Tijuana: la guerra ya regresó
Los signos del “calentamiento” de la plaza de Tijuana son inequívocos. Los últimos decomisos de armamento en varios municipios de Baja California indican que la guerra entre los cárteles de Sinaloa y de Tijuana, ambos muy recuperados, viene fuerte. Y aunque las autoridades conocen la situación, no parecen bien preparadas para enfrentar un eventual estallido violento con una policía infiltrada y contingentes militares señalados por su presunta colaboración con los narcos
TIJUANA, Baja C, 2 de octubre.- Encabezado por Fernando Sánchez Arellano –miembro de la dinastía Arellano Félix–, el cártel de Tijuana está recobrando territorios y mercados que había perdido en esta entidad.
Para ello, se vale de matanzas, secuestros y una oferta masiva de drogas que ya colocan al estado entre los más descompuestos por la violencia, el alto consumo de enervantes y la corrupción de la Policía Ministerial, convertida en brazo armado de los grupos criminales.
Y si bien en los últimos tres años la violencia en esta ciudad no ha llegado al máximo nivel –las ejecuciones en sitios públicos han disminuido–, lo cierto es que los homicidios siguen a la alza y el secuestro ha repuntado porque las células del narcotráfico ahora levantan y plagian a todo tipo de comerciantes, sean abarroteros, taqueros o vendedores ambulantes.
Personas que viven en esta ciudad reconocen que la violencia ha disminuido, pero indican que sigue habiendo muertos, decapitados, secuestros y tiroteos de los que no llega a saberse nada en el centro del país. En sectores de la sociedad tijuanense impera la sospecha de que hay un tipo de pacto entre el gobierno del estado, la cúpula empresarial y los medios de comunicación para que no se conozcan estos hechos.
“Lo que viene es lo peor”, afirma Alberto Capella Ibarra, expresidente del Consejo Estatal de Seguridad Pública, y advierte que debido al alto índice delictivo y al crecimiento de la plaza ya se da como un hecho que Tijuana enfrentará “un calentamiento” similar al de Ciudad Juárez, pues Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, jefe del cártel de Sinaloa, parece decidido a tomar el control del estado cuando termine su confrontación en Chihuahua.
–¿Para cuándo se prevé la irrupción de El Chapo en Baja California? –se le pregunta al exfuncionario estatal, que en 2007 sobrevivió a un tiroteo con narcos en su residencia.
–Quizá para cuando termine el año o a principios de 2011. De lo que no hay duda es que viene la guerra por esta plaza.
Ya se perciben signos de ese previsible conflicto: en varias comunidades de Baja California el Ejército ha decomisado armas de alto poder, entre éstas fusiles Barret calibre .50 y granadas.
Aunque eventuales, estos aseguramientos no pasan desapercibidos para el general Alfonso Duarte, comandante de la II Zona Militar, quien ha dicho públicamente que la guerra se acerca a Tijuana y que este tipo de armas es una prueba del poder de los cárteles que pretenden ocupar la plaza.
No faltan los desafíos a la autoridad. El domingo 12, por ejemplo, aparecieron dos cuerpos masculinos decapitados en la calle Chiapas de la colonia Lagunitas, en la zona conocida como El Tecolote, delegación San Antonio de los Buenos.
Las cabezas estaban aparte, cubiertas con cinta adhesiva. Un cadáver llevaba camisa café, pantalón negro y tenía las manos atadas por detrás. El otro vestía una chamarra verde, camisa azul a cuadros y pantalón de mezclilla. Hasta el martes 14 las autoridades no habían identificado a ninguno.
Uno de los muertos tenía en sus manos una cartulina amarilla fosforescente en la que se leía un narcomensaje (“No hemos matado más gente porque no queremos…”) dirigido al teniente coronel Julián Izaola, secretario de Seguridad Pública Municipal, quien varias veces ha dicho que en Tijuana han disminuido las ejecuciones gracias al trabajo de la Policía Municipal.
Tijuana, Mexicali, Tecate
Aunque en Tijuana no se recuerdan ejecuciones de alto impacto como las que dieron fama a los hermanos Benjamín y Ramón Arellano Félix –que las convirtieron en su sello–, los asesinatos siguen siendo frecuentes. Muchos de ellos fueron atribuidos a Teodoro García Simental, El Teo, operador de El Chapo Guzmán y confrontado con Fernando Sánchez Arellano, El Ingeniero o El Alineador, miembro del clan Arellano Félix.
La Policía Federal detuvo sin violencia al Teo el 12 de enero pasado en el fraccionamiento Fidepaz, en La Paz, Baja California. Casi un mes después, el 8 de febrero, fueron capturados su hermano José Manuel, El Chiquilín, y su socio Raycel López Uriarte, El Muletas. Entonces se difundió que todos ellos eran operadores del cártel de Sinaloa, aunque ahora corren versiones de que se les detuvo porque en realidad trabajaban para los hermanos Beltrán Leyva.
La caída de estos sicarios no detuvo la violencia; por el contrario, ésta se afianzó en todos los territorios bajacalifornianos y se enfocó hacia las redes de narcomenudeo que se disputan calles, cuadras y manzanas. Estos mismos grupos encuentran en los secuestros, los homicidios y las extorsiones una fuente de financiamiento para mantenerse firmes en el negocio de las drogas.
Para la Procuraduría General de la República (PGR), el cártel de Tijuana está mermado, aunque sus raíces, extendidas durante más de 20 años, le permiten permanecer incólume en su estructura financiera, cuyo manejo se le atribuye a una mujer a menudo descrita como calculadora y de mirada fría: Enedina Arellano Félix, contadora pública de profesión, a quien aquí ya se le llama La Jefa.
Fernando Sánchez Arellano, jefe del ala operativa del cártel de Tijuana, tiene menos de 35 años y es hijo de Alicia Arellano y sobrino de Enedina. El llamado Alineador tiene varios operadores en el estado: en Ensenada, según datos de la PGR, su principal socio es Héctor Guajardo Hernández, El Güicho, quien también controla demarcaciones como Sánchez Taboada, La Gloria, La Presa y lo que se conoce como El Corredor 2000, donde se ha perpetrado la mayoría de los secuestros de comerciantes.
Según fuentes federales, El Güicho también tiene una intensa actividad en el tráfico de personas, otra de las “divisiones comerciales” del cártel de Tijuana. La de Rosarito a San Diego es su ruta más boyante. Se afirma que Guajardo Hernández cobra entre 4 mil y 7 mil dólares por cada indocumentado que otra mafia, la de los polleros, cruza a territorio estadunidense.
La captura de los hermanos Teodoro y José Manuel García Simental no exterminó al grupo delictivo. Sergio Daniel, hermano de ambos, ahora trabaja con el cártel de Tijuana y está bajo las órdenes de Guajardo Hernández, aunque abocado a otra actividad: los secuestros en Ensenada y Rosarito.
Otro de los operadores de El Ingeniero, de acuerdo con la información consultada por este semanario, es Armando Villarreal, El Gordo Villarreal, quien está afincado en Guadalajara –donde el cártel de Tijuana tiene una sucursal– y es el encargado de contactar los cargamentos de droga que arriban al Pacífico por las costas de Jalisco para luego ser embarcadas hacia Tijuana.
Expolicía avezado en el arte de matar, según se detalla en su ficha criminal, Enrique Forquera Guerrero es considerado otra pieza del cártel de Tijuana y sustituyó a otro personaje tan sanguinario como él: Jorge Briceño López, El Cholo, a quien se le achaca la ejecución del conductor de televisión Francisco Stanley, supuestamente ordenada por los Arellano Félix.
La competencia
El cártel de Tijuana ejerce el más férreo control del tráfico de drogas y de otras actividades delictivas en la ciudad de la que toma su nombre, no así en el resto del territorio que antes fue como de su propiedad, puesto que en Mexicali, por ejemplo, ya se le atribuye el predominio al Chapo Guzmán.
La presencia de la organización de Guzmán Loera en Mexicali data de finales de los ochenta, cuando Miguel Ángel Félix Gallardo, capo de capos, repartió el territorio y le asignó esa ciudad al Chapo. Organismos de inteligencia mexicanos, y estadunidenses como la DEA, señalan que tras su fuga del penal de Puente Grande, Jalisco, en 2001, Guzmán Loera se propuso recuperar sus territorios. Y tuvo éxito.
Su fuerte presencia se confirma porque no sólo trafica con drogas sino que ha incursionado de lleno en los secuestros a través de la banda de Los Garibay, muy conocida en Mexicali por sus ligas con el capo sinaloense y que por años estuvo encabezada por Manuel Garibay, detenido el pasado 25 de junio.
Este cabecilla era versátil en las actividades delictivas, operaba los secuestros y al mismo tiempo era un importante enlace del Chapo Guzmán con los proveedores colombianos para traer la droga a México a través del Caribe y del Pacífico. Una vez que la cocaína llegaba a Baja California, El Chapo, conocedor de ese territorio, cruzaba los embarques a través de narcotúneles. En los últimos diez años las autoridades han hallado una decena de éstos, algunos en construcción y otros en uso, muy bien equipados con elevadores y maquinaria para barrenar.
A diferencia de Tijuana y Mexicali, en Tecate, otra plaza importante, los Arellano Félix comparten el territorio con las células del cártel de Sinaloa. Ambos grupos tenían protección de elementos del Ejército, según datos publicados por los periódicos El Mexicano y Frontera.
La prensa local ha publicado que ambos cárteles corrompieron a los miembros de un retén conocido como Centinela, integrado en su mayor parte por militares que les permitían a los cabecillas de las dos bandas pasar droga e indocumentados. Al descubrirse el hecho, dos mujeres con rango de subtenientes fueron arraigadas.
Otras zonas donde se afirma que Guzmán Loera tiene una fuerte presencia son Rosarito, Sierra de Juárez (localizada en Mexicali y famosa por sus amplios sembradíos de mariguana) y el área metropolitana de Tijuana.
Pero los cárteles de Tijuana y de Sinaloa no son los únicos: en las ciudades mencionadas también se destaca la presencia de miembros de La Familia michoacana, la organización criminal que más ha crecido en los últimos cinco años y que ya controla por lo menos diez estados del país, entre otros Michoacán, Guerrero, el Estado de México y Jalisco.
No obstante que el territorio parece repartido en tres cárteles, el abogado consultor Alberto Capella, experto en temas de seguridad pública, afirma que dispone de información suficiente para afirmar que El Chapo Guzmán arremeterá fuerte en Baja California, tanto que se espera que la violencia aquí alcance los niveles de Ciudad Juárez.
Algunos datos parecen apoyar la hipótesis de Capella. Hace dos meses, en el rancho Las Tinajas del poblado Lázaro Cárdenas, de Ensenada, efectivos del Ejército aseguraron un lanzagranadas y una Barret calibre .50. Luego, mediante trabajo de inteligencia, militares adscritos a la segunda región confirmaron que el sitio del decomiso es un campo de entrenamiento del cártel de Sinaloa.
Descubrieron además que personal al parecer de formación militar entrena a los sicarios de esa organización delictiva, y las fuentes consultadas por la prensa no descartan que ya esté en marcha el plan para tomar el control total de la plaza.
Esas mismas fuentes, que solicitaron el anonimato, también afirman –y en esto coinciden con Capella– que el golpe definitivo de Guzmán Loera se dará posiblemente en noviembre próximo, cuando concluya la administración del alcalde panista Jorge Ramos.
El brazo policiaco
La histórica vinculación de la Policía Ministerial de Tijuana con el narcotráfico tiene un nuevo episodio: los elementos entrenados y presentados como los nuevos rostros de la seguridad terminaron ligados al tráfico de drogas, a los secuestros y asesinatos ordenados por el cártel de Tijuana.
En noviembre de 2006 Baja California fue el segundo estado, después de Michoacán, donde el Ejército puso en marcha el Operativo Conjunto para desarticular las redes de narcotráfico. Uno de sus primeros golpes fue desarmar a la policía de Tijuana y concentrarla, hecho que indignó el entonces alcalde tijuanense Jorge Hank Rhon, señalado como una pieza clave en el organigrama de la mafia local.
El proyecto fracasó, pues cientos de policías terminaron incorporados de tiempo completo al cártel de Tijuana y, según reconocen las autoridades, en lo que va de 2010 se han cometido 550 asesinatos y unos 50 secuestros. Según las mismas fuentes, los distribuidores de drogas también utilizan sus redes para plagiar a polleros, pequeños comerciantes y sexoservidoras. “Por esa razón los secuestros no trascienden, y es que, como se puede analizar, ya no se llevan a los grandes empresarios sino a personas de muy bajo perfil”.
Además, en las redes de vendedores se ha detectado incluso la participación de menores de edad. El jueves 9, por ejemplo, las autoridades locales detuvieron a Jesús Manuel “N”, de 12 años, que en lugar de ir a la escuela vendía drogas en las calles de Tijuana.
Cuando fue detenido en una calle del fraccionamiento El Florido, donde es común la violencia entre bandas, Jesús traía en la bolsa frontal del pantalón 11 envoltorios con droga sintética conocida como ice, elaborada con metanfetaminas, y en la bolsa izquierda 870 pesos que, confesó, eran producto de sus ventas ilícitas.
(APRO- Ricardo Ravelo)
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