Astillero
■ Literatura judicial
■ Versiones en duda
■ Urgencias mediáticas de ME
■ Lavamanos GG (je, je)
Aun cuando fuera cierta, ha sido mal contada y mal armada. Llena de contradicciones y especulaciones. Caracterizada por una urgencia política de la administración ebrárdica de parecer eficaz (sobre todo) en los medios electrónicos (del News Divine al caso Martí: la ruta del ácido que ha descubierto el verdadero cobre que está tras el orito marcelino). Un procurador del DF con vocación, pero sin oficio para la literatura, que desarrolla guiones pero no da pruebas, que desgrana con desgano ante entrevistadores televisivos los hilos argumentales que parten de suposiciones folletinescas (sólo un ejemplo: el supuesto jefe de la banda de la flor tendría gran capacidad “para infiltrarse en altos círculos sociales”, pero se movía en un modesto Derby, asistía a gimnasios del Seguro Social y no al Sport City y, baleado, ese presunto Mochaorejas florido lucha contra la muerte en un nada glamoroso hospital público).
La oreja de la ambición mediática asomó desde la misma mañana en que Mancera anunció la primera parte de la telenovela que escamoteó en detalles a los periodistas asistentes a una rueda de prensa, pero ofrendó luego a Televisa, donde al procurador se le concedió salir al aire desde el banquillo de los entrevistados. Ebrard tomó en el curso de ese día la estafeta de la presunción de grandes logros, supuestamente esclarecido ya el caso que movió a la clase política, omisa y cómplice, a reunirse en la Faramalla de Palacio.
Pero la versión oficial mostraba desde el principio agujeros e inconsistencias. El principal acusado estaba en terapia intensiva, imposibilitado de hablar y defenderse, en curso de muerte que le dejaría condenado (como si esa fuera la intención, la selección prevista) a lo que ya habían establecido las H. Autoridades del ramo. Con rapidez que dejó en evidencia el pasmo oficial, los familiares del presunto jefe de la banda de la flor hablaron de su vida cotidiana, de su nivel de vida sin lujos. Y se empezó a instalar la percepción de que varios de los involucrados son meros chivos expiatorios o infractores de la ley, pero en otros términos y graduación, no necesariamente partícipes del caso Martí. Los hijos de Sergio Ortiz Juárez, el supuesto capo hospitalizado, han hablado abundantemente ante los medios para desacreditar la historia oficial. Es posible y explicable, desde luego, que esos familiares mientan, y que los detenidos sean parte de esa condenable banda de secuestradores (aunque ya dos comandantes de la policía capitalina, primero anunciados como parte del libreto, han sido considerados ajenos a los hechos), pero hasta ahora la administración de la ciudad de México no ha podido mostrar y demostrar que la versión oficial es clara y firme. Sería el colmo que aun siendo ciertos todos los datos que ha difundido el gobierno capitalino, éste fuera incapaz de transmitirlos adecuadamente y de convencer a la población de su veracidad (en cambio, el contratista Mouriño felicitó al gobierno “de izquierda” por su buen manejo del caso).
Peor ha resultado la contribución de la secretaría federal de seguridad pública. Genaro García Luna y el subsecretario Facundo Rosas han hecho muy sospechosos malabares oratorios para tratar de desmarcarse de la agente Lorena González Hernández que según eso habría instalado el retén para secuestrar a Martí. Muchísimo trabajo les ha costado a esos funcionarios calderónicos aceptar que la acusada trabajó con ellos, incluso con una cercanía que documentalmente está sustentada (en www.reporteindigo.com, información de Anabel Hernández). El sufrir de Genaro Pilatos le llevó a extrañas interpretaciones de la legalidad laboral: Lorena sí tenía “una plaza vigente”, en la Agencia Federal de Investigación, pero estaba en un “proceso de transición” en cuanto a “certificación de confianza” para pasar a la policía federal. El subprocurador Rosas llegó a decir que González Hernández “tenía un antecedente laboral en la disuelta policía judicial federal” y que había estado en la AFI “hasta finales de 2007, cuando inició sus trámites para ingresar a la policía federal; en ese estatus se encuentra, realizando sus trámites para poder ingresar (…) y en proceso de evaluación”. Ayer mismo, GG (sí, se lee je je, pero son las iniciales del secretario Genaro García, no la interjección que refleja risa, burla o incredulidad) añadió al concurso de lavamanos que la agente incómoda sí era AFI, pero “sin vínculos con mandos” de la SPP (tal vez por eso, sin control, haciendo lo que quisiera, se puso a jugar a los retencitos, aunque evidentemente estaba en funciones, en servicio, en activo y no en suspenso o larvada, todo ello grotesco y cínico, pero ante lo cual el tecleador se niega a exclamar ¡no marchen!, porque está en un proceso de certificación de confianza idiomática).
Astillas
El jefe de la otra banda de la flor (especializada en secuestro de instituciones desde el salinismo), Jorge Carpizo, ha emitido críticas de último tramo al hijo desobediente, el ombudsman José Luis Soberanes. Las críticas se dan en el contexto de los reacomodos de fuerzas rumbo al relevo de Soberanes, en 14 meses. Hasta ahora, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) ha sido una de las áreas de influencia del carpicismo, aunque el numerario Soberanes trató de zafarse o disminuirla… Tiene razón Enrique Pérez Camacho, egresado de la Universidad Autónoma de Yucatán y estudiante de doctorado en el Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav) al resaltar el papel importante que tienen la UNAM, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y el propio Cinvestav en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, en inglés), el acelerador de partículas donde se reproducirá el Big Bang que concentra la atención mundial… ¡Hasta mañana, en esta columna que entiende que son circunstancias diferentes, pero no deja de contrastar la dolorosa actitud sin implicaciones ni consecuencias políticas de Nelson Vargas, que fue funcionario con Fox, y la de Alejandro Martí, que desembocó en maniobras oficiales y oficialistas!
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