México SA
■ Los expulsados de su tierra aún son el segundo gran pilar de la economía nacional
■ Están entre las primeras víctimas de la crisis en Estados Unidos
A pesar de los pesares, la inyección de recursos de los expulsados de su tierra se mantiene como el segundo gran pilar de la misma economía que los arrojó del país. No se conocen los resultados de los dos últimos meses de este agitado 2008 (un caramelo comparado con 2009), que sin duda serán bastante agrios, pero el monto acumulado de remesas enviadas por la paisanada hasta octubre pasado se aproximó a 20 mil millones de dólares, tan sólo 400 millones menos que en igual lapso de 2007, de acuerdo con cifras del Banco de México.
Entre las primeras víctimas de la crisis económica en Estados Unidos deben anotarse al ejército de mano de obra mexicana –especialmente la indocumentada– y al sector de la construcción en aquel país, que de siempre han escenificado una no muy romántica pareja que camina de la mano. La paisanada sufre laboralmente por la permanente cancelación de obras en el “motor” del mundo, y ante tal perspectiva algunos ya se enfilan hacia su segundo exilio económico, con miras más al norte, a Canadá.
De cualquier suerte, las proyecciones sobre una brutal caída en el flujo de divisas proveniente del norte y permanentemente alimentado por la mano de obra mexicana expulsada de su tierra no se han cumplido. Sin duda, los resultados de noviembre y diciembre podrían descomponer un poco el panorama, pero todo indica que con consecuencias desastrosas. Habrá que registrar el cierre de año.
En vía de mientras, toda Latinoamérica ha estado atenta al comportamiento de las remesas, pues la negra perspectiva involucra a todas las naciones de la región. México es, por mucho, el primer receptor de ese tipo de dineros, pero existen países como El Salvador y Guatemala que dependen en grado sumo de ese flujo de billetes verdes (18 y 22 por ciento, respectivamente, de su ingreso nacional).
En ese contexto, el Banco Interamericano de Desarrollo estima que el volumen de remesas a América Latina y el Caribe crecería nominalmente 1.5 por ciento en 2008, hasta alcanzar alrededor de 67 mil 500 millones de dólares. A pesar de ello, este sería el primer año en que se reduciría en términos reales la contribución de estos flujos de dinero a los ingresos de hogares en la región. Ajustados por inflación y variaciones en los tipos de cambio, las remesas contribuirían 1.7 por ciento menos a los ingresos de los hogares latinoamericanos y caribeños en comparación con 2007.
Las remesas hacia algunos países clave de la región, apunta el BID, han tenido un crecimiento negativo en 2008. México y Brasil, los principales destinos de estos flujos en América Latina, han visto reducciones en sus ingresos por remesas desde mediados de 2007. En ambos países se ha registrado (hasta octubre) un crecimiento negativo en las remesas este año. Lo mismo sucede en el citado caso de El Salvador y Guatemala.
Entre los factores que han contribuido a dicha reducción, el BID destaca la inflación, toda vez que el incremento de los precios de alimentos y combustibles ha encarecido el costo de vida de los emigrados que envían recursos, al tiempo que los aumentos de precios exacerban las necesidades de las familias que dependen de las remesas del extranjero. De igual forma, la desaceleración económica, puesto que la caída en Estados Unidos, y más recientemente en España (segunda fuente de ingresos por remesas para América Latina y el Caribe), limita la posibilidad de acceder a empleos mejor remunerados. De forma paralela, el “clima” migratorio, las condiciones más restrictivas en los países receptores, han limitado la capacidad de los inmigrantes para remitir dinero.
Estados Unidos y España son las dos principales fuentes de remesas para América Latina, y los ingresos de muchos emigrados de esta región dependen en gran medida de la salud económica de dichas naciones. Los datos más recientes sugieren que la desaceleración económica en estos países ha tenido un impacto en la capacidad de los inmigrantes para enviar dinero a sus países de origen. Según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, el desempleo entre las personas de origen latinoamericano en ese país ha estado aumentando desde octubre de 2006. En agosto de 2008 llegó a 8 por ciento, casi dos puntos porcentuales por encima de la tasa de desocupación nacional, de tal suerte que al cierre de año se espera una tasa no menor a 10 por ciento. En España, el número de inmigrantes que han solicitado beneficios por desempleo ha aumentado 81 por ciento (hasta octubre) en el último año. En una situación parecida al del sector de la construcción en Estados Unidos, que ha perdido más de medio millón de empleos, la construcción en España reporta una caída superior a 8 por ciento en el empleo, agravando la desocupación entre los inmigrantes.
En encuestas previas sobre remesas provenientes de Estados Unidos, hasta 17 por ciento de los encuestados respondieron que trabajaban en la construcción. Sus envíos, por lo tanto, se ven afectados en el corto plazo por los cambios en el mercado laboral. Si bien los inmigrantes se muestran menos propensos a hacer transferencias de dinero mientras están buscando empleo, son versátiles y dados a cambiar de sector o mudarse de estado para atender las necesidades de sus familias a mediano y largo plazo, apunta el BID. Así, los flujos de remesas fluctuarán en concierto con la realidad económica global. Las desaceleraciones afectan tanto a trabajadores nativos como extranjeros.
Las caídas en los flujos tenderán a ser modestos porque los inmigrantes han demostrado una adaptabilidad a las fluctuaciones en la demanda laboral. La migración es resultado de un desequilibrio en el desarrollo: las personas se mudan cuando los beneficios esperados superan los costos financieros y los sacrificios asociados con la migración. El caso de Brasil es ilustrativo de que cuando las condiciones mejoran en los estados de origen, los emigrados tienden a regresar. En países como México, las remesas son una herramienta clave para la reducción de la pobreza, ya que más de 57 por ciento de las remesas son utilizadas para cubrir gastos esenciales como ropa, alimentos y alojamiento.
Las rebanadas del pastel
Pues nada, que Petróleos Mexicanos también le metió el diente a la especulación con derivados financieros. Perdió más de 6 mil millones de pesos (La Jornada) y Chucho Reyes Heroles González Garza ni siquiera tuvo la cortesía de decir “lo siento”, porque es dinero ajeno (léase de los contribuyentes). ¿Quién rescatará a la paraestatal por el quebranto? Por una cortesía –dando y dando– podría ser Comercial Mexicana, Cemex, Alfa o Vitro, empresas todas rescatadas por el gobierno, también con dinero ajeno, que al parecer sobra.
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