Tuesday, February 26, 2008

El espíritu de la KGB sigue vivo

Como corresponsal de la BBC a finales de los ochenta y buena parte de los noventa, fui testigo del colapso de la Unión Soviética y las muestras de odio popular contra la notoria policía secreta del régimen.

Estuve en la Plaza Lubyanka al frente de la sede principal de la KGB el 22 de agosto de 1991 cuando los manifestantes derribaron la estatua de Feliks Dzerzhinsky, el fundador de la organización. Cuando le colgaron un mecate al coloso de 14 toneladas y éste cayó estrepitosamente, parecía que los días de las KGB estaban contados.

El nuevo presidente, Boris Yeltsin, intentó neutralizar la policía secreta al reducirle el presupuesto, recortar su personal y otorgarle sus funciones a agencias rivales.

Yeltsin cambió el nombre de la agencia a Servicio Federal de Seguridad (FSB, por sus siglas en ruso). Sin embargo, de algún modo el espíritu de la KGB siguió vivo.

Durante el caos político y económico de la era Yeltsin, miles de desilusionados agentes pasaron al sector de seguridad privada.

Dima Fonariev, un guardaespaldas de la KGB para Mijaíl Gorbachov que fundó su propia firma de seguridad, dice que en los '90 el sector privado pagaba diez veces más. Una creciente ola de delitos hizo que los expertos en seguridad estuviesen muy solicitados.

"Eran días locos. Tantos cadáveres, tantos tipos que simplemente desaparecieron. En esa época recuerdo que me invitaron a trabajar para un tipo que quería que llevara un Kalashnikov. Pero yo dije 'no, no eso es contra la ley'".

Investigación bloqueada

No todos los ex agentes compartieron los escrúpulos de Fonariev. Algunos se involucraron con el crimen organizado. En pocos años, tanto ex funcionarios como funcionarios reemplazaron a la mafia en el manejo del pujante negocio de la protección personal. Algunos fueron atrapados en actividades aún más oscuras.

Mijaíl Trespashkin, un ex coronel de la KGB que siguió en el servicio, trabajó muy cercanamente con Nikolai Patrushev, quien es ahora el director de la FSB.

Trespashkin ganó una medalla por descubrir una venta ilegal de armas hecha por agentes de la FSB a militantes chechenos, pero cuando empezó indagar más profundamente en las conexiones entre los funcionarios de la FSB y grupos criminales, se encontró condenado al ostracismo y su investigación terminó siendo bloqueada.

"Varias veces en Moscú arrestamos hombres armados que estaban preparando actos terroristas y que luego fueron liberados", cuenta Trespashkin.

"Para mí no tenía sentido así que decidí compilar un informe para nuestro liderazgo en la FSB para establecer por qué esto estaba pasando. Mi informe llegó a manos de Nikolai Patrushev quien, para ese momento, estaba trabajando en asuntos internos de la FSB. No hubo ninguna reacción".

"Después, en 1995, tuve información concreta sobre un empleado de la FSB que estaba trabajando con un grupo de delincuentes, que mantenía un almacén de armas y asesinaba gente. Cuando fui a atrapar al grupo, Patrushev ordenó destruir los documentos que estaban en mi poder".

Eventualmente el propio Trepashkin fue arrestado. Se le plantó un arma en su auto y se le acusó de posesión ilegal de armas de fuego. Logró defenderse exitosamente de los cargos, pero luego fue acusado de revelar secretos de estado y fue sentenciado a cuatro años de trabajos forzados. Cuando hablé con él, acababa de salir de la cárcel".

Líderes empresariales

A pesar de los esfuerzos de Yeltsin, la FSB siguió de manera tenaz negándose a reformarse y decidida a recuperar el poder perdido. En 1999 Vladimir Putin, para entonces director de la FSB y hombre de carrera en la KGB, fue nombrado como primer ministro.

El 20 de diciembre de 1999, durante una fiesta de la FSB para celebrar la fundación de la Cheka, la policía secreta bolshevista, Putin le dijo a sus ex colegas: "Queridos camaradas, puedo informar que el grupo de agentes enviados a infiltrar al gobierno ha cumplido la primera parte de su misión".

La segunda parte de la misión -conseguir que un hombre de la KGB llegara a la presidencia- fue lograda al año siguiente.

Bajo el mandato de Vladimir Putin, los servicios de seguridad han recuperado su prestigio anterior, tienen más presupuesto y personal que nunca y han ganado posiciones de poder en todas las áreas de influencia de la nación.

Según una investigación de la Academia Rusa de las Ciencias, un 75% de los políticos de mayor nivel tienen antecedentes en las fuerzas de seguridad y las principales compañías rusas están ahora encabezadas por ex miembros de la KGB con vínculos personales con Vladimir Putin.

El Kremlin argumenta que esto es algo bueno, que Rusia necesita una mano fuerte para restaurar el orden. Cuando hablé con el portavoz del presidente Putin, Dimitri Pesko, el intentó dar una visión de tranquilidad.

"La mayoría de (ex hombres de la KGB) son muy talentosos y hábiles. Son gente como nosotros. No son extraterrestres", dijo.

Guerras territoriales

Sin embargo, hay indicaciones de que algunos de los políticos-empresarios abusaron sus posiciones para enriquecerse.

Ramas individuales de la FSB -cada una controlada por un patrón poderoso políticamente- han estado involucrados en guerra territoriales relacionados con asuntos de negocios corruptos. Un de estas luchas llevó a un enfrentamiento armado en el asfaltado del aeropuerto de Moscú.

Cuando resultó electo, Putin le declaró la guerra a los empresarios poco escrupulosos, los llamados oligarcas que adquirieron como gangas las masivamente lucrativas industrias del estado en la crisis de los '90.

A muchos se les quitaron sus propiedades y sus bienes, calculados en miles de millones de dólares, pasaron a las corporaciones del estado que, en su mayoría, tienen a un ex hombre de la KGB a cargo.

Los antiguos colegas de Putin encabezan las industrias de las armas, el petróleo, los medios de comunicación y los ferrocarriles, además de las línea área del estado.

Sería equivocado decir que los días malos de antaño están de vuelta en Rusia. Los servicios de seguridad ya no son el instrumento monolítico de represión estatal de los períodos más oscuros de la Unión Soviética.

Sin embargo, se han vuelto ricos y poderosos y mientras la KGB soviética estuvo siempre bajo control estricto del Partido Comunista, su equivalente moderno cada vez más se maneja con su propia ley.

El nuevo presidente, que deberá ser elegido el próximo mes, heredará una policía secreta que corre el peligro de convertirse en un estado dentro de un estado.

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