Tuesday, January 27, 2009

Confesiones de la madre de los Carrillo Fuentes


PATRICIA DáVILA


EL GUAMUCHILITO, SIN.- La señora Aurora Fuentes, de 62 años, es madre de los jefes del cártel de Juárez. Luce fuerte, pero dice que se la están acabando lentamente una enfermedad del corazón y la tristeza por la muerte de su hijo menor, José Cruz Carrillo Fuentes.

“Desde que supe a qué se dedicaban mis hijos vivo angustiada. Estoy cansada de llorar y aún no termino. Cada día he rogado a Dios por ellos, primero vivos… después muertos…”, confiesa, y su voz se entrecorta y apaga por los sollozos.

Amado, El Señor de los Cielos, fue el primero que se volvió poderoso. Era el capo que tenía más aeronaves para transportar a Estados Unidos cocaína procedente de Colombia. Murió en 1997.

Lo siguieron Vicente, El Viceroy, quien hasta ahora mantiene el liderazgo del cártel, y Rodolfo, El Niño de Oro, identificado como el “negociador” de la organización, por su habilidad de pactar con los rivales sin necesidad de disparos. Éste fue ejecutado en 2004 junto con su esposa, Giovanna, en Culiacán.

Hace tres meses la PGR dio a conocer la muerte de José Cruz.

Entrevistada en la finca que lleva su nombre, Aurora Fuentes exige al presidente Felipe Calderón que le regrese a su hijo con vida, pues afirma que los militares se lo llevaron. Y acusa: “Si está muerto, es que ellos lo ejecutaron”.

Vestida con un traje sastre gris claro y una blusa beige, recibe a la reportera en su sala. Se sienta en el sillón más grande y fija su mirada en un extremo del salón. Ahí, sobre una consola de madera bordeada con figuras de colmillos de elefante dorados, que descansa sobre dos figuras de leones sentados, doña Aurora colocó las fotos enmarcadas de sus muertos. Al centro destaca la de Amado, su hijo mayor.

Recuerda con detalles la detención de José Cruz.

“La mañana del martes llegó mi hija Alicia y me dijo que una noche antes (lunes 27 de octubre) un destacamento de militares lo sacó de su casa y se lo llevó detenido.”

El resto de la historia se lo contó María Elena Retamoza, esposa de su hijo. Regresaban a su casa en el auto...

“Poco antes de llegar, José Cruz recibió una llamada a su celular, era un amigo. Le advirtió: ‘Tienes visitas en tu casa, son militares’.”

Los soldados tenían cerradas varias calles, pero José Cruz y su familia entraron sin problemas a la casa. Enseguida tocaron a la puerta y él abrió:

–Queremos platicar con usted –dijo un militar.

–Pasen, pero no asusten a mis hijos, porque están chiquitos –respondió José Cruz. El niño, Cruz, tiene ocho años, y María Paula, tres.

Varios militares platicaron media hora con él mientras María Elena preparaba la cena en la cocina. Cuando intentó acercarse a su esposo, le ordenaron: “Métase y no salga”.

A los pocos minutos José Cruz le avisó: “María Elena, ahorita vengo”.

–¿Pero a dónde vas? –preguntó ella.

Intervino uno de los militares: “Usted no diga nada. Lo llevamos para hacerle unas preguntas, ahorita se lo traemos”.

Incongruencias

Desde la puerta de su casa María Elena vio que subían a su esposo en la patrulla 1430 de Navolato, tripulada por los agentes Germán y Andrés Ceniceros Ibarra. El vehículo policiaco se fue, resguardado por 15 Hummer militares, 13 de ellas con número de identificación oficial: 2441, 2480, 4026, 4044, 4048, 4057, 4058, 4149, 4151, 4158, 4161, 4166 y 4167, todos precedidos por el 092.

“Al día siguiente, el martes 28 de octubre –relata Aurora Fuentes–, la patrulla municipal apareció con los chalecos y las armas de los policías, pero los agentes nunca aparecieron.

“Ese mismo día, a las ocho de la noche, acudimos a la base militar de Navolato, hablamos con un mayor que sólo se identificó como Elviras. Nos dijo que no se había dado cuenta de ese operativo y nos mandó a la IX Zona Militar de Culiacán.

“Ahí, nos recibe un teniente, dijo que desconocía el operativo. ¿Cómo es posible? Si todos los vecinos los vieron. ¡Ahora resulta que los militares fueron los únicos que no se enteraron! Después de varias horas, el teniente nos informa que ese martes, cerca del poblado El Diez, apareció el cadáver quemado de un hombre que fue trasladado al Servicio Médico Forense, el cual ese mismo día fue robado por un comando armado.

“Al día siguiente acudimos a la PGR y nos mostraron las fotos del cuerpo. No era mi hijo, estoy segura.”

Argumenta: “Cruz tiene la ceja despegada y la del hombre de la foto estaba unida; la nariz de Cruz es recta y en la foto se veía ‘apericada’. La persona que nos atendió, nos dijo que la tenía así porque pudieron darle un golpe. Pero no sólo eso, también tenía dos disparos de arma en el cuello”.

Añade que la ropa de la persona muerta era parecida a la que vestía José Cruz, pero la marca era diferente, y “además Cruz calzaba tenis blancos con cuadros azules, y (en cambio) el cuerpo llevaba zapatos italianos color negro”.

Por eso doña Aurora solicitó que les hicieran las pruebas de ADN: “Nos sacaron sangre a mi hija Luz Bertila y a mí. Después de 20 días, la PGR en Culiacán citó a Bertila y a sus hemanas María Luisa y Alicia. Les informó que los estudios resultaron positivos, y por lo tanto el cuerpo quemado era el de José Cruz. Lo extraño es que se negaron a proporcionarles copia de los documentos... Dijeron que eran confidenciales. No sé por qué, si como interesados tenemos derecho a tenerlos”.

Dos semanas después se enteró de que el lunes 10 de noviembre un comando armado levantó a 27 jornaleros del rancho La Guajira, que fueron liberados a los tres días.

Emma Quiroz Acuña, vocera del operativo conjunto Culiacán-Navolato, informó que La Guajira era propiedad de la familia Carrillo Fuentes y que el apoderado legal del campo era Pablo Jacobo Retamoza, cuñado de José Cruz Carrillo. El gobernador, Jesús Aguilar Padilla, señaló que dicha versión “no estaba confirmada”.

El viernes 19 de diciembre, Martín Robles Armenta, director de Averiguaciones Previas de la procuraduría sinaloense confirmó, con base en un informe de la PGR, que el cuerpo calcinado era el de José Cruz Carrillo Fuentes.

“Si tienen la seguridad de que se trata de mi hijo, le pido al presidente Calderón que me entregue su cuerpo. Como madre es lo único que pido para darle cristiana sepultura. Es algo que no me puede negar”, dice Aurora Fuentes.

Al secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, le exige: “Quiero que me explique por qué los soldados se llevaron a mi hijo y por qué lo ejecutaron”.

–¿Se les pasó la mano a los militares? –pregunta la reportera.

–Eso fue intencional, fue una ejecución. Que lo investiguen. Si yo supiera que Cruz andaba en otros negocios, no hablaría. ¡Que no lo confundan con Vicente!

Y aclara: “Vicente (el líder del cártel de Juárez) es una cosa y mi hijo José Cruz es otra. Él se dedicaba a la siembra de maíz, chile, frijol y tomatillo. Desde hace 50 años soy ejidataria y ganadera. Se crió conmigo y se dedicó a cultivar sus tierras, tenía 88 hectáreas”.

Doña Aurora procreó 14 hijos, ocho mujeres y seis hombres, con su esposo Vicente Carrillo Vega, fallecido hace 23 años.

–¿La detención de José Cruz se debió a su parecido con Vicente?

–No fue una confusión, el Ejército tenía mucho tiempo con el operativo Culiacán-Navolato. Todos los días (José Cruz) era visto por los federales.

–¿Cuándo se involucraron sus hijos en el narcotráfico?

–A la edad de 15 años Amado se enferma de fiebre de malta en la cabeza y un especialista del Seguro Social logra curarlo, pero me dijo que tenía que durar cinco años sin estudiar. Se fue a vivir un par de años con unos tíos a Chihuahua, también vivió en la Ciudad de México y regresa a Navolato hasta los 20 años. Me daba mucho gusto verlo, estaba unos tres o cuatro días y se iba. Pero nunca vi que trabajara aquí...

En una entrevista publicada por Proceso el 13 de enero de 1997, Aurora Fuentes se negaba a aceptarlo: “Mi hijo no es ningún narcotraficante. Eso oigo en la televisión pero, ¿quién se lo ha comprobado?”.

Ahora, tras la pérdida de José Cruz, admite que siente “angustia, igual que las madres de los políticos, funcionarios de gobierno, del Ejército o de la policía que están involucrados con el narcotráfico”.

Dice que no pudo apartarlos de ese camino: “Muchas veces platiqué con ellos, traté de aconsejarlos, pero siempre me contestaban: ‘Mamá, es cosa de nosotros’. ¿Qué me quedaba? ¡Nada! Sólo rezar por ellos”.

Rezar y recordarlos: “La noche antes de su muerte, Rodolfo estuvo aquí en la casa, creo que sabía lo que le iba a pasar porque se despidió de todos. Se regresó varias veces y me decía: ‘Mamá, no tengo ganas de irme’. ‘¿Pues para qué te vas?, aquí quédate’, le dije. Al día siguiente lo asesinaron junto con su esposa al salir del cine”.

–¿Ahora el único dedicado al narcotráfico es Vicente?

–Tengo muchos años que no sé dónde está, no se ha comunicado conmigo. Para recibir malas noticias, mejor no. Nada más está uno con el Jesús en la boca, pensando en qué irá a pasar. Yo le pido a María santísima que esto ya se acabe… pero creo que no.

Por el momento, Aurora Fuentes viuda de Carrillo sigue con la mirada fija en el altar de sus muertos, donde se niega a poner la foto de José Cruz.

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