Los Censos Económicos de 2009 muestran que a partir de 2004 el número de empresas en México aumentó 20%. Pero el dato es engañoso. Un análisis de las cifras revela que, en realidad, es resultado de la “atomización” de pequeñas, medianas y grandes empresas, así como por el creciente número de desempleados que no tuvieron más remedio que establecer un “changarro” –tienditas, loncherías, vulcanizadoras, juguerías, etcétera– para tratar de sobrevivir.
MÉXICO, D.F., 28 de septiembre (Proceso).- Al dar a conocer los resultados definitivos de los Censos Económicos 2009, el martes 21, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) dio una noticia que a primera vista parecería espectacular: hay en el país 5 millones 144 mil 56 “unidades económicas”, es decir, empresas de todos los tamaños.
Es una cantidad nada despreciable. Poderosos países industrializados tienen menos, como Inglaterra (4.7 millones), Francia (3.5 millones) y España (3.3 millones). Sólo Italia supera a México, con más de 6 millones de unidades y una estructura de pequeñas y medianas empresas perfectamente articuladas en redes de especializaciones y aprovechamiento de sinergias.
Inclusive Brasil, la economía más grande de América Latina, queda por debajo de México en cuanto al número de empresas, pues registra 4.6 millones.
Pero el Inegi no sólo reveló que México se inunda de empresas (o “unidades económicas” o “establecimientos” o “unidades de producción”, como les llama), sino que sus datos muestran también que entre el censo económico anterior, de 2004, y el más reciente –se realizan cada cinco años–, el número de empresas (micro, pequeñas, medianas y grandes) aumentó 20%, con 854 mil unidades más.
Y por si fuera poco, tan sólo en los primeros meses de 2009, el año en que se declaró la crisis económica y financiera internacional –que en México hizo que la actividad económica se desplomara en un histórico -6.5% y el desempleo absoluto abarcara a casi 3 millones de personas–, se crearon ¡419 mil 164 empresas!: 9% adicional a las que ya operaban en 2008.
Ni siquiera en el tiempo comprendido entre los censos económicos de 1999 y 2004 fueron iniciadas tantas empresas, pues en ese lapso surgieron 389 mil 500, unas 29 mil 500 menos que en tan sólo esos meses de 2009.
Como si la crisis económica y financiera internacional, sobre la que todo mundo coincidió en calificar como la más profunda después de la de 1929, no hubiera tenido efecto alguno en México… aunque fue la más severa de la historia económica reciente del país.
Pero los mismos datos del Inegi –algunos ofrecidos a la prensa; otros, en la información desagregada de los censos que está en su sitio de internet– dan cuenta de una realidad diferente, más cruda, en la que el explosivo aumento de “unidades económicas” nada tiene que ver con una mejora en la economía del país y de las familias.
Todo lo contrario.
Precisamente por el grave desplome de la actividad económica en 2008 y 2009, con picos de desempleo que registraron tasas históricas por arriba de 6% de la Población Económicamente Activa (PEA), millones de mexicanos, desplazados de sus puestos de trabajo, se vieron obligados a poner su propio “changarro”.
Y los datos del Censo Económico 2009, aunque algunos no son explícitos, así lo muestran: del total de las 5.14 millones de unidades económicas que hay en el país, 95.2%, es decir, 4 millones 897 mil 141, son microempresas que tienen entre 0 y 10 empleados, de acuerdo con la clasificación oficial mexicana.
El total de unidades económicas del país dan empleo a 27 millones 727 mil 406 personas, según los censos. Las microempresas ocupan a 12 millones 644 mil, casi 46% del total. Las empresas pequeñas, de 11 a 50 empleados, representan 4.3% (221 mil 194) del total y dan empleo a casi 6 millones 600 mil personas, 23.8%.
Entre micro y pequeñas empresas hacen 99.5% del total de unidades económicas del país. El restante 0.5% se lo dividen las medianas –de 51 a 100 empleados–, con 15 mil 432 unidades (0.3%) que emplean a 2.5 millones (9.1%), y las grandes –de 101 trabajadores en adelante–, con 10 mil 288 establecimientos (0.2%) que ocupan a casi 6 millones (21.5%).
El propio Eduardo Sojo, presidente del Inegi, reconoció el día de la presentación de los resultados definitivos de los censos que el tipo de negocios que más se crearon en el periodo de referencia fueron las microempresas.
Término éste que, en realidad, resulta muy pomposo, según las cifras del Inegi. Los 5.14 millones de unidades económicas dan empleo a 27 millones 727 mil 406 personas. Las microempresas, que son 4 millones 897 mil 141 unidades, ocupan a 12 millones 544 mil personas (46% del total de empleados). Entonces, las microempresas emplean en promedio, cada una, a 2.6 personas.
Y si nada más se toma el universo de establecimientos creados en los primeros meses de 2009, registrados durante el levantamiento del censo, que fueron 419 mil 164, y se extrapola la división porcentual entre micro, pequeñas, medianas y grandes empresas, entonces 95.2% serían microempresas (399 mil).
Pero más que una gran creación de micro y pequeñas empresas lo que en realidad ocurrió en 2009 fue una abrumadora desaparición de empresas pequeñas y el achicamiento de medianas y grandes. Los casi 3 millones de personas que quedaron sin fuente de trabajo son la muestra más palpable de ese hecho.
Asimismo, si las unidades creadas el año pasado dan empleo a 864 mil 392 personas, esto significa que cada una de esas nuevas microempresas ocupa en promedio ¡a dos personas!
Fenómeno panista
Pero ese no sólo es un hecho registrado por el último censo. La “atomización” empresarial en pequeños negocios –así la llama el Inegi– ha sido un fenómeno ocurrido en los gobiernos panistas.
Según el Inegi, las unidades económicas de 0 a 10 personas se incrementaron “en prácticamente 4 puntos porcentuales” entre 2003 y 2008.
Pero, por lo que muestran los números del propio instituto, más que microempresas son meros “changarros”, en su expresión más peyorativa, de economía informal (no pagan impuestos ni seguridad social), de sobrevivencia.
Lejos, inclusive, del concepto original del “changarro” de Vicente Fox.
En efecto, Fox tenía –al menos en campaña así se intuía– una idea más o menos clara de lo que llamaba el “maravilloso mundo del ‘changarro’”, un esquema similar al modelo italiano, que Fox decía admirar: la multiplicación de pequeñas empresas, bien eslabonadas, con nichos de mercado específicos y especialización en sólo alguna parte del proceso productivo.
Ese sería, según él, el detonante del desarrollo industrial del país. Y él mismo decía cómo procedería con esas pequeñas empresas, experimento que ya había puesto en marcha en Guanajuato con productores, por ejemplo, de calzado y prendas de vestir:
“Nutrirlas con los insumos que requieren: crédito, el primero de ellos –financiamiento, acceso a capital–; tecnología básica; entrenamiento y capacitación; mercados locales e internacionales; nutrirlas con procesos de calidad total, en centros de productividad y de diseño; inscritas en cámaras y asociaciones”. Además, los “changarros” tendrían “la misma capacidad competitiva que puede tener una gran empresa... que les permitiría conectarse a la globalización”.
Y el impulso a los “changarros” no sólo sería en las zonas urbanas; también se daría en el campo y aun en las áreas indígenas, aseguraba Fox. Decía: “En los territorios indígenas –visité casi todas las etnias– existe todo un microuniverso de producción: ellos hacen su propia ropa, fabrican artesanías, construyen sus viviendas, fabrican sus propios materiales de construcción... todo lo que se necesita es vitalizarlo y nutrirlo con instituciones nuevas, para que el desarrollo sea de abajo hacia arriba”.
No pocas veces hablaba Fox del modelo industrial de Italia, donde 98% de las unidades económicas tiene menos de 100 empleados. Las microempresas están desparramadas por todo el país, pero particularmente se concentran en el noreste, donde llega a haber un negocio por cada 10 habitantes en algunas zonas.
En Italia es común que se hable de “distritos industriales”, que son los sistemas productivos integrados a nivel local, cuyas principales características son la competitividad, la vocación exportadora, la flexibilidad productiva y la capacidad de generar empleo y de promover un desarrollo económico con más equidad social.
El secreto de su éxito estriba precisamente en integrar distritos industriales, donde las empresas no son entidades individuales, sino integrantes de conglomerados que, al unirse, pueden crear y producir lo que no lograrían hacer como firmas aisladas.
Uno de los ejemplos más claros de los encadenamientos productivos que las caracteriza es el del sector del calzado. Italia es uno de los mayores productores de zapatos a escala mundial. Sin embargo, es muy difícil encontrar un establecimiento que produzca “todo” el zapato: el ciclo productivo está dividido en muchas firmas, cada una de las cuales tiene su especialización: por ejemplo, tacones, suelas, hebillas o forros.
Lo mismo puede decirse de otros rubros (textiles, juguetes, anteojos). Gracias a la especialización, orientan sus recursos, que a menudo son muy limitados, hacia las cosas que realizan mejor y, por lo tanto, afrontan con mayor eficacia el problema clave de la calidad, ya que si una firma hace sólo un producto tiene necesariamente que elaborarlo cada vez mejor (Proceso 1267).
Un modelo así, prometía Fox en campaña y en los primeros años en la Presidencia, era la “gran y única oportunidad para generar el millón 350 mil empleos que necesita México para dejar de ser un país sólo de maquiladoras y sólo de salarios mínimos, e irnos a un país de emprendedores, de micro, pequeños y medianos industriales”.
Y sólo así, repetía, se lograría un crecimiento económico de 7%. Pero ni el 7% ni el esquema industrial y productivo de los “changarros” se hicieron realidad, aunque en su campaña y al principio de su gobierno no dejó de repetir: “tele, ‘changarro’ y ‘vocho’ / tele, ‘changarro’ y ‘vocho’”.
Y, sin embargo, la economía, según el Inegi, está “changarrizada”, o más bien, “microchangarrizada”.
Políticas públicas ausentes
Otro dato que ilustra la “changarrización” de la economía es la distribución de las empresas por actividad. Según el censo de 2009, de los 5.14 millones de unidades económicas que registró, en el comercio opera 47.1%; en el de servicios no financieros, 40%, y en manufacturas, 11.3%.
Con porcentajes de 0.4%, están servicios financieros, pesca y acuicultura, construcción y transportes, correos y almacenamiento; y con 0.1%, minería y electricidad, agua y gas.
Es decir, sólo al comercio y los servicios se dedica 87.1% del total de unidades económicas, o sea, unos 4 millones 480 mil 500 empresas.
Si sólo se considera el universo de los negocios que iniciaron operaciones en los primeros meses de 2009 –los 419 mil 164 señalados–, se tiene que aumentó la concentración en el comercio, pues más de la mitad, 52.2%, se dedica a él; bajó el porcentaje en los servicios a 38.7% y también el de las manufacturas, a 8.5%.
Esto es comercio y servicios concentran 91% de las empresas creadas en 2009.
Pero “comercio” y “servicios” siguen siendo términos muy abstractos. La información desagregada del Inegi ofrece datos reveladores: de todo el sector comercio, el denominado “al por menor” concentra el mayor número de empresas, y las que más abundan son las que tienen entre 0 y 2 empleados. Changarritos, pues.
Los datos: Sector Comercio: 1 millón 858 mil 550 unidades económicas. Comercio al por mayor: 118 mil 28 unidades (6.4%). Comercio al por menor: 1 millón 740 mil 522 unidades (93.6%).
Del millón 740 mil 522 “empresas” que se dedican al comercio al por menor, 1 millón 257 mil 793, ¡72%! o poquito menos que dos terceras partes, tienen “de 0 a 2” empleados. Luego vienen otras 383 mil 336 –22% del total– con 3 a 5 empleados.
Es decir, las empresas dedicadas al comercio minorista que tienen entre 0 y 5 empleados suman 1 millón 641 mil 129 negocios, 94% del total. Y sólo 62 mil 633 unidades, 3.6% de las minoristas, tiene entre 6 y 10 empleados.
En resumen: de cada 100 empresas que se dedican al comercio al por menor, 72 tienen de 0 a 2 empleados, 22 ocupan de 3 a 5 personas, y 3.6 emplean de 6 a 10.
El mismo esquema se da en el ámbito de los servicios. En el sector “Servicios de Alojamiento Temporal y de Preparación de Alimentos y Bebidas” hay 392 mil 242 unidades económicas, de las cuales 372 mil 539 –95%– se desempeñan en el subsector “Servicios de Preparación de Alimentos y Bebidas”.
De ellas, 199 mil 524 unidades, 54% del subsector, tienen entre 0 y 2 empleados; otras 125 mil 896, el 34%, ocupan de 3 a 5 personas.
Por la suma de ambos rangos se tiene que 88% de las empresas del subsector ocupan apenas entre 0 y 5 personas. Un 9% emplea entre 6 y 10 personas. O lo que es lo mismo, como en el comercio: “changarritos”, “changarros” y unas cuantas que aspiran a ser microempresas. Se trata, pues, de un país inundado de tienditas, taquerías, loncherías, fondas, vendedores, taxistas, cibercafés, lavanderías, vulcanizadoras, cerrajerías, reparadoras de calzado, alquiler de trajes y vestidos de etiqueta, juguerías, verdulerías, pollerías, burdeles encubiertos, minirrefaccionarias, expendios de pan, tlapalerías, sastrerías, papelerías… y todo cuanto se le ocurra al mexicano para subsistir.
Hay más de 5 millones de “unidades económicas” en México, pero nada que tenga que ver con políticas públicas de desarrollo industrial y comercial, sino más bien con la ausencia de éstas. (Con información de Juan Carlos Cruz Vargas.)
Texto publicado originalmente en la edición 1769 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
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