Conversamos en Cancún con el teólogo brasileño Leonardo Boff, impulsor de la Teología de la Liberación y amigo del Movimiento Sin Tierra de Brasil.
“La Eco-teología de la Liberación es la respuesta a la crisis que azota el mundo”
Sebastián Levalle y Luciana Levin
Rebelión
Brasil nos ha dejado un camino pujante a los movimientos sociales latinoamericanos. Sus pensadores nos han invitado a practicar una reflexión desde el Sur y desde abajo, han formulado toda una teología popular, una pedagogía propia y, fundamentalmente, el pueblo brasileño ha caminado largos años en esta práctica.
Vos acompañaste los primeros pasos de la Teología de la Liberación allá por los sesentas, ¿cuál es su vigencia en la actualidad?
Mientras pobres existan sigue vigente la teología de la liberación, en todos los países de América Latina hay teólogos, en Brasil hay bastantes, pero hemos añadido algo más. Porque la teología de la liberación nació escuchando el Grito del Oprimido, pero no solamente los oprimidos, es decir, los pobres, las mujeres, los indígenas, los afro latinoamericanos gritan. También grita la tierra, gritan los animales, gritan los bosques. Entonces dentro de la Opción por los Pobres se tiene que insertar el gran pobre que es la Tierra. Desde esta perspectiva nació una vigorosa eco-teología de la liberación que está difundiéndose y que es la respuesta a la crisis que acosa a todo el mundo.
¿Cuál es el lugar de los pueblos indígenas en esta Eco-teología?
Mira, yo tengo la convicción de que los pueblos originarios son portadores de una sabiduría ancestral, de una manera de relacionarse con la tierra no como un baúl de recursos, como algo muerto para ser explotado, sino la tierra como pachamama, como madre, donde nace la veneración, el respeto, el sentido comunitario de la convivencia, la producción no para el enriquecimiento sino para lo necesario, lo suficiente para todos. Entonces aquí hay valores que nosotros, la cultura dominante, hemos perdido y que los pueblos originarios nos recuerdan. Por ahí pasa el futuro de la humanidad. De ahí la importancia de darle centralidad a ellos, hacerlos hablar, escucharlos. Porque eso nos ayuda a encontrar un camino que tiene futuro.
Desde esta perspectiva ¿Qué escenarios nos depara el calentamiento global?
Yo creo que más grave que el calentamiento global es la escasez de agua potable. A más de mil millones de personas les falta el agua y hay dos mil millones que tienen agua contaminada. Y el calentamiento global va a hacer que muchas regiones tengan menos agua, va a generar erosión de los suelos y pérdida de cosechas y ahí entra la migración, el desplazamiento de millares y millares de personas, especialmente en África y en el sudeste asiático. Yo creo que esa situación será tan grave que obligará a una especie de Gobernanza Global, porque ningún país tiene la capacidad de resolver ese problema.
Son urgencias que tiene la humanidad y que debemos enfrentar colectivamente, ahí debemos presionar a los gobiernos para que encuentren soluciones globales desde una visión global y para que seamos hospitalarios. La hospitalidad es un deber y un derecho: cada uno tiene el derecho de ser acogido, nosotros el deber de acogerlos, porque somos habitantes de la misma casa común, hermanos y hermanas de la misma familia humana.
Hablamos ya de la Opción por los Pobres y de su actualización como Eco-teología, pero en Brasil también hemos visto florecer la Pedagogía del Oprimido a partir del pensamiento de Paulo Freire, una propuesta que ha tenido sus mayores frutos quizás en la experiencia educativa del Movimiento Sin Tierra…
Yo creo que para nosotros no hay otro camino que no sea ese que Paulo Freire nos enseñó y que en el fondo nos dice que nadie es pobre, que todos tienen una riqueza, porque todos, cada persona, piensa, produce valores y el pobre no es un pobre, es un oprimido, un hecho pobre, un empobrecido. Y que cuando los pobres, los empobrecidos, se reúnen crean una fuerza y se hacen sujetos de su liberación. Entonces un pobre mas un pobre no da dos pobres, sino que da un fuerte. Un pobre más un pobre reunidos hacen un movimiento de liberación. Entonces no es el Estado ni la Iglesia ni las personas de buena voluntad los que van a liberar a los pobres, son los pobres mismos cuando elaboran una conciencia, un proyecto y se unen. Nosotros entramos como aliados, por la puerta de atrás, apoyándolos, caminando juntos. Eso nos enseñó Freire, que ellos tienen una fuerza histórica que les permite cambiar la realidad y que nosotros, junto con ellos, aceleramos ese proceso.
La Eco-teología nos invita a luchar contra el agronegocio y los monocultivos desde una visión integral, recuperando la agricultura campesina. A su vez, la pedagogía del oprimido nos recuerda que un gobierno popular no sólo tiene que beneficiar a los sectores excluidos sino que debe asumirlos como los sujetos principales de su liberación. Sin embargo, durante los gobiernos de Lula en Brasil la reforma agraria se ha estancado, no se han frenado las plantaciones de soja para agrocombustibles -con su corolario de expulsión de campesinos y campesinas de sus tierras- y el MST ha planteado serios cuestionamientos a las políticas oficiales… ¿Cómo interpretar estas contradicciones y que esperar del gobierno de Dilma?
Yo creo que hay que partir del hecho de que tenemos democracias que se están solidificando, que se están fortaleciendo cada vez más, porque todos venimos de dictaduras militares. Entonces es importante que se mantenga esa libertad. Hay contradicciones que vienen del proyecto neoliberal que todavía está vigente. La mayoría de los gobiernos progresistas hacen políticas públicas a favor del pueblo, sea Hambre Cero, sea apoyando la agricultura familiar, sea fortaleciendo los grupos de base. Pero muchas veces tienen que conceder para mantener la estabilidad, muchas cosas que se critican pertenecen a la lógica del capital que es hegemónico y que impone su fuerza. Y especialmente el agronegocio que avanza sobre los bosques y deforesta. Entonces es importante organizarse. Por lo menos en Brasil hemos constatado que a medida que los grupos de base, los Sin Tierra y otros presionan al Estado, le obligan a establecer leyes, como por ejemplo la que mediante los satélites les obliga a establecer el control de la deforestación, que ha bajado mucho. Y hacer la crítica a los monocultivos porque son los que están mas en contra de los principios ecológicos, de la biodiversidad, de mantener los nutrientes de la tierra.
Entonces hay contradicciones, pero fundamentalmente importante es reconocer una apertura de una dimensión social donde los pobres están incluidos. En Brasil, una España entera que antes pasaba hambre, ya no pasa, es una revolución que nunca hemos conocido antes. Pero hay muchas cosas que hacer. Para que América Latina, que tiene una riqueza ecológica inmensa, pueda ser la mesa puesta para saciar el hambre de todo el mundo, tenemos que tener políticas internas a favor del pueblo pero abiertas a la humanidad que está sufriendo mucho por hambre y sed.
¿Cómo te imaginás Latinoamérica dentro de veinte años?
Yo no soy un mago ni un profeta pero yo me imagino que se irán consolidando cada vez más las democracias con tono participativo, es decir: no solamente elegimos representantes sino que las bases organizadas, los movimientos, presionan y discuten con los gobiernos –porque prácticamente no hay proyectos importantes que no tengan que ser discutidos con los movimientos sociales-, entonces la democracia será más participativa. Eso a mi juicio se va a fortalecer cada vez más, de ahí la importancia de multiplicar los movimientos sociales, mantener las redes de interdependencia porque eso crea una fuerza social que dado el momento puede transformarse en una fuerza política capaz de decidir elecciones y de imponer cambios profundos en las leyes para preservar mejor la naturaleza y para profundizar los beneficios a los pobres.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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