Tuesday, July 08, 2008



“Eso nos pasó por pobres...”


Marcela Turati

Sobrevivientes del mortal operativo de la colonia Nueva Atzacoalco, varios jóvenes y sus parientes expresan dolor y rabia por la matanza. Cerca de las ofrendas que levantaron a sus muertos, dicen que la barbarie policiaca –que consideran cotidiana, aunque el viernes 20 de junio se salió de proporciones– se debió a la marginación y la pobreza de la zona, e inclusive proponen que se expropie y reabra la discoteca New’s Divine.

Un adolescente de peinado de mohicano y flequillo decolorado mira en silencio la improvisada ofrenda de cruces, veladoras, estampas de santos y fotografías de difuntos colocada ante la puerta metálica de la discoteca donde murieron por golpes y asfixia nueve jóvenes y tres adultos.

En la puerta clausurada del New’s Divine destacan la foto de Leonardo Amador, serio, en una playa, y la de Isis, una bachillera de 16 años, que posa sexy. Sobre su imagen, se lee un mensaje: “Ija, te quiero mucho (…) me dio mucho gusto que me ablaste, el último día que te bí y te dije que no fueran al disco, por algo te lo decía. Tu abuelita”. Y otro: “Hermanita, no tengo palabras pero tú sabes lo que siento”, y uno más: “Tq1ch flaca”.

En seguida, unas cartulinas fosforescentes reclaman: “Alfredo es inocente, sólo queremos justicia”… “¿Adónde quedaron los demás cuerpos que sacaron por atrás?”… “Pedimos se expropie el predio del New’s Divine para tener dónde divertirnos sin peligros”.

Abraham Alonso tiene 16 años, estudia en el Conalep y es de los adolescentes que sobrevivieron al mortal operativo policiaco. A él lo salvó la “lástima” que, dice, le provocó a un policía que, al verlo prensado, alzando los brazos y pidiendo ayuda a los agentes que le obstaculizaban el paso, lo sacó de la multitud y lo pasó a la calle, donde un judicial lo recibió a golpes.

“Junto a mí estaba un muchacho ahí prensado, todo vomitado. Yo creo que ya estaba muerto”, cuenta el chico futbolero sin dejar de mirar la puerta metálica donde los habitantes de la Nueva Atzacoalco y las colonias aledañas recuerdan a sus muertos.

A Abraham le duelen los cuerpos que dejó atrás, tirados en el piso, cuando lo montaron a un camión y lo llevaron a la delegación, así como la desaparición del New’s Divine.

“Veníamos cada viernes, se ponía padre”, dice el habitante de la colonia popular que, fundada en 1954 y al norte de la delegación Gustavo A. Madero, se considera la más grande del Distrito Federal en extensión, con muchas áreas verdes sin uso, con numerosas viviendas irregulares y desbordamientos de un canal en tiempos de lluvia.

“Shock sin precedentes”

En esa zona trabaja desde hace cinco años Carlos Cruz, director general de la organización Cauce Ciudadano, que acompaña a las familias de los muertos para que superen el trauma de la tragedia y verbalicen la indignación que les causa.

“Tienen la idea de que les pasó lo que les pasó por ser pobres y vivir en barrios pobres”, explica este hombre que fue líder de la pandilla Caos Estudiantil, de la Vocacional 10, y subraya que no ha evolucionado el trato de la policía con los jóvenes de las zonas marginadas.

“Antes subían a los chavos a las patrullas y los llevaban a lo que ellos llamaban ‘territorio machín’, un espacio aislado, inseguro, donde te golpeaban, extorsionaban o violaban. Los que éramos líderes de bandas nos reunimos hace unos días y no recordamos que antes hubiera pasado algo tan grave como lo del Divine. Es un shock. ¿Qué pasó? ¿Por qué de esta manera?”, dice en la sede de su organización, una casa de dos pisos y paredes improvisadas.

Los jóvenes de la zona, dice, no encuentran empleo formal, son hijos de madres solteras o de parejas que trabajan todo el día, viven en un contexto de violencia intrafamiliar, tienen mala alimentación por comer en la calle o a deshoras, y sólo una tercera parte de los que empezaron la prepa la terminan.

“Tienen un sentimiento de que no hay futuro, de que sólo pueden ser buenos para hacer cosas malas, de que la escuela no va a dejarles nada y no les garantizará encontrar empleo. La mayoría sólo puede acceder al subempleo en el tianguis, en la venta de piratería”, agrega.

En un cuarto sin muebles, reconoce que en la zona hay muchos espacios educativos, varios parques y algunos gimnasios, y que en el parque Eduardo Molina se cultiva la afición al box (dicen que de ahí salió El Macetón Cabrera), pero no son promovidos.

“Son elefantes blancos, grandes figuras no utilizadas. Los jóvenes no conocen esos espacios”, lamenta.

Para la asesora de la Red por los Derechos de la Infancia, Nashieli Ramírez, el acceso a la cultura, al ocio y al deporte está negado para la gran mayoría, aunque la tercera parte de los habitantes del DF son jóvenes, pues escasean los lugares seguros, accesibles y legales para convivir.

Fabiola García, de 19 años, quien se dice “chica-Divine” y es una de las habitantes de la Nueva Atzacoalco que acude a Cauce Ciudadano, considera que el Divine era seguro porque en otros sitios como ese “hay exceso de alcohol”.

“El Divine o El Caos son los más accesibles en cuanto a dinero. Es muy difícil que podamos transportarnos a lugares mejores, más seguros, más bonitos, porque de ellos ya no hay metro para regresar cuando uno sale y son más caros”, alterna su amiga Alejandra García, de la vecina colonia San Felipe de Jesús.

No obstante, ambas afirman estar acostumbradas a ver asaltos y a quinceañeras que se emborrachan pasando ante vecindades donde se venden drogas día y noche.

Pero, apunta Fabiola, “si el operativo hubiera sido en la Zona Rosa, donde hubiera gente de dinero, de nombre, los policías se hubieran comportado de manera diferente; hubieran tratado bien a los muchachos y no con la brutalidad que tuvieron aquí sin importar que hubiera más chavos adentro y que no hubiera aire. No los dejaron salir”.

Desempleo y delincuencia

“¿Aquí es donde dan dinero a los desempleados?”, pregunta una joven de no más de 30 años antes de entrar al módulo del gobierno del DF que cuenta con policías, trabajadoras sociales y un sociólogo. Ella y una amiga suben las escaleras hasta encarar a Antonio Vera, el encargado del programa Seguro de Desempleo del gobierno capitalino.

Hacen varias preguntas, se llevan unos papeles y se van. En pocos minutos, son cinco las chicas que se presentan a llenar solicitudes en el módulo, adonde diariamente acuden de 23 a 33 personas desempleadas que buscan el subsidio, la mitad menores de 35 años.

“Está muy fuerte el desempleo. Es una zona popular de nivel socioeconómico bajo, y la gente no tiene acceso a buenos empleos. Consiguen trabajos inestables o mal pagados, y por eso prefieren dedicarse a actividades informales, por su cuenta”, explica el sociólogo.

A su vez, Jesús Santillán, el maestro del INEA del área, refiere que de las 160 personas inscritas en los cursos, 95% son adolescentes y jóvenes reprobados de las escuelas aldeañas.

Aunque autoridades delegacionales mencionan la rehabilitación de un camellón, la habilitación del área verde del gran canal, el remplazo de 700 lámparas de alumbrado público, el mejoramiento del centro deportivo (bancas, juegos, paredes), la construcción de una ciclopista y obras en el Periférico durante la presente administración, advierten que pocos habitantes tienen empleo formal y que en la zona hay altos índices delictivos, principalmente por robos a transeúntes. Así mismo, que de la calle 326 a la 318 existe una banda de delincuentes llamada Los Negros (según los reportes ciudadanos), y que la mariguana, la cocaína y el crack son las drogas de mayor uso.

Por su parte, los reportes de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina indican que la zona donde se ubica la disco tiene el primer lugar en incidencia delictiva en la delegación, en tanto que varios comerciantes del mercado contaron que sólo en las dos últimas semanas han sido asaltados dos distribuidores de leche, un quesero, dos proveedores de medicamentos y otro de baratijas.

De todas las personas ingresadas a los reclusorios del DF entre enero de 2005 y junio de este año, 432 tenían su domicilio en esta zona, aunque muchos de ellos han sido liberados…

Según el cronista de la delegación, Horacio Sentíes Rodríguez, el pueblo de Atzacoalco fue fundado en 1324, un año antes que la Nueva Tenochtitlan. La colonia Nueva Atzacoalco está ubicada en el ex Lago de Texcoco y era zona salinera.

El 10 de agosto de 1958, la Gaceta Oficial informó que en 1954 se expropiaron 102 hectáreas a favor de 4 mil familias que invadieron la Hacienda del Risco y que habían llegado sobre todo del interior del país, de La Merced y de la Candelaria de los Patos.

El expandillero Carlos Cruz, el cronista Sentíes y la señora Adela Patiño, una de las cantantes del coro parroquial de la Nueva Atzacoalco, coinciden en que a mediados de los ochenta comenzó el deterioro.

La corista dice que entonces la gente dejó de salir a la calle, porque de los pleitos con botellas y cadenas los pandilleros pasaron a las batallas con navajas y pistolas, y las cervezas fueron reemplazadas por las drogas. Desde aquellas fechas, continúa, se suspendieron las tardeadas o bailes en parques y plazas públicas.

En Alcohólicos Anónimos de la calle 319, un hombre que se hace llamar El Padrino Bulmaro asegura que “hoy casi no hay borracho, puro drogadicto. Es la droga la que está acabando a los jóvenes”.

Mientras que, a su lado, Claudia, una joven de 15 años, relata cómo desde los 12 comenzó a consumir mariguana, cocaína y heroína, hasta que hace un año decidió pedir ayuda.

La prepotencia policiaca

Los funcionarios del gobierno capitalino que se dedican a atender los problemas de los ciudadanos, sin embargo, ven todo distinto.

“Tenemos espacios para que los jóvenes convivan, tenemos todo: aquí adelante están el gimnasio, el teatro al aire libre, la biblioteca, la pista para patinaje, el centro de salud, dos lecherías, dos iglesias”, indica María Esperanza Hernández, coordinadora de Participación Ciudadana, aunque, a su juicio, el operativo “no debió haber ocurrido”.

Manifiesta que ahora, con el programa Policía de Proximidad, la gente conoce a los policías que les dan servicio y atienden sus quejas de manera respetuosa. Y un volante al respecto señala: “La policía de Proximidad permite estrechar la relación del ciudadano con su policía a fin de generar confianza para conocer y atender problemas que afectan a la comunidad”.

Pero Rubén Tapia, papá de Isis, la preparatoriana de 16 años que murió en el tumulto, opina: “Esos policías hacen operativos en Tepito, hacen destrozos y no agarran absolutamente a nadie, pero en este caso fueron con esas armas, se ensañaron con los niños y los chavos, no sabían ni adónde iban. Actuaron como fascistas, contra los jóvenes, contra los menores de edad. ¿Cuál Ciudad de la Esperanza?”, pregunta junto a la mesa que sirve como altar en memoria de su única hija, quien, junto con Rafael Morales, otro de los muertos, estudiaba en el CETIS 55 de la colonia vecina, la Gabriel Hernández.

Omar Solano, de 17 años y sobreviviente del operativo, prefiere no estar cerca de los policías. Afirma que, si lo ven corriendo, lo detienen para revisarlo; si lo miran escuchando música afuera de su casa, lo jalonean para esculcarlo, y si lo encuentran abordo de la camioneta que maneja, lo paran e interrogan.

“Siempre que hacen operativos y revisiones se portan prepotentes, agresivos, hablan con groserías, con maltrato físico y sicológico. No tienen ni la secundaria terminada. Yo los odio, los odio, mil veces los odio”, expresa por su parte la corista Adela Patiño.

“Lo que vi se me quedó muy grabado –continúa–; muchos policías ayudaban sólo a policías, y a los pobres niños que gritaban y lloraban cargando a sus amigos, nadie los atendía. Los trataron como animalitos. Además, las ambulancias, en vez de ayudar, estaban para tapar el paso, y a quienes se acercaban en busca de sus hijos los sacaban de las greñas.”

Pero cerca de la discoteca de la tragedia, junto a las fotos de los jóvenes fallecidos, entre las veladoras, se lee un letrero:

“Pedimos que se expropie el predio del New’s Divine para tener dónde divertirnos sin peligro alguno…”

Proceso
07/07/2008


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