Wednesday, February 13, 2008



Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme


ExxonMobil, primera trasnacional de Estados Unidos, no se iba a quedar imperturbable frente a la audaz nacionalización de junio pasado en la que se vieron afectados sus intereses en la franja del Orinoco, considerada la mayor reserva de petróleo no convencional del mundo.
Como en los tiempos coloniales del siglo XIX, cuando las potencias europeas embargaban a los países de Noráfrica, ahora la pirata trasnacional texana ExxonMobil confiscó precautoriamente los activos foráneos de la estatal PDVSA mediante fallos judiciales controvertidos en las plazas anglosajonas y holandesas de Manhattan, Londres, Holanda y las Antillas Holandesas (¡super sic!); exige una indemnización al elevadísimo precio del “mercado” y el gobierno venezolano desea pagar al valor contable de sus libros.
Tal congelamiento de bienes recuerda los actos similares contra los activos de Irak e Irán en Estados Unidos, pero tampoco se puede soslayar la venganza cruel del viejo amo hacia el esclavo liberado: Venezuela era el “rancho” (literal) de los Rockefeller, los fundadores de ExxonMobil, hasta que llegó su aguafiestas.
¿Se trata de los estertores de las trasnacionales petroleras anglosajonas frente al auge de las empresas estatales de Rusia y la OPEP? ¿O es el inicio de una regionalización geoenergética de los condominios geopolíticos y geoeconómicos de grandes potencias, como Estados Unidos, que persiste en ultrajar a Canadá, México y Venezuela como vulgares súbditos en su pretendida esfera de influencia hemisférica desde el Comando Sur hasta el Comando Norte (el ASPAN), cuando la Doctrina Monroe añeja de casi dos siglos ha sido hecha añicos a raíz de la derrota del unilateralismo bushiano?
A nuestro juicio, la trasnacional texana participa en una guerra multidimensional de Estados Unidos (y de su palafrenero español, quien le ayudó en el fallido golpe de estado de 2002 contra Chávez ) para apoderarse de las mayores reservas de petróleo del planeta (cuando se suma el convencional y el no convencional) que detenta Venezuela.
La “guerra financiera” desatada ha golpeado el precio de los bonos venezolanos en los “mercados”, debido al “riesgo de una quiebra de PDVSA ahogada en deudas”, según Russell Hotten, del The Daily Telegraph (09/02/08), quien califica de “sin precedente” la acción judicial en varios países por ExxonMobil y ubica la verdadera dimensión de la jugada que “está siendo observada estrechamente por las empresas de energía en el mundo que enfrentan la presión creciente de los gobiernos para renunciar al control de sus proyectos y renegociar sus contratos”.
La depredadora texana ExxonMobil pega donde más duele, ya que Venezuela depende enormemente de sus ingresos petroleros: 90 por ciento de sus ganancias por exportaciones, más de 50 por ciento de sus ingresos fiscales, y alrededor de 30 por ciento de su PIB.
La batalla es desigual. El gobierno venezolano, que no sabemos si se transmutará en un David, se enfrenta a un “Goliat”: la primera transnacional petrolera mundial, con una capitalización de mercado de más de 517 mil millones de dólares (¡más de tres veces el PIB nominal de Caracas!) y con ingresos el año pasado por más de 400 mil millones de dólares frente a los más de 110 mil millones de dólares de Venezuela.
La reputación de ExxonMobil es de las peores del mundo; su historial ha sido macabro desde su fundación como Standard & Oil y se ha refocilado en depredar y devastar: sexto lugar entre las 100 empresas más contaminantes de Estados Unidos, según Political Economy Research Institute. Con tales antecedentes se perfila como el caballo de Troya para descuartizar a Venezuela y lubricar una nada improbable invasión militar estadunidense, mientras azuza en la retaguardia al régimen títere de Álvaro Uribe en Colombia.
De las varias empresas afectadas por las medidas de nacionalización, únicamente ExxonMobil se ha rebelado y ha pasado a una feroz contraofensiva judicial que no presagia nada bondadoso. En realidad, la nacionalización no fue total, sino parcial, ya que las trasnacionales solamente se vieron obligadas a devolver 60 por ciento de su capital en sus operaciones con PDVSA.
Los activos europeos de PDVSA corren peligro en Alemania, Finlandia, Gran Bretaña incluso en Estados Unidos, pero, más que nada, en la misma Venezuela, donde el régimen torturador bushiano puede optar por una invasión militar con el pretexto de defender los intereses de su principal trasnacional global.
Stratfor (8/2/08), centro de propaganda texano-israelí, corrige que la orden judicial de embargo precautorio arroja en realidad un total de 36 mil millones de dólares (12 mil millones por plaza judicial), lo que pone en la mira a Citgo, la subsidiaria de PDVSA en Estados Unidos; “predice” que el recurso judicial en las “cortes internacionales” será imitado por otras trasnacionales (v.gr ConoccoPhillips) que “se sienten engañadas (¡super sic!)”.
¡Para que aprendan los entreguistas “mexicanos” del epílogo que les espera en sus transacciones con las grandes potencias!
Stratfor recalca que, “a diferencia de varias empresas estatales de energía, PDVSA posee numerosos activos foráneos”, siendo la mayor Citgo, la cuarta refinería en Estados Unidos, que refina aproximadamente 1.1 millones de barriles al día. De facto, ExxonMobil embarga esta cuantiosa cantidad de crudo refinado.
También se encuentran en la mira las refinerías de las Islas Vírgenes (EU) y las Antillas Holandesas, donde PDVSA posee fuertes intereses y que se han vuelto “vulnerables a los actos legales” de ExxonMobil.
El asombroso desempeño económico de Venezuela (con sus normales “disonancias”) ha exasperado al régimen torturador bushiano, al haber puesto en ridículo los “logros” del régimen pinochetista-neoliberal con máscara social demócrata de Chile: un peón, desde el punto de vista militar y financiero, de la dupla anglosajona en Sudamérica, que ha sido inventada como “paradigma” a seguir, amén de los fundamentalistas monetaristas de los Chicago Boys (hoy en plena ruina intelectual), por la revista Letras Libres del desinformado y desinformador Enrique Krauze Kleinbort, así como por el eterno ignaro Emilio Gamboa Patrón, un operador de los caños del desagüe del putrefacto “viejo régimen” mexicano.
Con poblaciones y territorios semejantes, Venezuela (25 millones de habitantes y 882 mil 50 km) supera a Chile (16 millones de habitantes y 748 mil 800 kms) en el PIB “nominal” en 60 por ciente: 166 mil millones frente a 107 mil 700 millones de dólares; también prevalece por encima de Chile en 30 por ciento en el “poder de paridad de compra”: 335 mil millones frente a 234 mil 400 millones.
El crecimiento anual de Venezuela ha rebasado los dos dígitos en el último trimestre y representa más del doble de Chile que con sus fondos de pensiones desplomándose anda en 5 por ciento. En reservas de divisas, Venezuela cuenta con 31 mil 630 millones frente a 22 mil 240 de millones de dólares de Chile.
Más aún: Venezuela exhibe un mejor “índice Gini” (que mide la distribución del ingreso familiar) que el ranking patético de Chile, el cual se ubica en niveles africanos, con cifras del año 2003 –que Caracas seguramente habrá mejorado en los pasado cuarto años debido a su fenomenal despegue.
La existencia misma de Venezuela desmiente el modelo neoliberal impuesto por Estados Unidos en Latinoamérica. De allí la necedad y la necesidad de destruir a Venezuela, donde Estados Unidos pretende adueñarse del petróleo que no pudo capturar en Irak.




Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme


Una de dos: o bien las todavía poderosas trasnacionales petroleras de Estados Unidos pretenden dar su última batalla al estilo colonial del siglo XIX –cuando los países norafricanos fueron embargados literalmente– propinándole una severa lección a Venezuela por haber osado nacionalizar sus hidrocarburos en junio pasado (“ExxonMobil declara la guerra a Venezuela”; ver Bajo la Lupa, 10/2/08), con el fin de disuadir y/o doblegar a las demás empresas estatales de la OPEP (más fácil) y a Rusia (más difícil); o bien la poderosa petrolera texana, a sabiendas de la lógica reacción inducida del nada dúctil presidente venezolano Hugo Chávez –quien amenazó cortar el suministro a Estados Unidos como medida defensiva frente al embargo precautorio a los bienes foráneos de PDVSA y llevar el “oro negro” a 200 dólares el barril–, se sincroniza y acopla con las apuestas especulativas de los hedge funds (fondos de cobertura de riesgo) de la banca anglosajona, que intenta elevar artificialmente, en esta fase, el precio del crudo de aquí al final de la aciaga gestión de Baby Bush, para luego desplomarlo a su antojo, en una siguiente fase (quizá a principios de 2009), con el fin de arrodillar a los productores estatales globales, tan dependientes de sus ingresos.
Tanto al alza como a la baja de las cotizaciones bursátiles, las corredurías que manejan los ominosos hedge funds en el mercado petrolero –conocedoras de las tendencias financieras que inducen artificialmente con sus cuantiosos capitales “apalancados”– ganan cuantiosas fortunas con las que pretenden llenar los faltantes de sus previas especulaciones fallidas en el sector inmobiliario en plena debacle y que ha llevado a la insolvencia a la banca israelí-anglosajona.
Se calcula que en el mercado petrolero, que rebasa los 4.2 billones de dólares al año, los hedge funds juegan independientemente con más de 2 billones de dólares, es decir, casi 50 por ciento del total, susceptibles de alterar dramáticamente el precio del crudo, como elaboramos en nuestro libro Los cinco precios del petróleo (Editorial Cadmo & Europa, Buenos Aires, 2006).
Es evidente que con la mitad de los dados y dedos cargados en el “mercado (sic)” petrolero, los hedge funds se han convertido en el arma financiera (“visible” para los contados conocedores, e “invisible” para la mayoría de la población mundial deliberadamente desinformada) más peligrosa y diabólica jamás conocida por la humanidad (y por la OPEP y Rusia).
Así que no hay que desestimar el profundo daño que todavía puede ocasionar la dupla anglosajona que domina, además, el “mercado” duopólico donde se cotiza el crudo: la Bolsa de Intercambio Mercantil de Nueva York (NYMEX, por sus siglas en inglés) y la londinense Bolsa de Intercambio Internacional de Petróleo (IPE, por sus siglas también en inglés), ambas controladas, para colmo de la circularidad, por las trasnacionales energéticas y bancarias de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Una de nuestras tesis nodales es que el binomio energético-bancario anglosajón no solamente es bidireccional, sino que, también, (con)forma un círculo de retroalimentación que predominó en la fase de auge de la globalización financiera, hoy en caída libre (lo que explica muchos de sus actos militares y piratas desesperados).
Entre los accionistas mayoritarios de ExxonMobil, la primera trasnacional de Estados Unidos, se encuentran los bancos anglosajones y las más poderosas mutualistas e inversoras multimillonarias del planeta: Barclays Global Investors, JP Morgan-Chase (propiedad también de los Rockefeller), Goldman Sachs, Mellon Financial, Lord Abbett, State Street Global Advisors (la mayor inversionista institucional del mundo), The Vanguard Group, Fidelity Management and Research, Northern Trust, la megamutualista Alliance Bernstein, Wellington Management Co., Capital Group, BlackRock, Columbia Management Advisers (del desfalleciente Bank of America), etcétera. ¡Qué bárbaro! Se trata de la crema y nata del desalmado capitalismo anglosajón, concentrada en ExxonMobil, que ha declarado las guerras económica y desinformativa a Venezuela.
Para los mendaces multimedia anglosajones valió más los titulares la reacción de Chávez que la acción que la indujo: el embargo precautorio de ExxonMobil a PDVSA, que fue ocultado en Estados Unidos con la notable excepción de Stratfor, centro de propaganda texano-israelí, que desecha despectivamente la “amenaza hueca” del corte de suministro a Estados Unidos, que perjudicaría más a Caracas que a Washington y que “llegaría incluso a socavar el poder” de Chávez (11.2.08): “alrededor de 90 por ciento de los 2 millones de barriles al día de las exportaciones de Venezuela a Estados Unidos”, una buena parte de la cual está constituida por la variedad pesada, que necesita ser procesada exclusivamente en las refinerías estadunidenses; “el costo sería muy alto” para Chávez por carecer de refinerías en el corto plazo (que tomaría dos años remediar), obligado a pagar los fletes de transporte a mercados alternos, y prácticamente sin ahorros “amortiguadores”, lo que ha llevado a PDVSA a desviar sus fondos a la banca suiza por temor al embargo de ExxonMobil que, pareciera, tenía todo muy bien planeado con la Casa Blanca para librar la guerra multidimensional contra Venezuela y operar un “cambio de régimen” favorable a sus intereses petroleros (como el “México calderonista”).
Sucede que Venezuela es vista como un “modelo para la nacionalización en la región”, según Sara Miller, de The Christian Science Monitor (11/2/08), quien afirma que el “golpe” va dirigido “contra los esfuerzos (sic) de los países productores de petróleo y gas (sic) para renegociar sus contratos cuando los precios de las materias primas se han disparado”, así como para frenar el creciente “nacionalismo económico” en Latinoamérica. ¿Cómo le va a hacer Estados Unidos cuando los aires libertarios soplan como nunca en la historia del cono sur?
De acuerdo con los entrevistados muy a modo por Miller, no es lo mismo la época de auge económico de Estados Unidos que su futura recesión cuando, debido a la disminución de la demanda del crudo, que naturalmente abatiría su precio, los países productores de América Latina serán orillados a renegociar sus contratos “en términos más moderados” (¡super-sic!).
Más allá de las cacofónicas bravatas de los multimedia de Estados Unidos, que azuzan a las otras trasnacionales petroleras anglosajonas a seguir el “ejemplo” de ExxonMobil, el canadiense Roger Tissot aduce que el embargo precautorio de ExxonMobil constituye un “mecanismo de presión”, como parte de la “táctica de negociación” ulterior.
Como que el “terrorismo judicial” desplegado por la depredadora texana ExxonMobil no deja mucho margen para la fructífera negociación conciliadora y parece más bien formar parte de la guerra multidimensional que libra subrepticiamente el régimen torturador bushiano contra Venezuela –mucho más allá de la figura pasajera de un presidente en el túnel del tiempo, sea quien fuere–, para adueñarse “jurídicamente” de sus recursos petroleros.
No es gratuidad coincidental que el feroz contrataque de la pirata texana ExxonMobil contra la vulnerable Venezuela se escenifique simultáneamente, en un movimiento de pinzas, al embate desnacionalizador de Pemex por el entreguista duopolio neoliberal del PRI y el PAN.

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