamente, los marcos de la movilización por la cuestión palestina e iraquí dieron origen a otra serie de marcos políticos transversales que concernían especialmente a la cuestión democrática: en las campañas de denuncia, desde la de la ley de urgencia de 1982 hasta las de las elecciones sindicales de noviembre de 2006 -en las que los Hermanos Musulmanes, los radicales de izquierda del grupo Kefaya y los nasseristas del movimiento al-Karamah se aliaron para disputarle el predominio en las listas al partido en el poder, el Partido Nacional Democrático- pasando por las campañas de apoyo al movimiento de protesta de los jueces egipcios que habían denunciado el fraude electoral en mayo de 2006, el campo de acción de las alianzas pasó rápidamente de la cuestión nacional a la cuestión de la ampliación de los derechos democráticos.

En Líbano, el Movimiento del Pueblo, la Organización Popular Nasserista -sunní y cuyo dirigente, Oussama Saad, es diputado por Sayda- y el Congreso Popular Árabe de Kamal Chatila -una formación nasserista- estaban en el centro del movimiento de protesta iniciado por Hezbolá y la Corriente Patriótica Libre del General Aoun en diciembre de 2006, un movimiento que se expresa a través del diario de izquierda al-Akhbar: aquí, la movilización de la oposición todavía sólo afectaba a la cuestión nacional y a las «armas de la resistencia». Las características comunes entre las organizaciones opositoras al gobierno de Fouad Siniora, alcanzan tanto a la cuestión de la reforma de la ley electoral y del sistema confesional, como a la definición de una política económica de tipo regulador, o keynesiano, sin cuestionar los mecanismos del mercado, opciones que no comparte la mayoría parlamentaria actual, muy marcada por el ultraliberalismo (11). Un buen ejemplo es el nuevo periódico al-Akhbar, diario de izquierda muy próximo a Hezbolá, cuyo primer número apareció en agosto de 2006 y que en realidad pretende crear puentes teóricos y políticos entre la izquierda, el nacionalismo y el Islam. El PCL que ha ido estableciendo, a medida que pasaban los años, una especie de sociedad con Hezbolá, apoya a la oposición en el tema de la caída del gobierno de Siniora, considerado proestadounidense. Sin embargo, no oculta que su alianza con Hezbolá y los partidos de la oposición es un apoyo crítico; para el PCL, el programa adelantado por Hezbolá todavía no es bastante radical, tanto en el plano político como en el económico, para cuestionar al sistema libanés, basado en el confesionalismo político. Aunque dispuesto a hacer un frente común, no disimula sus críticas a Hezbolá, pero de una manera diferente a la de los años 80; ahora se trata de definir una política de izquierda independiente preparada para establecer una complementariedad y un intercambio constructivo con el movimiento islámico chií.

Actualmente, la cuestión nacional juega un papel por extensión: mientras que en los años 90 las alianzas entre izquierda, nacionalistas e islamistas estaban basadas simplemente en el reconocimiento de un enemigo común, Israel, la larga colaboración entre estas corrientes al final desembocó en una ampliación del campo de acción política, yendo de la cuestión nacional a la cuestión democrática y de la cuestión democrática a la cuestión del Estado, las instituciones y las formas sociales que hay que adoptar. El «concordismo» y los intercambios entre las organizaciones y las corrientes se transformaron gradualmente en una dinámica de acción unificada que, a pesar de un escaso análisis teórico y conceptual, tiene una importancia real en la práctica política diaria.

Esta recomposición política no es independiente de las nuevas dinámicas políticas mundiales en marcha, con un movimiento altermundista instalado en el panorama político, pero también y sobre todo con la aparición de un polo nacionalista de izquierda en América Latina, simbolizado por Hugo Chávez y Evo Morales. Un movimiento nacionalista islámico como Hezbolá plantea su red de alianzas a partir de un modelo tercermundista. Hassan Nasralá no deja de hacer referencias al presidente venezolano mientras su organización, junto con el Partido Comunista Libanés, invitó a aproximadamente a 400 delegados de la izquierda mundial y del movimiento altermundista a una Conferencia de Solidaridad con la Resistencia en Beirut, del 16 al 20 de noviembre 2006, cuya declaración final estableció tres puntos estratégicos: La cuestión nacional y la lucha contra las ocupaciones, la defensa de los derechos democráticos y la protección de los derechos sociales (12).

Hoy se desestiman estas dinámicas de recomposición política en curso. La cuestión libanesa sólo se percibe, generalmente, desde la perspectiva siria e iraní, subestimando las dinámicas internas propias de la sociedad política libanesa. La propia área de influencia islámica sufre mutaciones programáticas profundas. Hezbolá adopta un discurso tercermundista basado en la oposición sur-norte y en la oposición mustakbar/mustaadafin (arrogantes-oprimidos (13)), algunos dirigentes de los Hermanos Musulmanes se encuentran en tensión entre sus alianzas con la izquierda y su defensa del principio de la economía de mercado. Como ha escrito Olivier Roy, «el juego de alianzas (de los islamistas) va en dos direcciones posibles: por un lado, una coalición basada en valores morales (…) y por el otro, una alianza sobre valores políticos esencialmente de izquierda (antiimperialismo, altermundismo, derechos de las minorías) donde la línea de separación es, claramente, la cuestión de la mujer (14).

E incluso la cuestión de la mujer actualmente está sometida a debate. En Líbano, como en Palestina, las asociaciones feministas procedentes de la izquierda no vacilan en desarrollar campañas conjuntas con las asociaciones de mujeres islamistas, especialmente en cuanto al derecho al trabajo y la denuncia de la violencia sobre las mujeres. Para Islah Jad, militante feminista palestina e investigadora del movimiento feminista en Palestina, no se trata de enfrentar a las mujeres laicas con las mujeres islamistas, sino de desarrollar un discurso feminista secular y radical mientras se discute y trabaja en equipo con las dirigentes femeninas del movimiento islámico:

    «Los islamistas admiten que las mujeres están perseguidas y son víctimas de la opresión social, atribuyéndolo no a la religión sino a las tradiciones, que deben evolucionar. Según ellos, el Islam exige que las mujeres se organicen para liberar su país, que puedan educarse, organizarse y politizarse, y que sean activas en el desarrollo de su sociedad. La paradoja es que hay un 27% de mujeres en la organización del partido islámico y un 15% en el buró político, más que en la OLP (…) Como ya dije, el hecho que las mujeres islamistas no pretendan construir su discurso apoyándose en textos religiosos, posibilita a las mujeres laicas influir en la visión y los discursos de las islamistas y evita la incomunicación. No podemos reclamar nuestros derechos aislándolos del contexto político. Ésta es una etapa muy importante para establecer una relación de confianza entre las tendencias laicas y las islamistas. El hecho que los islamistas reconozcan que la mujer está oprimida abre perspectivas sobre las medidas que hay que adoptar para hacer que la sociedad evolucione. Siempre existirán conflictos ideológicos y políticos y esto es deseable. Nunca estaremos totalmente de acuerdo, pero, desde mi punto de vista, las mujeres laicas pueden influir en el debate ideológico con los islamistas (15)»

Esta interacción práctica entre la izquierda árabe, el nacionalismo y el islamismo, si bien es nueva, ya aparece en el campo sindical, electoral y militar, y sólo está empezando. Los puntos de acuerdo sobre la cuestión nacional, la democracia o la defensa de los derechos sociales no constituyen todavía un conjunto suficientemente definido y estable como para saber hasta dónde puede llegar esta alianza. El caso es que hay una separación precisa entre la práctica y la teoría: los concordismos se han profundizado, pero todavía no hay, ni en el campo intelectual ni en el teórico, una definición clara y una elaboración de un lenguaje común. Las alianzas se encuentran todavía, en su mayoría, en el terreno empírico y en la práctica y por lo tanto faltan fundamentos teóricos y un auténtico proceso de homogeneización.

Una vez más, Líbano es, más o menos, una excepción. Últimamente, todavía existe una desunión entre los espacios nacionales; la alianza entre la izquierda, los nacionalistas y los islamistas, la más fuerte, se encuentra hoy en Líbano, intentando definir lo que la izquierda y Hezbolá denominan una «sociedad de resistencia» y un «Estado de resistencia». En Palestina, por ejemplo, las alianzas entre el FPLP y Hamás están lejos de ser tan profundas al mantener ambas organizaciones una desconfianza recíproca. En cambio, la colaboración entre el FPLP y la Yihad islámica está plenamente establecida. En Egipto persiste una cierta desconfianza entre los Hermanos Musulmanes y la esfera de influencia de la izquierda. Ahora bien, este asunto de la recomposición política y las nuevas alianzas establecidas en el mundo árabe no son una cuestión secundaria, porque replantea efectivamente la imagen del nacionalismo árabe, y finalmente podría constituir un temible desafío estratégico para los regímenes existentes, así como para Estados Unidos y las potencias europeas.

La apertura del nacionalismo islámico hacia la izquierda puede facilitar de forma efectiva un nuevo nacionalismo panárabe en mutación, una inquietante apertura estratégica e internacional que puede desembocar en el renacimiento de un polo tercermundista y nacionalista a escala global, como lo sugiere simbólicamente la serie de afiches rojos pegados en las calles de Beirut desde septiembre de 2006 en los que se codean las imágenes de Nasser, Nasralá y Chávez. No se trata, pues, de postular el nacimiento de un islamismo de izquierda, no hay nada de eso. Se trata de comprender que el desarrollo de un islamismo abierto a la izquierda y sus dimensiones nacionales cambian un tanto la situación política y ponen en marcha largos procesos de recomposición política, estratégica e ideológica. En los últimos veinte años se ha visto pluralizarse el referente político islamista, con un islamismo fundamentalista desligado de la territorialidad, a partir del modelo de la red Al-Qaeda, con la sumisión de un neofundamentalismo islámico a los modelos del mercado y la aparición de un islamismo gubernamental en Turquía que se acerca más al modelo consensual de la Democracia Cristiana de los años 50 que al del Islam como modelo de Estado.

Todavía en estado embrionario pero con un desarrollo exponencial, la emergencia de un polo islamista abierto tanto a la izquierda como a los aspectos nacionalistas y árabes, constituye un fenómeno político capaz de recomponer de forma estable el escenario político de Oriente Medio.

Notas del autor

(1) Fatah, Movimiento Nacional de Liberación de Palestina, es la organización histórica del nacionalismo palestino. El FPLP (Frente Popular de Liberación de Palestina) y el FDLP (Frente Democrático de Liberación de Palestina) son las dos organizaciones principales de la extrema izquierda. Hamás (Movimiento de la Resistencia Islámica) es la primera organización islamista como fuerza armada. El PPP (Partido Popular Palestino) es el antiguo Partido Comunista.

(2) Jamal Samhadana fue ejecutado en junio de 2006 en una operación dirigida israelí.

(3) Algunas fuentes libanesas acusan directamente a Hezbolá. Sin embargo, dirigentes del Partido Comunista dudan y no descartan la tesis de asesinatos perpetrados por grupos integristas sunníes.

(4) Rabah Mhana, miembro del buró político del FPLP, entrevista con el autor, París, 2 de mayo de 2006.

(5) Maxime RODINSON, «Relación entre el Islam y el comunismo», Marxisme et monde musulman, Seuil, 1972, pp. 167- 168.

(6) Ver al respecto, Olivier CARRE, L’Utopie islamique dans l’orient arabe, Presses de la Fondation nationale des sciences politiques, 1994

(7) El eje comúnmente denominado «palestino-progresista» está constituido por las organizaciones de la izquierda libanesa (Partido Socialista Progresista, Organización de Acción Comunista del Líbano) y las fuerzas palestinas en Líbano (Fatah, FPLP, FDLP), que en los años 70 se oponían principalmente, en el marco de la guerra civil, a las milicias cristianas, la Falange Libanesa.

(8) Saoud al Mawla, entrevista con el autor, Quoreitem, Beirut, 27 de marzo de 2007.

(9) El conjunto de estas organizaciones se unió bajo el principio del rechazo incondicional a los Acuerdos Interinos de Oslo, firmados en 1993 por el líder de la OLP Yasser Arafat.

(10) El Movimiento del Pueblo es una organización nacionalista árabe de izquierda. Su líder Najah Wakim, antiguo diputado nasserista de Beirut, es una figura política nacional conocida sobre todo por sus campañas de lucha contra la corrupción.

(11) El punto de vista de la oposición relativo a la reforma del sistema libanés sobre el modelo de un estado «fuerte y justo» se puede entender, especialmente, por medio de dos documentos claves: primero, por el documento de concordia mutua entre Hezbolá y la Corriente Patriótica Libre, del 6 de febrero de 2006; y segundo, el documento común producido por el Partido Comunista Libanés y la Corriente Patriótica Libre: «Cómo resolver la crisis política en el Líbano, los puntos comunes entre el Partido Comunista Libanés (PCL) y la Corriente Patriótica Libre (CPL)», del 7 de diciembre de 2006.

(12) La sesión de apertura de la Conferencia, el 16 de noviembre de 2006, en el palacio de la UNESCO en Beirut, fue un símbolo de esta convergencia progresiva entre la izquierda mundial, el altermundismo y la esfera de influencia nacionalista islámica. Entre los oradores de la apertura destacaban Mohammad Salim, miembro del Parlamento indio y del Partido Comunista indio, Gilberto López, del Partido de la Revolución Democrática mexicana, Victor Nzuzi, agricultor y líder sindicalista congoleño, Georges Ishaak, dirigente de Kifaya y militante de la izquierda egipcia, Khaled Hadade, secretario general del Partido Comunista Libanés, y finalmente Naim al-Quassem, vicesecretario general y número dos del Hezbolá libanés.

(13) La dicotomía Arrogantes/Oprimidos remite directamente a la Revolución iraní de 1979, así como a un principio doctrinario del chiísmo. En el vocabulario político del primer período de la Revolución de 1979, el duplo Arrogantes/Oprimidos significaba la oposición entre los pobres y los ricos, pero también entre el sur «colonizado» y el norte «imperialista». Esta clasificación fue adoptada tanto por los Mulás del entorno de Jomeini como por los grupos de izquierda y nacionalistas.

(14) Olivier Roy, «El paso del islamismo a Occidente: ruptura y continuidad», Islamismes d’occident. Etat des lieux et perspectives, bajo la dirección de Samir Amghar, Ed. Lignes de repères, 2006.

(15) Islah Jad, entrevista con Monique Etienne, Revue Pour la Palestine, marzo de 2005.

Notas del traductor:

* Concordismo. Así se denomina una tendencia difundida en el siglo XIX que pretendía encontrar a toda costa una correlación entre los diversos conocimientos científicos de la época y el relato bíblico de la creación (Gn. 1-2,4a). Así se identificaban, por ejemplo, los «días» del Génesis con los diversos períodos geológicos.

** Mirsaid Sultan-Galiev. Político tártaro. Desde 1917 desempeñó varios cargos políticos en el partido bolchevique defendiendo las ideas nacionalistas y la doctrina marxista adaptadas al medio musulmán, por lo que fue perseguido y condenado a penas de prisión.

Original en francés: http://www.cetri.be/spip.php?article1022〈=fr