ricardo ravelo
El gobierno de Estados Unidos, a través de una Corte Federal, le notificó al capo, el pasado martes 4 de marzo, que estaba libre de cargos y que podía regresar a su vida cotidiana.
La decisión ocurrió en momentos en que el procurador general de la República y el titular de la Subprocuraduría de Asuntos Jurídicos Internacionales de la PGR, Eduardo Medina Mora y José Luis Santiago Vasconcelos, se encontraban de paso en Washington, intercambiando información con sus contrapartes de Estados Unidos.
La liberación de Arellano se presenta en un momento crucial para el cártel de Tijuana: cuando aparentemente carece de una cabeza pujante o, mejor dicho, un líder, pues el grupo criminal se desarticuló a principios del 2000, cuando fue asesinado Ramón Arellano en Mazatlán, Sinaloa, y posteriormente detenido su hermano Benjamín, quien está preso en el penal del Altiplano.
Según la PGR, después de la caída de los Arellano el grupo entró en crisis, pues luego de estas aprehensiones (y la muerte de Ramón), la jefatura de la organización criminal la asumió Francisco Arellano Félix, El Tigrillo, quien fue aprehendido en México y posteriormente entregado a la DEA. Y en Estados Unidos, éste se declaró culpable. Sólo así pudo impedir que le aplicaran la pena de muerte.
A diferencia de sus hermanos, Francisco Rafael tiene otra historia: es el mayor de los hermanos que durante los ochenta y parte de los noventa encabezaron lo que se conoció como el cártel más poderoso de México y de América Latina.
A mediados de los ochenta, Rafael Arellano fue detenido en Estados Unidos. En aquella ocasión –según su expediente– portaba cerca de 80 gramos de cocaína pura que, se dijo, iba a venderle a un traficante. Pero resulta que el comprador no era un vendedor de drogas, sino un agente encubierto que le había tendido una trampa. Así fue como cayó prisionero el mayor de los hermanos Arellano.
Mediante un amparo obtuvo su libertad y regresó a México, donde fue detenido por agentes de la PGR, quienes lo pusieron a disposición de las autoridades federales. Más tarde fue internado en el penal del Altiplano.
Hacia finales de los ochenta, los hermanos Arellano Félix enfrentaban una fuerte batalla con Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, quien pretendía recuperar la ciudad de Mexicali como una de sus plazas importantes que había heredado de su antiguo jefe, Miguel Angel Félix Gallardo.
Sin embargo los Arellano no respetaron los acuerdos y “echaron de su territorio al Chapo”, y esa fue la razón por la que se desató la más cruenta guerra entre el cártel de Tijuana y el actual jefe del cártel de Sinaloa, quien en 1993 cayó prisionero –fue detenido en Guatemala por Jorge Tello Peón –y después internado en el penal del Altiplano.
La guerra continuó por largos años: persecuciones en Guadalajara, Sonora o Sinaloa –por citar sólo algunos estados –formaron parte de aquella batalla, la cual no sigue. Es más, la propia PGR acreditó que, para cerrarle el paso al Chapo, tanto Benjamín Arellano como Osiel Cárdenas Guillén “establecieron un pacto” dentro de la prisión, el cual resultó histórico, pues nunca antes una organización del Golfo se había asociado con otra del Pacífico.
Los extraditables
Rafael Arellano Félix permaneció en prisión poco más de diez años, durante los cuales libró todas las acusaciones que pesaban en su contra, sobre todo las que tuvieron que ver con el tráfico de drogas.
Después de una larga batalla legal –y aún con cargos pendientes en Estados Unidos por aquel asunto de la venta de drogas–, Rafael Arellano fue absuelto en México de todos los cargos a principios de 2007, pero la PGR impidió que lo pusieran en libertad y, cuando estaba a punto de salir, le notificaron que tenía una orden de aprehensión con fines de extradición.
El destino de Arellano Félix era incierto, oscuro, pues le esperaba lo peor: quizá una cadena perpetua, la pena de muerte, es decir, “una loza” que lo dejaría por el resto de sus días en una prisión de alta seguridad en Estados Unidos.
Así, en los primeros meses del año pasado, Rafael Arellano fue extraditado a Estados Unidos. Unas semanas antes, el gobierno de México había enviado a ese país a una docena de capos.
Todo ello derivó en serios cuestionamientos legales, pues abogados e incluso jueces federales dijeron que ninguna extradición era legal, ya que muchos de los personajes aún estaban sujetos a procesos o compurgando sentencias en México.
Sin embargo, el gobierno de Felipe Calderón sostuvo la posición de enviarlos a Estados Unidos.
Poco tiempo después que Rafael Arellano fue extraditado, se conoció información en el sentido de que la Secretaría de Gobernación, en tiempos de Vicente Fox, había elaborado un proyecto de preliberación a favor de Rafael Arellano, el cual se tenía listo en un escritorio de esa dependencia en espera de que se diera la orden de aplicarlo.
Pero no hubo tiempo “ni se dieron las condiciones políticas”, dijo una fuente consultada por Apro, que pidió el anonimato.
Lo cierto es que Rafael Arellano fue enviado a Estados Unidos para enfrentar aquel asunto de principios de los ochenta por la posesión de la cocaína pura, lo que constituyó el único cargo.
El asunto resultó endeble, como ahora se sabe, pues su abogado en Estados Unidos, Brian White se aventuró a decir en octubre de 2007 que su cliente podría ser beneficiado con una reducción de su condena y así poder alcanzar la libertad condicional en los primeros meses de 2008.
El vaticinio resultó cierto.
Alianza con las FARC
Para el cártel de Tijuana –o lo que queda de ese grupo– la liberación de Rafael Arellano significa “devolverle la cabeza” a un grupo que, aparentemente, ya estaba desarticulado, aunque siempre se dijo que Enedina Arellano –contadora pública de profesión– era la verdadera jefa del cártel, pues la DEA sostuvo en un análisis que Eduardo Arellano, quien es médico, carecía del perfil para hacerse cargo de la organización.
Actualmente Eduardo y Enedina son los hermanos visibles que encabezan el grupo. Está vigente Heriberto Galindo, El Caballo, en tanto que una veintena de sus miembros han sido encarcelados o están muertos.
El cártel sigue teniendo su asiento en Tijuana, aunque recientemente se dijo que sus vínculos llegaban a Sudamérica; en 1999, de acuerdo con un informe dado a conocer por Mariano Herrán Salvatti --excoordinador de la lucha contra el narco en la PGR y exprocurador de Justicia en Chiapas (de donde es oriundo)--, se expuso que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) habían establecido una alianza con el cártel de Tijuana.
Herrán dijo esto en 1999, casi al finalizar el sexenio de Ernesto Zedillo. Ahora se sabe que las FARC no sólo están relacionadas con los Arellano en el intercambio de armas por droga, sino también con el cártel de Sinaloa.
Así, Rafael Arellano Félix está de regreso luego de casi quince años de encarcelamiento.
Sobre el punto fue consultado un alto funcionario de la Secretaría de Seguridad Pública Federal (SSPF):
“Será la nueva cabeza”.
--¿Esto quiere decir que el gobierno está dispuesto a negociar?
“Nunca se ha dejado de lado esa opción. La salida de Rafael (Arellano) tiene varias lecturas. Ahí te la dejo de tarea”.
...
The men who contacted me -two army privates and a second lietenant - substantiated Zibechi's allegations. They asserted that the real reasons they had been stationed in Colombia were to establish a U.S. presence and to train Latin soldiers as part of a United States-commanded Southern Unified Army (a term two of the three used).
"Everything we do in Colombia just makes it more attractive for the drug business," the lieutenant told me. "Why do you think the situation keeps getting worse there? Because we want it to, we're behind the drug trafficking. The CIA is -just like it was in Asia's Golden Triangle. And in Central America and Iran during Iran-Contra. and the British with opium in China. Coke provides illicit money, in the billions -for clandestine activities- and an excuse to build up our armies. What more can you ask? We're there, men like me in the legit army, to protect oil and to invade Venezuela. The drug game is a smokescreen"
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Perkins, J. The Secret History of the American Empire. (New York: Penguin Books. 2007), pp.150.
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