Thursday, July 26, 2007

El portavoz del neoliberalismo global, The Financial Times ("Retroceso de la globalización en los países ricos", 22/7/07), uno de los periódicos más influyentes del mundo, se asombra y muestra su "profunda preocupación" tras los hallazgos del Instituto Louis Harris, que realizó una encuesta multinacional en cinco países miembros del G-7 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia) y, de refilón, en España sobre el repudio generalizado a la globalización.



http://www.jornada.unam.mx/2007/07/25/index.php?section=opinion&article=020o1pol

Bajo la lupa

Alfredo Jalife-Rahme
¡Impopularidad de la globalización en EU y Europa!, según The Financial Times

El portavoz del neoliberalismo global, The Financial Times ("Retroceso de la globalización en los países ricos", 22/7/07), uno de los periódicos más influyentes del mundo, se asombra y muestra su "profunda preocupación" tras los hallazgos del Instituto Louis Harris, que realizó una encuesta multinacional en cinco países miembros del G-7 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia) y, de refilón, en España sobre el repudio generalizado a la globalización.

Quienes se han beneficiado mayormente de la globalización exhiben la "terrible revelación", explica De Defensa (23/7/07), centro de pensamiento militar-estratégico europeo con sede en Bruselas: "los pueblos del mundo desarrollado, matriz de la globalización, la repudian en su mayoría".

Los "resultados desoladores (¡súper sic!) son aplicables en EU y en Gran Bretaña, con culturas económicas más liberales, o en las economías europeas continentales más dirigistas", explaya Chris Giles, quien admite que la "globalización es vista como una apabullante fuerza negativa por los ciudadanos de los países ricos que desean que sus gobiernos amortigüen los golpes que, según perciben, han provenido de la liberalización de sus economías al comercio con los países emergentes".

¿Pesa tanto la sombra competitiva del BRIC (Brasil, Rusia, India y China)? Desolado y asombrado, The Financial Times constata que los "ciudadanos de los países ricos se sienten inseguros. Ven la globalización como dañina a sus intereses, y se preocupan por las crecientes desigualdades; se muestran nada impresionados por quienes dirigen las grandes compañías, y desean que los políticos hagan el mundo más igualitario".

Uno de los problemas es que la clase política, con sus justas excepciones, fue desmantelada por las lubricaciones financieras de los ejecutivos de ventas de las trasnacionales y solamente queda como último recurso sanitario que los mismos ciudadanos tomen cartas en el manejo de su destino.

A juicio de Giles, una de las consecuencias será que los "resultados abren el camino a políticos populistas (sic) para obtener el apoyo de la retórica (sic) antiglobalizadora con promesas de mayor control regulatorio de las economías". Comenta que "aunque definir la globalización desafía a muchos expertos, la gente de los países ricos tiene pensamientos lúgubres cuando escucha el término". Resalta que "en Gran Bretaña, Estados Unidos y España, menos (sic) de la quinta parte de los consultados respondió que la globalización era benéfica".

Los extravíos y desvaríos semánticos son ciertos y han alcanzado niveles de trivialización propagandística, como la que ha ejercido tiránica y unilateralmente en los multimedia el neoconservador bushiano Enrique Krauze Kleinbort, quien llegó a perorar de manera descabellada sobre la "globalización de la democracia", una verdadera contradicción, cuando nada es más antidemocrático que la desregulada globalización financiera feudal, modelo eminentemente plutocrático y misántropo.

Más sensato, Giles aduce que los "resultados son preocupantes (sic), ya que la mayoría (¡súper sic!) de los economistas cree (¡súper sic!) que la globalización ha sido estímulo del desempeño económico de los países ricos y pobres por igual (sic)". Esto no es un acto de fe, y nunca tales "economistas" (se ha de referir a la fauna neoliberal) pudieron cotejar sus publicitarios dogmas fundamentalistas con los hechos de la vida real.

Cabe preguntar a sir Chris Giles: ¿para quién son "preocupantes los resultados"? Desde luego que no para los ciudadanos libres, quienes mediante su repudio tienen la oportunidad dorada de imprimir un giro a su destino, secuestrado por la parasitaria plutocracia especuladora y enemiga del bien común, la única beneficiada de un modelo pernicioso, a todas luces depredador y antihumano.

La brecha entre pudientes y desposeídos se ahondó en los países ricos: "más (sic) de tres cuartas partes de los consultados respondió que en cada país (Nota: de los seis desarrollados), a excepción de España, piensan (¡súper sic!) que la desigualdad aumentó".

A España, el medieval Aznarstán (ver Bajo la Lupa, 24/6/07) hace mucho que lo hizo perder la brújula: un país colonizado financieramente por la banca británica, que está a punto de ser regresado a su verdadera dimensión con la implosión de su burbuja inmobiliaria y su paulatina expulsión de los sectores estratégicos en Latinoamérica, como consecuencia del renacimiento nacionalista y la insolente intromisión en sus antiguas colonias. Sin contar sus grotescas aventuras militares con mercenarios latinoamericanos, donde comparte las derrotas de sus amos anglosajones en Irak y Afganistán, la aznarista España medieval ya se querelló con China (¡nada más!), Irán (¡nada menos!) y personalidades de primer nivel de Latinoamérica, región que maltrata como a sus conquistados del siglo XVI, y no se da cuenta que representa un vulgar y decepcionante instrumento del unilateralismo bushiano, que está en plena putrefacción.

La gloriosa España de ayer, hoy totalmente irreconocible y a la que correspondía ser uno de los puentes civilizatorios del planeta, la desfiguró la desregulada globalización financiera feudal.

Amén de la revuelta ciudadana contra los parasitarios ejecutivos que gozan de salarios estratosféricos, lo cual ha incitado a que los ciudadanos de los seis países "apoyen mayores impuestos a quienes más ganan", Giles aduce que "varios estudios de desigualdad intergeneracional muestran que los niños de los pobres serán probablemente más pobres en Estados Unidos y Gran Bretaña que en las naciones de Europa continental". ¿Dónde radica la sorpresa, cuando el capitalismo anglosajón es uno de los modelos económicos más bárbaros conocidos por el género humano?

De Defensa comenta en forma sarcástica que la primera "sorpresa" de la encuesta multinacional es la propia "sorpresa dolorosa" de The Financial Times: "¿Imaginó un instante esa gente (sic) que la globalización era popular con los ciudadanos civilizados?"

La "segunda sorpresa, que no es tal", versa sobre "la evidencia de la impopularidad de la globalización" y las reacciones ciudadanas que se manifiestan en otros ámbitos: "desde el repudio a la guerra contra Irak" hasta el "oleaje de antiamericanismo en el mundo", aprecia De Defensa, que destaca el común denominador de una "identificación del inconsciente colectivo de los pueblos contra los embates destructurantes a su identidad". Uno de los siete pecados capitales de la globalización se fincó en la "negación de las identidades nacionales".

Una "tercera sorpresa, que tampoco lo es", a juicio de De Defensa, que abunda en el "desasosiego" de The Financial Times, radica en que los "pueblos anglosajones no son los últimos en oponerse a la globalización". Sucede que los "pueblos de fuerte identidad" tampoco se identifican con las "orientaciones tomadas por sus dirigentes".

Los resultados de la encuesta multinacional de The Financial Times aportan otra prueba más que consolida nuestra tesis de la desglobalización.


http://www.jornada.unam.mx/2007/07/26/index.php?section=opinion&article=024a1mun

Angel Guerra Cabrera
Globalización: se desinfla el mito

Una encuesta publicada por el londinense Financial Times esta semana muestra que una mayoría en Estados Unidos y los principales países de la Unión Europea rechaza la "globalización", cree que no le ha aportado nada positivo, aboga por mayores impuestos a los ricos y favorece un "techo" a los astronómicos salarios de los jefes de la corporaciones. "La visión de que abrir las economías para hacer más libre el comercio beneficia a los países pobres y ricos por igual no es compartida por los ciudadanos de los países ricos", comenta el rotativo sobre los resultados del sondeo. En Europa la consulta abarcó a Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y España.

Una encuesta similar en los países pobres sería ociosa, dado el notorio y ascendente repudio a la globalización protagonizado en éstos desde hace más de dos décadas. Especialmente en América Latina, donde no se le ve el final a las protestas, desde locales y sectoriales hasta rebeliones populares nacionales, expresadas en las calles y mediante el sufragio.

Pero, ¿qué se entiende por globalización? La respuesta depende del punto de vista de quien la ofrezca. Están la versión del poder, ya no tan almibarada como en los primeros tiempos, aunque ahora más tramposa, y la alternativa, basada en el interés de los pueblos y la lectura objetiva de los datos de la realidad social. Trataré de resumir la última, ya que la primera es ampliamente conocida y machacada a diario por los medios dominantes.

La globalización neoliberal, sí, con apellido, no es una fase ineludible y fatal del progreso que opera ciegamente. Es una política deliberada de las potencias imperialistas encabezadas por Estados Unidos, cuyo auge se enmarca históricamente a partir del inglorioso derrumbe del socialismo soviético, que pretende llevar hasta sus últimas consecuencias la mundialización capitalista, ampliada sucesivamente desde el siglo XV. El derrumbe pareció condenar al mundo a la voluntad de expolio, dominación y guerra de una sola potencia, produjo enormes deserciones en la izquierda comunista o radical y una gran confusión ideológica, que permitió al imperialismo desencadenar una ofensiva planetaria por la obtención máxima de ganancia, el fin de las soberanías nacionales de los países pobres, el saqueo recolonizador de sus recursos y la marginación y pauperización aceleradas de cientos de millones de trabajadores, indígenas, desempleados y sus familias, tanto en los centros imperiales como en las regiones pobres. Los imperialistas y sus socios locales se sintieron con las manos libres para poner en práctica medidas que ya habían desechado mucho antes como muy peligrosas para el propio sistema capitalista debido a sus explosivas consecuencias sociales y políticas. Se desmantelaron en todas partes derechos conquistados a fuerza de grandes luchas de los trabajadores y cundió la depredación ecológica.

El proyecto fue concebido aprovechando viejos y nuevos instrumentos, entre ellos el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, el novel Consenso de Washington, la Organización Mundial de Comercio, el Pentágono, la CIA, la OTAN, el sistema escolar a todos los niveles y los llamados medios de comunicación de masas, cada vez más centralizados y emponzoñados en medio de un periodo sin precedente en la concentración capitalista. Ha abarcado regresivas transformaciones económicas, ideológicas, políticas, sociales, culturales -las famosas "reformas"-, apoyadas en una creciente militarización y la criminalización del pensamiento cuestionador y la protesta social. Se difundieron los mitos de la ineficacia del Estado y la necesidad de su achicamiento, la bondad de las privatizaciones y la "desregulación" de las actividades económicas, supuestamente llamadas a crear una "derrama" general de bienestar. En efecto, los Estados se achicaron, pero para liquidar su función de redistribución de la riqueza, ya que los aparatos militares y represivos crecieron como nunca antes como parte del objetivo de esclavizar a la humanidad. Lo más reaccionario del "paquete" neoliberal es que no fue consultado a los pueblos, en la acción más antidemocrática llevada a cabo por los Estados imperialistas. El atentado terrorista del 11/S fue aprovechado para recrudecerlo mediante el lanzamiento de genocidas guerras de conquista en Afganistán, Irak y Líbano, cuyo fracaso ha acelerado la evidencia incontrovertible de su inviabilidad.




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