Monday, July 14, 2008




Del libro del exdirigente nacional del PAN Manuel Espino, puesto en circulación esta semana por Planeta, reproducimos aquí, con la autorización de la editorial, el texto de Presentación.

Hoy nos toca a los panistas demostrar que entre la eficacia política y la congruencia doctrinal no hay absolutamente ninguna diferencia, y que podemos honrar orgullosos la memoria de quienes fundaron, hace sesenta años, el Partido Acción Nacional.

Carlos Medina Plascencia, 1999

Apenas transcurre el segundo gobierno federal emanado del Partido Acción Nacional (PAN) y, sin haberse consolidado la democracia mexicana todavía, ya son muchas las voces que expresan una opinión de advertencia para los panistas: el PAN aprendió demasiado rápido las mañas del PRI.

En la ruta hacia la sucesión presidencial de 2012, lo que parece ser un descuido en la acción del partido actualmente podría significar el término de la era panista en el gobierno de la República, con el riesgo que ello significa para el país. No lo digo por maniqueísmo, pues siempre he considerado que la política limpia no sólo es posible en el PAN, donde también está la condición humana. He conocido priistas que ya los quisiera en mi partido; y conozco panistas que no se los deseo ni al PRD.

Al presidente de la República, sea quien sea, hay que apoyarlo sin reservas en tanto jefe de Estado que es y en todo cuanto sea para bien del país, sólo en eso. Este es el pensamiento del PAN y está de más decir que ha sido consistente en ello, sobre todo tratándose de un mandatario surgido de sus filas. Pero hay que sincerarse con él si es preciso; cuando, derivado del análisis o de los resultados de su gestión, se justifique hacerle ver que se equivoca o que puede cometer un error. También en los casos en que le falle su equipo, aunque sólo él tenga la responsabilidad de integrarlo.

Si a México le va bien, le va bien al gobierno, en ese orden debemos razonar nuestras decisiones, no al revés. Por tanto, por corresponsabilidad, la comunicación con el titular del Ejecutivo y su partido debe ser un diálogo de doble vía, sin miedo, para evitar el riesgo de que el segundo se convierta en receptor y ejecutor incondicional de las instrucciones del primero, y aquél cometa errores en perjuicio del país sin orientación alguna. Lo que hay que hacer o decir para dar concordancia a los fines con los medios y lograr el propósito superior de consolidar nuestra frágil democracia, debe hacerse o decirse, sin vacilar, sin miramientos. Este libro es un intento de ello.

Acción Nacional no debe ignorar su obligación de ser congruente con cuanto ha predicado durante siete décadas. La hipocresía disfrazada de prudencia no es un papel que le pertenezca en la política mexicana, ni debe apropiárselo por alcanzar premios de vencedores por caminos fáciles. Tampoco le corresponde el sometimiento al gobierno, que ha sido el método del PRI, que lo convertiría en un partido oficial que no represente más los intereses de la sociedad.

Esa metamorfosis está incubándose en la desleal acción de algunos panistas autodenominados “calderonistas” que, sin visión humanista ni compromiso doctrinario, ocupan cargos públicos y están transformando al PAN en algo distinto de lo que ha sido desde su origen. En un partido del poder, un PAN-gobierno. Y lo peor: con sus errores exponen políticamente al presidente y al partido.

Para evitar un desencanto democrático al interior de Acción Nacional y una mayor decepcion en el electorado, y porque el poder no es aventura intrascendente ni atribución de beneficios, y tampoco patrimonio de unos cuantos, urge que sus dirigentes formales tonifiquen la autonomía institucional frente al poder público. Lo cual no debe entenderse, como se ha hecho antes, como una confrontación entre ambas expresiones del proyecto que los anima.

Es un imperativo que así como deben mantener una estrechísima vinculación con el gobierno, entiendan que es su deber cuidar la imprescindible relación entre la ética y la política que siempre han pregonado; atajar la ofensiva predatoria contra quienes tienen una visión distinta de la aplicación de la filosofía del PAN a la de algunos militantes que se desempeñan en el gobierno, muchos de los cuales desconocen el pensamiento del partido y su oferta programática, o al menos eso parece.

Quienes dirigen esa organización que reconoce la pluralidad como cualidad inherente a la sociedad deben evitar que su estructura se hunda en la subscultura de quienes se consideran más panistas que otros; ir más allá del bizantinismo de la doctrina en los discursos y los malabarismos ideológicos. Ocuparse de exigir congruencia a los funcionarios públicos, sin solapamientos, y acreditar la propia frente al gobierno; las tesis del PAN y la doctrina que las inspira son el faro que ilumina el camino seguro.

Se necesita humildad para evitar caer en el fatalismo de Bárbara Tuchman, quien dice: “Reconocer el error, reducir las pérdidas, alterar el rumbo, es la opción que más repugna a quienes ejercen el gobierno. Para un jefe de Estado, casi no hay que pensar siquiera en reconocer un error”. Lo anterior, llegó a decir el hoy diputado Juan José Rodríguez Prats, citando a la autora, “es exactamente la actitud contraria de lo que indica la sencillez que parte del reconocimiento de que somos humanos”.

En efecto, el partido vivió diversas crisis a lo largo de más de seis décadas como oposición y pudo sortearlas con madurez. Ya en el gobierno federal, alguna vez estuvo al borde de un conflicto interno y de una debacle externa porque la esposa del entonces presidente Vicente Fox, Marta Sahagún, dejó correr la versión pública de que buscaría ser candidata a sucederlo en el cargo.

Por las circunstancias prevalecientes, fue un escándalo político que se expandió con alto costo para el gobierno y para el partido. Para que volviera la calma y se desvanecieran los riesgos que ya hacían mella en el electorado, hubo que decir que eso no era posible, aun reconocido el derecho legítimo de la señora a buscar un cargo de elección popular.

Siendo secretario general del CEN, me tocó ser el vocero de ese posicionamiento exigido con razón por los panistas y por muchos ciudadanos; y no por ello fui censurado o impedido de mi interlocución con el mandamás de Los Pinos. Ni desataron una jauría en mi persecución. Prevaleció la sencillez de quien era jefe de Estado. Pero había que hacerle ver el error de no obrar antes de que se provocara una avalancha que podría haber sido imparable.

En otra ocasión, fue necesario decirle al presidente Fox que el PAN no seguiría promoviendo con sus diputados el proceso de desafuero de Andrés Manuel López Obrador, principal beneficiario de aquella posición innecesaria y peligrosa, con la que no ganaba el gobierno y sí perdía mucho el partido, envuelta en una justificación legal, pero con un claro propósito político en la percepción ciudadana. Mi circunstancia de presidente nacional me puso de cara al jefe del Estado mexicano para comunicarle la posición del partido y hacerle ver lo que parecía un error.

Al principio hubo resistencia y hasta enojo, es natural, pero destacó la sensatez y al abandonar aquella posición dejamos de caer en la intención de voto, y el PRD dejó de subir. Muy pronto el tiempo y los votos nos dieron la razón. No haberlo hecho a tiempo pudo significar que la mínima diferencia con que ganamos las elecciones en 2006 hubiera sido en contra. Volvió a manifestarse la cualidad de la humildad en un hombre de Estado.

Ahora, el legítimo y justificado afán de sacar adelante las reformas que con sobrada razón promueve el presidente Felipe Calderón, por ser necesarias para el país, han llevado a que el gobierno conceda demasiados privilegios a un personaje que en verdad es un peligro para México. La frase no es mía, sólo la actualizo en el senador Manlio Fabio Beltrones Rivera, a quien se le ha permitido acumular un enorme poder que utiliza para codirigir la política nacional y fortalecer sus posibilidades de llegar a Los Pinos como titular del Ejecutivo federal en 2012, o de colocar ahí a quien sirva a sus intereses.

La negociación política por la vía del diálogo es válida para resolver los problemas nacionales. Ése es el camino, pero hay límites y coordenadas seguras. Si las concesiones a Manlio resultan en beneficio del país y en la magnitud mínima necesaria, está bien, pero si la ganancia es menor en relación con la de Beltrones, podría estarse cometiendo un error, una especie de concertacesión, concepto que el propio Felipe Calderón llegó a reconocer como denigrante y envilecedor de la política. Es de sabios rectificar, si fuese lo prudente, para evitar caer en lo que Castillo Peraza llamó “sistema univerbocrático”: el de la corrupción, que consiste en “arreglos subrepticios, silencios rituales y normatividad inútil”.

Por ahora, en la expectativa de que apoye al gobierno, se le han concedido atribuciones que otros no tienen y que se antojan desproporcionadas al fin pretendido, como darle el carácter de gestor de recursos y puestos a cargo del Ejecutivo federal y permitirle disponer de ellos para favorecer a gobiernos municipales y estatales a conveniencia de su proyecto. Situación de la que ya se quejan algunos gobernadores, principalmente del PRI, porque saben que Manlio así compra lealtades, como se puede ver en Señal de alerta.

En la prisa por lograr reformas deseables que no permiten las circunstancias se pueden precipitar acciones y acuerdos con el poderoso senador, que podrían arriesgar al país y redituar poco al proyecto de Acción Nacional. Ante la posibilidad de que se yerre en el cálculo político del costo-beneficio, este libro quiere ser una advertencia a tiempo de ese riesgo; un recordatorio de quién es Beltrones y de lo que es capaz de hacer cuando se descuidan sus adversarios o cuando les hace creer que están en ventaja.

Pretendo hacer reflexionar en que si, como reconociera Luis Rubio en 1994, “haber sido una oposición leal ha permitido al PAN negociar y pactar para avanzar, sin que ello haya limitado en lo más mínimo su independencia, su sentido de integridad o la capacidad de hacer planteamientos fuertes, honestos y directos (…) eso, sin embargo, no ha borrado las dudas sobre si el PAN podría formar un gobierno efectivo”, con más razón prevalece el escepticismo en las circunstancias actuales, las del gobierno de Felipe Calderón.

Una equivocación del Ejecutivo, al encumbrar a ciertos personajes que han dañado la país en el pasado aún reciente y otorgarles un poder que puede ser usado en su contra, o de Acción Nacional, tarde o temprano podría disminuir las posibilidades de que el PAN gane las elecciones de 2009 y le acompañe en el cierre de su sexenio con mayoría en la Cámara de Diputados al Congreso de la Unión, que es la prioridad política que los panistas tenemos como partido y como gobierno.

El presidente sabe de las ambiciones de Manlio, a quien conoce como enemigo del PAN; así consta en estas páginas, cuyo contenido es mi argumento para prevenir una regresión, no al viejo sistema político que ya se fue, sino al método unipersonal de gobierno absolutista y omnímodo a partir de un personaje que no conoce otra forma de ejercer el poder que no sea desde sí mismo y no de las instituciones. Ya lo está demostrando desde ahora, sin siquiera tener el poder formal.

Mi pretensión en esta obra, cuyo contenido sólo me compromete a mí, es poner la mano en el hombro de Acción Nacional antes de que avance un paso más por el camino incorrecto. No pasa de ser una llamada de atención a partir de lo que ya sucedió y que me consta como protagonista. Una señal de alerta proyectada hacia el año 2009, el de la elección federal intermedia que puede darle mayor poder al exgobernador si se hace de una mayoría legislativa pluripartidaria en la Cámara de Diputados, que, por lo que se ve y se escucha, se infiere que es su intención.

También es un aviso hacia el 2012, el de la sucesión presidencial, que pudiese parecer apriorismo pero está sustentado a posteriori y por lo tanto es enseñanza porque, como señala Thomas Jefferson: “Cada vez que un hombre mira con codicia a un cargo, una podredumbre se inicia en su conducta”, y la de Beltrones parecer haber comenzado en algún momento de lo que aquí se rememora.

Decidí dar este paso de letras para no incurrir en dos vicios opuestos: uno que usurpa el nombre de la prudencia, y otro que incurre en la temeridad. El primero finge ignorar la obligación de ser congruentes y lleva a la simulación, a guardar las formas para ocultar una realidad que no quiere reconocerse; y el segundo da permiso indebido a prácticas que emulan al viejo PRI –el del autoritarismo y la corrupción– y que sepultan con disimulo el sentido del deber.

Lo hago como ciudadano, político panista y padre de familia, pese a la advertencia –o amenaza elegante– de un cercano colaborador de Manlio que “cordialmente” me sugirió no provocar la ira de su jefe y sumarme mejor a su proyecto. Una clara invitación a la complicidad.

Lo hago porque estamos a tiempo de evitar que se repita una historia de lamentables consecuencias y porque “el PAN, en estos momentos, enfrenta no sólo el desafío de gobernar, sino de hacerlo de una manera congruente con sus principios de doctrina”. En última instancia, porque quizá, como dijera Manuel Gómez Morín en 1915 y otros ensayos: “Es tiempo de dar el santo y seña que permita el mutuo conocimiento”.











http://www.jornada.unam.mx/2008/07/13/index.php?section=politica&article=003n1pol

■ El problema no es que el tricolor regrese a la Presidencia, sino que lo haga con Beltrones, señala

Nada justifica que Calderón dé trato de aliados a priístas: Espino

■ Critica a AN por recibir línea de Los Pinos y justifica haber cabildeado al michoacano en 2006

Georgina Saldierna



Manuel Espino Barrientos, ex dirigente del PAN, considera que si el Partido Revolucionario Institucional (PRI) regresa a Los Pinos con el senador Manlio Fabio Beltrones –a quien califica de se “un peligro para México”–, volvería al gobierno el priísmo autoritario y represor, luego de cuestionar que la administración federal haya concedido a ese legislador la calidad de “gestor poderoso y eficaz” que beneficia hasta a los que no son de su partido.

“A la mejor se hizo porque prometió que resolvería algunas de las iniciativas que interesan al Ejecutivo. Pero conforme transcurre el tiempo la expectativa de sacar la reforma energética va desapareciendo y si sale algo será muy disminuido. Por eso, creo que Beltrones está cobrando por adelantado servicios que no está dando al país”, afirma, y de paso, critica a sus correligionarios: “No es de panistas recurrir a los ‘arreglijos’, al ‘ayúdame y a cambio te doy y te concedo’. ¡Ése no es un método del PAN!, ¡no hay justificación para que se hagan esas cosas!”, exclama.

Actitud autónoma

Por otra parte, advierte que frente al poder público, Acción Nacional debe mantener una actitud de autonomía, pero al mismo tiempo de respaldo al Presidente, con responsabilidad. Eso implica dialogar y discutir con el poder para llegar a acuerdos y no que el partido acuda a Los Pinos para que le dicten la tarea o que a todo le diga que sí al Presidente, sólo porque es emanado del PAN.

Alerta sobre el riesgo de que en los gobiernos panistas se institucionalicen prácticas comunes del PRI, como la compra y coacción de votos para colocar a determinadas personas como candidatos o el uso de recursos públicos en beneficio personal o de grupo. Cita, por ejemplo, el caso del ex gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, quien otorgó un bono adicional a sus funcionarios por atender la tragedia que causó un huracán en Puerto Vallarta, cuando no deberían recibir nada a cambio, pues su trabajo es precisamente atender a la población, puntualiza.

En ocasión de la próxima presentación de su libro, Señal de alerta, Espino habla con La Jornada desde una posición que considera ajena a la política nacional y que califica de “los años sabáticos” que tendrá hasta 2012. Si bien reconoce que no es escritor, sino político, se ve satisfecho con un texto en el que aclara su actuación en el proceso interno para elegir al candidato presidencial en 2006 y da a conocer acciones cometidas por los calderonistas que contradicen las formas panistas desde el gobierno.

–¿Cuál es el objetivo de Señal de alerta?

–El libro pretende ser lo que está implicado en el título, es decir, una señal de alerta a tiempo, para advertir el riesgo de una posible regresión política. Con ello no me refiero a que pudiera regresar el PRI a Los Pinos, sino a que regrese con alguien como Manlio Fabio Beltrones, porque representa el PRI autoritario, represor, que no respeta la libertad de expresión, atenta contra los derechos humanos y controla las instituciones que no están bajo la autoridad del Ejecutivo, como el Congreso y el Poder Judicial. Yo comparto la tesis de que Beltrones es un hombre políticamente peligroso, no sólo por lo que me han dicho de él, sino por lo que yo mismo sé y he padecido.

–¿Como qué?

–Por ejemplo, las prácticas de espionaje de las que ahora se queja. Él es maestro. Tiene doctorado honoris causa en el arte de espiar. Creo que Manlio está jugando con ese tema.

–Esto del espionaje ¿no es un pretexto para que el senador deje de cumplir algo que pudiera haber prometido respecto de la reforma energética?

–Si Beltrones se comprometió a algo, que el gobierno se lo exija. Yo lo que le exijo es que sea un senador honesto, que no cobre favores a cambio de hacerse poderoso. Si hubo acuerdos o no, es asunto de ellos. Pero si los hubo se le han pagado muy alto.

–¿Cuáles son los privilegios que le ha dado el gobierno?

–Le han concedido el privilegio de ser un gestor eficaz, poderoso. Bueno, hay alcaldes y hasta gobernadores que para lograr el apoyo del gobierno federal a alguno de sus proyectos han tenido que tocar las puertas de Beltrones Rivera.

Espino Barrientos critica también que a otros personajes no gratos en la política y en el PAN se les concedan subsecretarías y dependencias importantes. Es el caso de la presidenta vitalicia del sindicato magisterial, Elba Esther Gordillo, y el dirigente de los petroleros, Carlos Romero Deschamps. Sobre la primera refiere que ningún acuerdo justifica que casi tenga el control de la Secretaría de Educación Pública, y por lo que hace al segundo, asienta que, si algo se le debe, tampoco justifica que se le dé tratamiento de aliado.

Representante de la derecha más conservadora, cuida cada una de sus respuestas; evade los temas comprometedores y de plano afirma que no va a hablar de determinados puntos. Eso sí, justifica acciones que tomó siendo presidente del blanquiazul, como el cabildeo con gobernadores del PRI para que promovieran el voto por Felipe Calderón en 2006. Asegura que no cometió ningún ilícito en ello. “No es delito pedirle a un priísta que vote por un panista, además yo fui a dialogar y convencer, no fui a chantajear, presionar o a ofrecer nada a cambio. No fui a hacer una negociación o un pacto”, destaca.

Se niega a dar a conocer los nombres de los gobernadores que apoyaron su iniciativa, con el argumento de que su objetivo “no era hacerlos famosos, sino que facilitaran el voto útil”, y considera que su partido nada debe al PRI, porque no dialogó con el partido, sino con personas en lo individual a las que manifiesta su agradecimiento.


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