Wednesday, October 24, 2007

http://www.jornada.unam.mx/2007/10/24/index.php?section=opinion&article=024a1pol

Carlos Martínez García
Lutero y los meones de agua bendita
Para las conciencias acendradamente católicas, intolerantes y negadas al debate que reconoce los derechos de sus interlocutores, los adversarios son indeseables que ponen en peligro la siempre anhelada uniformidad de pensamiento. En México, dentro del conservadurismo que va desde la Colonia hasta nuestros días hay consumados ejemplos de pensamiento reaccionario, oscurantista, negado a la diversidad de criterios.
En la disputa por la dirigencia de Acción Nacional, un enfrentamiento entre supermochos contra mochos (los primeros nostálgicos del siglo XVI, antes de la ruptura luterana; y los segundos que aceptan a regañadientes el Estado laico pero que lo debilitan a la menor oportunidad a su alcance), han salido a relucir argumentos ideológicos, políticos, morales y teológicos. Entre estos últimos, la corriente menos oscurantista, en voz de Germán Martínez Cázares, señaló que en el PAN se han enquistado "meones de agua bendita". No especificó nombres, pero los analistas y conocedores de los grupos ideológicos en el interior del panismo, pronto señalaron como destinatarios de la frase a los militantes de El Yunque, y, sobre todo a Carlos Abascal (secretario general adjunto del PAN) y Manuel Espino (presidente del Comité Ejecutivo Nacional). Como no soy inspector de las micciones de nadie, me atengo a que Germán Martínez algunas evidencias tendrá para aseverar lo que con tanta seguridad dijo sobre la actual dirigencia de su partido.
La más acabada réplica a eso de la naturaleza de los líquidos que desalojan Espino y el ala panista que lo apoya, quedó impresa en un artículo publicado por El Universal la semana pasada. En su colaboración "PAN: conciencia contra apariencia", Manuel Espino recurre para ejemplificar lo malévolo de sus antagonistas que le disputan la dirección de Acción Nacional, a cuya relección declinó participar hace dos días, a una comparación que lo revela de cuerpo entero. En plena línea con la ortodoxia de la Contrarreforma vilipendia y lanza epítetos ofensivos contra Lutero: "La actitud sicopatológica de quienes han traicionado al PAN en nombre de su historia y de su doctrina recuerda el comportamiento acomodaticio de Martín Lutero, que lo llevó a justificar su defección. Ya desviado, su soberbia se hizo diatriba contra el rey Enrique a quien, sin escrúpulo, describió como un cerdo, un imbécil y un mentiroso que merecía, entre otras cosas, estar cubierto de excremento".
Para saldar lo que considera una afrenta propinada por Germán Martínez, casi seguro próximo presidente del PAN, Espino le endilga un símil que le ha de haber dolido en extremo porque aquel es un personaje formado en centros bien identificados con el conservadurismo católico. Estudió en la Universidad La Salle y dio clases en la Universidad Anáhuac. Por cierto que Espino sigue una tradición que puede ser documentada con nitidez desde la Colonia, prosigue con la Independencia, se opone a Juárez, se manifiesta en la Revolución y contra la Constitución de 1917, resurge en la Guerra Cristera y añora la unción del Estado a la Iglesia católica hasta el México de hoy. Nos referimos a eso de ver luteranismo donde no lo hay, como en el caso de la excomunión a Miguel Hidalgo y Costilla, a quien la Inquisición condenó, entre otros cargos, por hereje luterano.
Manuel Espino tiene una clara opinión de Martín Lutero. Para él es sicópata, traidor, acomodaticio, desleal, desviado, soberbio, violento, injuriador y lépero. Todos estos calificativos los encontramos nada más en el primer párrafo del artículo de un iracundo presidente del PAN. Uno se pregunta por qué involucra en su querella contra Martínez Cázares a Martín Lutero. El de Espino es un caso, en este asunto de evocación antiluterana, más para sicólogos y sicoanalistas que para politólogos. Si los anteriores epítetos arrojados por Espino Barrientos, y muchos otros que lanza contra Germán Martínez, a quien nunca se refiere por nombre en su escrito, son ciertos o no, es una cuestión que le toca responder a quien fuera fugaz secretario de la Función Pública en la administración de Felipe Calderón. Lo que a mí me inquieta es la fobia que Espino le tiene a Lutero, y por ende al enfrentamiento del reformador alemán, y sus resultados religiosos y culturales, contra la Iglesia católica.
En su lucha contra los que consideraba desmanes del papado romano, sus tergiversaciones de las enseñanzas bíblicas y su autoritarismo, Lutero enarboló el principio del libre examen y la libertad de conciencia. En la Dieta de Worms (abril de 1521), Martín Lutero compareció ante las autoridades católicas y el emperador Carlos V. Sus enjuiciadores buscaban que se retractara de las herejías, en las que, según ellos, Lutero había incurrido al criticar la corrupción de Roma y todo su sistema de dominio político y religioso. En un corto, pero históricamente significativo discurso, el disidente concluyó su exposición: "A menos que se me convenza mediante el testimonio de las Escrituras o mediante clara razón –puesto que no confío ni en el Papa ni en concilios únicamente, pues bien sabido es que a menudo han errado y se han contradicho–, estoy obligado por las Escrituras que he citado, y mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios. No puedo y no quiero retractarme de nada, ya que no es seguro ni correcto contrariar la conciencia. No puedo proceder de otro modo; aquí estoy firme; que Dios me ayude, amén". Al inquisidor Manuel Espino le molesta en extremo lo que Lutero hizo y por eso, para él, es sinónimo máximo de perversidad.

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Arnoldo Kraus
Ciencia y moral
Mucho se ha hablado acerca de si la ciencia y sus actores deben o no ser neutrales. En esta discusión vinculo la palabra neutral con el término ética, y con otros atributos como justicia social; en el mismo contexto deben escrutarse las relaciones entre algunos científicos (por fortuna muy pocos) con el poder político y económico. Agrego, para fomentar el disenso y sembrar más controversias, los daños generados por la ciencia en algunas personas, en la sociedad y en la atmósfera.
Buena parte de lo que ahora escribo emergió de una mesa redonda organizada la semana pasada en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, bajo el título "La ética en la investigación". Robo –corroboro, plagio con astucia– de León Olivé, Diego Valadés y Ruy Pérez Tamayo, inmejorables expositores, algunas de sus ideas, aderezadas por las recientes declaraciones de James Watson, Premio Nobel de Medicina en 1962 junto con Francis Crick, descubridores de la doble hélice del ácido desoxirribonucleico.
Aunque parcialmente se desdijo, sus ideas son duras, excluyentes y peligrosas por varias razones; las expresó un premio Nobel, la genética es y ha sido fuente de racismo y de destrucción, y, por último, el mundo es testigo sinfín de las inmensas diferencias entre los unos y los otros. No obstante que es imposible saber si Watson modificó sus opiniones motu proprio, por haber sido suspendido de su cargo en el laboratorio Cold Spring Harbor de Nueva York, o por la avalancha de críticas a nivel internacional, sus comentarios son, a todas luces, execrables.
Entrevistado por reporteros del Sunday Times dijo sentirse pesimista por las perspectivas para África, porque "todas nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que su inteligencia (de los africanos) es igual a la nuestra, cuando todas las pruebas indican que en realidad no es así", a lo que agregó que "toda al gente que ha tenido que emplear negros sabe que la igualdad de razas no es verdad". Mortificado por las críticas y seguramente por la cancelación de algunos actos en Inglaterra, donde presentaría su último libro (Avoid Boring People), Watson, de 79 años, intentó disculparse: "Sólo puedo pedir disculpas sin reservas a todos aquellos que hayan inferido de mis palabras que África, como un continente, es de alguna manera genéticamente inferior".
Al lector corresponde decidir cuál de las dos opiniones es la genuina. Los argumentos contradictorios deben leerse sopesando tres hechos: Watson es premio Nobel, cada quien puede decir lo que quiera, y debe recordarse que en 1997 afirmó que las embarazadas deberían tener el derecho de abortar si el niño "portaba los genes de la homosexualidad". Problema crucial es que las ideas de los acreedores a los Nobel viajan por todo el mundo. Asimismo, se tiende a creer, a pesar de que muchas personas consideran que esos galardones están amañados y no necesariamente son representativos, que las opiniones de tan ilustres personas son válidas y en ocasiones ejemplares. A pesar de que se desdijo, lo espetado por Watson es terrible. Teniendo en cuenta su comentario en relación a la homosexualidad es probable que su retracción no haya sido sincera.
No hay duda de que cualquier persona tiene derecho a decir lo que piensa, pero también es cierto que en las sociedades libres es permitido y deseable opinar sobre cualquier argumento. Algunas de las escasas voces que lo han apoyado sostienen que se deben ofrecer argumentos científicos, no éticos, para contradecirlo, lo cual, también puede aseverarse en sentido inverso: Watson debe mostrar por medio de experimentos científicos su menosprecio hacia los negros y los homosexuales. El embrollo generado por el Nobel es complejo y penoso. Sus palabras pueden enturbiar algunos logros de la ciencia e incrementar las ya de por sí insalvables distancias entre los unos y los otros. No sobra recordar el número de genocidios ocurridos por el color de la piel o la religión.
Si bien es cierto que la investigación científica es neutra moralmente, la ciencia y la moral son inseparables; los productos emanados de ella y las consecuencias negativas de ésta no pueden ser moralmente neutrales. Bajo esa óptica deben leerse las declaraciones de Watson. Los científicos, al igual que los médicos, los carpinteros, los taxistas, los deportistas o los filósofos –excluyo a los políticos– son entes moralmente responsables y también deben serlo en el área social. La ciencia carece de ideología, pero el uso que se le da puede tener connotaciones políticas, racistas o inhumanas.
En ocasiones las palabras dañan más que las acciones. Eso es lo que ha hecho James Watson.

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Prefiero la "demencia" a la genuflexión: la senadora en foro de Casa Lamm y La Jornada
Terrible, que acepten a Calderón quienes sufrieron un fraude como AMLO: Ibarra
Matilde Pérez U.
La senadora Rosario Ibarra de Piedra dijo que es "terrible y vergonzoso" que gente que sufrió un fraude electoral similar al que se gestó contra Andrés Manuel López Obrador reconozca ahora a Felipe Calderón Hinojosa como presidente del país, y "digan que quienes no lo hacemos estamos dementes".
Recibida con un fuerte aplauso por los asistentes al foro La crisis de los derechos humanos en México, organizado por Casa Lamm y La Jornada, la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado sostuvo: "prefiero la demencia a la genuflexión", y convocó a todos los que luchan por las garantías individuales a sembrar esa semilla para lograr un país diferente, en el que se terminen la simulación y las reformas legales que favorecen sólo a unos cuantos.
Aseguró que no dejará su lucha de 32 años para que se presente a los desaparecidos políticos, y que continuará denunciando las arbitrariedades cometidas contra cientos de mexicanos. "Por eso se conformó nuevamente un Frente Nacional contra la Represión". Dijo que tampoco accederá a que se indemnice a los familiares de los desaparecidos en 1968, como se lo han propuesto. "No queremos indemnizaciones; ni con todo el oro del mundo pagan un desparecido", advirtió.
Antes, Miguel Concha Malo, del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria; Edgar Cortez, de la Red de Derechos Humanos Todos los Derechos para Todos, y Luis Arriaga, del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, comentaron que hay una crisis en los derechos humanos.
Concha Malo sostuvo que se observa retroceso y falta de voluntad política para que las garantías fundamentales sean garantizadas, promovidas y respetadas, además de que se ha criminalizado la protesta social, y advirtió que está creciendo el riesgo de militarización del país.
Luis Arriaga habló de la preocupación de los integrantes de organizaciones no gubernamentales defensoras de los derechos humanos, pues a partir de que asumió la Presidencia de la República, Felipe Calderón estrechó su colaboración con los militares, a quienes ha asignado acciones que corresponden a las instituciones civiles; se han incrementado abusos de soldados –como en los casos de la indígena Ernestina Ascencio Rosario, de Zongolica, Veracruz, y de Castaños, Coahuila–; se ha detenido a luchadores sociales y hay un ambiente de desdén al diálogo con la sociedad.
Apuntó que esa falta de respeto a los derechos también se refleja en el abandono del campo y en la carencia de una actitud más decidida para defender a los productores, sobre todo a partir de 2008, con la eliminación de aranceles a la importación de cuatro productos básicos para el país. "El gobierno apuesta a acciones de presión y desgaste, permitiendo que los conflictos alcancen un nivel que justifique ante la opinión pública acciones de represión, pero también hay una sociedad que, aterrada por la inseguridad y el desempleo, opta por prácticas de seguridad pública violatorias de los derechos fundamentales", abundó.
Destacó que mientras persistan las grandes desigualdades económicas y sociales y no se dé un viraje a la política económica, el panorama para los derechos humanos seguirá siendo desolador.
La sociedad, agregó Edgar Cortez, esperaba un cambio en el año 2000, pero lo que se vivió fue una alternancia en el poder, y la crisis en los derechos humanos continuó por la falta de cambios sustantivos; ahora "nos topamos con un gobierno autoritario, que no garantiza los derechos políticos de la población, y con un sector social que respalda esas acciones".

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