Tuesday, October 27, 2009




De pronto, cuando el “Nord Stream” se encuentra ya a punto de superar los últimos obstáculos burocráticos y técnicos, he aquí que afloran de nuevo, en Europa y en los Estados Unidos, discusiones, o mejor dicho, explícitos intentos de detener su realización. El “Nord Stream”, para los que no son especialistas, es la gran operación que Moscú ha emprendido para sortear, colocando las tuberías en el fondo del Mar Báltico, desde Vyborg hasta Greifswald, el obstáculo interpuesto por Ucraina al flujo de su gas hacia los consumidores occidentales. El hecho de que se trata de un obstáculo, lo ha vivido Moscú en los inviernos pasados, incluidos los últimos dos, con dos “guerras del gas” a las que ha sido obligada por el comportamiento del presidente Viktor Jushenko.

“Obligada”, dice Putin, muy enfadado, porque “nosotros sólo queremos vender nuestro gas, pero Kiev nos lo impide”. No se sabe cuánto ha costado a Gazprom, hasta ahora, toda esta disputa. El potente CEO (chief executive officer) de Gazprom, Aleksei Miller, no lo ha revelado. Pero alguien en Mosú ha echado cuentas: el tapón ucraniano ha hecho perder a las cajas fuertes rusas, en los dieciocho años que han pasado desde el fin de la URSS, algo como 50 mil millones de dólares entre gas robado a lo largo del trayecto, gas no pagado, gas obtenido a precios muy inferiores de los del mercado.

Hay que tomar todo esto, como se suele decir, con pinzas, porque los datos que da Ucrania son completamente diferentes. Pero queda el hecho de que Moscú no tenía alternativas: los gasoductos y los oleoductos construidos durante la época soviética pasaban por su territorio soviético y por el de los países amigos del Pacto de Varsovia. Una vez caído el sistema que recibió como regalo del destino la renta de la posición constituida por esas tuberías, ha podido jugar sus cartas: o pagas más o no pasas. O sea, o me das una parte del producto a un precio más bajo o no pasas. En cualquier caso saco algo de los tubos. Y si protestas, entonces cierro los grifos y te acuso en Europa de querer chantajearnos por razones políticas, de querer dejarnos sin nada, con frío y en plena crisis industrial, de querer imponer aquella esfera de influencia perdida con la derrota en la guerra fría.

Mientras se trataba de países amigos, controlados y controlables, Moscú ha esbozado, improvisado acuerdos que tenían en pie la situación, mal, pero la tenían. Aunque pasando de crisis en crisis: unas cien en quince años, de distinta importancia y gravedad, que las distintas partes han dibujado de varias formas con colores políticos, pero con un único denominador común: pagar menos.
Con la Bielorusia de Lukashenko, por ejemplo, quitando algún momento difícil, ha funcionado. También porque Lukashenko ha tenido relaciones pésimas con el Occidente y queda la hipótesis en el horizonte de una reunificación Rusia-Bielorusia.

Pero con la Ucrania de Jushenko (Julia Timoshenko ha cambiado alianzas y ahora parece que está con Moscú) el tema se ha vuelto intratable.

La “revolución naranja” ha puesto a Kiev bajo la protección de Washington y de Bruselas y en ruta de adhesión con la Unión Europea y de entrada en la OTAN. Es decir, en ruta de colisión con Moscú. ¿Qué sentido habría tenido, para Moscú, seguir haciendo regalos para ganarse una amistad que ahora ya se ha vuelto imposible?

Y tampoco en Europa estaban todos dispuestos a soportar el chantaje ucraniano. Demasiado explícito al mismo tiempo que peligroso. Porque Moscú no tiene intención de salir perdiendo. Por lo tanto, si el gas no pasa por Ucrania, entonces los grifos los cierra Rusia en la fuente. Con el resultado de que no sólo Kiev no recibe nada y se queda sola con su chantaje, sino que tampoco Europa recibe nada. Rusia nos pierde, en lo que se refiere a menos entradas, pero toda Europa se queda sin un cuarto de la energía que le hace falta. Y mañana será todavía peor, según todas las previsiones.

Con la perspectiva muy realista de que Moscú encuentre, es más, ya ha encontrado, un comprador sediento de energía y en condiciones de absorber todo el flujo que ahora va hacia el Oeste. Se trata de China. Y ya otros tubos se van extendiendo hacia el Este. Pasarán unos años, pero se llegará a esto inexorablemente. La sed china es inmensa.

Así, Putin ha encontrado oídos y bolsillos sensibles, visto que el “Nord Stream” cuesta más de diez mil millones de euros. Primero de todo en Alemania. Comenzando por el ex-canciller Gerhard Schroeder, que se ha convertido en el CEO del proyecto. Pero también Merkel, con las industrias alemanas detrás. Y ahora Sarkozy se pone a la cola rápidamente.

Si después añadimos el “South Stream”, en alternativa al “Nabucco”, para llevar el gas, por debajo del Mar Negro, a Bulgaria, por los Balcanes, a Grecia, Italia (y aquí Putin ha encontrado el entusiasta apoyo de Berlusconi, es decir del ENI, y de nuevo, de Sarkozy), he aquí que se delinea una situación en la que Moscú puede suministrar su gas (y el que contratará con las ex repúblicas gemeals de Asia Central) a los Europeos, sin depender de ningún filtro.

Es obvio que esto significará una verdadera revolución en las relaciones entre Rusia y Europa.

Pero esto no le gusta a Washington. Por esta razón ha levantado la voz el viejo Zbignew Brzezinski, ex consejero para la Seguridad nacional de Jimmy Carter: atención que Moscú quiere «aislar a la Europa del este de la Europa Occidental”. Sigue el coro de protestas de todos los “desaventurados” que se quedan con las manos vacías.

Urmas Paet, ministro de Asuntos Exteriores de Estonia, se lamenta de que los países bálticos serán “ignorados”. El 23 de abril, ex jefes de estado y de gobierno con Vaclav Havel y Lech Walesa a la cabeza, denuncian el intento de Moscú de querer “volver a establecer esferas de influencia”. La tesis es una sola: la operación es una amenaza dirigida la Europa oriental, que se volvería “chantajeable” y se quedaría sin energía.

¿Pero es verdad que Bruselas no podría redistribuir, según criterios de mercado, el gas que de todas formas llegaría abundante de Moscú? No está claro cómo podría condicionar Rusia la redistribución europea de su gas, una vez que haya llegado a los terminales del “Nord Stream” y del “South Stream”.

El ministro de Asuntos Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski compara el “Nord Stream” incluso con el pacto Molotov–Ribbentrop. Estos gaseoductos no se deben hacer. En su lugar Washington y el coro de sus aliados europeos prefieren el “Nabuco”, que tienen la ventaja de “puentear” completamente a Moscú para ir a buscar vendedores en Turkmenistán, Kazajistán, pasando obviamente por Georgia y Turquía. Operación perfecta, si no fuese que Putin y Medvedev ya han puesto a punto su contrapartida y cuentan con aliados muy potentes, por no decir decisivos, en Europa.

Seguro que sucede algo gordo en los próximos meses. Si Putin, Berlusconi y Gerhard Schröder han decidido verse en privado en San Petersburgo, justamente ahora, es porque se preparan para sostener una ofensiva potente.



Fuente: Megachip - I generali della guerra del gas si preparano alla battaglia più dura

Traducido por antimafiadosmil y revisado por Gorka Larrabeiti

Fuente: http://www.antimafiadosmil.com/gasoductoruso.html



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