Sunday, January 16, 2011



A la mitad del foro

La embriaguez del poder


Ebrio de poder y bacanora, decían los norteños aquerenciados en el salón Sonora-Sinaloa, cuando hablaban de resabios caciquiles o de alguno mareado por el poder, por las alturas alcanzadas tras los años de combatir el huertismo y de las luchas intestinas de la que llegaría a ser llamada la familia revolucionaria. Nada como el poder para medir a los hombres: Vuelve tontos a los inteligentes y enloquece a los tarugos. Diez años bastaron a los del PAN para acostumbrarse al gozo palaciego, para vestirse de oropel y erigirse en severos defensores de las instituciones.

De Coahuila vino Humberto Moreira y con el dejo norteño bastó para sacar de quicio a quienes hace unos años aspiraban al monopolio de la oposición y a desmantelar el sistema político, al que no supieron o no pudieron transformar al sacar al PRI de Los Pinos y hacer efectiva la alternancia finisecular que les facilitó Ernesto Zedillo y les trastornó la incontinencia verbal de Vicente Fox. Se acabó el señor, mi señor, gran señor... los poderes metaconstitucionales se diluyeron, el autoritarismo sexenal cedió a la beatificación de los sonámbulos de la transición en presente continuo. Pero el poder es elixir mágico. ¿Cómo se atreve el atrabancado norteño a cuestionar la palabra presidencial y a poner en riesgo la solidez de las sacrosantas instituciones? Estas ruinas que ves, son sólido pilar de la democracia sin apellidos y comprometida a evitar el retorno del pasado.

¡Santo, Santo, Santo! Y se llama Madero uno de los quejosos, uno de los que piden el manual de Carreño para el próximo presidente del CEN del PRI. ¿Cómo se atreve Moreira a decir al fiero secretario del Trabajo que llenaba la panza con el salario pagado por el sistema al que hoy maldice? De cifras, ni hablar. Ahí están las del Inegi, las de la Cepal, las del padecer cotidiano para sobrevivir en la pobreza que se multiplica a sí misma, por mucho que la acomoden en cuadros a modo los expertos en clasificar el hambre y sus consecuencias. Sacó de quicio al elegante secretario de Educación el estilo seco y retador del de Coahuila. ¡Miente!, diría Alonso Lujambio. Y el sinaloense a cargo de paliar la miseria y mantener vivos a los pobres, ubicó a estos millones en la pobreza alimentaria y a estos otros en la pobreza patrimonial. O algo así.

Cuando dejaron enterrados a los mineros de su tierra, el entonces gobernador Humberto Moreira habló recio y se retiró de Pasta de Conchos para no hacerse cómplice de la farsa montada por el secretario Salazar, antecesor de Lozano, pero correlón y no retador como el poblano. Entonces debieron haberle visto patas para gallo. Pero el poder y la molicie son inseparables. El priato tardío dejó la huella de la sumisión abyecta a la voluntad presidencial; el desplome del presidencialismo ilustrado, la disciplina franciscana de Miguel de la Madrid, el ascenso y caída del salinismo y la modernidad fugaz del libre comercio, y la despectiva sana distancia del zedillismo demolieron las instituciones del proceso histórico y enterraron vivo al priísta súbdito.

Diez años sin pleitesía priísta a la figura presidencial. No por súbita rebeldía individualista, sino porque en su campo de acción ya no está el donador de bienes, el dueño de sus posibilidades; del unto de la expectativa, decía Carlos Monsiváis. Hoy es panista el demiurgo. Y sus cortesanos defienden celosamente las instituciones, atentos a los estados de ánimo del señor Presidente. Por variables que sean. No se trata de respuesta palaciega: es la hora que usted quiera, señor. Pero puede decir y desdecirse sin que uno sólo de los feroces guardianes de la veracidad presidencial se anime a decir que a lo mejor se equivocó, o sufrió inesperada amnesia al corregir a Miguel Treviño, director del Consejo Cívico e Institucional de Nuevo León, quien le dijera: Señor Presidente, si ya eligió usted el concepto de guerra para definir lo que estamos viviendo...

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Humberto Moreira Valdés, líder electo del PRI, en imagen de diciembre pasadoFoto Yazmín Ortega Cortés

Yo no lo he usado y sí puedo invitar a que revise todas mis expresiones públicas y privadas. Usted dice: usted ya eligió el concepto de guerra. No. Yo no lo elegí. Yo he usado permanentemente el término lucha por la seguridad pública, y lo seguiré usando y haciendo, precisó Felipe Calderón Hinojosa. Los memoriosos reciclaron y recitaron cada llamado suyo a la guerra contra el crimen organizado de 2006 a la fecha, sin incluir sus expresiones privadas.

Y las estadísticas oficiales dieron a conocer cifras aterradoras de los muertos, de los homicidios registrados en los años de aplicar la estrategia gubernamental al combate del crimen organizado: más de 34 mil muertos. Mal anda esto de la guerra y la sangre derramada. Las palabras quieren decir lo que yo diga que quieren decir, proclamó Humpty Dumpty antes de la caída.

Y en la hora 11, en el quinto año de gobierno, se adelanta el proceso de la sucesión presidencial o lo precipita Felipe Calderón, decidido a no aceptar una derrota del PAN a manos del PRI, del fantasma del cesarismo sexenal, del autoritarismo presidencial que despareció al llegar la alternancia en el Poder Ejecutivo de la Unión y dar paso a la división de poderes, al contrapeso de un Legislativo que volvió a ser el eje de la agenda política nacional, y al federalismo de poder constituido y soberanía plena en las entidades de la República. No hay marcha atrás. No vuelve el pasado, aunque las voces retadoras de la nueva generación de priístas, sin tutor, sin más ataduras que la añeja estructura fiscal, disgusten tanto al poder panista como al liderazgo social del presidente legítimo López Obrador.

Ya no hay para dónde hacerse. Empiezan los cierres de campañas, y al filo de la violencia, Guerrero elegirá gobernador a fin de mes, votando por el priísta Manuel Añorve o por el ex priísta Ángel Aguirre. Y hoy toma posesión del gobierno de Tlaxcala Mariano González Zarur, político con oficio que persiguió la candidatura en su estado tantos años o más que Gabino Cué en Oaxaca. Y en abril culminará sus seis años de gobierno Félix González Canto, en Quintana Roo, donde asumirá el cargo Roberto Borge. Y Ricardo Barroso capitaliza la tozudez de Cota Montaño en Baja California Sur, donde el PRD podría perder una de las pocas entidades que gobierna. Entre otras, Chiapas, donde Juan Sabines apretó el paso y se comprometió con la política social. Ya sin Amalia García, hoy sometida a juicio, ¿cuántos gobernadores del PRD hay que no hayan militado en el PRI?

Ney González se llama el gobernador de Nayarit, cuyo padre, Emilio González, fuera líder cetemista, diputado, sena- dor y gobernador de la tierra del Nayar. Sin ánimo de irritar al movimiento lopezobradorista, es inevitable recordar que ahí se impuso una de las primeras coaliciones para hacer gobernador a Antonio Echavarría, priísta, tesorero de Emilio González y empresario que a la sombra del poder se convirtió en el hombre más rico de la región.Quiso dejar el puesto a su señora esposa, quien hoy es senadora y aspirante a candidata del PAN a la gubernatura del estado. Oportunidad para Jesús Ortega y asociados, porque en el estado de México les mató el gallo en la mano Andrés Manuel López Obrador. Y Luis Felipe Bravo Mena, todo de negro hasta los pies vestido, echó su cuarto a espadas para contender con Alejandro Encinas y quien resulte candidato del PRI.

Tiene prisa Felipe Calderón. Y es que ya galopan los del tricolor rumbo a Los Pinos.

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