Desfiladero
■ El asesinato del comandante Moneda, golpe artero al Proyecto Alternativo de Nación
Al morir abatido a balazos el lunes a medianoche frente a su domicilio, el comandante Víctor Hugo Moneda Rangel tenía 51 años. Nacido en Peralvillo, se había forjado a golpes en la vía pública. Conocía desde niño los territorios de la delincuencia en Tepito. Era hijo de la violencia urbana y cuando alcanzó la edad de la razón optó por combatirla. A los 30 años se hizo agente de la Policía Judicial de la ciudad de México. Quedó adscrito, por supuesto, a la zona donde había crecido. No le resultó fácil ni mucho menos. Una década después entró en Alcohólicos Anónimos para salvarse del veneno que había elegido contra la angustia. Desde entonces dejó de beber.
Era gladiador y estratega, esposo atento y padre didáctico. Pero ante todo era un policía honesto. Era ese personaje sin el cual, según Raymond Chandler, no existirían las novelas policiacas: el idealista valiente, desinteresado y generoso que representa la ley y la justicia y defiende con su propia vida los valores más altos de la comunidad. O dicho de otro modo, era lo que de acuerdo con la cultura popular no existe en México (tan es así que para cultivar el género de la novela negra, Paco Ignacio Taibo II inventó a Belascoarán Shayne, detective mitad vasco, mitad irlandés).
La transformación personal del comandante Moneda comenzó con el cambio de poderes en el gobierno capitalino (1997), cuando Samuel del Villar quedó a cargo de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), pero se intensificó, y produjo resultados espectaculares, durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, cuando la PGJDF fue conducida por el maestro Bernardo Bátiz y al frente del Consejo de la Judicatura estaba el doctor Miguel Ángel Mancera. A lo largo de ese período, el comandante dibujó el “árbol de la delincuencia de Tepito”, para identificar a los 80 principales grupos del crimen organizado que actúan en aquella zona, sin mencionar que jugó un papel de gran importancia en la captura de Juana Barraza, la Mataviejitas, o que resolvió el caso de otro asesino serial, que eliminaba a sus seres queridos más cercanos en nombre de la Santa Muerte.
En diciembre de 2006 Marcelo Ebrard dejó la PGJDF en manos de Rodolfo Félix Cárdenas, abogado panista cercano a Carlos Ahumada, Ignacio Morales Lechuga, Antonio Lozano Gracia, Diego Fernández de Cevallos y el actual secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont. Una de las primeras medidas de Félix Cárdenas fue sacar de la calle al comandante Moneda, quitarle todas las investigaciones que realizaba y nombrarlo instructor de jóvenes de nuevo ingreso. Su experiencia, su eficacia, su valentía, su compromiso con el proyecto de Andrés Manuel López Obrador en materia de seguridad pública quedaron encerrados en una oficina, mientras dentro del búnker de la procuraduría surgía una organización delictiva integrada por mandos judiciales procedentes de la administración federal, que los hombres de confianza de Félix Cárdenas habían invitado a “colaborar”.
Tras la caída de Félix Cárdenas y el ascenso de Miguel Ángel Mancera como nuevo titular de la PGJDF, el comandante Moneda no sólo volvió a la acción en el campo de batalla sino que fue convertido en el número tres de la Policía Judicial capitalina. Estaba de nuevo en pie de guerra contra los peores capos de Tepito cuando el lunes pasado, al filo de la media noche, fue emboscado por varios gatilleros que le dispararon 29 proyectiles y lo remataron con el tiro de gracia frente a su domicilio particular.
El impacto que produjo esta noticia en el ámbito del movimiento que encabeza López Obrador, y particularmente entre las nuevas generaciones de policías judiciales de la ciudad, fue impresionante: casi 24 horas después del asesinato, en la funeraria de la calle Sullivan donde sus restos eran velados había más de 100 coronas de flores, y una multitud de hombres de ojos de piedra y mandíbula cuadrada montaba guardia continuamente junto al féretro. Belascoarán Shayne lo echará de menos. El comandante Moneda era de los suyos.
¡Ni un voto al PRD!
En medio de la ola de renuncias al PRD, en protesta por la imposición de Jesús Ortega como presidente de ese partido, los líderes nacionales de PT y Convergencia formalizaron ante el IFE el registro de ambas organizaciones como FAP (Frente Amplio Progresista) y llamaron a los seguidores de López Obrador a dar la batalla electoral de 2009 desde sus filas, haciendo suya la consigna de ¡ni un voto al PRD!, que día a día gana más y más adeptos.
Mientras tanto, el Movimiento Nacional en Defensa de la Economía Popular, el Petróleo y la Soberanía se prepara a luchar en favor de los consumidores de energía eléctrica hasta lograr que la Comisión Federal de Electricidad y Luz y Fuerza del Centro reduzcan las abusivas tarifas domésticas implantadas por el gobierno de Vicente Fox. Una de las tácticas que se contemplan consiste en promover el cese total de pagos y la presentación de amparos ante la Procuradiría Federal del Consumidor. Medidas similares se buscarán para proteger a los usuarios de tarjetas bancarias, sobre quienes pesa de nuevo el peligro de que vuelvan a perder todo como en 1995.
Muchas gracias a quienes escribieron al buzón de esta columna para opinar sobre la crisis del PRD. Las cartas que enviaron al respecto Cristina Aguirre, Luis Ricardo, Samuel León Tapia, Juan Rodríguez, Juan José Albores Robelo, Red Ciudadana de Ciudadanos, Juan Alfredo Morín Tolentino, María Ramos, Francisco Puente, Leonardo Delgado Castillo, Raúl Ramírez Baena y Selegna Ovedeuc, estarán disponibles desde hoy por la tarde en El Patín del Diablo (http://patindeldia.blogspot.com).
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