Carlos Fernández-Vega
cfvmx@yahoo.com.mx • cfv@prodigy.net.mx
■ “Modernizar” el sector energético va de la mano de piratas
Más que breve fue la estancia de Felipe Calderón en la Secretaría de Energía, aunque hay que reconocerle que tan corto tiempo fue productivamente por él aprovechado para procurar jugosos negocios no sólo a sus allegados, como Juan Camilo, sino a ibéricas trasnacionales que, en el más puro ejercicio colonialista, se cuentan entre las principales petroleras del mundo, sin contar con una sola de gota de crudo en su país de origen.
Repsol logró recuperar en México, gracias a Fox y a su sucesor, los jugosos negocios que Evo Morales, en dos ocasiones, le canceló. Un poco de historia al respecto: en septiembre de 2003 el mandatario de Bolivia, Gonzalo Goni Sánchez de Losada, mejor conocido como El Gringo, amarró el negocio de exportar gas barato a México para reenviarlo a Estados Unidos, por medio del consorcio Pacific LNG (Repsol y British Gas), acaparadora de los hidrocarburos bolivianos tras la “capitalización” decretada por Sánchez de Losada en 1996, durante su primer periodo de gobierno.
Dicho consorcio fue creado ex profeso para controlar ese jugoso cuan sencillo negocio con gas boliviano: el gobierno mexicano importaría el gas y las trasnacionales lo venderían, con suculenta ganancia. Pero algo falló, porque en octubre de 2003 el Goni cayó como resultado del movimiento popular encabezado por Evo Morales, y las trasnacionales y sus representantes en México debieron esperar. Vicente Fox rearmó el negocio con el sucesor de El Gringo, Carlos Mesa, y de nueva cuenta tomó forma la exportación del gas boliviano a México para reenviarlo a Estados Unidos. Pero una vez más el tinglado se le vino abajo. Evo no sólo lo impidió, sino que ganó la Presidencia de Bolivia y como titular le mandó decir al guanajuatense que “no es posible que quiera hacer problemas conmigo y con toda una nación por defender intereses ajenos a los de su país”. El de las botas reviró: “si el gas boliviano no se exporta, bueno, pues ni hablar, lo van a consumir ahí o se lo van a comer ahí, allá ellos”.
El 17 de octubre de 2003, Sánchez de Losada puso pies en polvorosa ante la insurrección popular encabezada por Evo Morales. Un día antes, el gobierno foxista, con Calderón en la Secretaría de Energía y en su carácter de presidente del consejo de administración de Pemex, adjudicó el primer “contrato de servicios múltiples”, para explotar gas natural en la cuenca de Burgos, a Repsol, única participante en la “licitación” pública respectiva, tras la misteriosa “declinación” de las también trasnacionales Exxon y Total un par de horas antes (la primera no presentó propuesta, y la segunda “no llegó a la cita”, según la versión oficial).
A la trasnacional española el gobierno foxista le adjudicó el “contrato” más jugoso de Burgos, sin que los otros dejen de serlo: 2 mil 500 kilómetros cuadrados de territorio, con reservas probadas de gas natural calculadas en 57 mil 800 millones de pies cúbicos, distribuidos en 13 sitios localizados en esta subregión. Además, se han detectado otras 50 localidades en las que se estima la presencia de 101 mil 100 millones de pies cúbicos de reservas probables. Todo por 121.86 millones de dólares anuales durante 20 años (2 mil 437.2 millones en total, casi un millón de dólares por kilómetro cuadrado concesionado), con derecho a prórroga.
Es en este contexto que Fox y su efímero secretario de Energía “retribuyen” a Repsol, pero ante la caída del negocio boliviano el desesperado guanajuatense recurrió al gas peruano y al presidente de aquel país, Alejandro Toledo (hoy investigado por la Contraloría gubernamental por “decisiones que redundaron en contra de los intereses del Estado”, en la que la trasnacional española está involucrada), porque no podía permitir la cancelación del jugoso negocio prometido al consorcio ibérico.
Y es en ese contexto, también, que López Obrador denuncia la maniobra: Fox le pasa la estafeta a Calderón, y éste firma un contrato en 2007 con Repsol para el suministro de 500 millones de pies cúbicos diarios de gas natural proveniente del Perú, durante 15 años, en una de las más importantes y rentables transacciones de la empresa española.
El problema es que desde agosto de 2005 la prensa europea distribuyó la noticia de que Repsol exportaría a México gas natural peruano, muchísimo antes de conocerse la respectiva “licitación” de la Comisión Federal de Electricidad (en la que la española resultó ser la única participante, como en la relativa al primer “contrato” de servicios múltiples en Burgos) y de la firma del jugosísimo contrato (número 9100005181, por un monto garantizado de 183 mil 51 millones 215 mil 337 pesos, y vencimiento al 31 de diciembre de 2022).
En respuesta a las acusaciones de AMLO, la CFE intentó desfacer el entuerto al precisar que la referida licitación “se hizo pública en junio de 2006”, pero el quid es que desde diez meses atrás (en agosto de 2005, cuando oficialmente no existía la convocatoria y mucho menos el contrato) Repsol ya cantaba el negocio de exportar gas natural peruano a México, tras su fracaso boliviano.
La paraestatal asegura que “además de Repsol participaron Tokio Gas, Sumitomo, Mitsui y Marubeni”, pero en igualdad de coincidencias con el primer “contrato” de servicios múltiples en Burgos, todas ellas “declinaron” y para ello “presentaron una carta disculpa”, como apunta la Comisión, tal cual lo hizo Pemex en 2003 para justificar la exclusividad de Repsol.
Con un pésimo control de daños, la CFE aseguró que “el concurso para la planta de Manzanillo estuvo supervisado por la Fundación Heberto Castillo Martínez, una organización civil designada para vigilar la licitación por la Secretaría de la Función Pública”. El problema es que la propia Fundación desmintió tal aseveración.
Entonces, si ese es el concepto para “modernizar” al sector energético nacional, Pemex en particular, lo del tesoro y los piratas es exacto.
Las rebanadas del pastel
Tiene sentido que Calderón afirme que “México ya no necesita dirigentes”, sino gerentes… Y la negativa del inquilino de Los Pinos de presentar su “reforma” energética, actualiza el “y yo por qué” de Vicente Fox.
■ “Modernizar” el sector energético va de la mano de piratas
Más que breve fue la estancia de Felipe Calderón en la Secretaría de Energía, aunque hay que reconocerle que tan corto tiempo fue productivamente por él aprovechado para procurar jugosos negocios no sólo a sus allegados, como Juan Camilo, sino a ibéricas trasnacionales que, en el más puro ejercicio colonialista, se cuentan entre las principales petroleras del mundo, sin contar con una sola de gota de crudo en su país de origen.
Repsol logró recuperar en México, gracias a Fox y a su sucesor, los jugosos negocios que Evo Morales, en dos ocasiones, le canceló. Un poco de historia al respecto: en septiembre de 2003 el mandatario de Bolivia, Gonzalo Goni Sánchez de Losada, mejor conocido como El Gringo, amarró el negocio de exportar gas barato a México para reenviarlo a Estados Unidos, por medio del consorcio Pacific LNG (Repsol y British Gas), acaparadora de los hidrocarburos bolivianos tras la “capitalización” decretada por Sánchez de Losada en 1996, durante su primer periodo de gobierno.
Dicho consorcio fue creado ex profeso para controlar ese jugoso cuan sencillo negocio con gas boliviano: el gobierno mexicano importaría el gas y las trasnacionales lo venderían, con suculenta ganancia. Pero algo falló, porque en octubre de 2003 el Goni cayó como resultado del movimiento popular encabezado por Evo Morales, y las trasnacionales y sus representantes en México debieron esperar. Vicente Fox rearmó el negocio con el sucesor de El Gringo, Carlos Mesa, y de nueva cuenta tomó forma la exportación del gas boliviano a México para reenviarlo a Estados Unidos. Pero una vez más el tinglado se le vino abajo. Evo no sólo lo impidió, sino que ganó la Presidencia de Bolivia y como titular le mandó decir al guanajuatense que “no es posible que quiera hacer problemas conmigo y con toda una nación por defender intereses ajenos a los de su país”. El de las botas reviró: “si el gas boliviano no se exporta, bueno, pues ni hablar, lo van a consumir ahí o se lo van a comer ahí, allá ellos”.
El 17 de octubre de 2003, Sánchez de Losada puso pies en polvorosa ante la insurrección popular encabezada por Evo Morales. Un día antes, el gobierno foxista, con Calderón en la Secretaría de Energía y en su carácter de presidente del consejo de administración de Pemex, adjudicó el primer “contrato de servicios múltiples”, para explotar gas natural en la cuenca de Burgos, a Repsol, única participante en la “licitación” pública respectiva, tras la misteriosa “declinación” de las también trasnacionales Exxon y Total un par de horas antes (la primera no presentó propuesta, y la segunda “no llegó a la cita”, según la versión oficial).
A la trasnacional española el gobierno foxista le adjudicó el “contrato” más jugoso de Burgos, sin que los otros dejen de serlo: 2 mil 500 kilómetros cuadrados de territorio, con reservas probadas de gas natural calculadas en 57 mil 800 millones de pies cúbicos, distribuidos en 13 sitios localizados en esta subregión. Además, se han detectado otras 50 localidades en las que se estima la presencia de 101 mil 100 millones de pies cúbicos de reservas probables. Todo por 121.86 millones de dólares anuales durante 20 años (2 mil 437.2 millones en total, casi un millón de dólares por kilómetro cuadrado concesionado), con derecho a prórroga.
Es en este contexto que Fox y su efímero secretario de Energía “retribuyen” a Repsol, pero ante la caída del negocio boliviano el desesperado guanajuatense recurrió al gas peruano y al presidente de aquel país, Alejandro Toledo (hoy investigado por la Contraloría gubernamental por “decisiones que redundaron en contra de los intereses del Estado”, en la que la trasnacional española está involucrada), porque no podía permitir la cancelación del jugoso negocio prometido al consorcio ibérico.
Y es en ese contexto, también, que López Obrador denuncia la maniobra: Fox le pasa la estafeta a Calderón, y éste firma un contrato en 2007 con Repsol para el suministro de 500 millones de pies cúbicos diarios de gas natural proveniente del Perú, durante 15 años, en una de las más importantes y rentables transacciones de la empresa española.
El problema es que desde agosto de 2005 la prensa europea distribuyó la noticia de que Repsol exportaría a México gas natural peruano, muchísimo antes de conocerse la respectiva “licitación” de la Comisión Federal de Electricidad (en la que la española resultó ser la única participante, como en la relativa al primer “contrato” de servicios múltiples en Burgos) y de la firma del jugosísimo contrato (número 9100005181, por un monto garantizado de 183 mil 51 millones 215 mil 337 pesos, y vencimiento al 31 de diciembre de 2022).
En respuesta a las acusaciones de AMLO, la CFE intentó desfacer el entuerto al precisar que la referida licitación “se hizo pública en junio de 2006”, pero el quid es que desde diez meses atrás (en agosto de 2005, cuando oficialmente no existía la convocatoria y mucho menos el contrato) Repsol ya cantaba el negocio de exportar gas natural peruano a México, tras su fracaso boliviano.
La paraestatal asegura que “además de Repsol participaron Tokio Gas, Sumitomo, Mitsui y Marubeni”, pero en igualdad de coincidencias con el primer “contrato” de servicios múltiples en Burgos, todas ellas “declinaron” y para ello “presentaron una carta disculpa”, como apunta la Comisión, tal cual lo hizo Pemex en 2003 para justificar la exclusividad de Repsol.
Con un pésimo control de daños, la CFE aseguró que “el concurso para la planta de Manzanillo estuvo supervisado por la Fundación Heberto Castillo Martínez, una organización civil designada para vigilar la licitación por la Secretaría de la Función Pública”. El problema es que la propia Fundación desmintió tal aseveración.
Entonces, si ese es el concepto para “modernizar” al sector energético nacional, Pemex en particular, lo del tesoro y los piratas es exacto.
Las rebanadas del pastel
Tiene sentido que Calderón afirme que “México ya no necesita dirigentes”, sino gerentes… Y la negativa del inquilino de Los Pinos de presentar su “reforma” energética, actualiza el “y yo por qué” de Vicente Fox.
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