Tuesday, October 21, 2008





De la protesta a la propuesta


Ximena de la Barra, investigadora chilena, conversa con Granma sobre la vinculación de los movimientos sociales y el ALBA

MIRIELA FERNÁNDEZ LOZANO

Foto: Yaimí RaveloLa consigna "Unidad en la diversidad", que inauguró la Campaña 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular en la década del noventa, intentaba corregir, en el andar de los movimientos sociales, los años de distanciamientos entre sus luchas. Al mismo tiempo en que algunos guardaban los manuales marxistas y Francis Fukuyama celebraba el "fin de la historia", los sectores populares caminaban hacia su recomposición y fijadas posturas hacia los gobiernos.

El diálogo pudo abrirse, por fin, con el surgimiento de la Alternativa Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA), el único esquema de integración en el área, que institucionaliza la participación de los movimientos sociales.

"La declaración final de la Asamblea de Movimientos Sociales realizada este mes en Guatemala evidencia ese reconocimiento a los principios de cooperación, complementariedad y solidaridad que definen al ALBA y el compromiso de seguir avanzando en la integración a través de esta vía", explica la investigadora Ximena de la Barra, quien ha dedicado años al estudio de la integración en América Latina.

De la Barra, quien, además, fuera representante de la UNICEF en el Parlamento Latinoamericano (PARLATINO), asistió como conferencista al seminario internacional "Logros y desafíos del ALBA", celebrado en La Habana.

"En la historia reciente de los sectores populares —precisa— existen hitos destacables: la creación del Movimiento Sin Tierra en 1985; cuatro años después, el Caracazo contra las políticas del FMI; el alzamiento zapatista en 1994; las protestas de Seattle frente a la OMC, casi al finalizar el decenio; y la creación del Foro Social Mundial en el 2001. En cada una de estas acciones los movimientos sociales hacen patente la necesidad de intervenir ante los gobiernos sobre sus demandas.

"La Cumbre del 2005 en Mar del Plata, Argentina, paralela a la realizada por la OEA, en la que declaran simbólicamente el fin del ALCA, constituye un punto trascendental en ese camino. A partir de ahí asumen la integración como tema irrenunciable y comienzan a mirar el ALBA como la ruta para el diálogo con los gobiernos".

¿Qué relación tiene el contexto actual con esta necesidad integracionista de los movimientos sociales?

"La crisis que vivimos hoy presenta muchos rostros. Tenemos una crisis financiera-especulativa, energética, alimentaria, del multilateralismo, de la democracia representativa, y neoliberal, un modelo que ha traído mucha exclusión y polarización. Ante ese panorama los movimientos sociales han asumido una lucha global porque se han dado cuenta de que también poseen problemas comunes.

"De ahí que juntos empiecen a pasar de la protesta a la propuesta. El ALBA les ha abierto esa posibilidad.

"Compuesta hoy por seis países, Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Dominica y Honduras, el ALBA surgió en el 2004 como un proyecto que superaba la integración comercial y privilegiaba la solidaridad, lo que se evidenció en el 2006 con la creación de los tratados de los pueblos, que ofrecen un trato preferencial a los países más pobres.

"A la altura de la V Cumbre del ALBA en el 2007, conocida también como Cumbre de Tintorero, se decidió establecer un Consejo de Movimientos Sociales dentro de esta alternativa. Con ello pasa a ser la única vía integracionista de América Latina que institucionaliza la participación de los movimientos sociales".

¿Cómo funciona el Consejo de Movimientos Sociales?

"Lo que en Tintorero fue solo una definición se hizo realidad casi un año después en la VI Cumbre de Caracas, hasta la que llegaron unos 150 representantes de movimientos sociales de las naciones miembros del ALBA.

"Ahora cada país hace sus reuniones y deciden los delegados al Consejo, que en la estructura del ALBA tiene el mismo valor del Consejo de Ministros. Los movimientos sociales, además, poseen un papel importante en la vigilancia de los proyectos grannacionales.

"Aunque hay una serie de países de la región no integrados a este proyecto, el objetivo del Consejo de Movimientos Sociales es avanzar en la integración, por lo cual los sectores populares sí pueden incluirse".

Ante la falta de democracia que han vivido los movimientos sociales en América Latina, ¿qué importancia concede a esta vinculación con el ALBA?

"Primero hay que señalar que estamos en presencia de un ejercicio de democracia participativa. A partir de este proyecto jefes de Estado y movimientos sociales discuten una agenda común.

"El ALBA está constituida por gobernantes que tienen como objetivo responder a las demandas de los sectores populares, y por tanto, resulta una forma de levantar con más fuerza la soberanía en la región. Por mucho tiempo no hubo un escenario para ese debate.

"Ahora, el ALBA ofrece un espacio amplio para recuperar el sector público y consolidar la identidad latinoamericana a través del diálogo. Se trata, como dice el presidente Evo Morales, de ‘gobernar escuchando a los pueblos’".

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