Tuesday, February 26, 2008


Joaquín El Chapo Guzmán Loera.

“Ciudad Juárez está en guerra”, afirma John Riley, agente especial a cargo de la división de la Agencia Federal Antidrogas del gobierno de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) en El Paso, Texas.
En lo que va del año, medio centenar de personas han sido ejecutadas en la ciudad fronteriza mexicana por sicarios de los cárteles de Juárez y de Sinaloa, incluidos 26 policías municipales, según informaciones de medios de comunicación de Ciudad Juárez y de El Paso.
Riley, conocido como Jack, asegura que estos dos poderosos cárteles del narcotráfico en México, el de Juárez, encabezado por Vicente Carrillo Fuentes, y el de Sinaloa, comandado por Joaquín El Chapo Guzmán Loera, están confrontados “por la plaza”, lo que explica que haya “tanta ejecución y secuestros de policías municipales y estatales”.
En lo que respecta al Cártel de Juárez, Riley advierte: “Está más fuerte que nunca…”

Narcoviolencia en Texas
Juárez, contigua a El Paso, parece una ciudad sin ley. Militarizada y amenazada día tras día por los narcotraficantes, nadie en el gobierno del estado se atreve a explicar las razones de la creciente narcoviolencia registrada ahí en las últimas semanas.
“Eso es lo raro”, comenta Jack a Proceso durante una entrevista realizada en sus oficinas centrales en El Paso, ubicadas en la zona comercial más conocida de esa ciudad texana. “Lo que estamos viendo es una lucha muy extraña entre las organizaciones”.
Explica: “Es extraña porque está ocurriendo a todos los niveles y no necesariamente es orquestada por los jefes de los cárteles; es decir, creemos que la lucha es diaria, pero en las calles; la contienda es por el control de este corredor”.
Jack, quien es el encargado de la vigilancia en 45 por ciento de la frontera que comparten Estados Unidos y México, señala que esta narcoguerra se intensificó a partir del pasado 16 de enero, cuando fue arrestado Saulo Reyes Gamboa, quien fue director operativo de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal de Ciudad Juárez durante el trienio 2004-2007.
Los agentes de la Oficina de Aplicación de las Leyes de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) que lo arrestaron lo acusan de haber sobornado a un agente aduanero de Estados Unidos para que permitiera el cruce de varios cargamentos de marihuana a ese país.
Cuando fue detenido, a Reyes Gamboa se le decomisaron 447 kilogramos de marihuana que tenía escondidos en una casa en la ciudad de Horizon propiedad de Karina Tarango, quien también fue detenida por agentes de la ICE.
Al día siguiente del arresto, en el centro de Ciudad Juárez fueron localizados los cadáveres de dos policías municipales. Ambos fueron ejecutados a tiros con armas de alto calibre.
Y el 21 de enero Francisco Ledesma Salazar, director operativo de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal, fue asesinado a balazos cuando salía de su casa.
El 24 de enero, en la esquina de Plutarco Elías Calles y Hermanos Escobar, el teniente de la Policía Municipal Julián Cháirez Hernández fue encontrado dentro de su patrulla con el tiro de gracia.
Siete horas más tarde, en el interior de una casa ubicada en las calles Monte Rainer y Monte Colón fue hallado el cuerpo desnudo de Mirna Yesenia Muñoz Ledo Marín, quien murió a causa de las heridas provocadas por un arma punzocortante.
Pocos minutos después, en la esquina que forman las calles Cutzamala y Marcos Martínez, el coordinador de Operaciones de la Policía Municipal, Francisco Ledesma Salazar, fue acribillado por un grupo de sicarios que viajaba a bordo de una miniván.
En un operativo similar, la noche del 25 de enero Fernando Lozano Sandoval, jefe de investigaciones de la policía del estado de Chihuahua, enfrentó a un grupo de pistoleros, quienes le metieron más de una decena de balazos. Pese al ataque, el investigador sobrevivió.
Los asesinatos continuaron en febrero. El sábado 1, los oficiales del Centro de Investigación Policial (CIPOL) Luis Alfonso Rivera Villa y Jesús García Rodríguez cayeron a manos de un comando que, según el peritaje, les disparó alrededor de 90 tiros de proyectiles calibre 7.62 que usan los rifles llamados “cuerno de chivo”.
El miércoles 6, dos policías municipales fueron ultimados; el jueves 7 otros tres; el viernes 8, dos, y el lunes 11 un comando acribilló a tiros al subdirector de Seguridad Pública de Juárez, Carlos Mario Parra Gutiérrez.

“Esto no ocurría antes”
Según Jack Riley, cuando la DEA confisca un cargamento importante de droga en territorio estadounidense obtiene información que la guía hacia los proveedores. Pero “ahora vemos que se da una represalia casi inmediata; eso no ocurría antes”, subraya en referencia a las recientes ejecuciones de policías mexicanos.
Las oficinas de la ICE en El Paso se niegan a dar detalles en torno al caso de Reyes Gamboa, sobre todo en lo que respecta al origen de la droga que le confiscaron y a los cargamentos que planeaba cruzar de Ciudad Juárez a El Paso.
Sin embargo, un agente que pidió confidencialidad asegura: “No tenemos duda de que los asesinatos de policías de las últimas dos semanas en Juárez están ligados a la detención de Reyes Gamboa”.
Incluso aventura que los narcotraficantes intentan acabar con los policías que ellos mismos tenían a su servicio, ante el temor de que Reyes Gamboa los denuncie a cambio de recibir una sentencia menor.
Para contener la narcoviolencia en esa ciudad fronteriza mexicana, el 23 de enero el gobierno de Felipe Calderón envió a decenas de soldados a patrullar las calles.
En la zona centro hay retenes que revisan a los automovilistas y vigilan las calles aledañas; los militares incluso montan guardia frente al Centro Médico de Especialidades, donde se encuentra internado el teniente Lozano Sandoval.
A Riley le complace la decisión de Calderón de militarizar Ciudad Juárez. Es algo que la DEA había venido pidiendo desde el sexenio de Vicente Fox. “Creo que es el primer paso en la dirección correcta.
Nunca habíamos visto tan agresivo al gobierno de Calderón en el combate al narcotráfico; debo confesar que esto ha dado como resultado un mejor intercambio de información de inteligencia de nuestra parte”.
Considera que la Policía Municipal de Ciudad Juárez, y por extensión las demás corporaciones del estado, están infiltradas por los cárteles de la droga, y sostiene que desde que la gente de El Chapo Guzmán comenzó a aparecer por la zona para arrebatarle la plaza a Carrillo Fuentes, la droga –en particular la marihuana– comenzó a llegar en grandes cantidades a El Paso.
“Creemos que las policías municipales están tan corrompidas que cuando las vemos colaborando con las agencias policiales federales de México nos provocan escalofríos.
Eso es casi una sugerencia de que los federales también pueden ser víctimas de la corrupción de El Chapo y de Carrillo Fuentes”, señala el agente especial de la DEA en El Paso.
Y para ilustrar su afirmación de que El Chapo le declaró la guerra a Carrillo Fuentes para apropiarse de la plaza de la frontera norte que colinda con Texas y Nuevo México, Riley proporciona al reportero las estadísticas sobre los decomisos de drogas que lograron los agentes a su cargo durante 2007:
En Albuquerque, Nuevo México, los agentes de la DEA confiscaron 7.4 kilos de heroína, 145.9 kilos de cocaína, 9 mil 238 kilos 200 gramos de marihuana y 42.8 kilos de metanfetaminas; en Alpine, Texas, 100 gramos de heroína, 1.7 kilos de cocaína y 12 mil 428 kilos de marihuana; en El Paso, 3.8 kilos de heroína, 434.9 kilos de cocaína, 30 mil 270.3 kilos de marihuana y 800 gramos de metanfetaminas; en las Cruces, Nuevo México, 119.8 kilos de cocaína, 15 mil 46.2 kilos de marihuana y 5.6 kilos de metanfetaminas, y en Mindland, Texas, 21.1 kilos de cocaína, 509.7 kilos de marihuana y 400 gramos de metanfetaminas.

Corrupción policíaca
Riley admite que la cantidad de drogas confiscada en la zona fronteriza a su cargo quizá sea inferior a la cantidad de narcóticos que logra entrar diariamente a Estados Unidos. Pero considera que ello se debe a “la corrupción policiaca”.
La oficina del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) de El Paso es muy renuente a hablar sobre la narcoviolencia en Ciudad Juárez.
Un agente afincado en esta ciudad tejana comenta al reportero que “por el momento la plaza está controlada por los narcotraficantes”. Según él, la presencia del Ejército sólo los repliega, pero no los anula.
Es posible, dice, “que algunos militares sean aliados del narcotráfico, sobre todo al del cártel de Vicente (Carrillo Fuentes)”.
Jack asegura que el cártel de Juárez está “más sólido y fuerte que nunca” debido a que los militares no fueron enviados a Ciudad Juárez durante el sexenio foxista.
En ese período, insiste, las policías municipales y estatales de Chihuahua operaron bajo las órdenes de Carrillo Fuentes.
Esa organización delictiva “está ganando fortaleza todos los días; mucha gente pensó que estaba en declive, pero creo que se fortalece a diario y está en una posición sólida para defender su territorio. Eso es lo que estamos viendo”, comenta.
Sus declaraciones contrastan con las de Felipe Calderón, quien el pasado miércoles 20 elogió su lucha contra el narcotráfico al señalar que “si bien hay bajas”, se le están “metiendo muchos goles a la criminalidad”.
Riley admite que no obstante que sus agentes intentan infiltrar al cártel de Carrillo Fuentes y utilizan informantes para conocer el paradero del capo, no logran cercarlo.
Por lo que atañe a la presencia de miembros del cártel de Sinaloa, la DEA afirma que El Chapo está enviando de manera rutinaria a lugartenientes, y sobre todo a sicarios, para cumplir con trabajos pendientes en El Paso.
Un documento clasificado de la DEA sobre los capos que dominan la plaza Juárez-El Paso obtenido por Proceso indica que Carrillo Fuentes y Guzmán Loera son los más importantes de la región.
Otros de los cabecillas de las organizaciones del narcotráfico que controlan el corredor Juárez-El Paso son Ignacio Nacho Coronel Villarreal, Armando Corral Herrera –ligado a Carrillo Fuentes–, Juan Esparragoza Moreno El Azul e Ismael El Mayo Zambada, así como Alejandro Flores Cacho.
A este último el documento lo señala como socio de El Azul y asegura que él es el encargado de introducir toneladas de cocaína a Estados Unidos y a Europa.

Un paso seguro
Las autoridades de El Paso se enorgullecen de que su ciudad esté considerada como una de las más seguras de Estados Unidos. Sin embargo, desde que el cártel de Sinaloa irrumpió en Ciudad Juárez para enfrentar a la organización de Carrillo Fuentes, comenzaron a tomar acciones preventivas para evitar que la narcoviolencia mexicana los contagie.
Hace poco más de dos semanas invitaron al reportero a un recorrido por la región oeste de la zona limítrofe que divide El Paso de Ciudad Juárez. Ahí, policías estadounidenses recomendaban a sus ciudadanos –quienes cruzaban los puentes internacionales para ingresar al territorio mexicano– que tuvieran mucho cuidado porque la presencia del Ejército en Ciudad Juárez demostraba que en esta zona los narcotraficantes estaban ejecutando a personas a cualquier hora del día.
Asimismo, el sábado 9 y el domingo 10, Proceso hizo un recorrido por el centro de Juárez y por el mercado de artesanías que regularmente se encuentra abarrotado y lleno de turistas los fines de semana.
La presencia de los soldados y vehículos militares era notable. En el mercado de artesanías la mayoría de puestos permanecían cerrados y sólo había unos cuantos turistas mexicano-estadounidenses.
Para el agente especial de la DEA, Carrillo Fuentes y El Chapo están violentando la tranquilidad que caracterizaba a El Paso. “Los narcotraficantes cruzan la frontera y se establecen aquí (en territorio estadounidense). Meten la droga, la embodegan y después la envían a otros condados.
En El Paso, por ejemplo, los narcotraficantes compran propiedades, se establecen dentro de la comunidad y lo hacen con naturalidad, pues El Paso es una ciudad bicultural”.
Asegura que el arresto de Reyes Gamboa atizó la narcoguerra. Y ahora los cárteles de Juárez y de Sinaloa se aprovechan de que los policías o expolicías municipales mexicanos tienen varios familiares al otro lado de la frontera para comenzar a narcotizar El Paso.
Explica: “Simplemente convencen a las personas para que les permitan guardar en sus casas por unos días el cargamento de drogas.
La gente accede porque se los pide un policía o un expolicía que les paga varios miles de dólares”. Sería diferente, agrega, si se los pidiera directamente un narco, pues él sí podría obligarlos a embodegar la droga bajo amenaza de muerte.
La policía de El Paso ya amplió sus operativos antinarcóticos para detectar las narcobodegas de los capos mexicanos en esta región. También lo hace la DEA, que en los últimos meses detectó, dice Riley, que “los cárteles mexicanos cuentan con células mejor organizadas para lavar dinero”. Y eso, afirma, “no pasaba antes”.
El jueves 22, el Ejército Mexicano detuvo en la ciudad de Chihuahua, Chihuahua, a 18 sicarios que se ocultaban en una casa de seguridad y formaban parte de La Línea, una red del cártel de Juárez dedicada a tareas de inteligencia.
(J. Jesús Esquivel/APRO)

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