Tuesday, July 21, 2009



AIPAC, el agente extranjero que domina la política exterior de EE.UU. y se disfraza de lobby nacional

Information Clearing House

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


A comienzos de los años sesenta, el senador William J. Fulbright luchó por obligar al Consejo Sionista Estadounidense a registrarse como agente de un gobierno extranjero. El Consejo eludió el registro al reorganizarse como Comité de Asuntos Públicos EE.UU.-Israel (AIPAC). Desde entonces AIPAC se ha convertido en lo que más temía Fulbright: un agente extranjero que domina la política exterior de EE.UU. y se disfraza de lobby nacional.

Los israelíes y los pro-israelíes objetan cuando escuchan esa acusación. ¿Cómo, preguntan, podrían tan pocos tener tanta influencia sobre tantos? La respuesta es: es cosa de matemáticas. Y de la concentración en un solo tema en las decisiones políticas de EE.UU. por docenas de organizaciones ‘nacionales’ que ahora componen el lobby de Israel, entre las cuales AIPAC es la fuerza más visible.

Las matemáticas políticas fueron facilitadas por el senador John McCain cuyo apoyo para todo lo israelí le aseguró la candidatura del Partido Republicano para reemplazar al cristiano-sionista G.W.Bush. El estilo de reforma de las finanzas electorales de McCain resultó ser un ajuste perfecto para la recolección de fondos en la Diáspora en la que se basa el lobby. Co-auspiciado por el senador Russ Feingold de Wisconsin, ese cambio en la ley electoral federal tipifica cómo la influencia israelí se hizo sistémica.

‘McCain-Feingold’ aumentó el monto (de 1.000 a 2.300 dólares) que los candidatos pueden recibir de individuos en elecciones primarias y generales. Una pareja puede contribuir ahora 9.200 dólares a candidatos federales: 4.600 en cada una de las elecciones primarias y generales. Es particularmente fácil influenciar las elecciones primarias, usualmente de bajo presupuesto.

De mucha importancia para la Diáspora es también que este cambio duplicó los fondos que los candidatos pueden recibir no importa dónde residan los donantes. Una candidato en Iowa, digamos, puede tener sólo unos pocos electores favorables a Israel. Si el apoyo a la campaña es suministrado por una red nacional de pro-israelíes, ese candidato puede ser más fácilmente persuadido a apoyar políticas requeridas por Tel Aviv.

La recolección de fondos basada en la Diáspora ha sido utilizada desde hace tiempo por el lobby con un éxito que multiplica su fuerza para conformar la política exterior de EE.UU. Bajo la guisa de reforma, John McCain duplicó los recursos financieros que el lobby puede desplegar para elegir y retener a sus partidarios.

Fulbright tenía razón

El proceso de tráfico de influencias funciona como sigue. Los candidatos son convocados a entrevistas exhaustivas con AIPAC. Los que son considerados suficientemente comprometidos con la agenda de Israel reciben una lista de donantes que probablemente “maximizarán” sus contribuciones a la campaña. O el proceso puede ser aún más fácil cuando los candidatos aprobados por AIPAC reciben el nombre de un “combinador.”

Los combinadores reúnen fondos de la Diáspora y combinan esas contribuciones para presentarlas al candidato. No se necesita mencionar un quid pro quo. Después que McCain-Feingold se convirtió en ley en 2003, los combinadores identificados por AIPAC pudieron reunir más de un millón de dólares para candidatos aprobados por AIPAC simplemente mediante el contacto con diez partidarios de la misma opinión. El cálculo es el siguiente:

El combinador y su cónyuge “llegan a un máximo” de 9.200 dólares y llaman a otros diez, digamos en Manhattan, Miami, y Beverly Hills. Cada uno de ellos “llegan a un máximo” (10 por 9.200 dólares) y llaman a otros diez para llegar a un total de 11 [111 x US$9.200 = US$1.021.200.]

Imaginad el incentivo para obtener una buena calificación en una entrevista con AIPAC. Un llamado del lobby y el candidato puede reunir suficiente dinero para montar una campaña verosímil para el Congreso en la mayoría de los distritos. Desde la perspectiva de Tel Aviv, la palanca política es apalancada adicionalmente porque menos de un diez por ciento de las 435 carreras a la Cámara están en competencia en cualquier ciclo electoral (típicamente entre 35 y 50).

Otros factores de multiplicación provienen de: (a) el mantenimiento de ese enfoque financiero durante múltiples ciclos, (b) la utilización de fondos para obtener y mantener la antigüedad de los que sirven en los comités del Congreso que son cruciales para promover los objetivos israelíes, y (c) la oposición a todo candidato que cuestione dichos objetivos.

Jewish Achievement informa que un 42% de los mayores donantes políticos al ciclo electoral del año 2000 fueron judíos, incluidos cuatro de los cinco principales. Eso se compara con que menos de un 2% de los estadounidenses son judíos. De los 400 estadounidenses más ricos de Forbes, un 25% son judíos según

Michael Steinhardt, fundador clave del Democratic Leadership Council. El DLC era dirigido por el senador judío sionista Joe Lieberman cuando renunció en 2000 para presentarse como vicepresidente con el candidato presidencial pro-israelí Al Gore.

El dinero nunca representó una restricción. Los donantes pro-israelíes se veían limitados sólo por la cantidad de dinero que podían contribuir legalmente a los candidatos seleccionados por AIPAC. McCain-Feingold elevó un límite esencial. Todavía hay que evaluar el impacto total de esa influencia extranjera. Lo que se sabe, sin embargo, basta para aplicar la Ley de Registro de Agentes Extranjeros. De los principales 50 neoconservadores que propugnaron la guerra en Iraq, 26 eran judíos (un 52%).

Harry Truman, sionista cristiano, fue uno de los receptores de fondos más destacados. En 1948, iba bastante atrás en los sondeos y en la recolección de fondos. Sus posibilidades mejoraron dramáticamente en mayo después que reconoció como Estado legítimo a un enclave de extremistas judíos que originalmente habían planeado establecerse en Argentina antes de decidirse por Palestina.

El secretario de Estado George C. Marshall se opuso a ese reconocimiento, así como el Estado Mayor Conjunto, la mayor parte del cuerpo diplomático, la incipiente Agencia Central de Inteligencia, y numerosos distinguidos estadounidenses, incluyendo a judíos moderados y seculares preocupados por los problemas que seguramente sobrevendrían. Recién en 1984 se reveló que una red de judíos sionistas había financiado la campaña de Truman al reabastecer su tren de campaña con 400.000 dólares en efectivo (3 millones en dólares de 2009).

Para comprar tiempo en la radio y la televisión, el dinero reunido por la red del lobby de Israel es pagado a medios que en gran parte son poseídos y administrados por miembros de la misma red. Presidentes, senadores y congresistas van y vienen pero los que reciben los cheques acumulan los favores que representan una influencia política duradera.

Se pretende que el sistema de gobierno de EE.UU. asegure que los miembros de la Cámara de Representantes representen los intereses de los estadounidenses que residen en los distritos respectivos – no a una red dispersa en el país (una Diáspora) comprometida con la promoción de la agenda de una nación extranjera. Se pretende que las elecciones federales hagan que los senadores rindan cuentas a sus electores que residen en los Estados que representan – no ante residentes en el exterior o a un gobierno extranjero.

En sus efectos prácticos, la ley McCain-Feingold aceleró una retirada del gobierno representativo al otorgar a una red nacional de agentes extranjeros una influencia desproporcionada sobre las elecciones en cada Estado y distrito parlamentario. La ‘reforma’ de las finanzas electorales permitió que esa red acumule aún más influencia política – una influencia desproporcionada respecto a su cantidad, indiferente en cuanto a su sitio de residencia y frecuentemente contraria a los intereses de EE.UU.

Este multiplicador de fuerzas es empleado ahora a plena vista, con impunidad y bajo la cobertura de la libertad de expresión, elecciones libres, prensa libre e incluso la libertad de religión. En él residen los peligros de una alianza enmarañada que indujo a EE.UU. a invadir Iraq y que ahora busca la guerra contra Irán. Al permitir que agentes extranjeros operen como un lobby interior, se indujo a EE.UU. a confundir los intereses sionistas con los suyos propios.

http://informationclearinghouse.info/article23098.htm


How Israel Lobby Took Control Of US Foreign Policy

AIPAC becomes foreign agent dominating American foreign policy while disguised as domestic lobby.

By Jeff Gates

July 19, 2009 "Information Clearing House" -- LOUISIANA - In the early 1960s, Senator William J. Fulbright fought to force the American Zionist Council to register as agents of a foreign government. The Council eluded registration by reorganizing as the American Israel Public Affairs Committee. AIPAC has since become what Fulbright most feared: a foreign agent dominating American foreign policy while disguised as a domestic lobby.

Israelis and pro-Israelis object when they hear that charge. How, they ask, can we so few wield such influence over so many? Answer: it’s all in the math. And in the single-issue advocacy brought to bear on US policy-making by dozens of ‘domestic’ organizations that now compose the Israel lobby, with AIPAC its most visible force.

The political math was enabled by Senator John McCain whose support for all things Israeli ensured him the GOP nomination to succeed Christian-Zionist G.W. Bush. McCain’s style of campaign finance reform proved a perfect fit for the Diaspora-based fundraising on which the lobby relies. Co-sponsored by Senator Russ Feingold of Wisconsin, this change in federal election law typifies how Israeli influence became systemic.

‘McCain-Feingold’ raised the amount (from $1,000 to $2,300) that candidates can receive from individuals in primary and general elections. A couple can now contribute a combined $9,200 to federal candidates: $4,600 in each of the primary and general elections. Primary elections, usuall low-budget, are particularly easy to sway.

Importantly for the Diaspora, this change also doubled the funds candidates can receive without regard to where those contributors reside. A candidate in Iowa, say, may have only a few pro-Israeli constituents. When campaign support is provided by a nationwide network of pro-Israelis, that candidate can more easily be persuaded to support policies sought by Tel Aviv.

Diaspora-based fundraising has long been used by the lobby with force-multiplying success to shape US foreign policy. Under the guise of reform, John McCain doubled the financial resources that the lobby can deploy to elect and retain its supporters.

Fulbright was Right

The influence-peddling process works like this. Candidates are summoned for in-depth AIPAC interviews. Those found sufficiently committed to Israel’s agenda are provided a list of donors likely to “max out” their campaign contributions. Or the process can be made even easier when AIPAC-approved candidates are given the name of a “bundler.”

Bundlers raise funds from the Diaspora and bundle those contributions to present them to the candidate. No quid pro quo need be mentioned. After McCain-Feingold became law in 2003, AIPAC-identified bundlers could raise $1 million-plus for AIPAC-approved candidates simply by contacting ten like-minded supporters. Here’s the math:

The bundler and spouse “max out” for $9,200 and call ten others, say in Manhattan, Miami, and Beverly Hills. Each of them max out ($10 x $9,200) and call ten others for a total of 11. [111 x $9,200 = $1,021,200.]

Imagine the incentive to do well in the AIPAC interview. One call from the lobby and a candidate can collect enough cash to mount a credible campaign in most Congressional districts. From Tel Aviv’s perspective, that political leverage is leveraged yet again because fewer than ten percent of the 435 House races are competitive in any election cycle (typically 35 to 50).

Additional force-multipliers come from: (a) sustaining this financial focus over multiple cycles, (b) using funds to gain and retain seniority for those serving on Congressional committees key to promoting Israeli goals, and (c) opposing any candidates who question those goals.

Jewish Achievement reports that 42% of the largest political donors to the 2000 election cycle were Jewish, including four of the top five. That compares to less than 2% of Americans who are Jewish. Of the Forbes 400 richest Americans, 25% are Jewish according to Michael Steinhardt, a key funder of the Democratic Leadership Council. The DLC was led by Jewish Zionist Senator Joe Lieberman when he resigned in 2000 to run as vice president with pro-Israeli presidential candidate Al Gore.

Money was never a constraint. Pro-Israeli donors were limited only by how much they could lawfully contribute to AIPAC-screened candidates. McCain-Feingold raised a key limit. The full impact of this foreign influence has yet to be tallied. What’s known, however, is sufficient to apply the Foreign Agents Registration Act. Of the top 50 neoconservatives who advocated war in Iraq, 26 were Jewish (52%).

Harry Truman, a Christian Zionist, remains one of the more notable recipients of funds. In 1948, he was trailing badly in the polls and in fundraising. His prospects brightened dramatically in May after he recognized as a legitimate state an enclave of Jewish extremists who originally planned to settle in Argentina before putting their sights on Palestine.

That recognition was opposed by Secretary of State George C. Marshall, the Joint Chiefs of Staff, the bulk of the diplomatic corps, the fledgling Central Intelligence Agency and numerous distinguished Americans, including moderate and secular Jews concerned at the troubles that were certain to follow. Not until 1984 was it revealed that a network of Jewish Zionists had funded Truman’s campaign by financially refueling his whistle-stop campaign train with $400,000 in cash ($3 million in 2009 dollars).

To buy time on the public’s airwaves, money raised from the Israel lobby’s network is paid to media outlets largely owned or managed by members of the same network. Presidents, Senators and Congressmen come and go but those who collect the checks rack up the favors that amass lasting political influence.

The US system of government is meant to ensure that members of the House represent the concerns of Americans who reside in Congressional districts—not a nationally dispersed network (a Diaspora) committed to advancing the agenda of a foreign nation. Federal elections are meant to hold Senators accountable to constituents who reside in the states they represent—not out-of-state residents or a foreign government.

In practical effect, McCain-Feingold hastened a retreat from representative government by granting a nationwide network of foreign agents disproportionate influence over elections in every state and Congressional district. Campaign finance ‘reform’ enabled this network to amass even more political clout—wielding influence disproportionate to their numbers, indifferent to their place of residence and often contrary to America’s interests.

This force-multiplier is now wielded in plain sight, with impunity and under cover of free speech, free elections, free press and even the freedom of religion. Therein lies the perils of an entangled alliance that induced the US to invade Iraq and now seeks war with Iran. By allowing foreign agents to operate as a domestic lobby, the US was induced to confuse Zionist interests with its own.

Jeff Gates is A widely acclaimed author, attorney, investment banker, educator and consultant to government, corporate and union leaders worldwide. Gates’ latest book is Guilt By Association—How Deception and Self-Deceit Took America to War (2008). His previous books include Democracy at Risk: Rescuing Main Street From Wall Street and The Ownership Solution: Toward a Shared Capitalism for the 21st Century. For two decades, he was an adviser to policy-makers worldwide and Counsel to the US Senate Finance Committee (1980-87)—working with Senator Russell Long of Louisiana.

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