leonardo boix Londres, 17 de septiembre (apro).- La lujosa sede de la embajada de Rusia en Londres, en el número 13 de la arbolada Kensington Palace Gardens, es hoy centro de las mayores intrigas de espionaje que se hayan visto en Gran Bretaña desde la “Guerra Fría”, con frecuentes escuchas telefónicas, seguimiento de disidentes rusos en la capital británica y complots para acceder a secretos militares, logísticos y comerciales de los ministerios de Whitehall.
De los 62 miembros diplomáticos rusos acreditados en Londres por el gobierno de su majestad, la reina Isabel II de Inglaterra, al menos 30 serían espías secretos bajo las órdenes de los servicios secretos rusos, con tareas tan diversas como la copia de documentos secretos militares de las fuerzas armadas británicas, escuchas telefónicas a funcionarios y ministros o el seguimiento de disidentes, como el multimillonario Boris Berezovsky, crítico acérrimo del presidente ruso Vladimir Putin.
“La situación es grave, pero no podemos dar información de Inteligencia al respecto”, declaró a Apro una fuente diplomática del Foreign Office en Londres.
De todos modos, un informe del periódico inglés Daily Telegraph, publicado el pasado 8 de septiembre, dio cuenta, a partir de fuentes de los servicios secretos británicos, que Moscú está al frente de una serie de tareas de espionaje en la capital inglesa, que nada tendrían que envidiarles a las mejores películas de James Bond o a los libros de John Le Carré.
Gran Bretaña y Rusia habían quedado enfrentadas en julio pasado luego de la negativa de Moscú a extraditar al principal sospechoso por la muerte del exespía secreto Alexander Litvinenko el pasado 23 de noviembre, el empresario Andrei Lugovoi.
"Está todo exactamente igual; nada ha avanzado al respecto", agregó la fuente del Foreign Office, en relación al pedido de la Fiscalía británica para juzgar a Logovoi.
Cuando Gran Bretaña expulsó, en julio pasado, a cuatro diplomáticos rusos, esos individuos pertenecían todos al SVR, la organización sucesora de la KGB, que está a cargo de obtener información de Inteligencia en el exterior.
Lo cierto es que Rusia cuenta ahora con 62 diplomáticos acreditados en embajadas, consulados y misiones comerciales en Londres, de los que 30 de ellos estarían realizando tareas de espionaje.
Esa proporción no se veía desde el período de la “Guerra Fría”.
Los espías británicos consideran que el plan proviene directamente de Putin, quien busca, a través del espionaje del SVR en el exterior, obtener más beneficios para su país.
"Ese (30) es un número muy alto de espías", declaró Mark Pritchard, el parlamentario conservador que preside la comisión de la Cámara de los Comunes sobre Rusia.
"Nos preguntamos si Rusia está más interesado en la diplomacia o en espiar a Gran Bretaña para obtener secretos políticos y militares", agregó.
La “Guerra Fría” entre Moscú y Londres alcanzó un punto crítico el pasado 5 de septiembre, cuando, a las 5.30 horas, cuatro aviones Tornados de la Royal Air Force (RAF) interceptaron a ocho jets de guerra rusos que se acercaban al espacio aéreo británico.
Ese incidente fue el último de una serie de hechos similares ocurridos en las últimas semanas, en los que aviones británicos interceptaron a bombarderos de Rusia, supuestamente en tareas de espionaje.
De acuerdo con las fuentes militares del Ministerio de Defensa en Londres (MoD), cuatro Tornados F3 de la RAF fueron desplegados de la base militar de Leeming, en North Yorkshire, y de la base de Waddington, en Lincolnshire, en las primeras horas de la mañana.
Los jets rusos Tupolev Tu-95 "Bear", que habían atravesado antes el espacio aéreo de Noruega, fueron interceptados rápidamente y dieron la vuelta.
Dichos aviones no llegaron a ingresar en el espacio aéreo británico, y antes habían sido perseguidos por cazas noruegos.
Todo se remonta al 27 de julio, cuando Moscú confirmó, a través de su Ministerio de Relaciones Exteriores, la expulsión de cuatro diplomáticos británicos.
Esa medida se tomó luego de que Londres anunció 11 días antes una decisión similar, expulsando a cuatro diplomáticos rusos de la embajada de Rusia en Gran Bretaña.
La administración del escocés Gordon Brown decidió tomar represalias contra el Kremlin por su decisión de negarse a extraditar al empresario ruso y exagente secreto de la KGB Lugovoi, a quien la Fiscalía de la Corona británica acusa formalmente de ser el principal sospechoso por la muerte de Litvinenko.
Los fiscales británicos consideran que Lugovoi fue quien envenenó con polonio al exespía y crítico acérrimo del gobierno del presidente Putin, quien estaba refugiado en Gran Bretaña desde 2000.
Litvinenko, que recibió su ciudadanía británica en 2006 y que debía cambiar cada cinco meses de domicilio en Londres por temor a ser asesinado, se había reunido con Lugovoi a tomar el té en el exclusivo bar del Hotel Millennium de Londres, el 1 de noviembre pasado, poco antes de comenzar a sentirse enfermo.
Luego de haberlo vaticinado en una carta póstuma, 22 días después agonizaba en una habitación del University College de la capital británica.
Scotland Yard cree que Lugovoi echó el veneno en la tetera y por eso dejó rastros radioactivos del polonio, que apuntaron fácilmente en su dirección. Lugovoi negó, sin embargo, desde un principio cualquier acusación en su contra.
Como justificativo para no enviarlo a Londres, Moscú ha insistido que, bajo la Constitución rusa, se ve imposibilitada de extraditar a sus ciudadanos a países donde vayan a ser juzgados.
Tanto Rusia como Gran Bretaña indicaron que no se verían afectadas las relaciones bilaterales comerciales en la pelea, pero el periódico ruso en inglés Moscow Times, reveló, el mismo 27 de julio, que entre los diplomáticos británicos expulsados estaba el inglés Andrew Levi, un alto diplomático en materia de comercio e industria.
Levi se desempeñaba como ministro para Asuntos Económicos de la embajada británica en Moscú, y era un experto en materia de políticas energéticas. Además, había intercedido en varias disputas comerciales entre compañías petroleras británicas y Rusia.
En ese sentido, el diplomático había sido clave en aliviar, a comienzos de este año, las tensiones entre la Royal Dutch Shell con el Kremlin, por el proyecto gasífero Sakhalin, valuado en unos 22.mil millones de dólares.
“Mente colonialista”
Shell y sus socios japoneses se vieron forzados a vender parte del control de ese proyecto al ente de gas monopolizado por Rusia, Gazprom.
Según el Moscow Times, la expulsión de Levi fue una clara evidencia de que la pelea diplomática entre Londres y Moscú está comenzando a tener consecuencias graves en las relaciones económicas y comerciales bilaterales.
Desde el número 10 de Downing Street, Brown exhortó, el pasado 31 de julio, a Rusia a asumir su "responsabilidad" para extraditar a Lugovoi, y dijo que Londres "no permitirá que haya gente asesinada en suelo británico, y luego que la persona a quien se quiere juzgar por ese asesinato, no la dejen viajar a nuestro país".
La reacción provocó una respuesta sin demoras de Putin, quien, horas después, dijo que Gran Bretaña "tiene una mente colonialista".
"Ellos (los británicos) nos quieren dar consejos sobre cómo cambiar nuestra Constitución. Es inadmisible", dijo el presidente ruso.
En la pelea diplomática, tanto la Unión Europea (UE) como Estados Unidos han dado un claro apoyo a Londres, que no duda en favorecer una escalada de tensiones.
Pero en Rusia, la gente ve la situación de un modo completamente distinto.
Un sondeo realizado por la consultora independiente FOM entre el 21 y 22 de julio pasado, concluyó que el 52 por ciento de los 1.600 entrevistados está de acuerdo con la decisión de su gobierno, mientras que sólo el 7 por ciento considera que Lugovoi debe ser entregado a las autoridades británicas.
Sin embargo, para el 41 por ciento, la situación diplomática es tan compleja que dijo prefiere no tomar una posición al respecto.
La crisis por el caso Litvinenko ha dejado en evidencia los cada vez mayores problemas entre Rusia y Occidente, como los planes de Washington para expandir a la OTAN; las nuevas bases militares norteamericanas anti-misiles en Rumania y Bulgaria (que Moscú considera serán construidas como contraataque a Rusia), y el despliegue de escudos antimisiles en Polonia y la República Checa.
También puso de relieve las tensiones entre Rusia y sus vecinos por la actual crisis energética, y la negativa de Moscú a apoyar, en el Consejo de Seguridad de la ONU, un plan para la independencia de Kosovo, debido a sus alianzas históricas, comerciales y financieras con Serbia.
El sondeo del FOM indicó que el 36 por ciento de los rusos ve a Gran Bretaña como una nación "poco amigable", un incremento del 28 por ciento desde el año pasado, mientras que el 29 por ciento opinó lo opuesto.
Lo sorprendente de la encuesta es que reveló que sólo el 9 por ciento de los rusos considera que los problemas entre Londres y Moscú dañarán gravemente las relaciones bilaterales entre ambos países.
De todos modos, y aunque la prensa de ambos países trate de esconderlo, el conflicto ha tenido sus rasgos militares preocupantes.
El episodio con los aviones rusos del pasado 5 de septiembre, se había repetido la noche del 18 de julio último, cuando dos jets de guerra de la RAF fueron desplegados a inspeccionar los cielos de Londres, luego de que dos aviones rusos fueran detectados en viaje sospechoso a Gran Bretaña.
Según confirmó ese día el MoD en un escueto comunicado, los dos aviones no identificados "fueron detectados por nuestros radares en camino al espacio aéreo británico" y "dieron la vuelta antes de que fueran interceptados e ingresaran al espacio aéreo de Gran Bretaña".
Según el MoD, ambos aviones "eran de bandera rusa" y, aunque se apuró a aclarar que "no hay nada para sugerir que este hecho estuviera vinculado a otro asunto", señaló que es "de mucha preocupación".
Ese misterioso incidente ocurrió un día después de que el gobierno de Londres anunció la expulsión de los cuatro diplomáticos rusos.
La compleja trama no terminó allí, ya que justamente ese mismo día, el 18 de julio, los servicios secretos británicos MI5 y MI6 admitieron haber desbaratado un complot de asesinato en Londres contra el magnate ruso Berezovsky, quien además de ser un crítico férreo del presidente Putin, fue amigo personal de Litvinenko.
Según contó Scotland Yard, un sicario ruso planeaba asesinar de un disparo en la cabeza a Berezovsky en una habitación del Hotel Hilton, en el aristocrático barrio de Park Lane.
De acuerdo con la versión policial, el asesino planeaba inventar un encuentro con el empresario ruso, al que tenía previsto llevar a un menor de edad a la reunión, para parecer menos sospechoso.
El tabloide inglés The Sun se animó a dar más detalles de la trama, e informó que el encuentro estaba planeado para los primeros días de julio, pero los servicios de seguridad británicos y la unidad antiterrorista de Scotland Yard lograron detener al criminal antes de que llevara a cabo su plan.
Las señales de Rusia
A Berezovsky, de 61 años, lo unía con Litvinenko su odio acérrimo a Putin, a quien llamó a derrocar con un "golpe violento".
Una fuente cercana a la investigación contó que el sospechoso ruso "estaba siendo monitoreado cuando intentaba comprar armas para la misión planeada".
"De forma inquietante, estaba acompañado por un niño en un intento por tratar de parecer menos sospechoso. Esta táctica de ‘hombre de familia’ también habría sido utilizada en la muerte de Litvinenko", agregó.
Berezovsky, quien obtuvo su fortuna tras el fin de la “Guerra Fría” con la compra de empresas petroleras, de automóviles y de medios de comunicación, vive en una mansión de campo en el condado rural de Surrey, en el sur de Inglaterra, valuada en unos 20 millones de dólares.
Fue advertido por la Policía británica para abandonar el país días antes de que el encuentro se llevara a cabo.
"Fui informado por Scotland Yard que mi vida corría peligro y me recomendaron que abandonara el país", confirmó el empresario ruso, que suele reunirse los viernes con otro de sus amigos rusos exiliados en Londres, el dueño del club Chelsea, Roman Abramovich.
Berezovsky, a quien Moscú pide extraditar acusarlo de crímenes al fisco ruso, se sumó a la pelea diplomática y ofreció viajar a un tercer país para ser juzgado. Pero el magnate le pidió a Lugovoi que hiciera lo mismo.
En una entrevista con la BBC, el pasado 19 de agosto, Berezovsky acusó a Putin de la muerte de Litvinenko y dijo estar "100 por ciento seguro" que, detrás de ese asesinato, "no está sólo Andrei Lugovoi, sino el mismo Putin".
"Esa es la razón por la que Rusia protege tanto a Lugovoi, porque están protegiendo indirectamente la investidura de Putin", acusó el empresario, quien, tras enterarse del plan de asesinato en su contra, contrató protección personal las 24 horas al día.
Además, todo esto ocurre cuando Rusia reveló que ha fabricado la bomba de vacío más potente del mundo, equiparable a una carga nuclear, según anunció, el pasado 12 de septiembre, el jefe adjunto del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas, el coronel general Alexandr Rukshin.
"Los resultados de las pruebas de esta bomba han confirmado que, por su eficacia y capacidad destructiva, es comparable a una carga atómica", dijo el general al informativo "Vremia" del Canal 1 de la televisión pública rusa. La bomba rusa contiene menos explosivos que su análoga norteamericana (7,1 toneladas contra 8,2), pero la supera cuatro veces en capacidad destructiva y veinte en superficie afectada, y crea una temperatura dos veces más alta en el epicentro de la explosión.
En ese sentido, entrevistado por Apro, James Nixey, a cargo del Programa de Rusia y Eurasia del prestigioso instituto Chatham House de Londres, afirmó que Gran Bretaña “está preocupada” por las señales que está enviando Rusia.
“Moscú está endureciendo mucho su posición”, dijo el analista, quien acaba de publicar los libros Experts' Russian Foreign Policy Roundtable, (Briefing, Nov 06) y Georgia and Russia: Feeling the Heat (The World Today, Dic 06).
“Por un lado, podemos ver un cambio de políticas (de Gran Bretaña hacia Rusia) comparado con los años de Blair, que hasta hace unos meses eran comparativamente más blandas con Moscú, y que ahora se han endurecido, y por otro lado, que Gran Bretaña se ha dado cuenta que necesita a Rusia como aliado y amigo, y viceversa. Ambos países deben darse cuenta que tienen que llevar a cabo rápidamente un proceso de reconstrucción de relaciones, o crearán una mayor inestabilidad en el mundo”, agregó.
A una pregunta sobre el incidente con los aviones rusos, Nixey dijo que “Rusia está utilizando un mensaje cada vez más antagónico, que busca mostrar sus músculos como no lo había hecho antes. Estamos viendo una forma más agresiva en la política exterior rusa y esperemos que esto no termine en un enfrentamiento mayor”, concluyó.
De los 62 miembros diplomáticos rusos acreditados en Londres por el gobierno de su majestad, la reina Isabel II de Inglaterra, al menos 30 serían espías secretos bajo las órdenes de los servicios secretos rusos, con tareas tan diversas como la copia de documentos secretos militares de las fuerzas armadas británicas, escuchas telefónicas a funcionarios y ministros o el seguimiento de disidentes, como el multimillonario Boris Berezovsky, crítico acérrimo del presidente ruso Vladimir Putin.
“La situación es grave, pero no podemos dar información de Inteligencia al respecto”, declaró a Apro una fuente diplomática del Foreign Office en Londres.
De todos modos, un informe del periódico inglés Daily Telegraph, publicado el pasado 8 de septiembre, dio cuenta, a partir de fuentes de los servicios secretos británicos, que Moscú está al frente de una serie de tareas de espionaje en la capital inglesa, que nada tendrían que envidiarles a las mejores películas de James Bond o a los libros de John Le Carré.
Gran Bretaña y Rusia habían quedado enfrentadas en julio pasado luego de la negativa de Moscú a extraditar al principal sospechoso por la muerte del exespía secreto Alexander Litvinenko el pasado 23 de noviembre, el empresario Andrei Lugovoi.
"Está todo exactamente igual; nada ha avanzado al respecto", agregó la fuente del Foreign Office, en relación al pedido de la Fiscalía británica para juzgar a Logovoi.
Cuando Gran Bretaña expulsó, en julio pasado, a cuatro diplomáticos rusos, esos individuos pertenecían todos al SVR, la organización sucesora de la KGB, que está a cargo de obtener información de Inteligencia en el exterior.
Lo cierto es que Rusia cuenta ahora con 62 diplomáticos acreditados en embajadas, consulados y misiones comerciales en Londres, de los que 30 de ellos estarían realizando tareas de espionaje.
Esa proporción no se veía desde el período de la “Guerra Fría”.
Los espías británicos consideran que el plan proviene directamente de Putin, quien busca, a través del espionaje del SVR en el exterior, obtener más beneficios para su país.
"Ese (30) es un número muy alto de espías", declaró Mark Pritchard, el parlamentario conservador que preside la comisión de la Cámara de los Comunes sobre Rusia.
"Nos preguntamos si Rusia está más interesado en la diplomacia o en espiar a Gran Bretaña para obtener secretos políticos y militares", agregó.
La “Guerra Fría” entre Moscú y Londres alcanzó un punto crítico el pasado 5 de septiembre, cuando, a las 5.30 horas, cuatro aviones Tornados de la Royal Air Force (RAF) interceptaron a ocho jets de guerra rusos que se acercaban al espacio aéreo británico.
Ese incidente fue el último de una serie de hechos similares ocurridos en las últimas semanas, en los que aviones británicos interceptaron a bombarderos de Rusia, supuestamente en tareas de espionaje.
De acuerdo con las fuentes militares del Ministerio de Defensa en Londres (MoD), cuatro Tornados F3 de la RAF fueron desplegados de la base militar de Leeming, en North Yorkshire, y de la base de Waddington, en Lincolnshire, en las primeras horas de la mañana.
Los jets rusos Tupolev Tu-95 "Bear", que habían atravesado antes el espacio aéreo de Noruega, fueron interceptados rápidamente y dieron la vuelta.
Dichos aviones no llegaron a ingresar en el espacio aéreo británico, y antes habían sido perseguidos por cazas noruegos.
Todo se remonta al 27 de julio, cuando Moscú confirmó, a través de su Ministerio de Relaciones Exteriores, la expulsión de cuatro diplomáticos británicos.
Esa medida se tomó luego de que Londres anunció 11 días antes una decisión similar, expulsando a cuatro diplomáticos rusos de la embajada de Rusia en Gran Bretaña.
La administración del escocés Gordon Brown decidió tomar represalias contra el Kremlin por su decisión de negarse a extraditar al empresario ruso y exagente secreto de la KGB Lugovoi, a quien la Fiscalía de la Corona británica acusa formalmente de ser el principal sospechoso por la muerte de Litvinenko.
Los fiscales británicos consideran que Lugovoi fue quien envenenó con polonio al exespía y crítico acérrimo del gobierno del presidente Putin, quien estaba refugiado en Gran Bretaña desde 2000.
Litvinenko, que recibió su ciudadanía británica en 2006 y que debía cambiar cada cinco meses de domicilio en Londres por temor a ser asesinado, se había reunido con Lugovoi a tomar el té en el exclusivo bar del Hotel Millennium de Londres, el 1 de noviembre pasado, poco antes de comenzar a sentirse enfermo.
Luego de haberlo vaticinado en una carta póstuma, 22 días después agonizaba en una habitación del University College de la capital británica.
Scotland Yard cree que Lugovoi echó el veneno en la tetera y por eso dejó rastros radioactivos del polonio, que apuntaron fácilmente en su dirección. Lugovoi negó, sin embargo, desde un principio cualquier acusación en su contra.
Como justificativo para no enviarlo a Londres, Moscú ha insistido que, bajo la Constitución rusa, se ve imposibilitada de extraditar a sus ciudadanos a países donde vayan a ser juzgados.
Tanto Rusia como Gran Bretaña indicaron que no se verían afectadas las relaciones bilaterales comerciales en la pelea, pero el periódico ruso en inglés Moscow Times, reveló, el mismo 27 de julio, que entre los diplomáticos británicos expulsados estaba el inglés Andrew Levi, un alto diplomático en materia de comercio e industria.
Levi se desempeñaba como ministro para Asuntos Económicos de la embajada británica en Moscú, y era un experto en materia de políticas energéticas. Además, había intercedido en varias disputas comerciales entre compañías petroleras británicas y Rusia.
En ese sentido, el diplomático había sido clave en aliviar, a comienzos de este año, las tensiones entre la Royal Dutch Shell con el Kremlin, por el proyecto gasífero Sakhalin, valuado en unos 22.mil millones de dólares.
“Mente colonialista”
Shell y sus socios japoneses se vieron forzados a vender parte del control de ese proyecto al ente de gas monopolizado por Rusia, Gazprom.
Según el Moscow Times, la expulsión de Levi fue una clara evidencia de que la pelea diplomática entre Londres y Moscú está comenzando a tener consecuencias graves en las relaciones económicas y comerciales bilaterales.
Desde el número 10 de Downing Street, Brown exhortó, el pasado 31 de julio, a Rusia a asumir su "responsabilidad" para extraditar a Lugovoi, y dijo que Londres "no permitirá que haya gente asesinada en suelo británico, y luego que la persona a quien se quiere juzgar por ese asesinato, no la dejen viajar a nuestro país".
La reacción provocó una respuesta sin demoras de Putin, quien, horas después, dijo que Gran Bretaña "tiene una mente colonialista".
"Ellos (los británicos) nos quieren dar consejos sobre cómo cambiar nuestra Constitución. Es inadmisible", dijo el presidente ruso.
En la pelea diplomática, tanto la Unión Europea (UE) como Estados Unidos han dado un claro apoyo a Londres, que no duda en favorecer una escalada de tensiones.
Pero en Rusia, la gente ve la situación de un modo completamente distinto.
Un sondeo realizado por la consultora independiente FOM entre el 21 y 22 de julio pasado, concluyó que el 52 por ciento de los 1.600 entrevistados está de acuerdo con la decisión de su gobierno, mientras que sólo el 7 por ciento considera que Lugovoi debe ser entregado a las autoridades británicas.
Sin embargo, para el 41 por ciento, la situación diplomática es tan compleja que dijo prefiere no tomar una posición al respecto.
La crisis por el caso Litvinenko ha dejado en evidencia los cada vez mayores problemas entre Rusia y Occidente, como los planes de Washington para expandir a la OTAN; las nuevas bases militares norteamericanas anti-misiles en Rumania y Bulgaria (que Moscú considera serán construidas como contraataque a Rusia), y el despliegue de escudos antimisiles en Polonia y la República Checa.
También puso de relieve las tensiones entre Rusia y sus vecinos por la actual crisis energética, y la negativa de Moscú a apoyar, en el Consejo de Seguridad de la ONU, un plan para la independencia de Kosovo, debido a sus alianzas históricas, comerciales y financieras con Serbia.
El sondeo del FOM indicó que el 36 por ciento de los rusos ve a Gran Bretaña como una nación "poco amigable", un incremento del 28 por ciento desde el año pasado, mientras que el 29 por ciento opinó lo opuesto.
Lo sorprendente de la encuesta es que reveló que sólo el 9 por ciento de los rusos considera que los problemas entre Londres y Moscú dañarán gravemente las relaciones bilaterales entre ambos países.
De todos modos, y aunque la prensa de ambos países trate de esconderlo, el conflicto ha tenido sus rasgos militares preocupantes.
El episodio con los aviones rusos del pasado 5 de septiembre, se había repetido la noche del 18 de julio último, cuando dos jets de guerra de la RAF fueron desplegados a inspeccionar los cielos de Londres, luego de que dos aviones rusos fueran detectados en viaje sospechoso a Gran Bretaña.
Según confirmó ese día el MoD en un escueto comunicado, los dos aviones no identificados "fueron detectados por nuestros radares en camino al espacio aéreo británico" y "dieron la vuelta antes de que fueran interceptados e ingresaran al espacio aéreo de Gran Bretaña".
Según el MoD, ambos aviones "eran de bandera rusa" y, aunque se apuró a aclarar que "no hay nada para sugerir que este hecho estuviera vinculado a otro asunto", señaló que es "de mucha preocupación".
Ese misterioso incidente ocurrió un día después de que el gobierno de Londres anunció la expulsión de los cuatro diplomáticos rusos.
La compleja trama no terminó allí, ya que justamente ese mismo día, el 18 de julio, los servicios secretos británicos MI5 y MI6 admitieron haber desbaratado un complot de asesinato en Londres contra el magnate ruso Berezovsky, quien además de ser un crítico férreo del presidente Putin, fue amigo personal de Litvinenko.
Según contó Scotland Yard, un sicario ruso planeaba asesinar de un disparo en la cabeza a Berezovsky en una habitación del Hotel Hilton, en el aristocrático barrio de Park Lane.
De acuerdo con la versión policial, el asesino planeaba inventar un encuentro con el empresario ruso, al que tenía previsto llevar a un menor de edad a la reunión, para parecer menos sospechoso.
El tabloide inglés The Sun se animó a dar más detalles de la trama, e informó que el encuentro estaba planeado para los primeros días de julio, pero los servicios de seguridad británicos y la unidad antiterrorista de Scotland Yard lograron detener al criminal antes de que llevara a cabo su plan.
Las señales de Rusia
A Berezovsky, de 61 años, lo unía con Litvinenko su odio acérrimo a Putin, a quien llamó a derrocar con un "golpe violento".
Una fuente cercana a la investigación contó que el sospechoso ruso "estaba siendo monitoreado cuando intentaba comprar armas para la misión planeada".
"De forma inquietante, estaba acompañado por un niño en un intento por tratar de parecer menos sospechoso. Esta táctica de ‘hombre de familia’ también habría sido utilizada en la muerte de Litvinenko", agregó.
Berezovsky, quien obtuvo su fortuna tras el fin de la “Guerra Fría” con la compra de empresas petroleras, de automóviles y de medios de comunicación, vive en una mansión de campo en el condado rural de Surrey, en el sur de Inglaterra, valuada en unos 20 millones de dólares.
Fue advertido por la Policía británica para abandonar el país días antes de que el encuentro se llevara a cabo.
"Fui informado por Scotland Yard que mi vida corría peligro y me recomendaron que abandonara el país", confirmó el empresario ruso, que suele reunirse los viernes con otro de sus amigos rusos exiliados en Londres, el dueño del club Chelsea, Roman Abramovich.
Berezovsky, a quien Moscú pide extraditar acusarlo de crímenes al fisco ruso, se sumó a la pelea diplomática y ofreció viajar a un tercer país para ser juzgado. Pero el magnate le pidió a Lugovoi que hiciera lo mismo.
En una entrevista con la BBC, el pasado 19 de agosto, Berezovsky acusó a Putin de la muerte de Litvinenko y dijo estar "100 por ciento seguro" que, detrás de ese asesinato, "no está sólo Andrei Lugovoi, sino el mismo Putin".
"Esa es la razón por la que Rusia protege tanto a Lugovoi, porque están protegiendo indirectamente la investidura de Putin", acusó el empresario, quien, tras enterarse del plan de asesinato en su contra, contrató protección personal las 24 horas al día.
Además, todo esto ocurre cuando Rusia reveló que ha fabricado la bomba de vacío más potente del mundo, equiparable a una carga nuclear, según anunció, el pasado 12 de septiembre, el jefe adjunto del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas, el coronel general Alexandr Rukshin.
"Los resultados de las pruebas de esta bomba han confirmado que, por su eficacia y capacidad destructiva, es comparable a una carga atómica", dijo el general al informativo "Vremia" del Canal 1 de la televisión pública rusa. La bomba rusa contiene menos explosivos que su análoga norteamericana (7,1 toneladas contra 8,2), pero la supera cuatro veces en capacidad destructiva y veinte en superficie afectada, y crea una temperatura dos veces más alta en el epicentro de la explosión.
En ese sentido, entrevistado por Apro, James Nixey, a cargo del Programa de Rusia y Eurasia del prestigioso instituto Chatham House de Londres, afirmó que Gran Bretaña “está preocupada” por las señales que está enviando Rusia.
“Moscú está endureciendo mucho su posición”, dijo el analista, quien acaba de publicar los libros Experts' Russian Foreign Policy Roundtable, (Briefing, Nov 06) y Georgia and Russia: Feeling the Heat (The World Today, Dic 06).
“Por un lado, podemos ver un cambio de políticas (de Gran Bretaña hacia Rusia) comparado con los años de Blair, que hasta hace unos meses eran comparativamente más blandas con Moscú, y que ahora se han endurecido, y por otro lado, que Gran Bretaña se ha dado cuenta que necesita a Rusia como aliado y amigo, y viceversa. Ambos países deben darse cuenta que tienen que llevar a cabo rápidamente un proceso de reconstrucción de relaciones, o crearán una mayor inestabilidad en el mundo”, agregó.
A una pregunta sobre el incidente con los aviones rusos, Nixey dijo que “Rusia está utilizando un mensaje cada vez más antagónico, que busca mostrar sus músculos como no lo había hecho antes. Estamos viendo una forma más agresiva en la política exterior rusa y esperemos que esto no termine en un enfrentamiento mayor”, concluyó.
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