Panorama Norteamericano | Eduardo Valle
Razones y sinrazones
"Al fin el presidente Calderón obtiene victorias en la lucha por la seguridad pública, o como se designe ahora la antes conocida como guerra contra el crimen organizado"
Al fin el presidente Calderón obtiene victorias en la lucha por la seguridad pública, o como se designe ahora la antes conocida como guerra contra el crimen organizado. La más relevante, sin duda: la división y confrontación violenta de los diversos cárteles. Al menos en dos circunstancias se ha declarado, ahí sí, una guerra de exterminio: Los Zetas contra el cártel del Golfo y aliados y los enemigos de Édgar Valdez contra este personaje nacido en Texas. En medio la población de Nuevo León y Tamaulipas por ahora, en un caso; en el otro, estados del Pacífico mexicano y algunos del centro del país. Ya luego se verá si se generalizan las ofensivas en Veracruz, Hidalgo y Tabasco o en Chiapas y Quintana Roo. O en el noroeste del país. En Chihuahua, se sabe, se enfrentan sinaloenses con el cártel de Juárez; mientras en Michoacán los jefes de La Familia tratan de neutralizar la movilización del Ejército.
Por otra parte ya es evidente (la muerte en Cuernavaca de uno de los Beltrán Leyva fue sólo el caso más relevante) que la utilización creciente de unidades de élite, con buena inteligencia de soporte, ha reformado para bien, en términos de represión, la acción de las Fuerzas Armadas, y ¡hasta de la Policía Federal en su rama especializada! Hay costos elevados en este avance: hay ciudades y regiones devastadas por la acción de los sicarios y la estadística de la Fiesta de las Balas da para horrorizar a cualquiera. Pero hay resultados ciertos hasta de percepción en diversos ámbitos. Por ejemplo: los narcotraficantes vuelven a sentir temor frente a la acción de las unidades de élite. En el encuentro Scherer-Zambada se muestra la preocupación de los capos por la persecución. Sólo como muestra.
Ahora, cuando comienzan a presentarse resultados de mayor alcance, por paradoja, los mensajes del gobierno federal no son escuchados con cuidado o son minusvalorados hasta con ironía. ¿Quiénes son los agresores, los violentos desde el origen? Las empresas criminales transnacionales. ¿Alguien, cualquiera, puede afirmar lo contrario? El Estado está para cumplir y hacer cumplir la ley, aun cuando en forma lamentable en su acción, por razones de emergencia o choque se produzcan daños graves a sectores de la población. ¿Alguien puede refutar esto en forma sincera? ¿Conviene olvidar que esas empresas criminales, por cualesquiera razones, se lanzaron a tareas delincuenciales, las cuales agravian a toda la población? Imposible.
Ahh, el Ejecutivo empezó esto con un mal diagnóstico y usó el encuentro casual de la masa del Ejército como táctica principal en una estrategia nunca, incluso ahora, bien definida. Cierto. Y aún más: está a discusión la constitucionalidad del uso de las Fuerzas Armadas para esas tareas. Cierto. En algunas regiones se impuso un estado de excepción de facto. Cierto. Pero: ¿si esto fue absolutamente indispensable? Sí, cuando se constató hasta dónde llegaba la corrupción y la complicidad de policías y políticos, pero también la prepotencia y el placer por el daño indiscriminado y salvaje, entonces fue de mayor urgencia avanzar. ¿Ahí se equivocó el gobierno? O, con todas sus fallas, al exponer, aun fuera con parcialidad, los lodos del pantano en el cual aún vivimos procuró el bienestar de la nación. Y usó lo que tenía a la mano —las Fuerzas Armadas, el último instrumento— para contener a los señores de los cuernos de chivo y las caravanas amenazantes.
Perder la más elemental racionalidad en este asunto puede causarnos mucho daño: el gobierno de Calderón lo hizo; se enfrentó a las empresas criminales. Trató de advertir pero ni en eso tuvo pleno éxito. Porque no sabía bien a bien el tamaño y el poder del adversario criminal (no del “enemigo”).
Pero ya no se requiere más advertencia oficial: vea las noticias en Colima y Nayarit, en Puebla y Aguascalientes. En cualquier lado; en todas partes. La violencia canalla toca a nuestras puertas, invade nuestra respiración. Y es provocada por las empresas criminales. No por las Fuerzas Armadas las cuales, hasta con momentos trágicos, cumplen con una difícil misión cuando ni les corresponde ni están preparadas para ello. Pero es lo que tenemos; nosotros, los mexicanos. Nadie debería llamarse a engaño: la ley de la demanda y la oferta seguirá cumpliéndose. Pero las acciones del gobierno nos dicen: ¡miren hasta dónde habíamos llegado! A todos nos molesta; y aún se queda corto.
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