Wednesday, September 17, 2008

Transición:
¿última llamada?

POR CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ

Los efectos positivos de la decisión de terminar con el protocolo priista de los días del informe presidencial dieron un paso adelante en el desmantelamiento de las restantes estatuas de Lenin del viejo régimen priista. Pero el desconcierto de los legisladores con su nuevo estatus mandó el mensaje preocupante de que aún no está listo el nuevo régimen político democrático.

El país se encuentra en el umbral de las decisiones:
1.- Los radicales lopezobradoristas de su junta de gobierno -Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Camacho y José Agustín Ortiz Pinchetti- se han fijado la meta de derrocar al presidente de la república y crear los "enfrentamientos" violentos que lleven a la renuncia.
2.- El PRI juega sus cartas: por un lado regatea apoyos al gobierno para dejar la impresión de que es institucional, pero por otro lado trabaja una reforma del Estado para quitarle el gobierno al presidente de la república con un jefe de gobierno designado por el Congreso y evita el desmantelamiento del viejo Estado priísta.
3.- Los grupos corporativos nacionales que han sido beneficiarios del presupuesto público en el priismo y ahora forman parte de las bases sociales del PRD de López Obrador defienden sus privilegios en las calles con plantones, marchas y lenguajes seudorevolucionarios.
4.- La crisis económica escapó del control oficial, ha demostrado que la actual política económica -heredada por el ala neoliberal del priísmo- ya no responde a las nuevas manifestaciones de los desequilibrios y no satisface las demandas de bienestar social que los ciudadanos se acostumbraron del priísmo y que derivaban de los presupuestos del Estado.

5.- El PAN sí tiene un proyecto de desarrollo pero carece de la base política para imponerlo y enfrenta el Muro de Berlín de la alianza del populismo priista con neopopulismo perredista. La reforma del Estado enfrenta el dilema de mantener el Estado priísta o construir el Estado democrático basado en la dinámica real de las fuerzas del mercado y no en las prestaciones sociales y políticas del poder a cambio de estabilidad artificial.

Las élites políticas no han entendido la dimensión de la crisis nacional. El PRD cree que todo se resuelve con el populismo y el dinero regalado, sin proponer un nuevo modelo de desarrollo. El PRI le apuesta a regatearle el apoyo a las reformas panistas que modifican la estructura de control político sobre grupos sociales, con la expectativa de regresar a Los Pinos. Y el PAN se mueve, en medio de su debilidad, en la encrucijada de proponer una transición a la democracia que se olvide del 2012 o utilizar todos los recursos del Estado para conseguir otro sexenio panista en la presidencia.
El diagnóstico del corto plazo es pesimista. Ninguna fuerza política está realmente pensando en la transición sino que están agobiados con la conquista del poder. Por eso las reformas han fracasado o han podido salir sin romper la estructura corporativa del Estado. La decisión de terminar con el protocolo del informe presidencial en el Palacio Legislativo no formó parte de una reorganización del poder sino que se ha querido convertir en una derrota del PAN y en una venganza de López Obrador. Sin embargo, el Día del Presidente era más bien el Día del PRI. Y el presidencialismo autoritario era una Estatua de Lenin del viejo régimen priísta.

Lo malo es que el viejo régimen priísta ya no puede funcionar por la existencia de una sociedad mayoritaria que repudia al PRI. Y ahí es donde debe fincarse la posibilidad mínima de recuperar la transición a la democracia. Pero mientras el PRD y el PRI quieran nada más el poder, el país quedará atrapado en una severa crisis de expectativas porque no podrá avanzar hacia adelante y tampoco puede retroceder. El caudillismo del PRD, la restauración del PRI y la debilidad del PAN efectivamente están gorbachizando el corto plazo y México debe verse en el espejo de Rusia.

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