Wednesday, June 03, 2009


Pastel, fusión y monopolio

Riesgo de cambiar de rumbo

Enjuagues en chino

Carlos Fernández-Vega


A punto de servirse en la mesa del patrón se encuentra el enésimo rescate público de las dos mayores líneas aéreas privadas del país, Mexicana de Aviación y Aeroméxico (reprivatizadas, también por enésima ocasión, apenas en diciembre de 2005, cortesía de Fox, y octubre de 2007, ídem de Calderón, respectivamente), lo que confirma que el verdadero trámite más inútil del gobierno federal en su empaque neoliberal (de MMH a FC) es la privatización de los bienes nacionales.

El pastel es el mismo y está elaborado con los ingredientes de siempre: recursos públicos para salvar negocios privados, y un banco del Estado (Bancomext, al que el propio gobierno federal ha intentado desaparecer por todos los medios) para servir de mesero, con un largo mantel de 3 mil millones de pesos del erario. La novedad en esta ocasión es que el rescate incluiría la fusión de ambas aerolíneas, una autorización permanentemente negada a lo largo de los años (desde su anterior reestatización en 1995, vía Cintra-Fobaproa) por la Comisión Federal de Competencia, el ente anti monopolios.

A los mexicanos les ha costado (les cuesta) sangre y desarrollo el rescate de este tipo de empresas; de aquí a cuando menos 20 años más seguirán pagando las barbaridades del Fobaproa (entre ellas el salvamento de Mexicana de Aviación y Aeroméxico en la crisis de 1995); acumulan cinco gobiernos perversamente onerosos (dos privatizadores, MMH y Salinas, y tres rescatadores, Zedillo, Fox y Calderón), y cuando se supone que todo estaba listo, que en este navío de gran calado el Estado era un simple observador del feliz devenir económico, ¡zas!, de nueva cuenta comienza el circuito.

Cuando a finales de 2005 Fox vendió (léase regaló) Mexicana de Aviación a Gastón Azcárraga Andrade, lo más llamativo de la operación fue que el gobierno del cambio regresó la aerolínea a quien, junto con sus hermanos, la reventó en 1995 y fue rescatado por mister Fobaproa, Ernesto Zedillo. Al erario le costó miles y miles de millones mantener la empresa a flote, para finalmente entregarla por un puñado de dólares.

Lo mismo sucedió con Calderón, quien optó por vender (ídem) Aeroméxico a Citigroup disfrazado de Banamex y 14 multimillonarios autóctonos (marca Forbes algunos de ellos, y públicamente representados por un delincuente electoral, José Luis Barraza, ex presidente del Consejo Coordinador Empresarial), la mayoría de los cuales aparecen feliz y reiteradamente ligados a la reprivatización bancaria (a la del propio Banamex) y telefónica en tiempos salinistas; los rescates y salvamentos zedillistas; el cambio foxista, con su democracia de, para y por los empresarios, el sepelio del Fobaproa y la evasión fiscal vía Bolsa Mexicana de Valores; y la continuidad calderonista.

Y en este país en el que nunca más habrá otra crisis (Calderón, ja ja ja, dixit) el juego comienza de nueva cuenta, y los pagadores son los de siempre. El gobierno federal, ávido de gastar el dinero de los mexicanos, ofrece sacar adelante a las dos aerolíneas y para ello no sólo pone a su disposición recursos públicos, sino la posibilidad de pasar, vía fast track, del duopolio al monopolio privado de la aviación en el país, por medio de una simple fusión, es decir, pone en charola de plata lo que en campaña se comprometió a combatir (léase a los monopolios).

Es ya una vieja cuan onerosa práctica de los gobiernos neoliberales (en realidad uno con cinco máscaras), sólo que ahora el rescate aparece disfrazado de emergencia por razones de crisis, las mismas que los dueños de las aerolíneas han utilizado para desmantelar los respectivos contratos colectivos de trabajo y llevarse entre las patas al personal por ellos contratados. A nombre de sus respectivos grupos de inversionistas, José Luis Barraza (Aeroméxico) y Gastón Azcárraga (Mexicana de Aviación) dicen analizar una posible fusión para enfrentar la sacudida económica, aunque en realidad el costo lo asumirían los mexicanos (les guste o no, porque ya decidieron en Los Pinos, como en el Fobaproa), mientras ellos deciden gozar las mieles del monopolio.

En reiteradas ocasiones la Comisión Federal de Competencia negó autorización para la fusión de las aerolíneas, porque generaría una concentración excesiva en 24 rutas nacionales; difícilmente podría ser contrarrestada por otros jugadores, debido a la existencia de altas barreras a la entrada en el aeropuerto internacional de la ciudad de México (...) y persiste la discrecionalidad en el otorgamiento de permisos para nuevas aerolíneas (...); mientras operaron juntas Aeroméxico y Mexicana, el marco legal actual sirvió para inhibir la entrada y el crecimiento de opciones distintas. Además, impondría precios y condiciones desfavorables a los consumidores. Eso decía, pero por razones de crisis podría olvidar.

Y allí están, en espera de su pastel de recursos públicos, más la fusión y el monopolio. En el caso de los más recientes dueños de Aeroméxico sería una velita más, porque en su momento celebraron la reprivatización salinista, el rescate zedillista, la extranjerización foxista, libre de impuestos, y ahora con el para vivir mejor calderonista, como en los casos de Valentín Díez Morodo, María Asunción Aramburuzavala, Antonio Cosío Ariño, Agustín Franco Macías, Juan Francisco Beckman Vidal, la familia Canales Clariond, Ricardo Martín Bringas y Eduardo Tricio Haro, más José Luis Barraza, el mismo que en la campaña electoral 2006 advertía sobre el riesgo de cambiar de rumbo, porque apostarle a algo distinto implicaría retroceso (queda claro cuál era el riesgo).

Por el lado de Mexicana de Aviación, Gastón Azcárraga Andrade heredó de su padre la habilidad para este tipo de negocios, porque Gastón Azcárraga Tamayo hizo lo propio en 1994 con la misma aerolínea: convenció al gobierno para que rescatara al consorcio, que terminó en la panza del Fobaproa. En este nuevo esfuerzo empresarial lo acompañan Angel Losada Moreno, Juan Gallardo Thurlow e Isaac Saba, entre otros.

Las rebanadas del pastel

Y mientras Aviacsa puede ser la cereza en este nuevo rescate, a ver cómo le hace Elba Esther Gordillo, pero a partir de ya se verá en la penosa necesidad de negociar sus enjuagues en otro idioma, pues General Motors anunció la venta de su marca Hummer al grupo chino Sichuan Tengzhong. Ahora las rifas se promoverán en mandarín.

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