Monday, March 24, 2008

Desatinos afortunados.



"Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí"

(Augusto Monterroso).




_ Ese truco ya me lo sé, le dijo ella, asertiva como siempre.



_ ¿Cuál?, le contestó él, con un inconfundible rastro de acento jarocho.


_ ¡No te hagas!


_ ¿Qué?


_Ya ví que pusiste un hueso de perro en donde estaba otro de tiranosaurio, de Rex, pues.Eso lo hacía muy seguido un amigo que ya no vive por aquí.


_ ¿A dónde se fue?


_ Su mamá trabajaba en la refinería de Atzcapozalco, esa que ya quitaron. Y se fueron a la frontera, creo que se iban a Reynosa. A él le gustaba mucho el fucho. ¿A ti te gusta?


_ Pus, claro. Le voy a los tiburones rojos. ¿Y tú?


_ Yo soy Chiva. Me caen gordas las águilas, y también los azules, por creídos.


_ ¡Ah, güeno! ¿Cómo te llamas, eh?


_ Me puedes decir Male.


_ Yo me llamo Jorge Luis, pero todos me dicen Jorge, nada más. Oye, ¿qué se traen, eh? Hay un montón de gente en las escaleras.


_ Le pregunté a Don Doroteo, y dicen que encontraron nuevos huesos en... mmm, Coahuila, creo. Anda un señor muy importante de la UNAM, y escuché que hay otro que es astronauta, pero no se le despega para nada, tú. Ya mero y se van juntos al baño.



_ ¡No manches, ahí vienen!, van a cachar al Doroteo, y luego quién nos va dejar entrar de a grapa. Hay que echarle una manita.


Rápidamente Male extrae un balón de su mochila escolar y comienza a patearlo hacia la entrada al salón principal, justo antes que el encargado de seguridad del museo descubriera al vigilante durmiendo.


_ ¡Oigan, chamacos! Dejen de estar pateando esa pelota o se las poncho. Y me va a importar madres que se vengan a quejar sus papás.


_ Ya ni la hace Don Doroteo, ya merito lo agarran bien jetón. le dice Jorge al vigilante al momento que el grupo de distinguidos visitantes se aleja.


_ Sí cierto, hasta babeando estaba, secunda Male.


_ ¡Sí, hombre! Es que acaba de nacer mi tercer chamaquillo, y me están dando turnos de 48 horas seguidas. Luego vienen y te checan a cada rato. Antes andaba un chavito que me hacía bien el paro; él me avisaba cuando se acercaba alguno de los supervisores. Si se le escapaba a su jefa, me cubría en el turno nocturno también, mientras yo me echaba una pestañita. ¿Cómo se llamaba el escuincle ese? Deja me acuerdo... Tino.


_ ¿Tiiino? Voltean a mirarse sorprendidos el par de niños, al mismo tiempo que estallan en una sonora carcajada.


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