Monday, August 11, 2008

Irak: el espía que prefirió no enterarse

Fue sistemático el esfuerzo del ex director de la CIA George Tenet para aplastar toda evidencia que contradijera el principal argumento de Estados Unidos para invadir Irak: que el régimen de Saddam Hussein procuraba armas de destrucción masiva.

Washington. Fue sistemático el esfuerzo del ex director de la CIA George Tenet para aplastar toda evidencia que contradijera el principal argumento de Estados Unidos para invadir Irak: que el régimen de Saddam Hussein procuraba armas de destrucción masiva.

Así lo asegura el más reciente libro del periodista Ron Suskind, The Way of the World (Así funciona el mundo), según el cual el jefe de inteligencia de Saddam Hussein, Tahir Jalil Habbush Al-Tikriti, fue una de las principales fuentes del espionaje británico en el año que precedió a la guerra.

A comienzos de 2003, Habbush dijo en Jordania al agente británico Michael Shipster, del servicio de inteligencia MI6, que Saddam Hussein había interrumpido su programa de armas nucleares en 1991 y el de armas biológicas en 1996. Habbush explicó que el dictador intentaba dar la impresión de que poseía esos arsenales para intimidar a Irán.

Suskind escribió en su libro que el jefe del MI6, Richard Dearlove, presentó en Washington ese informe a Tenet, quien, a su vez, lo detalló a la entonces consejera de Seguridad Nacional y actual secretaria de Estado (canciller), Condoleezza Rice.

Poco después, la CIA informó al MI6 que el gobierno de George W. Bush no estaba interesado en mantener un canal de comunicación con Habbush, de acuerdo con la investigación.

Tenet calificó las revelaciones de Suskind de "completa fabricación", y aseguró que Habbush "no logró persuadir" a los británicos que tenía "nada nuevo que ofrecer en materia de inteligencia".

Pero la declaración del ex jefe de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) refuerza la credibilidad del libro, pues deja en evidencia que eligió, simplemente, no creerle al espía iraquí.

"Hubo muchos funcionarios iraquíes que dijeron, en público y en privado, que su país no tenía armas de destrucción masiva, pero nuestros colegas de inteligencia extranjeros y nosotros evaluamos que esos individuos estaban parloteando la línea del Partido Baath y tratando de retrasar un ataque", sostuvo Tenet.

Pero Dearlov dijo a Suskind que él mismo le preguntó al entonces primer ministro Tony Blair por qué no actuó sobre la base de los datos aportados por Habbush.

Otra fuente de información de inteligencia de alto nivel en los últimos meses del régimen de Saddam Hussein fue su canciller de esa época, Naji Sabri.

El jefe de operaciones clandestinas de la CIA en Europa entre 2001 a 2005, Tyler Drumheller, recordó en su libro On the Brink que Sabri informó a un funcionario de un gobierno europeo, pocos meses antes de la invasión, que la intención de Iraq era alardear de gran poderío militar ante gobiernos enemigos.

Sidney Blumenthal escribió en septiembre pasado que dos ex funcionarios de la CIA que habían trabajado con los datos de Sabri identificaron al intermediario: el gobierno de Francia. El funcionario iraquí recibió cientos de miles de dólares de la CIA y de la inteligencia francesa a cambio de documentos sobre las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein.

Drumheller dijo al programa de televisión "60 Minutes": "Sabri nos dijo que no tenían un programa activo de armas de destrucción masiva."

El 17 de septiembre de 2002, el agente que había tratado los datos de Sabri se entrevistó con el subdirector de la agencia John McLaughlin, según Blumenthal. McLaughlin respondió que la información de Sabri contradecía a la "mejor fuente" de la CIA, el denominado "Curveball" ("bola curva", en la jerga del béisbol), un iraquí que aseguraba conocer un programa de armas biológicas portátiles. "Curveball"resultó ser un mentiroso profesional.

Al día siguiente, Tenet informó a Bush sobre lo que Sabri decía, pero el presidente consideró que el funcionario decía "lo que Saddam quiere que pensemos".

Espías franceses grabaron luego conversaciones telefónicas de Sabri y determinaron que la información extraída antes de él era cierta, pero era demasiado tarde. Fue entonces que uno de los segundos de Tenet dijo a agentes de la CIA: "Esto no es sobre inteligencia: es sobre el cambio de régimen de Irak."

Otra fuente muy creíble sobre armas de destrucción masiva iraquíes en septiembre de 2002 fue Saad Tawfic, ingeniero electrónico identificado por la CIA como "figura clave en el programa clandestino de armas nucleares de Saddam Hussein", como rememora el periodista James Risen en su libro State of War.

La hermana de Tawfik, que vivía en Cleveland, viajó a Bagdad en septiembre de 2002 con la misión de obtener detalles sobre las actividades de su hermano. Pero a la CIA no le gustó lo que informó a su regreso.

Tawfik le dijo a su hermana que el programa nuclear iraquí había sido abandonado en 1991. Y cuando ella le dijo que la CIA pretendía saber "cómo avanzaban las centrifugadoras" y "dónde estaban las fábricas de armas", el técnico se mostró incrédulo: no entendía cómo la CIA no estaba convencida aún de la inexistencia del programa con todas las evidencias a su disposición.

La desaparición de todas esas evidencias respondió a una decisión deliberada de Tenet. El Grupo de Trabajo de la Casa Blanca sobre Irak las esquivaba, porque no le servían para cumplir con una misión predeterminada: limitarse a desarrollar la campaña que creara un clima político de apoyo a la invasión.

En sus memorias, publicadas el año pasado, Tenet ni siquiera mencionó la información de inteligencia aportada por Habush, Sabri y otros expertos iraquíes sobre la inexistencia de un programa activo de armamentos de avanzada.

El ex jefe de la CIA, que actuaba más como operador político que como profesional de inteligencia, traicionó la misión de la CIA de suministrar análisis objetivos. Por el contrario, eligió servir a los intereses de la administración de Bush y preparar el terreno para la guerra. No resulta difícil imaginar que haría lo que fuera para cumplir con los deseos de la Casa Blanca… incluso fraguar un documento y filtrarlo a los medios de prensa.



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