Monday, November 03, 2008

Un presidente negro en Estados Unidos

JULIO SCHERER GARCíA

Hace 43 años, en septiembre de 1965, Julio Scherer García viajó a la capital de Estados Unidos como enviado especial del periódico Excélsior. Lyndon B. Johnson, impulsor de las leyes que prohibieron la discriminación racial y dieron el derecho al voto a los negros, gobernaba ese país en un segundo mandato. En la Casa Blanca, Scherer entrevistó a Joseph Leitin, secretario auxiliar de prensa del mandatario. El tema: los disturbios en el barrio Watts de Los Ángeles, California; la situación de los negros en una nación de claro corte racista; los planes sociales para este grupo, y las posibilidades de que Estados Unidos pudiera eventualmente tener un presidente negro.
WASHINGTON, D. C.-¿Hay miedo en los Estados Unidos?
Hablamos no de un peligro exterior, sino de uno interno: la guerra negra.
Joseph Leitin, secretario auxiliar de prensa de la Casa Blanca, nos mira con fijeza. Es un hombre pequeño, de rostro interesante. Su blanca tez y la delgada nariz le dan un aire ascético.
"Siempre hay gente que tiene miedo cuando surge cualquier situación inesperada, como la del barrio Watts en Los Angeles. Pero son los hombres que no tienen miedo los que marcan el progreso."
En el salón en que nos encontramos, un pequeño despacho con dos escritorios cubiertos de papeles, una grabadora y dos secretarias que no cesan de escribir, se hace un silencio bruscamente interrumpido.
-¿Les ha faltado amor a los negros y ahora lo que quieren es poder?
No lo cree Leitin. Poder ya se les ha dado: el voto. Con eso podrán llegar muy lejos.
-¿Han sido humillados y ahora quieren humillar?
Tampoco lo cree Leitin. En todo caso, es cuestión de tiempo el alivio de sus problemas. En todos los frentes de la administración nacional se trabaja para su beneficio. Se planea desde la educación intensiva, en masa, hasta la construcción de grandes zonas urbanas donde queda lejos lo que ha sido el escenario de su vida: los botes de basura, albergues malolientes, la promiscuidad, la crudeza de un paisaje del que no han podido huir, y porque lo han llevado igual que la sangre; igual que el corazón.
-¿Entonces?
Un problema sin arranque ni fin
-¿Pero puede abordarse así, en cinco minutos, un problema de siglos? El problema negro es enredado como una liana perdida en la selva; sin punto de arranque ni fin. Lo imaginamos como un pozo profundo en el que jamás se toca fondo. El blanco puede mirar al negro con cierta naturalidad, porque siempre lo ha observado por encima del hombro. Pero, ¿y el negro? ¿Cómo construir un sentimiento con material tan disímbolo, como el que proporcionan el rencor y la admiración, el miedo y la envidia, el odio y una pasión indefinible compuesta de amor y anhelo? A veces creemos que el problema del negro, por inasible, es material para un pintor abstracto, para un músico o para un literato, mas no para un pensador. El negro, por distante, nos es extraño como los ángeles y los demonios.
Alrededor de estas ideas cavilábamos en el interior de una Casa extrañamente llamada Blanca, pues, desde hace algunos meses es la casa de todos: de los negros, de los negros y de los blancos, cuando volvimos a una pregunta que había quedado en el aire.
-¿Entonces, señor Leitin?
El segundo magnavoz del pensamiento de Lyndon B. Johnson, atento siempre a un pequeño foco que tiene en el tablero de un teléfono con mil botones, que se enciende cada vez que el Presidente lo llama a su despacho, pesa una a una de sus palabras:
"Escuche con atención lo que voy a decirle. Hace 50 años nadie se hubiese atrevido a decir que los Estados Unidos serían gobernados por un presidente católico. El tiempo, en medio siglo, superó lo que parecía imposible y John F. Kennedy escaló la máxima magistratura de un país de mayoría protestante.
"Hoy, nadie se atrevería a decir que en el futuro de los Estados Unidos habrá un presidente negro. Sin embargo, téngalo en cuenta desde ahora..."
* Publicado en Excélsior el 27 de septiembre de 1965.

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